Este artículo de Business Week me parece interesante. Habla de las verdaderas consecuencias de retrasar la salida del largamente anunciado Longhorn, cosas como el hecho de que muchos usuarios retrasen su decisión de compra de nuevos ordenadores al no ver la necesidad para hacerlo. Por otro lado, al haber preanunciado muchas de sus novedades, han indicado a muchos competidores algo así como «el camino a seguir», y el tiempo de reacción que otorgan a sus competidores puede resultar estratégico. Pensemos, por ejemplo, en un Google, que sabía de antemano que podía esperar algún tipo de amenaza a su supremacía en la búsqueda por parte del nuevo sistema operativo. Muchos esperábamos un movimiento de bundling, al más genuino estilo Netscape o Real, y Microsoft había comentado que incluiría en su nuevo sistema operativo un buscador capaz de presentar resultados en la Web, en el ordenador del usuario, en la red corporativa y en los mensajes de e-mail. Visto esto, Google (o cualquier otro competidor) puede dedicarse a trabajar sus desarrollos o incluso sus adquisiciones de cara al lanzamiento de Longhorn, e intentar prepararse para lo que viene. El artículo menciona que Microsoft debería aprender de Apple, experta en mantener el secreto más absoluto sobre sus lanzamientos para despuñes sorprender a sus usuarios con algo verdaderamente novedoso.
Los problemas en el lanzamiento no son nuevos para Microsoft. El mismo Windows 95 estuvo a punto de no estar a tiempo para su lanzamiento en 1995, sin ir más lejos. Pero con Longhorn parece que se están superando. ¿Preparación para la batalla? ¿Crisis en su filosofía de desarrollo? ¿O dar tiempo al mercado para evitar de nuevo situaciones de monopolio? Una llegada al mercado en un momento en que, por ejemplo, Mozilla copase ya un tercio de la cuota de mercado, Linux corriese en un 15% de los ordenadores, y Open Office fuese utilizado por un 7% de los usuarios (meras proyecciones lineales de los porcentajes actuales) pondría mucho más fáciles las cosas a Microsoft a la hora de explicar cualquier movimiento competitivo, ¿no? Guardar en el armario WinFS, por ejemplo, que claramente sería inspeccionado con lupa por los tribunales de defensa de la competencia, hasta que la situación sea un poco más «benigna» (entendiendo por «benigna» precisamente lo contrario) sería una estrategia curiosa, casi de ajedrez, pero no impensable.
Lo mejor de este sector es que nunca deja de sorprendernos.