Cuando eres un académico sistemático que almacena en un repositorio las noticias que le parecen interesantes, y la realidad te aboca a vivir una crisis como la actual, el hecho de echar la vista atrás un mes y revisar cómo tu archivo ha ido registrando, mezclado con muchas otras temáticas, la crónica de los hechos puede ofrecerte una importante dosis de perspectiva.
Esa visión con perspectiva puede aportar bastante a la hora de reflexionar sobre las cosas. La primera evidencia es que, pese a vivir en un mundo conectado en el que la información fluyen prácticamente en tiempo real, ningún país ha aprovechado para aprender de la experiencia de los que iban por delante en la curva. La total ausencia de un liderazgo mundial definido nos ha llevado a repetir errores uno detrás de otro, a retrasar las medidas de confinamiento necesarias para parar la pandemia, y a ver escalar los contadores de infectados y de fallecimientos, sabiendo además que, en casi todos los casos, hablamos de variables muy mal medidas. La falta de coordinación y liderazgo ha hecho que ni siquiera hayamos sido capaces de acordar una forma común de contabilizar los casos.
Según el país en el que vivas, es posible que estés viviendo los inicios de la crisis de salud pública, que hayas entrado ya en la fase exponencial de la misma, o que hayáis alcanzado o rebasado el pico de la expansión. Y hablamos, no lo olvidemos, tan solo de la crisis de salud pública: aún falta toda la siguiente fase, la crisis económica subsiguiente provocada por el brutal parón de la actividad.
¿Qué tenemos que aprender, como sociedad, de una crisis como esta? Las epidemias, indudablemente, retratan a las sociedades que las sufren. El desastre de los Estados Unidos, en el que los ciudadanos siguieron yendo a trabajar normalmente porque una gran cantidad de ellos, casi la mitad, perdían su trabajo si se quedan en casa, mientras evitaban ir al hospital aunque tuviesen síntomas claros por temor a arruinarse o porque no tenían cobertura, lo demuestra claramente. El paradigma del mundo occidental ha demostrado ser un desastre insostenible, incapaz de proteger a sus ciudadanos ante una crisis, y liderado por un completo inútil. Aprender de la crisis implicará ser capaces de construir una red de cobertura social que proteja a los ciudadanos norteamericanos ya no ante otra pandemia, sino en su vida cotidiana.
La pandemia nos está ofreciendo una oportunidad de aprendizaje inédita: ver cómo reacciona nuestro mundo cuando nuestra actividad se detiene. Vincular la respuesta al coronavirus con la emergencia climática puede ser enormemente inteligente, sobre todo cuando vemos caídas brutales en los niveles de contaminación derivados de las drásticas medidas de confinamiento, pero no seamos ilusos: si no hacemos nada para evitarlo, esas caídas desaparecerán inmediatamente en cuanto reanudemos nuestra actividad. ¿Cómo mantener esos niveles bajos mientras reconstruimos la actividad económica? En realidad, la pandemia es una muy mala noticia para la emergencia climática, porque altera nuestras prioridades y nos distrae con noticias falsas que pretenden que, supuestamente, la naturaleza es capaz de recuperarse de la influencia humana en pocos días.
No, no es así. Si queremos recuperarnos de la pandemia aprovechando, además, para intentar corregir una parte de los factores que nos abocan a una emergencia climática habrá que plantear muchos cambios. Las voces que abogan por no rescatar a las empresas de cruceros turísticos lo han entendido claramente: hablamos de compañías enormemente nocivas, de una actividad brutalmente contaminante, evasora de impuestos y, sobre todo, profundamente innecesaria. Pero los cruceros de lujo son simplemente un aspecto de la cuestión: ¿qué ocurre con las aerolíneas que ahora solicitan desesperadamente un rescate económico? ¿Realmente necesita el mundo tantas compañías, que además históricamente han invertido el importe de esos rescates en compras de sus propias acciones para elevar su cotización? ¿No sería más razonable vincular el rescate a que sean capaces de operar haciéndose cargo de la contaminación que generan, y obligándolas a reconvertirse a energías limpias, al menos para los vuelos domésticos? ¿No deberíamos intentar lo mismo, ahora que sabemos que es técnicamente posible, con las redes de transporte logístico? Incluso, llevando el tema más allá, hay voces que defienden que, aprovechando que las compañías petrolíferas han caído en su cotización, los estados se hagan cargo de ellas, para así gestionar su progresiva desaparición de la manera más razonable posible.
¿No deberíamos planificar una transición hacia trabajos que evitan el desplazamiento sistemático desde las casas a los lugares de trabajo, posiblemente apoyándonos en tecnologías como la realidad virtual? ¿O aprovechar que nuestras ciudades están vacías para revisar su planificación, para pensar en formas de eliminar espacios dedicados al automóvil, y para posibilitar que nos podamos mover en ellas respetando una razonable distancia social, en lugar de restringidos a sus aceras?
Una sociedad madura es la que es capaz no solo de sobreponerse a una crisis, sino además, de aprender de ella y aprovecharla para responder a otra crisis mayor. Las generaciones más jóvenes se lo plantean así: si ellos deben cambiar sus hábitos para proteger a sus mayores de la pandemia, ¿qué hace que esos mismos mayores no sean capaces de cambiar los suyos para protegerlos a ellos y a su futuro en el planeta?
De la crisis del coronavirus saldremos más tarde o más temprano, con balances que dependerán fundamentalmente del nivel de liderazgo que el gobierno de cada país haya sido capaz de ejercer. Ahora lo fundamental es ir pensando qué aprendizajes podemos destilar para enfocar mejor nuestra siguiente crisis.
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Una cosa que estoy notando en la política de los gobiernos (incluido el español) frente al virus es el cortoplacismo, el error de actuar como si esto no fuera a durar meses. No se están tomando medidas para que las actividades telemáticas sustituyan a las presenciales.
Por ejemplo, la firma electrónica. Dejando a un lado el pequeño caos de reinos de taifas que siempre ha habido en España en este tema, resulta que para obtener la firma electrónica, 2 semanas después del comienzo del estado de alarma, ¡sigue siendo necesario desplazarse presencialmente a una oficina pública! Desplazamiento que además no está entre los permitidos por el decreto.
Lo mismo para activar o cambiar tras 3 intentos fallidos el pin del DNI electrónico. Todos los españoles tenemos en el bolsillo un DNI con firma electrónica, desde hace años, pero millones de españoles no pueden usarlo sin hacer un desplazamiento prohibido ¡a una comisaría! Casi parece un chiste de los hermanos Marx.
Tampoco se ha aprobado normativa para que los juzgados funcionen telemáticamente, y un largo etcétera. Se está siguiendo la política del «si algo no se puede hacer presencialmente por el virus, pues lo paramos», en lugar de seguirse la regla de sustituir siempre que sea posible la actividad presencial por la telemática.
Otro ejemplo más. Por decreto se han prohibido las portabilidades de fijo y móvil, lo cual es una medida muy extrema, dado que impide que un cliente se pueda pasar a otro operador. El argumento para las portabilidades de móvil es que el cliente debe recoger la tarjeta sim en una tienda. Sin embargo, hace ya algún tiempo que existen las esim, soportadas por algunos terminales. Lo lógico sería que sí se permitiesen las portabilidades por esim, que se pueden hacer remotamente, e incluso que se obligase por ley a los operadores a admitirlas. Pero de eso no hemos visto nada.
Me gustaría saber cómo propones verificar la identidad a la hora de renovar el certificado del DNI u obtener un certificado por software, sin desplazamiento: ¿con un código enviado a un teléfono móvil, que puede utilizar otra persona en ese momento?
De miles de maneras distintas. Por ejemplo, mediante videollamada. Otro ejemplo, envío por correo electrónico del escaneado de documento de petición firmado manuscritamente. ¿Sigo?
Se me olvidaba. Soy titular de una cuenta corriente que abrí por Internet, en un conocido banco español, sin personarme en ninguna oficina.
Y la abrí sin firma electrónica.
Con un lector de huella digital. Justo lo mismo q tiene la máquina que hay en la comisaría.
Me apunto a la denuncia de Krigan (cuánto tiempo!) sobre «ir por detrás de los hechos» que tanto gusta al ser humano. Que se nota claramente en el gusto por deleitarse con el modo medieval ,que se lleva en prácticamente todo tipo de administración oficial (y paraoficial).
Y ya de paso defender (basándose en la «entrada» de la entrada), la teoría tan socrática de que la opinión de EDans, por ejemplo, no tiene el mismo valor científico ( o ético) que la de cualquier otro ser humano, que basa su argumentación en lo que ha leído en ok.diario, por ejemplo, o algo parecido.
En democracia un ser humano es un voto, pero opinando con datos comprobables, una boca más o menos científica (con datos, no con títulos) no tiene nada que ver con un «pico de oro». Que por cierto y hablando de internet, suelen tener el pico de cobre, y muy desgastado.
La democratitis en internet hace casi tanto daño, como las noticias falsas y los memes que son auténticas memeces.
Pero eso sí, que «algún dios salve a internet».
Lo de la firma electrónica y la administración pública española es kafkiano, la versión 2020 de las 12 pruebas de Astérix.
Ahh que buen momento para que las empresas de cruceros dejen de ser empresas negreras explotadoras de humildes manos de obra del Tercer Mundo.
Sí es un buen momento para que las empresas de cruceros se acerquen a cualquier puerto y desembarquen la humilde mano de obra del tercer mundo, enferma de gripe y en el paro.
Lo que no sé es si la humilde mano de obra del tercer mundo no preferiría, en estas circunstancias, que la explotaran un poco más de tiempo…
Unas semanas antes del estado de alarma estuve en un hospital público zaragozano y me sorprendió que habiendo actualizado los equipos informáticos (lenovos) todavía seguían subiendo y bajando los expedientes una persona con un carro de los de supermercado (literalmente). Espero q esta crisis provoque mejoras en ese sentido
Fenomenal post, con un penúltimo párrafo digno de viralizarse.
Pena que los que dominan el mundo demuestran carecer de visión de futuro.
Sobre las compañías aéreas, me apunto a cambiar a un modelo que provoque viajar más caro y más lento, si eso lo hace sostenible mediambientalmente.
Otra entrada donde el único imbécil señalado es Trump. Qué curioso, joder…
Cansa el postureo de dicho estilo….
Supongo que pronto vendrá una entrada sobre el monumental fracaso del comercio electronico.
Ni siquiera amazon ha estado a la altura, con retrasos, pero los demás: clama al cielo! Ni Carrefour, Alcampo, Mercadona o Eroski han podido dar un servicio esencial, y mucho más fácil de proteger a los empleados.
A mi Amazon me está adelantado pedidos.
Hoy mismo me han llegado varios que según me indicaban cuando los compré estarían para el miércoles 1.
Me parece una propuesta excelente. Plantear qué industrias requieren una purga y cuales hay que potenciar en este momento. Lamentablemente no esperamos que los gobiernos recojan el guante. Deberán ser los ciudadanos quienes tomemos partido con nuestra actitud ante las compras.
Some good reader share me this, you are absolutely right Mr. Dans. The world is has good opportunity to learn lifetime lesson from corona crisis. Future will be very different for all of us because, many work fields will face massive change, especially the medical field. Everything in this world has two sides like coins. Also the corona pandemic has two sides, as for our humans it is not affordable but for the nature and animals it is like blessing.
We humans needs to learn so much from it because, it is a history that we are experiencing now. The medical field probably going to have permanent niche for their work and studies also, the education field also going to have permanent topic of 2020’s pandemic.