Considerado por muchos como el mejor director de todos los tiempos, galardonado con tres Oscars como director e incontables estatuillas más a lo largo de toda su filmografía, Steven Spielberg no parece un candidato a encabezar una entrada sobre las dificultades que tenemos para aceptar la disrupción: aclamado como uno de los fundadores del Nuevo Hollywood y productor o director de películas míticas en el mundo de la ciencia-ficción y la tecnología como «Encuentros en la tercera fase«, «A.I. Artificial Intelligence«, «Minority Report» o «Ready Player One» entre otras, no cabe duda que hablamos de alguien no solo capaz de entender los efectos de la tecnología en la sociedad, sino también de utilizarla profesionalmente y extraerle partido como nadie, o de plasmarla en forma de escenarios y emociones como muy pocos pueden hacer.
Sin embargo, hoy me desayuno con la noticia de que ese mismo Steven Spielberg capaz de entender tan bien la tecnología y sus efectos, está encabezando, debido fundamentalmente a las tres estatuillas obtenidas este año por «Roma«, una propuesta de nuevas normas para los Oscars que permitan excluir de ellos a las compañías de streaming como Netflix o Amazon. Según el multigalardonado director, el estreno regular en las salas de cine debe ser fundamental a la hora de definir qué obras pueden o no presentarse a los Oscars, porque
«Una vez que te comprometes con un formato de televisión, eres una película de televisión. Si es un buen espectáculo, podrás merecer un Emmy, pero no un Oscar».
El caso de «Roma», cuyo éxito ha enfurecido a Spielberg y a todo Hollywood, es paradigmático: por un lado, Netflix apostó muy fuerte invirtiendo unos $50 millones en marketing para los Oscars frente a los $5 millones de obras como «Green book«, pero además, su paso por las salas de cine duró únicamente tres semanas, la compañía no informó sobre sus ingresos de taquilla, no respetó los 90 días de exclusividad para las salas de cine, y pasó de manera muy rápida a estar disponible en 190 países, veinticuatro horas al día y siete días a la semana. En realidad, Hollywood odia con todas sus fuerzas a Netflix, porque es la compañía que demostró, entre otras cosas, que la obsesión de Hollywood con la piratería era completamente absurda y que, en la práctica, esa piratería solo dependía del precio y de la facilidad de acceso al contenido.
¿Deben realmente las decisiones sobre la explotación comercial de una obra definir su idoneidad para presentarse a unos premios que se otorgan en función de parámetros y variables derivados de la propia obra, y no de las circunstancias de su estreno? ¿Cuál es el problema de definir como película una obra en función de su formato, y no de en dónde ha sido estrenada? ¿Es una película de alguna manera indigna de estar en los Oscars por el hecho de que los espectadores la hayan visto en sus casas? ¿Qué pasa cuando los espectadores vean las películas en realidad virtual, con una imagen, un sonido y unas posibilidades de inmersión muy superiores al las que ofrece una sala de cine?
La resistencia al cambio planteada por Spielberg recuerda poderosamente a otras reticencias similares, como las de algunas asociaciones de editores de prensa que aún hoy pretenden que «un medio, si solo se puede leer en internet, no es un periódico», o muchas otras similares. El entorno tecnológico en el que se desarrolla una creación o una obra no tiene por qué afectar a la calidad de la obra o a que sea o no definida como tal. Empeñarse en que una película producida por Netflix o Amazon no es una película por no haberse estrenado en salas de cine de acuerdo con unas prácticas determinadas definidas por la industria es sencillamente ridículo y absurdo, una simple pataleta que esconde el miedo al cambio, a unas compañías cuya calidad creativa no deja de subir y que amenazan la forma tradicional de hacer las cosas en Hollywood.
Es el mismo tipo de resistencia que nos lleva a decir que si los niños no se educan como se educaron sus padres, no juegan con los mismos juguetes o no se comunican de la misma forma, seguramente serán unos adictos o unos enfermos, aunque nada demuestre que realmente sea así. El miedo al cambio se manifiesta de muchas maneras, casi siempre asociadas a aquello de lo que creemos saber, a la industria que dominamos o a los aspectos que consideramos parte de nuestra naturaleza.
Nuestro entorno cambia, en gran medida condicionado por la tecnología. Es hora de darse cuenta de que las especies humanas o animales son enormemente plásticas y flexibles, y que llevan siglos adaptándose a los cambios en ese entorno. La historia debería enseñarnos algo. Es hora de empezar a plantear las dinámicas de la disrupción y el miedo al cambio de una manera un poco más racional.
ACTUALIZACIÓN (24/04/2019): Spielberg pierde.
This article was also published on Forbes, “Why is disruption so hard for some people to accept?«
この記事は日本語でも出版されました, «一部の人が変化を受け入れられない理由«
EL PATRÓN GUTEMBERG
Lo que señala Spielberg respecto del cine en salas de cine, es lo mismo que afirman quienes dicen que literatura y libros son un asunto estrictamente de papel vegetal y editoriales tradicionales.
Exacto, los ebooks es una mala traslación de los libros al soporte digital, se pierden muchas de las ventajas del soporte papel y no se aprovechan las ventajas del soporte digital.
Lo mas parecido a las novelas en digital son los videojuegos. Pena que solo se hagan para un publico infantil.
Pienso lo que daría de si un temas ´»serio». como el de cualquier bestseller, digamos, Patria de Fernando Aramburu , aprovechando las posibilidades que tiene el soporte digital tal como la aprovechan los videojuegos y me entristece que nadie lo utilice.
Decir que los videojuegos solo se hacen para un público infantil es como decir que todos los dibujos animados son para niños. A pocos videojuegos has jugado.
Por lo que veo Gorki es muy categórico: igual afirma que todos los videojuegos están hechos para niños como que todas las noticias falsas las propagan los rusos.
Hola Gorki. Estoy de acuerdo en que quizá se pueden hacer muchas más cosas con los libros en formato digital, y eso quizá es tarea de las editoriales, pero un libro electrónico (soy usuario de Kindle) tiene ya muchas ventajas relacionadas con estar en soporte digital: espacio, se puede comprar en un click y en menos de 15 segundos lo tienes en tu aparato, se puede subrayar y compartir información , lo tienes siempre guardado en la nube para cualquier consulta o en caso de perderlo, el precio suele ser muy bueno generalmente (salvo excepciones) y otras ventajas añadidas como el poco peso. Leer con el Kindle sin sufrir distraciones es precisamente lo que me gusta del aparato, y aunque tengo en el iPad la aplicación de Kindle, solamente la uso en el iPad para releer las notas que tomo del libro, para repasar los subrayados o para leer cómics. Un saludo
Si, estoy contigo, leer en un Kindle es lo mas parecido a leer un libro y es muy diferente a leerlo en una tablet.
La razón, es que un medio digital más perfecto como es la tablet, tiene muchas más posibilidades que un Kindle y lleva a que aumenten las probabilidades de hacer cosas diferentes a leer, lo que distrae la atención que exige el texto pensado para papel.
Precisamente lo que estoy pidiendo es que se haga literatura en le que se tenga en cuenta las posibilidades y peligros del medio digital y no se «fotocopien» libros, que luego tenemos que leer en medios digitales «capados» para que nos podamos concentrar como nos concentramos en un libro.
Siendo Spielberg juez y parte en el asunto, no puedo saber si realmente los Oscar deben ser reservados para el cine o ampliados a la multimedia.
En lo que coincido con Spielberg es que una cosa es el cine y otra muy diferente, los videos,. pues el medio condiciona totalmente la forma de hacer llegar el mensaje o contenido.
Pensar que con las mismas secuencias de planos, se puede trasmitir un mensaje a un espectador, sentado enfrente de una inmensa pantalla en un lugar con la luz apagada, el teléfono desconectado y rodeado de música envolvente, o en otro lugar en le que ves la pantalla de costadillo y con la luz encendida, mientras cenas con tu familia, te interrumpen los anuncios, el móvil y la conversación familiar, con un sonido frontal y de mediana calidad, es un error.
En este caso la atención está dispersa, por lo que las obras suelen tener una duracion mucho mas corta.
La serie Friends, fue un indudable éxito en televisión, dudo que alguien hubiera ido a verla al cine aunque fuera gratis la entrada.
Que referencies «Friends» me confirma algo que sospechaba según leía tus respuestas. Estamos en el siglo XXI.
Soy cinéfilo. Y tal es la incomodidad de las salas de cines actuales que estoy más a gusto en casa viendo una película. Y era de los que iba unas tres veces al mes al Kinépolis. Pero, precisamente, los anuncios, la mala educación de la gente en la sala, que no puedas disfrutar de la música con los créditos, que la propia sala no esté a la altura de la película creada -lamentable como distorsionaban las pantallas de sonido del Kimépiles en la «Blade Runner 2048»-, me permitió descubrir que se disfruta más una película en casa que en cualquier sala.
Spielberg tuvo su momento de gloria, nos hizo emocionarnos con sus creaciones, pero hace tiempo dejó de ser un referente. Se estancó, y la opinión expuesta aquí por Dans lo corrobora.
Por cierto, Gorki, trabajo en artes gráficas, y te puedo decir que con lo poco aprovechado que, según tú, está el soporte digital en la difusión de libros, ya no leo un libro que no se ofrezca en dicho formato digital. Revisa las posibilidades de Kindle. ;)
Coincido con el infrauso de los libros electrónicos. Aún funcionando «perfectamente», porque los hai que son impulsores de airadas respuestas. La interacción con internet está por debajo de mínimos. Y la única forma de ganar al tacto del papel, es la fácil y completa interacción con el ecosistema cultural de internet. Lo demás son soplapolleces culturales.
También coincido que ver una peli comiendo es como ir al cine con palomitas y no parar de darle a la lengua y mirar constantemente lo que hacen los vecinos de sala. ¿Eso es ver cine?
Pero con una pantalla adecuada y una buena definición, se puede disfrutar de la peli y, sobre todo, no tiene que envidiar a la sal, ya que el hecho de ver cine se puede complementar con el de interactuar con la peli. Que mejor aventura cinematográfica que ver por segunda vez una peli, pudiendo interaccionar con internet. Información y todo tipo de explicación por la red que te interese consultar. Incluso ir debatiendo con otros espectadores lo que va sucediendo en ese acto intelectual colectivo. Porque la bazofia de internet tiene mucha alternativa de altura. Pero hai que aprender (coño, la palabrita aprender, que requiere esforzarse!!) a filtrarla. Y lo que le tiene mucho que joder al director (como al estudio o las salas de cine) es que se pueda mejorar la vivencia del hecho cinematográfico.
En el fondo, como a todo productor de hechos artísticos le jode que el consumidor pueda ser por fin casidueño del disfrute artístico. El capitalismo es un artista quitando poder al consumidor (y Netflix es profuuundamente capitalista), pero la tecnología en este caso está ayudando a darle autonomía al consumidor. Es una pena que un artista tan bestial como el autor de ET y «la lista» use unas gafas con pocas dioptrías de futuro para observar la realidad actual.
Por lo que hace últimamente hollywood, a mi no me parece mal que los Oscar sólamente premien películas estrenadas en salas de cine. Irán perdiendo importancia gradualmente y desparecerán. Los recordaremos como un bonito premio del pasado pero no impedirá que cambien los medios y los formatos. Saldrán otros premios más relevantes que importarán más a los espectadores.
Esta controversia sobre los Oscar, es parecida a la que se efectuó sobre los Premios Nobel, cuando concedieron a Dylan el Nobel de Literatura .
Nadie pone en duda la calidad de las letras de las canciones de Dylan, pero no parece la forma más adecuada de honrar a su autor sea concederle un premio pensado para premiar a un escritor.
De acuerdo puede que el escribiorlibros esté pasándose de moda, y que hoy haya que premiar otros formatos literarios,
pero no es más adecuado crear secciones específicas de los premios para estos nuevos formatos.
.¿Por qué no hacer un Oscar a las series y producciones para TV, como lo hay a los cortos.? ¿Por que no hacer un Nobel a la Lírica ?
Me parece bien crear categorías, pero mientras no haya quórum, no seré yo quien se escandalice por eso. El tiempo dirá si Spielberg tiene razón o si por lo contrario la filosofía de los premios Nobel es más adecuada. Lo que sí hecho de menos es la preocupante falta de calidad y originalidad en las salas de cine.
Asco me da este articulo. Que fácil es hablar contra un genio porque no se está de acuerdo con la serie b que producen las multinacionales de la precariedad.
Es muy sencillo háganse su propia gala de simio producciones, y dejenos en paz.
Menudo comentario has soltado. Creo que no viene a cuento poner algo así de un artículo que critica argumentando muy educadamente la opinión de Steven Spielberg sobre las normas para optar a unos premios.
Cuándo dices de “os” dejen en paz qué quieres decir, ¿es que eres de alguna asociación de fans de las salas de cine y de Hollywood?
Esto es muy sencillo te gusta el cine. Vas al cine o lo ves donde te autoricen los creadores del cine o sus distribuidores autorizados. Los Oscar o lo Goya son sus fiestas y si le ponen derecho de admisión, bienvenido sean.
Te gusta la serie B de Netflix pagas su cuota y ves la bazofia cultural que te echan. Y punto en boca. Que te suben la cuota 2 euros, pues te coges un par de cantos y lo disfrutas dándote donde más te plazca. Que hacen su fiesta pues la ves tú. Pero no en los Oscar.
SENCILLO Y EDUCADO.
¿Educado? Para empezar, ni tu nombre.
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Una vez más, resistencia al cambio. Cambio, por cierto, que ya se ha producido, y que, para colmo, ha tenido éxito y repercusión.
Percibo una paradoja que oí o leí en algún sitio:
Un profesor de filosofía dijo a sus alumnos: “Demuéstrenme que esta silla no existe”. Desde el momento que alguien intentaba tirar de métodos filosóficos para refutar la existencia de la silla, en realidad, la aceptaba. La única respuesta correcta era decir: ¿Qué silla? (Obviando su existencia).
Desde que una asociación o persona, llámese Spielberg o periquito el de los palotes, intenta ir en contra de alguna novedad, lo único que consigue es hacerla más real y darle publicidad gratuíta.
Creo que es mucho más lógico (y más digno) seguir tu camino sin inmutarte, si es que no te ha gustado o no te parece bien lo nuevo, o bien, observar con respeto, aprender, e incluso apoyar lo nuevo, sumándote al carro.
“Lo único constante es el cambio”
Resiliencia
Saludos desde… Madrid!
Sí y no. No creo que se trate tanto de algún tipo de aversión a la tecnología por parte de Spielberg como de mantener un orden en las clasificaciones. Simplificando mucho, el guión de la obra apunta al medio donde pretende reproducirse: screenplay para el cine y teleplay para la televisión.
Esto es importante porque la producción se enfoca a un medio determinado y hay diferencias sustanciales en el resultado final, debidas, entre otras cosas, al presupuesto. Yo respondería así a tu pregunta ¿Cuál es el problema de definir como película una obra en función de su formato, y no de en dónde ha sido estrenada?: el formato de la película lleva implícito el lugar donde se estrena. Aunque hay excepciones.
Según tu exposición, ¿podría optar también a los Oscar una película hecha para Youtube? O forzando el argumento, ¿y una grabación de una obra de teatro proyectada en una sala? Esta grabación, ¿sería cine? Pues no, lógicamente, porque tiene su formato, su lugar de distribución y su «premio Oscar» que se llama Tony.
Pero hay otro aspecto que para mí es importante. Si bien los Oscar podrían considerarse el onanismo de una industria, también es cierto que son un evento de marketing querido y criticado, pero que no deja indiferente a ningún amante del cine. Gusta ver las películas que han sido nominadas, hacer quinielas sobre cuál ganará y alegrarse o disgustarse por los resultados.
Si en la ceremonia entran actores cuya distribución es casi únicamente el streaming (en el caso de Roma), obligaría a los aficionados a darse de alta en las plataformas para poder ver las películas nominadas, suprimiendo la libertad de pagar una simple entrada de cine en cualquier sala.
Si se permitiera la participación en los Oscar de las películas realizadas para el streaming -o sea, para la televisión- podría darse el caso de que la mayoría de nominadas estuvieran en distintas plataformas y quien quisiera verlas debería abonarse a ellas.
Aquí no hablo de la calidad, sino de una distribución limitativa.
Si este tipo de films quieren participar en estos premios deberían cumplir los requisitos que corresponden para que una película de cine sea considerada como tal, entre los que se encuentra la distribución. De no ser así, Spielberg tiene razón: para eso están los Emmy.
Un ejemplo:
La película Dukerke, de Nolan, se rodó en película IMAX 65 mm y 65 mm gran formato.
Estrictamente hablando sólo hay un puñado de salas en todo el mundo capaz de proyectarla. Se tuvo que digitalizar y cambiar el formato para poder proyectarla en todas las salas… ¿y eso no le molesta? ¿El cine es lo que solo unos pocos pueden ver en una [cada vez más escasa] sala de cine? ¿Nolan, Spielberg, etc, han renunciado al mercado en DVD/TV de sus película? ¿No? Pues eso.
Completamente de acuerdo con tu planteamiento, Enrique, vivimos en una sociedad que por tradición se ha sumido en una oscuridad voluntaria siguiendo cantidades ingentes de normas no escritas que tienen tintes de dogma sagrado. Pienso que sigue siendo un tema educacional ya que las supersticiones, tradiciones arcaicas, creencias y supercherías siguen manejando las mentes de muchos, incluso, de personas con grandes responsabilidades.
Y todo por miedo, ese miedo auto infundado a ese cambio tan necesario y beneficioso para todos. Estamos llegando al final de la segunda década del sigño XXI y me sigue asombrando encontrar empresarios y profesionales que se rigen por chismes tan solo porque mamaron de ellos en las comidas de casa cuando eran pequeños. Y los aplican a su día a día porque tienen verdadero pavor a saltárselos. Y estamos hablando de empresa por lo que es un tema delicado, ya que en su casa, cada uno se viste como quiere.
Pienso que urge un cambio de rumbo mental hacia posturas dinámicas donde los frenos al progreso desaparezcan, aunque sean de alguien con tanta repercusión histórica como el gran y excelso Spielberg, del que soy fan declarado.
Gracias por tu entrada
GUILLERMO LLOFRIU
Si Spielberg viera que Netflix tiene futuro la compraba, o abriria su plataforma similar
Pues ya me contarás cómo una persona cuyo patrimonio está valorado en 3,700 millones de dólares va a comprar una compañía que está valorada en 156,000 millones… a ver si somos conscientes de las dimensiones de las cosas, por favor!
Se nota que S. Spielberg no debió ver la oscarizada película “The Artist” que va precisamente del fracaso ante la resistencia al cambio del cine mudo al sonoro.
Entiendo que al lobby de productores «tradicionales» de Hollywood no les guste que venga una compañía ajena a su círculo a cambiar el statu quo.
Pero no sólo se trata de competidores como Netflix, es que el cambio viene desde el propio dispositivo:
Hace unos años, podíamos tener 2 tv «con culo»: Una de 14 pulgadas encima de la nevera en la cocina, y otra de 20 en el salón para el vhs. Sonido mono, por supuesto. No se trataba de los dispositivos más propicios para disfrutar de efectos especiales ni grandes producciones, por lo que para nuestros estrenos favoritos no quedaba otra que ir al cine.
Hoy en día, es habitual un tv de 22-24» en la cocina (si lo hay), portátil, tablet y móvil, para todo contenido en el que no se necesita pantalla grande.
… Y tener en el salón un dispositivo o pantalla (casi ya no debería llamarse tv) de mínimo 32», y cada vez más por encima de 40 o 50 pulgadas, con muy altas definiciones, en los que ver cualquier tipo de contenido. Eso hace innecesario buscar una pantalla grande para ver una película o un partido de fútbol en un cine o en un bar respectivamente, quedando sólo a expensas de las relaciones sociales, vamos, por quedar con alguien. Si las personas son de confianza como para disfrutar en casa, ya ni merece la pena poner pie en la calle.
Siempre quedará el ritual de acudir al cine para los incondicionales del formato, y para celebraciones infantiles de cumpleaños en horario de tarde.
Primero te ignoran, después se ríen de ti, luego te atacan, entonces ganas.
Mahatma Ghandi.
Pues yo estoy de acuerdo con él.
Si dejamos de lado que esto es un negocio y todas las decisiones se toman mirando a la cuenta de resultados, desde el punto de vista artístico, una obra concebida para la televisión y una obra concebida para el cine son textos audiovisuales esencialmente diferentes. A todos los niveles, además: el guión, la fotografía, los planos utilizados, la dirección escénica….
Que una película la produzca Netflix para estrenarla en televisón no la hace peor en absoluto, la hace simplemente diferente. Efectivamente, es como el nobel de litaratura de Bob Dylan, no es que Bob Dylan sea malo, es que es otra cosa, no es literatura.
Sorprende lo de Spielberg. Pero entendamos que tiene miedo. La gente se vuelca cada vez más al streaming, en particular a Netflix y él ve su trabajo (su vida, por qué no) está corriendo peligro. No quiere salir de su zona de confort. Y patalea. Protesta. Si fuera una persona joven, quizás ya hubiera firmado con Netflix alguna serie. Sabemos que es alguien talentoso pero grande, aburguesado y con mucho dinero, una combinación que no a todos favorece, y contrasta con el innovador que supo ser.