El Cretácico fue un período muy interesante. Corresponde al final del Mesozoico (dividido en Triásico, Jurásico y Cretácico), la era comprendida entre la gran extinción del Pérmico y el inicio del Cenozoico, la era en que nos encontramos actualmente. Pero, ¿qué es lo que tiene de interesante? El Cretácico fue el período en el que los dinosaurios, aparecidos el el Triásico aprovechando los nichos ecológicos que quedaron vacíos tras la gran extinción del Pérmico, florecieron con enorme éxito y colonizaron toda La Tierra, para desaparecer a finales de este período víctimas del «largo invierno». Después del masivo evento de extinción, comenzó la «explosión de los mamíferos», la época en la que nos encontramos hoy.
¿A que nos suena? Intentemos hacer un paralelismo entre las eras y períodos geológicos en la historia de La Tierra y otra historia mucho más breve y reciente: la historia de la música. Vaya por delante una advertencia: a lo largo de las distintas eras geológicas, el panorama cambió enormemente. Incluyó eventos de extinción masiva como la gran extinción del Pérmico, que llevó a la desaparición del 95% de las especies existentes, o la propia extinción del Cretácico-Terciario, que se llevó por delante al 60%, incluyendo los grandes dinosaurios. Sin embargo, algo no desapareció: la vida. De la misma manera, en la historia de la música hemos podido ver una enorme cantidad de cambios, algunos de ellos importantísimos… pero la música, como tal, ha sobrevivido a todos ellos, y previsiblemente seguirá sobreviviendo.
La música se originó en la Prehistoria, probablemente en forma de canciones acompañadas por palmas e instrumentos de percusión. En sus orígenes, la música era un evento, algo que sucedía en un momento, pero que no resultaba recogida en nigún sitio, ni codificada en modo alguno para su repetición. Sí existía la posibilidad de repetir, de memoria, sucesiones de sonidos, siempre que las condiciones y la disponibilidad de instrumentos lo permitiesen.
Los registros más primitivos de música codificada corresponden al 800 A.C., y es un himno Sumerio en escritura cuneiforme, que quedó conservado al cocerse «accidentalmente»: los invasores incendiaron el templo en el que la tablilla de arcilla estaba almacenada. Aproximadamente hacia el 700 A.C., aparecen en Grecia los primeros rapsodas, músicos itinerantes que vivían de tocar música en diferentes lugares, posiblemente el primer registro histórico de la música como negocio. Empezamos a encontrar aquí los orígenes de algunos modelos interesantes: un rapsoda podía, si así lo deseaba, acudir a los Juegos Pitios, precursores de las Olimpiadas. Si ganaba, recibía una corona de laurel y su prestigio se incrementaba, con lo cual era llamado a tocar música en más lugares y podía incrementar su caché.
El primer registro de un artista famoso corresponde a Píndaro, que vivió entre el 522 y el 443 A.C. Sus odas componen un enorme repertorio de diecisiete libros, entre los que se encuentran himnos, lamentos, música de victoria, teatro, y hasta huporchemata, o música para bailar. Las odas de Píndaro eran pagadas por clientes que deseaban utilizarlas para motivos diversos, y su casa fue visitada por sacerdotes, personajes de todo tipo y hasta reyes como Alejandro Magno. A partir de Píndaro, la música se convirtió en un fenómeno de difusión cada vez mayor, y vivir de la música suponía diferentes modelos de negocio que nos comienzan a resultar familiares: podías componer, y recibir, como Píndaro, un pago por tus obras. Podías interpretar, viajando de un lugar a otro, y recibir un pago por tu interpretación, contribuyendo además a la difusión de las obras. Y podías enseñar el arte de tocar instrumentos a otros que deseaban aprenderlo y te pagaban por tus lecciones, como quien enseña cualquier otra materia.
En 1506, medio siglo después de que Johannes Gutenberg inventase su imprenta, aparecen registros históricos de ejemplares impresos de A Lytel Geste of Robyne Hood, el primero de los llamados broadsides o broadsheets, hojas simples impresas con la letra e indicaciones de la música de una canción. En 1520, un comerciante inglés vendió la fastuosa cantidad de 190 hojas de una obra, dando lugar a otro modelo de negocio: la venta de copias de música. Finalmente, en 1566, se promulgó la obligación, para cada impresor que desease hacer una tirada, de registrarse con la Stationers’ Company de Londres y, comenzando en 1567, pagar cuatro peniques por canción. Es el origen del copyright. Este modelo, basado en la necesidad de controlar las obras impresas, estuvo vigente hasta 1709, cuando la fuerte presión social que pedía libertad de prensa se hizo efectiva. Curiosamente, el modelo de negocio en la época dorada de la Stationer’s Company era «levemente diferente» al actual, sobre todo en cuanto a la localización del poder y el reparto del margen: desarrollado inicialmente para los libros, pero aplicado también a la música, el modelo consistia en que el autor vendía su obra a cambio de un precio fijo a un impresor, el cual retenía el derecho perpetuo de explotación de la obra, incluso si ésta resultaba ser enormemente popular. Las obras, de hecho, se registraban en la Stationer’s Company con el nombre del editor, no con el del autor.
En 1877, Thomas Alva Edison fabrica el fonógrafo, la primera máquina capaz de grabar sonido. Edison, conocido como el genio de Menlo Park, está considerado el rey de la patente. Su habilidad a la hora de industrializar la innovación fue paralela al desarrollo de su pericia para el registro de patentes, incluso de inventos que no fueron suyos, como la bombilla. Su creación, el fonógrafo, provocó la traslación el modelo de copyright de las hojas de música a los soportes de audición (cilindros primero, y discos Berliner, de diamante y de vinilo después). El mantenimiento del modelo de copyright devino en lo que conocemos actualmente, con alguna leve corrección: las compañías discográficas se encargaban de conseguir artistas de talento para producir sus discos, así como de la fabricación, comercialización y distribución de las grabaciones, y el artista, en concepto de derechos de autor, obtenía un 15% del precio en mayorista de cada copia. Este modelo, ya familiar para nosotros, se ha llegado a complicar bastante con variaciones como los sistemas de costes recuperables, en los que un artista puede, por ejemplo, pactar el no ganar nada hasta que los ingresos de la discográfica le han permitido recuperar una gran parte de las inversiones iniciales en producción y marketing, y múltiples modelos afines sujetos a negociación.
¿Qué vemos a lo largo de esta breve y resumida historia de la música? Si lo pensamos, vemos tantas variaciones como en la historia de La Tierra a lo largo del Cretácico. Períodos de dominación de ciertas especies, seguidos por grandes cambios ambientales, que son utilizados por otras especies para evolucionar y adaptarse, para hacerse dueños de determinados nichos y expandirse a otros… enormes cataclismos evolutivos que han dado lugar a la historia de la vida como la conocemos. En la música, hemos visto períodos en los que el mundo era de los autores, de los intérpretes, de los impresores o de las agencias de derechos. Pero la música continúa, al igual que continúa la vida.
Ahora, un nuevo cambio anuncia el fin de los esquemas basados en los derechos de autor. No supone absolutamente nada nuevo, sino la vuelta a modelos que ya fueron populares en otros momentos. Tal vez suponga la vuelta a modelos en los que los autores busquen la mayor difusión posible para sus obras, probablemente de manera gratuita, para después ganar dinero vía reproducción en conciertos y merchandising. Tal vez eso suponga que los artistas vivirán peor, que no serán capaces de generar lo que hoy generan con una sola canción o disco. Tal vez signifique que deban ganarse la vida cantando, no grabando. O que el modelo se simplifique, o que se complique… nadie hoy lo puede saber con certeza. Podremos pasar a modelos de venta canción a canción a través de Internet, aunque los estudios dedinámica de consumo en tiendas de música online (Business Week, IBLNews) indican que no es así, que la traslación del modelo no va a ser tan sencilla.
Lo que es seguro es que Internet representa un cambio de entorno, una glaciación, y con ella, la extinción de muchas especies, de muchos dinosaurios. Entender este fenómeno es esencial, en primer lugar, para los propios dinosaurios, para que puedan extinguirse con dignidad. Pero también lo es para los legisladores, para los gobiernos encargados de velar por sus ciudadanos, y para los propios ciudadanos en busca de formas mejores y más cómodas de disfrutar de la música. Y para los artistas, incultos instrumentalizados que han sido llevados a pensar que con el desarrollo de un sistema diferente, la música desaparecerá. Pero no. Como en el Cretácico, podrán desaparecer muchas cosas, muchos dinosaurios, muchas formas de vida incapaces de ser eficientes en un ambiente nuevo… pero la vida no. La vida no desapareció. Y por mucho que les quieran hacer creer, tampoco lo hará la música.
Hablando de música, ¿alguien se acuerda de un grupo que hace unos años cantaba algo como esto?
«Pueblos del mundo extinguiros
dejad que continúe la evolución»
Pues estos chicos siguen en activo, viviendo a base de conciertos… conciertos que se llenan gracias a las nuevas generaciones que (casualmente) han descargado su música de la red ;)
Desde luego lo de Tahúres zurdos es, como díría alguien que conozco, putapénico. Lo que pasa es que ni la mayoría de los autores (ni los titulares de los derechos)no entienden ni qué son derechos de autor, ni como internet es el mejor medio de distribución del que hemos dispuesto en toda nuestra historia.
En cuanto a la venta de música en la red, creo que hay varias causas que podrían también incidir. La compra de canciones individuales es una barrera, porque es más caro. La presencia de sistemas digitales de restricciones (como hace iTunes) no es un incentivo para la venta (ya que vender implica que las canciones son del que las compra). Y que progresivamente vaya apareciendo música que sus autores quieren que se distribuya gratuitamente sin ánimo de lucro, supone una competencia real. Creo que son cuestiones que han de considerarse también.
Personalmente, cuando leo de pantalla por defecto, y debido al dinamismo que provoca la navegación en contraposición con la lectura de toda la vida, leo siempre en diagonal. Este es un de los pocos textos que me han obligado a leer linea a linea sin darme cuenta. Me ha encantado el símil.
Ese grupo se llama Siniestro Total y ya no son tan chicos ;)
OFF COMMENT: Pablo, yo tambien conozco a alguien que utiliza la palabra putapenico, que por cierto le viene al pelo a muchos amigos de la innombrable «ladrones».
Me ha resultado curioso, pq es un palabro extraño, y no se si quizas nuestro amigo es comun.
Tendria su gracia.
Pepe Cervera está que se sale. Al hilo de este post, interesantísimo este artículo contestando a una torpe columna de Jaume Sisa. ¿Cuándo se darán cuenta los músicos de que el movimiento no va contra ellos, sino contra los que se han estado aprovechando de ellos durante mucho tiempo? ¿Será tal vez alguna variación del Síndrome de Estocolmo?
Aqui te dejo un comentario, casi un año despues(supongo que estaras suscrito a tus comentarios).
Acabo de llegar a este articulo de este otro(http://edans.blogspot.com/2005/07/en-coruna-con-el-cgpj.html).
La verdad que este ultimo me ha gustado mucho, sobre todo la comparacion con datos historicos.
Hasta otra.
Sí, estoy suscrito, sino no hay manera…
Este post fue una de esas «reflexiones sabatinas documentadas», y de sus comentarios (sistema antiguo, Enetation… los tienes en el puntito que sigue a Trackback) salieron otras reflexiones y artículos más. A estas alturas, volver a artículos y columnas antiguas es una buena manera de explorar como ha sido la evolución del pensamiento en este tipo de temas…
Si que es pequeño el puntito. :)
Gracias por el aviso sobre los comentarios de enenation.
es interesante me gusto mucho