Interesante resumen de un buen conjunto de fuentes en eMarketer (es lo mejor que tiene esta newsletter, una de las pocas que guardo religiosamente en una carpeta específica… cada vez que necesitas un dato, aparece ahí) sobre los efectos esperados de la adopción cada vez mayor de DVR en la población norteamericana. Aparte de permitirnos comprobar las ya habituales barbaridades típicas de los estudios de Jupiter (su previsión de implantación triplica la media de las otras cinco fuentes), los estudios nos dejan algunos datos interesantes para su consideración. Por ejemplo, esto es lo que opinan los profesionales de la publicidad en televisión:
- Un 21% de opina que el DVR significará la muerte del tradicional spot de treinta segundos como lo conocemos hoy
- Un 55% opina que aunque el DVR hará que surjan nuevos formatos, el spot de treinta segundos seguirá siendo la base de la publicidad en televisión
- Un 4% opina que es una moda, aire calentito, y que no tendrá efecto alguno
Y sin embargo, esto es lo que opinan los espectadores:
- Me saltaré o pasaré rápido TODOS los anuncios: un 37%
- Me saltaré o pasaré rápido todos o la mayoría de los anuncios: 62%
- Me saltaré o pasaré rápido la mayoría de los anuncios, pero pararé para ver selectivamente alguno: 14%
- Sólo me saltaré o pasaré rápido algunos anuncios: 5%
- Nunca o casi nunca me saltaré los anuncios: 5%
Notable divorcio de opiniones, ¿no? Mientras los publicistas piensan que el efeto será limitado, los espectadores esperan ansiosos para prácticamente en su mayoría pasar de ellos y de sus peces de colores (el 5% que no se saltará ninguno deben ser, precisamente… la población de publicistas y sus familiares :-)
A todo esto, todavía hablamos de «saltarnos» los anuncios. Lo más posible, sin embargo, será que el desarrollo de algoritmos heurísticos y tecnologías afines nos permitan, en breve, no ya pasarlos rápido, sino, sencillamente, que el aparato los reconozca y no los grabe. Puestos así… ¿nos repensamos el «marketing de la interrupción» que conocemos? Permitidme que me vuelva a reafirmar en la frase inicial del Cluetrain Manifesto con la que empecé una conferencia la semana pasada: «Markets are conversations». Los mensajes de correo electrónico, los call-centers, los helpdesks, los blogs, las cartas, las llamadas… son parte de esas conversaciones. ¿Hay alguna compañía con orejas ahí fuera?
Tal vez con un anuncio de treinta segundos en un consejo de administración se enteren… si es que no se lo saltan, claro ;)
Tal y como decías hace poco en tu blog estamos frente a una barrera tecnológica que va a separar dos grupos de población. Los ‘digitales’ y los ‘analógicos’ los primeros son el grupo que va a poder extraer todo el beneficio de la nueva sociedad digital. Los segundos han renunciado, por formación, o lo que es peor, por renta.
La barrera está abierta (¿se abrirá más?), y aunque los segundos vean los anuncios, el grupo importante para los anunciantes será el primero.
De nuevo un dilema para el futuro.
Muy buen punto, Jaume… Yo de todas formas empiezo a tener mis dudas sobre la barrera de renta, que tradicionalmente era la más comentada. Al nivel de renta per cápita español actual, creo que la principal barrera para el acceso se encuentra más en la falta de propuestas de valor atractivas para amplios segmentos de la población que en la no disponibilidad de renta. Así, en muchos casos, las razones para introducirse, aunque sea de puntillas, en la sociedad de la información tienen que ver, por ejemplo, con el hecho de tener un hijo en edad escolar que afirma necesitar el ordenador para estudiar, o con el interés por bajarse música y las películas, y factores relacionados. Seguro que, por ejemplo,la telefonía IP dará un importante impulso al tema. Pero no creo que venga ya tanto de falta de renta disponible, y además, es una tendencia en doble declive: por un lado la renta sube, por otro los precios de los ordenadores bajan. La falta de propuestas de valor para según que segmentos de la población me preocupa bastante más.
Salvo en el caso de rentas bajísimas, la renta hoy en día ya no es un factor determinante para el acceso a las tecnologías de la información (realmente ya casi no es un factor determinante para el acceso a nada). Es más una brecha ideológica y cultural que otra cosa y la el cambio vendrá propiciado por la reducción de esa brecha, bien sea mediante políticas educativas adecuadas, bien sea, como propone Enrique, mediante propuestas de valor aceptables.
Cómo me recuerda todo esto a la división que anticipaban en La Netocracia hace ya algunos años entre los netócratas y el consumtariado.
Los primeros son la nueva clase dirigente: utilizan fuertemente la tecnología para modelar su vida, definen qué es in y qué no. Añadiría de mi cosecha que, tienen blogs y son inmunes a la publicidad tradicional. El consumptariado consumen pasivamente lo que las élites determinan (tanto las élites del modelo capitalista anterior como las del modelo emergente). Esa es la nueva brecha: netócrata o consumptariado.
Siento ser un poco aguafiestas (y quizá pedante por citarme a mí mismo), pero como ya publiqué en mi propia bitácora, el Congreso estadounidense ya está debatiento una ley para que cualquier alteración automática del sonido o la imagen de las retransmisiones televisivas sea considerada como infracción de derechos de autor. La noticia original es de Susan Crawford y para más gracia la propuesta se citará como Family Movie Act. Y de grabar las versiones alteradas, ni hablar. ¿Quién había dicho que los derechos de autor no eran el derecho de los titulares a imponer las condiciones que quieran sobre los productos que publican y venden?
Muy buena la cita de La Netocracia… la verdad es que le tengo mucho cariño al libro, porque aproveché cuando la presentación del libro que Alexander y Jan estaban en Madrid para llevármelos a clase, y aparte de estar espectaculares, me cayeron de vicio. Y el libro es un auténtico tratado de filosofía, interesantísimo para cualquiera con una mínima vocación de innovación prospectiva, muy recomendable.
Aunque saliese adelante, sería una de esas leyes que no llevan a ningún sitio: los fabricantes la respetarían (no les quedaría otro remedio) pero no tardarían en aparecer modificaciones en el firmware o software de los equipos para poder realizar las opraciones ilegales. Y una vez que exista el software, no hay ejecutivo con capacidad suficiente como para pararlo: imagina el ridículo para un gobierno que supondría encarcelar a alguien por no grabar los anuncios… O al revés imagina si encarcelasen a diez millones de personas por el mismo asunto: ¿a quién votarían las siguientes elecciones?
De todas formas, la solución es clara: ¡dejemos de ver la televisión!
PS. No tiene que ver con el tema pero en ‘El País’ de ayer aparecía la noticia de ‘El 60% de los espectadores no ve telebasura’…