Aquí tenéis las mismas alegaciones que hice yo hace unos días acerca de aquel «estudio» que afirmaba que los ordenadores con Linux eran reinstalados con versiones pirata de Windows… pero esta vez la noticia aparece en The Sydney Morning Herald y en The Enquirer, además de referenciada en Slashdot: la afirmación es, simplemente, infundada y gratuita. Una conclusión no científica de un estudio mal hecho. Como suele ocurrir cuando alguien que no sabe hacer estudios, pretende hacerlos como si supiera. El que no sabe es como el que no ve. Y es que estas cosas de la ciencia son de un complicado…
La levedad, la ligereza de la afirmación era más que evidente. Es una muestra más de como toda una industria, que se supone compuesta de personas con un cierto grado de inteligencia, ha venido confiando desde tiempo inmemorial en una serie de organizaciones de farsantes que afirman hacer investigación, cuando en realidad no tienen ni la más ligera idea de lo que hacer investigación significa. Si alguien no publica sus métodos, no audita sus conclusiones sometiéndolas a revisión, no pasa por procesos de verificación y no revela ningún detalle de cómo obtiene los datos, no es porque quiera protegerse y que no le copien: es porque está engañando a toda una industria, que como bobos pagan los más de $600 que vale… perdón, que cuesta cada informe. En realidad no valen ni el papel en el que están escritos. Pero como no había otra cosa, alguien pensó, erróneamente, que algo era mejor que nada. En realidad, sería mucho más seguro confiar en lo que uno cree ver en el interior de una bola de cristal o en los posos de una taza de té que creerse o tomar decisiones basadas en los resultados de uno de esos informes. Quien trabaja con ellos, o quien los cita porque sus conclusiones le interesan, no hace más que desacreditarse a si mismo.
Con este tipo de cosas se demuestra que esa calaña de falsos profetas no sólo carece de rigor alguno, sino que además se mueve por criterios «misteriosos», que seguramente tiendan a responder a intereses comerciales o, simplemente, al mejor postor. Más apropiado que nunca recordar aquel artículo de hace un par de años, que ya he vinculado aquí en otras ocasiones, «Methodology and rigor: how ‘false prophets’ pushed firms to the dot.com cliff«.