Francisca Domínguez, de ComputerWorld, me llamó por teléfono para hablar sobre la reciente evolución en bolsa de las big tech, la fuerte penalización a la que estaban siendo sometidas por el mercado, y la posibilidad de que estuviésemos de nuevo ante una burbuja tecnológica similar a la que vivimos a principios de este siglo. Hoy ha publicado una noticia titulada «¿Es el fin de la fiebre del oro de las tecnológicas?» (pdf), en la que recoge algunos de los temas que comentamos.
Básicamente, mi opinión sobre el tema es que las big tech se han beneficiado de una larga época de ausencia de regulación, en parte por la tradición norteamericana tendente a una fuerte desregulación desde la administración Reagan, y en parte porque, sencillamente, nadie sabía como regular un fenómeno y un crecimiento semejante. Como resultado de ello, hemos vivido el crecimiento de auténticos imperios empresariales que, de hecho, se han situado entre las compañías más valiosas del mundo, en muchos casos sobre premisas completamente sin sentido pero que, en el momento, nos parecían razonables.
¿Qué ocurre ahora? En general, problemas de crecimiento aparte, vivimos el final de la época del «todo vale». Primero Europa, y después Estados Unidos y – con evidentes matizaciones – China, ha ido abrazando la necesidad de regular a las grandes tecnológicas, en parte para evitar que se conviertan en enormes monopolios poderosísimos y terminen dando la razón a muchos escritores de distopías de ciencia-ficción, y en parte por tratar de generar entornos que protejan mejor a los ciudadanos frente a una voracidad brutal que los condenaba a ser poco menos que materia prima que muchas de esas compañías comercializaban sin prácticamente ningún tipo de restricción. En algunos casos, como el de Facebook (ahora Meta), la crisis llega por una saturación de mercado combinada con un hartazgo del modelo. En otros, como el de Netflix, llega como consecuencia de señales que parecen indicar una saturación que no necesariamente se ha producido o como una forma de recordar a la compañía que necesita seguir manteniendo su carácter disruptivo con respecto a los nuevos entrantes en el negocio del streaming, pero hablamos de algunas de las caídas más grandes de la historia del mercado, que no es decir poco.
¿Qué va a ocurrir ahora? Una crisis como la del 2000 es, en principio, muy poco probable: las que en el 2000 eran frágiles compañías con modelos de negocio incipientes y muy poco probados, ahora son enormes imperios empresariales con muchísimas reservas de cash y la capacidad de reinventarse – dentro de unos límites – teniendo muchísimos más grados de libertad que cualquier otra compañía en una situación de crisis. Veremos cada vez más señales de esto: compañías tecnológicas pivotando hacia modelos más conscientes de las limitaciones que va imponiendo la regulación, tratando de reformularse para cumplir con las nuevas restricciones, o interrumpiendo trayectorias – o incluso deshaciendo adquisiciones – para evitar ser objeto de sanciones o de castigos bursátiles.
En algunos sentidos, es tiempo de oportunidades y de reinvención, en muchos casos con personajes diferentes a los que protagonizaron la fase anterior. En otros, veremos catástrofes y caídas importantes. Pero dudo que, de un modo general, la actual crisis de las big tech llegue a parecerse a los que fue el dot-com crash del 2000: aquello fue un cuestionamiento del modelo que el tiempo demostró posteriormente que era falaz, la vieja economía pretendiendo que «aquello de internet» era algo extravagante y sin sentido. Hoy, el valor generado por la tecnología y por la red está completamente fuera de toda duda, y simplemente están en discusión algunas de las reglas del juego.
Las tecnológicas han tenido su momento de esplendor cuando “TODOS” nos hemos encontrado recluidos en nuestras casas, y algo como tomar el montacargas del hipermercado con otra pareja, era un ejercicio de riesgo. “TODOS” estábamos encerrados en casa y canal más practico de comunicación con el mundo exterior, era INTERNET.
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Por ello TODAS las tecnológicas que intermediaban en conectar usuarios de Internet y el mundo exterior, encontraron su hora comercial dulce.
ZOOM y las herramientas que permitían el teletrabajo subieran como la espuma y también otras no relacionadas con el teletrabajo y la tele enseñanza. Hemos utilizado WahtsApp para contactar con amigos y parientes a reventar, se han disparado las videoconferencias,… Y en otras áreas, como la entrega a domicilio lo mismo, todos pedíamos que nos lo dejaran en el portal..
Amazon, Mercadona, Guetir, y las cocinas de comida preparada, pasando por las compañías de sufridos recaderos y “riders” que lo dejaban en casa, dispararon su facturación por Internet, como ni en sueños pensaron antes que alcanzarían.
Pero pasó, (casi), la pandemia y nos quitamos la mascarilla, y despué3s de tantos meses encerrados en casa, lo que realmente nos apetece es “SALIR”.
Salimos para ver, cara cara, al amigo, basta ver como esta cualquier terraza al anochecer. Salimos para comprar, porque si tenemos que comprar unos calcetines, tenemos la disculpa para ir a la Grán Vía y meternos en la vorágine de Primark o en el gigantesco Zara, mostrando como trofeo media docena de calcetines de 3€, después de un viaje de una hora en bus, viendo la ciudad y un paseo por el centro, en unas aceras que son un baño de multitudes, algo que echábamos en falta un montón. Y los que tiene unos ahorrillos, no dudan en hacer turismo. Los ingleses inundan Palma, y los españoles escapan en todas las direcciones, unas veces en coche y otras en avión.
Consecuencia el mercado de las Tecnológicas, se encoje y, (tristemente), muchos «riders» y repartidores se van a quedar sin jornal.
¿Quiere esto decir que declina el negocio de las tecnológicas? En mi opinión NO, pero vuelven a un “suelo” normal, no elevado estratosféricamente por el COVID.
No vamos de dejar de utilizar Zoon, WhatsApp, o de pedir pizzas por internet. Todos hemos aprendido a hacerlo y además tenemos buenas experiencias de ello y lo seguiremos haciendo, pero,… a otro ritmo.
Hoy su suelo de negocio seguro que es mas elevado que antes del Covid, pero pensar que los usuarios no deseamos utilizar los pies, es un absurdo, preferiremos dar un paseo y ver unos amigos en una terraza que una sesión de Zoom, y preferiremos desplazarnos a la tienda del chino, a seleccionar personalmente unas naranjas, a que un empleado de Guetir las elija por nosotros y nos las ponga en el portal de casa, porque ese empleado, sin proponerselo, nos ha robado el placer de salir de casa, dar un paseo y terminar comprando lo que sea.
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Escuchaba el otro día al señor Joan Melé, hablando del crecimiento continuado de las empresas en el capitalismo actual. Ponía el ejemplo en el que un organismo debe de nacer, crecer y desarrollarse, pero que llega un punto de estancamiento en cuanto a crecimiento, porque obviamente no se puede crecer siempre de manera continuada, ya que eso incluso comentaba, derivaba en cáncer en ocasiones.
Sigo sin entender, en el caso de Netflix por poner un ejemplo, que se busque siempre un crecimiento continuado y que de no ser así, los accionistas vayan a cuchillo y a salir escopeteados. Bueno sí, lo entiendo, pero no tiene sentido.
Quizás el crecimiento debiera de ser de forma mucho más responsable, donde si dentro de 20 años, Netflix sigue siendo la primera opción, está sea porque la plataforma ha conseguido fidelizar a su audiencia porque sabe que es un sitio donde va a encontrar calidad de productos.
¿Seguirá en ese punto Netflix, siendo la opción líder del mercado? Veremos en 20 años.
Es un poco como los periódicos. Las fake News están a la orden del día, pero hay un detalle interesante. Claro, hay un pensamiento me aventuro a decir que generalizado de que porque se ha de pagar por X información si la voy a encontrar gratis en otro sitio (redes sociales, webs o foros gratuitos).
Pero la red está inundada de fake News. ¿Qué hubiera pasado si los medios de comunicación no se habrían arrodillado ante empresas, favores gubernamentales y otros ejemplos más?
Si hubieran hecho mejor su trabajo, cada vez que viéramos una noticia en X periódico, sabríamos que va a misa. Pero no… no parece que sea así.
Así pues, si se busca crecer a toda costa, se busca saltar todos los límites, vamos a llegar un momento en el que las empresas morirán; más o menos tiempo les llevara, pero al final caerán.
Una verdadera lástima.
muy interesante tu comentario, gracias
Totalmente de acuerdo. Lo del crecimiento continuo es algo imposible, siempre se llega a un punto en el que ya no se puede crecer.
Un sistema que se basa en el crecimiento infinito es insostenible.
No hace aún treinta años que tenemos Internet en España (Internet al -digamos- alcance cotidiano de un ciudadano normal y corriente) y han pasado muchísimas cosas muchísimas veces. Internet es como el mar: parece siempre igual, siempre el mismo, como si fuera una fotografía estática, pero sabemos que no, que cambia casi completamente de un segundo a otro. Y aunque, a toro pasado, siempre buscamos y encontramos explicaciones racionales para entender por qué ese chiringuito ha pasado a facturar millonadas de la noche a la mañana o el magno invento de esa enorme empresa se fue al garete en muy pocos meses, lo que en realidad sucede es lo que digo, que Internet, como el mar, es permanentemente cambiante.
Los políticos -y el sector financiero- se han dado cuenta ahora de que las empresas tecnológicas van claramente en camino a constituir no un contrapoder político y económico sino un poder -sin el contra– omnímodo y absoluto. Ya han tardado, porque esto hace años que un mindundi como yo lo viene diciendo, y también algunos menos mindundis como el titular de este blog (modestamente, en el aspecto político, yo lo dije primero, y ahí está la momia de El Incordio como prueba). Pero por más que los políticos y el sector financiero hagan pasar por el aro a las grandes corporaciones, que lo harán, no es menos cierto que éstas han cambiado también a su vez las reglas del juego: los ciudadanos ya no buscamos opinión en el papel e intentamos dar la nuestra suplicando llorosamente que el director del medio nos autorice una breve cartita, sino que tenemos ahora medios potentísimos para divulgarla sin permiso de nadie; ahí tenemos -mal que me pese- Twitter, capaz de influir en la voluntad de un presidente norteamericano, el hombre avant la lettre más poderoso del mundo. Y muchas cosas que hubo antes de Twitter y que habrá después de que Twitter no sea más que una osamenta en el cementerio de los elefantes.
Así que, a estas alturas, constatar que haya o no presuntas burbujas que hagan presuntos pum, me parece interesante para los científicos de la cuestión, pero es como decirle a un ciudadano que el mar está cambiando porque esa ola que llegaba rompió y ahora viene otra.
Nada nuevo bajo el sol.
Ya que estais tan «derrotistas», dejadme que os levante un poco el animo XDDD
Love, Death + Robots , (la encontrareis en Netflix)
Son capitulos independientes de 15 minutos, asi que no hay trama. Pero mi recomendacion, y al hilo de lo que se habla, es el primer capitulo de la tercera temporada: Three Robots: Exit Strategies, delicadamente realista, divertido y con «sorprendente final». XDDD
Pedazo de serie!
Me recuerda mucho a Heavy Metal (pelicula) o Metal Hurlant (comic) XDD
La primera burbuja tecnológica fue la manzana híbrida del Edén, que una tal Eva decidió probar… y comprobar que ni sabor tenía… ahí se le estropeó el negocio de las primigenias golden al dueño del Edén.
Luego vino la ley (sacada de la manga del poderoso señor) del mercado libre y se hinchó a querer demostrar que todo eran toneladas de libertad. Para santificar los precios, que los poderosos del nuevo Paraíso (ya en modo extendido, aunque privado), decidían que eran los más convenientes. ¿Para qué? Simplemente para mantener un ritmo de acumulación de capital, que «no levantase sospechas»…
Así que, por enésima vez, como alguien ya indicó estamos con la misma vaina… por más que sea «politizar» la Biblia, algunos seguimos pensando que, la posibilidad de reequilibrar el ecosistema terrestre, se va diluyendo, como las lágrimas en la lluvia del otro, y con la esplendorosa ayuda del mercado, apodado libre.