Como parte de las compensaciones por el escándalo de las emisiones de sus vehículos diesel, Volkswagen ha pactado con el estado de California una inversión de 1,200 millones de dólares, en dos programas medioambientales: uno dotado con $381 millones destinado a reducir la contaminación, y otro, de $800 millones, que constituirá un fondo para la construcción de infraestructuras de carga.
Dentro de ese segundo plan se incluye una primera fase en la que se destinarán $120 millones para la construcción de una red de 400 estaciones de carga para vehículos eléctricos, que ofrecerán un total de entre 2,000 y 3,000 cargadores universales. En una segunda fase, se dedicarán $75 millones a la construcción de una red de cargadores rápidos de 150 kW, así como $45 millones para una red de seis estaciones de carga comunitarias en barrios de renta baja en las áreas metropolitanas de San Jose, San Francisco, Sacramento, Fresno, Los Angeles y San Diego, que se estima que pueden tener más dificultades para incorporarse a la electrificación. Otros $44 millones se destinarán a la construcción de una Green City en la capital del estado, Sacramento, que proporcionará vehículos de cero emisiones igualmente a residentes con rentas bajas a través de programas de ride-sharing, car-sharing y programas similares. Finalmente, un plan a diez años llevado a cabo por una subsidiaria de la compañía, Electrify America, construirá una red de cargadores rápidos con tecnología universal a nivel nacional.
Que la compañía obró mal y diseñó una estrategia para que sus vehículos mostrasen niveles de emisiones razonables en las pruebas, mientras durante la conducción multiplicaban por cuarenta los límites legales es algo que ya, a estas alturas, nadie pone en duda. De hecho, tiene ya hasta un completísimo artículo dedicado en Wikipedia. Que la cuestión no era grave, sino gravísima es algo ya también totalmente evidente: hablamos de unos once millones de vehículos en todo el mundo, unos 600,000 solo en los Estados Unidos. Que lo hiciesen ellos solos por iniciativa propia o como parte de un cártel de empresas alemanas con estrategias similares es algo que aún está por dilucidar. Pero lo que parece evidente es que, una vez descubierta la jugada, se puede forzar a esas marcas a compensar parcialmente sus faltas dedicando recursos a la construcción de infraestructuras que faciliten la creciente popularización del vehículo eléctrico, en una forma interesante de extraer leña del árbol caído que, en este contexto, pasa a tener todo el sentido del mundo. Entre otras cosas, porque una marca obligada a invertir ese dinero en infraestructura de carga eléctrica no tiene otro remedio que entender que, de una manera u otra, el futuro ya no está en los vehículos que fabrica, sino en tratar de rediseñarse para la producción de vehículos eléctricos lo antes posible.
La cuestión, ahora, es a quién llegan esas compensaciones. Si comparamos las medidas tomadas contra la compañía en los Estados Unidos con las emprendidas en otros países del resto del mundo, o con las prácticamente inexistentes iniciativas en ese sentido en mi país, España, parece evidente que en este tipo de temas, los distintos países no son todos iguales, sino que, como diría George Orwell, «unos son más iguales que otros». Mientras los ciudadanos californianos se beneficiarán de una amplia iniciativa de construcción de infraestructuras de carga eléctrica, los de otros países se conformarán, en la mayoría de los casos, con actuaciones sobre los vehículos vendidos para adaptarlos a unas emisiones situadas dentro de los límites legales, que afectarán como mucho a los propietarios engañados por la marca, pero no a los que no poseíamos esos vehículos y tuvimos que respirar la basura que emitían.
Claramente, la justicia norteamericana, que fue además la que descubrió el escándalo a través de una investigación de la EPA, ha sabido extraer mucho más partido a las compensaciones de la marca, aunque no fuese ni mucho menos el país más afectado. Una cuestión de poder e influencia, sí, pero sobre todo, de visión de futuro.
This post is also available in English in my Medium page, “Volkswagen: the US strikes while the iron is hot…»
Alemania prohibe la venta del Porsche Cayenne Tdi 3.0 (grupo VW).
https://economia.elpais.com/economia/2017/07/27/actualidad/1501177113_545993.html
Muy positivo el acuerdo al que han llegado. Desgraciadamente en Europa no se ha tratado de la misma manera el tema; Es mas algunos paises con mucha fuerza han tratado de minimizar los daños.
No pretendo demonizar a una marca y sobre todo que los trabajadores paguen las consecuencias.
Aparte de solucionar el tema a fondo, adaptar otras medidas que palien los efectos.
La contaminacion no entiende de fronteras.
Desde ya y durante bastantes años hay que llevar a cabo una fuerte concienciación hacia el coche eléctrico en tres frentes, todos ellos muy importantes:
– los consumidores
– los fabricantes
– la administración
Por la parte de los consumidores, la concienciación inicial la veo sobre todo para convencerles de pagar más (los que se lo puedan permitir) por un coche con menos prestaciones, que seguramente no necesiten si lo usan como segundo coche exclusivamente para la ciudad. Obviamente, a igualdad de precio y prestaciones ligeramente inferiores (sobre todo la autonomía que tanto preocupa a muchos) se venderían mucho más sin necesidad de concienciación.
Por parte de los fabricantes, para convencerles de que aceleren la transición al coche eléctrico. Puede ser con zanahorias, o con palos, como en este caso.
Por parte de la administración, para que regulen a favor de las infraestructuras que van a ser necesarias para el coche eléctrico cuando la adopción sea masiva. Ya estamos viendo por el ejemplo de EE.UU. que no todas las administraciones van igual de rápido.
En todo caso me parece positivo que el tema vaya avanzando, incluso con empujes como consecuencia de escándalos provocados por las propias empresas de automóviles. A ver si coge velocidad de crucero…
Me encanta que una parte de la indemnización sea para la construcción de estaciones de carga de coches eléctricos.
Las cuales van a ser muy usadas, porque Bloomberg predice, basándose en la caída de precio de las baterías, que para los años 2025-2029 los coches eléctricos serán más baratos de comprar que los de combustión interna:
https://about.bnef.com/electric-vehicle-outlook/
Conviene recordar que un motor eléctrico es mucho más barato de fabricar que uno de explosión, y que un coche eléctrico no necesita caja de cambios, embrague, ni transmisión, lo cual reduce todavía mas su coste de fabricación. Lo que lo encarece son las baterías, cuyos precios llevan años bajando a buen ritmo.
Como además un eléctrico es mucho más barato de mantener y de «llenar el depósito», las cuentas van a estar muy claras: el que dentro de 10 años se compre un coche fósil estará tirando el dinero.
Otro gran artículo para tu repertorio.
Gracias y un saludo
Pues erre que erre
http://www.elespanol.com/economia/empresas/20170728/234727427_0.html
Me da pena que mi propio país se empecine en apostar por el siglo XIX, emisiones contaminantes y trampas al sistema. No soy un ecologeta, pero hay gases y gases y algunos son realmente nocivos y el coche podría andar sin ellos. Que empeño en cargarnos nuestra propia salud.
Pues según publicó ayer El Español los fabricantes alemanes dejan a otros la ‘aventura’ del coche eléctrico