Enrique Dans

Es una de las visitas que nunca falta cuando vengo: la tienda de té. Desde mis años de California, soy un auténtico enamorado del té verde, tomo habitualmente bastante a lo largo del día, y voy teniendo ya cierta culturilla al respecto de las diferentes variedades, orígenes y circunstancias que rodean al tema como para disfrutar de ello. Me gustan los tés verdes o blancos, los que únicamente se secan tras ser recogidos de la planta (de las hojas en el caso del té verde, de las yemas o brotes en el blanco), los tés procesados o fermentados, como el té negro o el oolong, en general, no me llaman demasiado la atención. La última vez que estuve aquí compré tal cantidad de té que pensé que me detendrían en seguridad pensando que era algún tipo de droga, y esta vez me temo que voy camino de que me vuelva a pasar lo mismo.

En esta ocasión he cambiado mi tienda de té desde una que era muy buena, pero tal vez algo turística en plenos Yu Gardens, a una más pequeñita y recoleta en Dong Tai Rd., la zona del mercado de antigüedades (antigüedades «relativas»… está prohibido el comercio de artículos anteriores a 1970). La experiencia ha sido buenísima. La tienda es un sitio al que llegas, te sientas, y vas pidiendo pruebas de diversos tés. Sin importar cuantas pruebas pidas, las teteras permanecen llenas todo el tiempo, y se trata de una experiencia enormemente relajante, sobre todo si cae en medio de un atareado día de compras.

El té verde chino tiene multitud de variedades. El rey es el té de jazmín, que viene en forma de hoja larga, enrolladas a mano como Dragon Pearls, o como tea flowers o blossom tea, especie de bellotitas hechas a mano con las que el acto de beber té se convierte en arte: se abren en la taza y liberan flores de diversos tipos, como conté la última vez que estuve aquí. Pero además de esos tés, todos ellos con sabor a jazmín, hay infinidad de variedades y calidades de Lung Ching (escrito de muy diferentes maneras), un té más «de diario» con un sabor muy fresco y levemente amargo muy agradable, o sorpresas como el one-leaf tea: una hoja grande de té enrollada a mano en forma de canutillo, que se abre en el agua en su práctica totalidad y tiene un sabor bastante amargo, más a medida que lo dejamos tiempo haciéndose, y que cambia tras beberlo a un sabor fresco y algo dulce en boca. Además, hay infinidad de variedades menos conocidas, y el dueño de la tienda a la que fui esta vez parecía disfrutar realmente mientras me contaba sus detalles (no me extraña… con lo que me acabé gastando, lo mismo ha cerrado la tienda un mes y está de vacaciones en Marbella :-)

En China, los tés se toman en infusión continua: se pone té en un recipiente, y se va añadiendo agua a medida que se vacía, sin cambiar las hojas de té hasta que han pasado bastantes ciclos de infusión. Como no se espera a rellenar a que se vacíe del todo el recipiente, el té se va haciendo a una temperatura de unos 70º-80º, algo más frío que lo habitual en un té negro, y un té puede durar varias horas y provocar un flujo constante de líquido a través de los riñones (es muy diurético) que dicen que resulta muy saludable. Puede hacerse directamente en la misma taza y servirse con las hojas dentro, o bien en un recipiente aparte, que idealmente será de porte elevado, sobre todo en el caso de las flores de té, que se abren hacia arriba. El té es un producto seco, puede conservarse muchísimo tiempo, aunque en el caso de los tés verdes o blancos, ganan realmente mucho cuando están fresquitos. No se añade azúcar al té verde.

En la tienda en la que estuve, muy pequeñita, me llamó la atención la forma de vender: en una tarjeta escrita en un inglés algo primario, el propietario, Zhang Ling Mu, afirma admite encargos a través de todos los canales incluyendo SMS, con envío gratuito en todo Shanghai, pago mediante transferencia, y garantía de satisfacción: si no quedas satisfecho, cancelan o intercambian la orden sin cargo alguno… Con la buena disposición que le veo, me apuesto algo a que cuando vuelva el año que viene, este hombre ya vende a través de la web.