Larguísimo, pero interesantísimo artículo en MIT Technology Review sobre el sector de los buscadores; básicamente revisando las posibles opciones estratégicas de Google, Microsoft y, en menor medida, Yahoo! y otros competidores. Disiento con muchos de sus puntos, pero me ha parecido una lectura interesantísima.
El artículo comienza con una premisa para mi errónea: que Google está hoy en una situación idéntica a la de Netscape en 1995. Para mí resulta una falacia total pensar que el éxito de Google hoy depende de Microsoft. Desde mi punto de vista, pero esto es pura opinión y no ciencia, en el hipotético caso de que Microsoft, en pleno ataque de inspiración, fuese capaz de producir un buscador que pudiese competir con Google, aún tendría muchas cosas que superar antes de aniquilar a Google como hizo en su momento con Netscape. Cosas que van desde los obstáculos legales que se encontraría si intentase apalancar su herramienta en el dominio del sistema operativo o las aplicaciones, hasta el papel de «malo» que ha logrado arrogarse en infinidad de usuarios que hoy intentan desesperados mirar hacia competidores alternativos que les proporciones mejores experiencias de uso que las que les proporciona Microsoft.
Pero lo interesante del artículo no es su comienzo, sino lo que apunta posteriormente: Según el autor, la clave en el mercado de los buscadores hoy viene del desarrollo de estándares. Comparando con otros mercados tecnológicos, el autor – fundador de la empresa que creó y vendió posteriormente FrontPage a Microsoft – afirma que los estándares son una necesidad en mercados tecnológicos dotados de elevada complejidad, y que se avecina una guerra por el control de esos estándares. De nuevo disiento: no veo que el desarrollo de estándares, APIs y afines juegue un papel tan fundamental en este mercado hoy en día. El autor afirma que ha sido el desarrollo de estándares como la arquitectura mainframe por IBM en 1964, el microprocesador de Intel en 1971, el primer sistema operativo de Microsoft en 1981 o el router de Cisco en 1986 la fuerza capaz de generar miles de millones de dólares en beneficios, y que antes del desarrollo de esos estándares, esos mercados eran poco significativos o inexistentes. Sin embargo, desde mi punto de vista, el desarrollo de estándares, si bien puede jugar un papel fundamental en mercados incipientes y complejos, no está aún listo para actuar en un mercado como el de los buscadores.
Y me explico: el mercado de los buscadores, desde mi punto de vista, no está en fase incipiente. Está, de hecho, en una fase muy anterior. Ni siquiera ha empezado a definirse. Revisemos su ya aparentemente larga historia: los primeros catálogos por intervención humana, los primeros bots capaces de seguir vínculos de manera autónoma, los primeros algoritmos que asignan pesos y relevancias… ¿dónde estamos realmente? La primera generación de buscadores, para mí, fracasó por la prostitución de sus resultados. Dejamos de utilizar Altavistas y Terras cuando vimos que lo que obteníamos en sus resultados era el mejor postor, y no lo más relevante. Nos fuimos a Google porque nos prometía reultados basados en la relevancia, no en la puja, al principio en su totalidad, ahora sólo en la mitad izquierda de la pantalla y pasada la primera línea. Ahora estamos en la fase de «in Godgle we trust«, como reza la portada de la revista, pero… ¿realmente hemos avanzado tanto? Google indexa hoy más de ocho mil millones de páginas (una pequeña fracción del total de la Web) pero… ¿tiene eso alguna importancia más allá de la puramente estadística? ¿Encontramos siempre en nuestro buscador lo que estábamos buscando? ¿Lo más relevante? Incluso para los verdaderamente diestros en el manejo del buscador, esos a los que miramos admirados por la alquimia que pueden obrar en la página, el resultado verdaderamente relevante se muestra a veces elusivo, esquivo, difícil de localizar.
Y, lo que para mí resulta peor aún… Impersonal. Imaginemos dos personas idénticamente adiestradas en el manejo de un buscador: uno es un neurocirujano, el otro un futbolista. A la hora de buscar un término como, por ejemplo, «lesiones cerebrales», los intereses de ambos resultan enormemente dispares en profundidad, en las fuentes sobre las que buscar, en la orientación y los términos asociados… Sin embargo, ambos llegarían, posiblemente, a páginas muy parecidas. El para mí mejor de los buscadores, Google, sigue siendo el pálido y triste reflejo de lo que un secretario bien instruído y que me conociese a la perfección podría hacer por mí en términos de acceso a la información. Nos hemos acostumbrado a ello, lo aceptamos y, en gran medida por comparación con lo anterior, hasta nos parece galáctico. Pero es un asquito. No tiene nada que ver con la maravillosa complejidad y eficiencia de la mente humana. Con todo su PageRank, el buscador de Google no es más que un robot tonto, muy tonto, tontísimo. Tan tonto que se le puede engañar con estrategias como el Google Bombing, que un niño de siete años podría diseñar. Y ojo, estamos hablando del mejor y más refinado de los buscadores y de una empresa que goza de mi más confesada admiración y respeto.
Proceder al desarrollo de estándares hoy en día, como pide el autor, sería como haber intentado desarrollar estándares para amortiguadores cuando se inventó la rueda. En la carrera hacia conseguir una herramienta de búsqueda razonablemente buena, nos hallamos en la Prehistoria.
Y en esa Prehistoria, la tribu más desarrollada es, sin duda, Google. El que marca la tendencia, el que desarrolla primero, el modelo a seguir. El que, en una herramienta de menos de un Mb. de tamaño, ha sido capaz de superar amplísimamente el simpático perrito de Microsoft que movía mucho la colita, pero tardaba siglos y, además, proporcionaba unos resultados de calidad lamentable. Al desarrollar Google Desktop Search, Google ha desarrollado una tecnología, la del servidor Web local que almacena nuestros ficheros de índices, que puede ser clave en el futuro de la búsqueda: un servidor Web local, basado en los documentos almacenados en nuestro disco duro, que nos define, nos caracteriza, resume muchos de nuestros intereses y temas en que trabajamos, a lo que nos dedicamos. En su momento, Larry y Sergey tuvieron la intuición de adaptar una metodología científica, las «citations«, al mundo de las búsquedas: lo más citado, lo más enlazado, es lo más relevante. Ahora, su intuición mágica puede darles otra clave: lo que un usuario tiene en su disco duro define sus intereses. Una búsqueda en los miles de millones de páginas de Google moderada por los resultados de mi perfil en mi índice local podría darme, o al menos aproximarse, a los resultados que realmente estaba buscando, distintos a los de otro usuario con un disco duro lleno de documentos sobre Neurología. Y ya puestos, ¿por qué un índice local si cada vez usamos más ordenadores y dispositivos de todo tipo? Almacenemos nuestros índices en los ordenadores, en la grid de Google, y usemos los resultados para nuestras búsquedas en la Web. Incluso los contenidos de nuestros mensajes en Gmail pueden ayudarnos a la hora de definir nuestros intereses de cara a encontrar la estrategia de búsqueda más adecuada, que nos ofrezca los resultados que realmente nos interesaban. Nos maravillan las recomendaciones de Amazon porque nos conocen mejor que nosotros mismos… los buscadores del futuro nos conocerán mejor que lo que nosotros mismos nos conocemos, y esa imagen coincidirá o no con la que nosotros tenemos de nosotros mismos. Pero nos darán los resultados que buscábamos. Y en ese momento, posiblemente, podremos pensar en el desarrollo de estándares. Mientras tanto, larga vida a Larry y a Sergey, y que el coco les dé para seguir haciendo maravillas.
Hola, Enrique: he escrito un post sobre este tema (tan interesante) que tal vez te interese. Perdona por no controlar aún el trackback (me pongo holoscan hoy mismo) :)
Yo opino que la batalla no son las ‘busquedas’ la información… la batalla son los ingresos. Y eso viene de adwords/overture. Y está patentado.
Hola, link lo pongo aquí http://www.popmk.com/2005/01/la-estrategia-de-google-vs-microsoft.html
un saludo