Rafa Martí, de Playground Magazine, me llamó para tratar de delimitar el uso del término «censura«, a raíz de la exclusión de una campaña de financiación de un documental en Verkami derivada de una serie de protestas sobre su contenido, tema sobre el que ha escrito bajo el título «¿Estamos abusando de la palabra ‘censura’?»
El tema conecta muy directamente con algunas de las cuestiones que comenté en junio de 2012 en el epílogo de «No sin nuestro consentimiento«, el fantástico libro de Rebecca MacKinnon: ¿qué pasa cuando las normas, en lugar de proceder de un consenso social que termina cristalizando en un proceso legislativo, se originan en empresas privadas o en movimientos no necesariamente representativos? ¿Qué perdemos cuando Facebook, por ejemplo, toma decisiones unilaterales sobre qué imágenes pueden aparecer en su ubicua red y cuáles no? ¿Hasta qué punto provienen ese tipo de medidas de un supuesto consenso, de una posición ideológica o personal de la compañía, o de una prudencia por evitar ofender a determinados colectivos? ¿Qué ocurre cuando mezclamos ese tipo de cuestiones con legislaciones de países individuales, con contenidos que puedan considerarse ofensivos para determinadas religiones o grupos, etc.?
Que una red determinada, ante el miedo de ofender a un colectivo que expresa su protesta ante lo que entiende como una agresión, decida retirar un contenido, entra dentro de la libertad y del juicio de esa red, como lo es el delimitar su actividad a un campo determinado y no a otro. Que Goteo.org decida que su ámbito es la financiación de proyectos de código abierto, o que Kickstarter delimite su actividad al emprendimiento y excluya explícitamente la financiación de campañas benéficas, por ejemplo, es algo que cae obviamente dentro de su libertad para definir su negocio como ellos quieran, algo que siempre que no suponga un conflicto con la ley, está completamente fuera de la definición de censura.
Decidir, por ejemplo, que en un club determinado solo pueden entrar hombres de más de 30 años, pero mujeres por encima de 25, como ocurre en una polémica desatada en Long Island, o que sigan existiendo bares definidos como all-male, son cuestiones que entran ya en reflexiones más complejas y en una discriminación no solo contemplada ya como obsoleta, sino expresamente prohibida en las constituciones de muchos países. Otros temas, como la prohibición de editar o vender determinados libros porque su contenido es ilegal – o dejar de hacerlo en función de determinadas protestas – ya son más resbaladizos: la ficción no tiene límites, y la opinión, posiblemente, tampoco debería tenerlos. He mantenido discusiones con amigos defendiendo el derecho de una editorial o de una biblioteca a publicar o tener libros que defendían algo que suscitaba un rechazo tan generalizado como la pederastia, sin que ni obviamente pretenda defender esos argumentos o a sus autores en modo alguno. Del mismo modo, defiendo el derecho a editar, distribuir, vender o leer libros como «Mein kampf«, aunque los considere una exposición de ideologías completa y radicalmente inaceptables, porque creo que no es bueno que esos planteamientos sean excluidos de ningún ámbito – es más, considero que excluirlos ayuda a que puedan volver a repetirse. En general, como punto de vista personal, todo lo que suponga restringir el derecho a acceder a información tiende a darme alergia, como me la dan las turbas enfebrecidas que reclaman la quema de libros o la exclusión de contenidos. Que una compañía decida no forzar esas discusiones o no mantener una posición radical en ese sentido porque considera que daña a su imagen, sin embargo, me parece una decisión libre orientada por un criterio empresarial.
Decididamente, un tema complejo.
Muy de acuerdo contigo Enrique, hay que dar libertad de expresión, aquí el que manda(o el que tiene poder sobre la opinión pública) siempre pretende hacer pasar como «bueno» sus propias dictaduras, porque como son sus ideas todas las demás están equivocadas,…
Por otro lado la «autocensura» si parece que cada vez es un problema muy grave, junto al miedo a ofender a alguien o algún colectivo, había una frase sobre esto… Algo así como: «si tus palabras no ofenden a nadie es que no has dicho nada interesante» (no se quien lo dijo ni si exactamente era esta la frase).
Yo busqué y tengo bien guardado Mein Kampz(leido no porque, no se si el libro o la traducción, es bastante infumable) así que me enteré que en media europa estaba prohibido de diferente formas(algunos la tenencia, otros la venta, otros las copias fuera de bibliotecas, etc…)
En muchas cosas o temas que compartes estamos de acuerdo, Enrique, pero en este no puedo estar más en desacuerdo.
Tienes un planteamiento de «sálvese quien pueda» o de «que cada palo aguante su vela» y esa filosofía conlleva una sociedad que es más violenta cada vez y con mayor número de víctimas. Me explico a continuación. Parece que un libro no puede hacer daño a nadie, pero quienes llevamos muchos años en los ámbitos editorial y educativo sabemos que no se puede dejar la ética de lado. Todo no vale. Por ejemplo, yo he impartido cientos de talleres y cursos sobre cómo utilizar cuentos basados en valores y hablábamos de gran cantidad de libros que son terribles desde el punto de vista ético. En un cuento infantil francés, por ejemplo, un niño de unos 6 años tiene una hermanita, va a verla al hospital y es tan fea que decide tirarla al río. Es noche de luna llena, ella abre los ojos y son tan bonitos que cambia de opinión. Este tipo de libros pueden dar pie para que algún niño o niña cometa una barbaridad. Otros libros fomentan el machismo. En la casi totalidad de bibliotecas públicas y escolares que he estado hay una colección de libros de cuentos tradicionales en los que en varios de sus cuentos el hombre pega o maltrata física y/o verbalmente a sus esposas. También en los libros de la serie de Manolito Gafotas, otro libro que yo no recomiendo en absoluto, como todo el mundo sabe, el protagonista llama «imbécil» a su hermano menor. No tenemos información sobre el tema, pero estoy seguro de que en España muchos niños habrán llamado igualmente a sus hermanos/as menores. Es algo totalmente evitable y que provoca un sufrimiento injusto.
Las editoriales deben tener una línea, no todo puede tener cabida. En mi caso siempre el límite son los Derechos Humanos. El mundo está lleno de víctimas. No seré yo quien cree ni promueva ni por acción ni por omisión nuevos sufrimientos. En mi proyecto editorial recibimos por ejemplo un libro erótico en el que había adultos teniendo relaciones con niños/as. Por supuesto, no lo publicamos y enviamos un mensaje a quien nos lo hizo llegar rechazando esa obra. ¿En nombre de la «libertad» que defiendes, tú la hubieras publicado?
Creo que tanto E.D. como yo nos referimos a Adultos. No, los niños no deben ni leer ciertas cosas, ni verlas en TV ni en internet(para eso tienen padres que se supone saben que hacen…)
[¿En nombre de la “libertad” que defiendes, tú la hubieras publicado?]
No se Enrique, yo no lo habría publicado, pero no se me ocurre prohibir que alguien lo publique, que es diferente. Si buscas comics japoneses hay muchos que rozán(por no decir sobrepasan claramente) esa linea, que a mi no me gusta.
Pero si, hay «ciertos limites» que pueden llevarme a contradecirme en este aspecto, pero además añade el prohibir libros(como el ejemplo del Mein Kampz), que han sido escritos claramente con anterioridad y que eran «parte importante» de una cultura y unos hechos que lo último que creo debemos hacer es olvidar.
Aclaración sobre Mein Kampf:
«El Gobierno alemán considera que la nueva versión comentada del polémico «Mein Kampf» (Mi lucha) de Adolf Hitler debería estudiarse en los colegios del país para que el discurso del dictador nazi no quede sin réplica.»(EFE)
No es el único caso celebre, en el Concilio Vaticano II, Juan XXIII permitió la lectura de la Biblia a los laicos.
Pues me parece un acierto muy grande, sinceramente, y me alegro.
dentro de su libertad para definir su negocio como ellos quieran, algo que siempre que no suponga un conflicto con la ley, está completamente fuera de la definición de censura.
Creo que lo has definido perfectamente, Hay libertad de poner normas, siempre que no se enfrenten a las leyes.
Por ejemplo hoy probablemente, (no estoy seguro), sea ilegal tener clubs solo para hombres, porque existen leyes específicas que regulan la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Sin embargo se acepta que un fabricante sólo haga ropa para hombre o para mujer.
Pero sigue siendo legal, aunque se hagan muchas protestas, que los fabricantes de ropa no hagan tallas grandes, pues se considera una discriminación a los gordos..
El problema es como siempre, delimitar las fronteras de lo aceptable y lo inaceptable.
Muy de acuerdo con el enfoque. En particular con la necesidad imperiosa de defender la libertad de expresión a toda costa. Sudores tengo cada vez que oigo a alguien intentar justificar la prohibición de la expresión de cualquier idea, por repugnante que sea (en eso consiste la libertad: si solo se puede decir lo que agrada a la mayoría o lo que está socialmente admitido, la libertad es pura fachada).
No sé cómo gente supuestamente formada no ve que ese razonamiento es exactamente el mismo que llevó a la hoguera a los científicos en la Edad Media.
Es un tema complejo, pero tiene un punto de inflexión que permite su análisis: la censura es omnímoda. Es decir, puede hablarse de censura cuando se impide que una persona se exprese en un medio (o en una serie de ellos) sin que su mensaje tenga otra alternativa para vehiculizarse que el uso de ese medio -o conjunto de ellos- que se le veta.
En un momento dado, avisé en mi viejo y ya cerrado blog El Incordio que prohibía en los comentarios las injurias o calumnias a terceras personas, habida cuenta, tras la famosa sentencia PutaSGAE, de que el Tribunal Supremo se había pasado por el arco del triunfo la indemnidad que una directiva europea concedía a los proveedores de servicios. No faltó ipso facto quien me acusó de emplear la censura. Mi respuesta fue no menos inmediata: tienes toda la Red para expresarte, no necesitas mi blog. Abre tú el tuyo y escribe allí lo que te dé la gana (y asume tu propia responsabilidad, amiguito, no la cargues sobre los demás).
Cuando una red social prohíbe determinadas imágenes, expresiones, contenidos o temáticas pienso que lo hace, más que para no herir susceptibilidades (que también: permitir que, por ejemplo, se ofenda a un colectivo que, a lo mejor, es, qué se yo, el 5% de la clientela, no ha de ser bueno para el negocio) sino para evitar asumir responsabilidades que pueden dar lugar a costosas indemnizaciones y a una imagen pública muy negativa de la compañía.
Soy un partidario acérrimo de la libertad de expresión pero, quizá porque yo he conocido épocas de censura real, de censura sin paliativos, pongo mucho cuidado en no usar a la ligera esta palabra, y más en una época y disponiendo de una tecnología que hace precisamente muy difícil impedir que alguien diga lo que quiere decir y que sea, además, ampliamente escuchado.
Tienes razón, quizá deberíamos tener un termino intermedio para «censura»…
Y siguiendo con lo que explicas, hoy en día creo que si alguien con poder(politico o economico u otro) quiere censurar una idea en el mundo occidental casi le sale más rentable hacer lobby en contra, pagar a, por ejemplo cientificos, para que digan lo contrario etc. (Quizá es que ayer estuve viendo el capitulo de Cosmos que narra la historia del plomo de la gasolina que, entre otras, usaron esta tecnica).
Estoy de acuerdo con su comentario. La libertad de expresión no es libertad de ofensa a las personas. Se pueden criticar las ideas pero no se debe criticar a las personas, aunque se lo ganen(ganemos) a pulso.
Aplicando la regla de analogías de Godwin:
El simple hecho de que se permita editar o escribir un libro no implica su maldad, ni el que se censure su bondad, porque Hitler también lo hizo.
La censura más brutal es la autocensura. Si no me atrevo a decir lo que sea, (y se me ocurren cientos de temas, pero no me atrevo a ponerlos ni de ejemplo), porque son «políticamente Incorrectos», se está censurando más férreamente los contenidos, que cuando se llevan a un censor a que los apruebe, porque ahí escribes lo que quieras e incluso hay la posibilidad de que por esas casualidades de la vida te lo aprueben, o que cambies mínimamente el texto, pero en el otro caso ni te atreves a escribirlo.
Y hemos acabado con la censura, pero no con la autocensura, ni con las hordas de censuradores amateur, y pongo por ejemplo la que se ha montado hace poco con Change.Org y la escritora María Frisia.. https://www.change.org/p/alfaguara-retirad-el-libro-75-consejos-para-sobrevivir-en-el-colegio-de-mar%C3%ADa-frisa/u/17402273
A propósito del libro que mencionas, parece que casi nadie se acuerda de la Guía para la Vida de Bart Simpson publicada hace más de dos décadas. No recuerdo que en esos años hubiera ni grandes voces de censura contra el libro ni gente que creyera que el libro fuera una verdadera guía que debía seguirse.
Hola Gorki,
te tengo gran respeto y me encanta tu blog, pero en este tema creo que resbalas totalmente. El libro de María Frisia es un disparate. En Europa hay una tradición en ese tipo de libros provocativos y a veces terribles o insultantes para los más pequeños/as, pero espero que aquí no sigan por ahí. Los lectores y lectoras pequeños no distinguen las ironías ni los disparates. Los libros para esas edades deben ser educativos, desarrollados por gente que sepa y orientados por la ética.
Piensa que España está convirtiéndose en un país inhabitable precisamente por esa manga ancha que le damos a toda esta gente nefasta, mientras despreciamos a la gente con talento. Desde dentro quizás no lo véis, pero quienes estamos fuera lo sufrimos cuando me encuentro por ejemplo con españoles recién bajados del avión y que ya saben más que yo, individuos maleducados y terribles o cuando llego a España por unas semanas que se me hacen larguísimas. Estamos destrozando un país extraordinario con estas pequeñas cosas, viendo como papagayos programas de televisión absurdos, nuestra tolerancia a la corrupción y al caciquismo no tiene parangón en el mundo y la violencia contra las mujeres (que se alimenta de nuestra pachorra social, familias que no saben educar y un sistema educativo pobre) seguirá creciendo porque solo se toman medidas coercitivas y no educativas. En fin…
Muy bien Juan
El todo vale nos está destrozando.
No puedo estar más de acuerdo.
Creo que confundes ciertas actitudes, mas o menos asociales, con tener opiniones mas o menos políticamente incorrectas. Creo que las opiniones deben ser absolutamente libres, porque nadie está obligado a aceptarlas, pero el comportamiento debe ser de acuerdo con normas de convivencia, porque tu forma de actuar puede suponer molestas para otros y tenemos todos que convivir juntos.
No puedo opinar sobre el libro de Marçía Frisias, porque m no le he leido, (ni lo pienso leer) . Supongo que tu si lo has leido, puesto que hablas de él como de que pertenece a un grupo de libros, «provocativos y a veces terribles o insultantes para los más pequeños/as». Supongamos que lo leo y coincido en que realmente así es. A pesar de todo no pediré su destrucción. La primera cosa, es que lo he leido precisamente porque alguien me ha dejado leerlo y como yo creo que deben poder leerlo todos, igual que te dejaron a ti, cosa que será imposible, si de acuerdo con Change org. la editorial decide hacer papelote de la edición. Pero supongamos que pese a hacerlo, quedan por ahi ejemplares sueltos que se escapan de la destrucción. Lo razonable es, que si un padre piensa dar a leer un libro a un niño, sepa de que va el libro, antes de estregarselo. Así pues como es te libro seria «provocativo y a veces terrible o insultante para los más pequeños/as»· lógicamente lo consideraría inadecuado para niños y punto final, ¿Que necesidad hay de destruir el libro?
El mandar destruir los libros, es exactamente lo mismo que hacia la Iglesia con el Indice, por considerar que ciertos libros, eran perjudiciales para el cristiano y hoy en día, hasta la Iglesia considera que el Indice era un error. No seamos nosotros más papistas que el Papa.
Estimado Gorki,
este tema de la lectura es muy diferente al de internet. Desafortunadamente, los libros no vienen con «filtro parental» y además, que un padre o madre lea un libro antes de que lo haga su hijo o hija en España es ciencia ficción. Y no solo los padres y madres no miran lo que pueden leer sus criaturas, sino que muchas veces no lo hacen ni el personal bibliotecario de las bibliotecas públicas y escolares. Como yo conozco bien este mundo sé que si no hay una ética editorial, la batalla está perdida. Las propias editoriales pagan críticas increíbles de libros horrendos que se recomiendan en revistas especializadas y tienen hordas de comerciales capaces de venderle cualquiera de estos horrores a quienes toman las decisiones de comprarlos para bibliotecas públicas y escolares. No es una cuestión de censura contra libertad porque la libertad en realidad no existe si la gente no tiene criterio ni las editoriales ética es algo mucho más grave. Defender la «libertad» creativa aquí es una irresponsabilidad.
Si no hacemos nada, podremos tener manuales juveniles para crear artefactos explosivos si a algún autor le hace gracia y encuentra la editorial apropiada. No es censura, es aplicar sentido común en un país donde hay tanta gente que no lo tiene que parece un reino diseñado con la misma falta de criterio de Homer Simpson. Yo lo tengo claro, yo no me cruzo de brazos ante tanta inutilidad.
Hombre, me parece cuanto menos injusto cargar a las editoriales con semejante responsabilidad educativa , mientras que a los padres se la perdonamos sólo porque es «ciencia ficción».
A lo mejor el problema es ese (que los padres, por un lado, no estén encima del material que leen sus hijos y que, por otro, a los demás nos parezca imposible que puedan hacerlo, obligándonos a tratar de buscar filtros previos), y no que las editoriales puedan publicar lo que estimen oportuno en pleno ejercicio de su libertad.
De todos modos, viendo los índices de hábito lector que hay en España, creo que el menor de los problemas lo tenemos con los niños y adolescentes que, efectivamente, leen algo fuera de las aulas.
Un saludo.
Hay libros que ciertamente no son para niños como la Guía para la Vida de Bart Simpson, de autoría múltiple, o los 75 consejos para sobrevivir en el colegio, de María Frisa. La pregunta, sin embargo, es a partir de qué edad podrían ser tomadas estas obras como lo que aspiran a ser -libros humorísticos- y no como guías a seguir. Considero que a partir de los 16 años es posible tener el discernimiento suficiente como para entender la naturaleza de estas obras y para no dejarse influir por cualquier consejo cuestionable, sea verdadero o humorístico. De los padres y maestros depende, en todo caso, que este nivel de comprensión lectora y de desarrollo moral esté presente efectivamente en el joven lector.
En el libro de la tal María Frisia se recomienda a los niños insultar y acosar a sus compañeros. Si a ti eso te parece un contenido adecuado para los niños … supongo que no te haría demasiada gracia si el acosado fuera tu hijo.
Coincido con lo expuesto en este artículo respecto a la manera en que se está manejando la censura, lo cierto es que se ha vuelto una opinión eminentemente empresarial en la mayoría de los casos, por ejemplo empresas globales como Facebook, Google y otras deciden qué contenidos restringir en base a sus propios criterios. Llegar a un solo consenso es demasiado difícil, pero al menos esas políticas deberían definirse con la participación de múltiples actores a fin de ser más democráticas.
Yo creo que la censura es mala, pero hay veces que me pregunto ¿qué pasaría si censurasemos en internet los miles de mensajes adoctrinadores que tienen como consecuencia atentados terribles?¿tendríamos ese mismo número de atentados?¿cambiarían las cosas en algo?