Aeropuerto de Bilbao, 12:45. Mi vuelo sale a las 17:50, y por un cambio de planes, me enfrento a cinco horas de aburrida espera. Bilbao está gris, lluvioso y desapacible, así que descarto la idea de irme a dar un paseo por la ciudad. Pregunto en el mostrador de Iberia si se puede
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