El pasado enero, Fitbit me actualizó el dispositivo que utilizo para la cuantificación de mi actividad con el nuevo Charge HR, el primero que utilizo con sensor para la monitorización del ritmo cardíaco. Pero más allá de comentar o evaluar el dispositivo, que ya ha sido evaluado en una amplia variedad de sitios, me gustaría comentar los interesantes efectos de lo que he denominado «cardioawareness» o «cardioconsciencia», las sensaciones que pasamos a tener cuando llevamos encima de manera constante un monitor de ritmo cardíaco.
Mi relación con mi corazón es, por así decirlo, delicada. No me ha dado nunca un problema, pero es un tema que monitorizo con cierto cuidado desde hace bastantes años. A mi edad, mi padre llevaba ya un par de anginas de pecho y un cuadro complicado que, además, viví muy de cerca, de manera que desde hace ya bastantes años me hago revisiones anuales y mantengo una cierta vigilancia, aunque en general – y seguramente debido a esos antecedentes – intente llevar un estilo de vida algo más saludable del que mi padre llevaba a mi edad. Los antecedentes no son más que eso, antecedentes: nada implica necesariamente que mi corazón vaya a seguir los pasos del de mi padre, de manera que básicamente sirven para que, cuando tengo cualquier cuestión relacionada con la salud y hago referencia a ellos, me traten con algunas precauciones adicionales. Pero más allá de eso, mi corazón, aparentemente, funciona bien – y mi padre mantiene, a pesar de sus habituales arritmias, una calidad de vida muy razonable para su edad.
La gráfica de la ilustración representa mi frecuencia basal, la media de frecuencia cardíaca durante la noche, desde el día 21 de enero. Mi frecuencia habitual en reposo tiende a ser bastante estable, alrededor de las sesenta pulsaciones. Esos días, sin embargo, pasó de una elevación discreta los primeros días, a valores sensiblemente más elevados. De hecho, mi señal de alarma vino cuando, el 2 de febrero, empecé a sentir elevaciones muy bruscas de mi frecuencia cardíaca con esfuerzos mínimos, como subir unas escaleras. Acudí al médico pensando en algún tipo de problema de arritmia, para encontrarme con algo completamente diferente: una serie de úlceras duodenales que me habían provocado una anemia fuerte. La elevación del ritmo basal de los días siguientes es precisamente eso: el resultado de un cuadro de anemia: con menos hemoglobina, la sangre disminuye su eficiencia en el transporte de oxígeno, y el corazón necesita latir más rápido.
La idea que tienes cuando incorporas el ritmo cardíaco a las variables que cuantificas de manera constante es que te puede servir para controlar tu ejercicio. Para cuestiones como tratar de mantenerte en un ritmo determinado cuando sales a correr, forzando la permanencia en rangos que permitan precisamente hacer ejercicio cardiosaludable o tratar de quemar grasas de manera más eficiente. Sin embargo, sea porque me ha coincidido una temporada de menos ejercicio o por las recientes complicaciones de mi salud, el hecho de llevar puesto un monitor de ritmo cardíaco se ha convertido en algo diferente. A partir de la primera señal de alarma, modifiqué la secuencia de contadores en la pulsera para poner el ritmo cardíaco como primera variable que se muestra tras la hora, inmediatamente antes del número de pasos, que era la que anteriormente consultaba con más frecuencia. Ahora, a través de la evolución de mi ritmo cardíaco estoy siendo capaz de monitorizar una de las variables indicativas de mi recuperación: sé que debería ir revirtiendo a los ritmos habituales anteriores a la anemia, lo que me resulta una curiosa manera de mantener un cierto control del tema.
Apple, con su tendencia a la redefinición de los dispositivos, parece haber convertido la monitorización del ritmo cardíaco en el auténtico «ser o no ser» de los smartwatches: tras la presentación del Apple Watch, del que parece ser que han hecho una estimación de demanda inicial y consecuente previsión de fabricación de entre cinco y seis millones de unidades, el monitor de frecuencia cardíaca parece haberse convertido en «lo que todo smartwatch tiene que tener para ser considerado como tal», algo que definitivamente no estaba ahi cuando Pebble volvió a atraer la atención sobre la categoría. Eso implica que, en no mucho tiempo, muchos usuarios tendrán un smartwatch en la muñeca y estarán, por tanto, monitorizando su frecuencia cardíaca como si no hubiera un mañana. Me pregunto cuáles serán los efectos de esa súbita entrada en la «cardioconsciencia»: ¿más neurosis y preocupaciones derivadas de tener esa variable delante de la nariz de manera tan conspicua? ¿Indiferencia? ¿Curiosidad? ¿Usos alternativos, como indicador de otros posibles trastornos? ¿Curiosidades frívolas, como ese detalle «le envío mi ritmo cardíaco a mi pareja» que salía en el anuncio?
Para mí, sin duda, aunque sea por haber coincidido con un momento algo más delicado de mi salud, la cuestión está teniendo su cierto interés. Pero no dejo de preguntarme cuáles serán los efectos futuros de algo así, de la próxima popularización de wearables y smartwatches que cuantifican la actividad cardíaca, de un súbito incremento general de la cardioconsciencia en un cierto porcentaje de la población…
This article is also available in English in my Medium page, “Cardioawareness«
Gracias por compartir tu experiencia, Enrique. Al respecto, me parece interesante escuchar a mi amigo @Berci (Bertalan Meskó, 30 años, doctor en Medicina, geek, se define a sí mismo como Medical Futurist) explicando en esta entrevista (a partir del minuto 27:26) cómo utiliza el quantified self:
http://www.getsocialhealth.com/medical-futurist-dr-bertalan-mesko/
También recomiendo la lectura de su último libro: The Guide To The Future of Medicine http://www.amazon.com/The-Guide-Future-Medicine-Technology/dp/9630898020/ref=cm_cr_pr_orig_subj/175-8787035-2163412
Pienso que este tipo de aparatos es muy adecuado y conveniente a un tipo de personas y nefasto para otros.
Por poner un ejemplo, yo tenía una bascula de baño y una hermana mía me me pasó un medidor de tensión. Los tenía, pero no los utilizaba mas que de guindas a peras, pero cuando me puse a régimen de adelgazar, los comencé a utilizar de forma mas seguida y lo único par lo que me valieron, fue para entrar en una especie de esquizofrenia, pues empezó a obsesionarme si engordaba 40 gr, o mi tensión subía dos décimas.
Solución, (en mi caso), deshacerme de los aparatos y pasar una vez por semana por la farmacia, para tomarme el peso y la tensión y en función de los resultados, planificar mi vida para la próxima semana.
Me temo, que si llevara yo un chisme de esos y que cada vez que me sube el ritmo cardiaco, bien porque subo cinco escalones, o porque pasa al lado de mi, la vecina del quinto, me obsesionaría con mis arritmias. Mejor dejarlo como está y cada tres o cuatro meses, pedir que me la tome mi médico de cabecera.
Sin embargo, lo que puede ser buena solución para mi, no necesariamente lo es para todos, cada uno que haga, lo que crea que mejor le conviene.
Excelente articulo, ese es el futuro de la medicina, la Frecuencia Cardaica es un excelente indicador. sube en stress, fiebre, anemia, deshidratación, etc. Cómo médico, siento que si estas cosas llegaran a proliferar haría mucho más facil el diagnostico y tratamiento más certero de mis pacientes.
Creo que para una persona preocupada por su salud por temas puramente probabilísticos (antecedentes con posible repercusión genética) un biofeedback aplicado al tema que le preocupa, podría no ser lo más indicado. Podría dar pie a alimentar ciertas sensaciones de preocupación normales hasta convertirlas en angustiosas con riesgo incluso de llegar a extremos de paranoya hipocondriaca.
Si en lugar de tratarse de un tema de prevención, se tratara de un tema constatado de dolencia de tipo crónico y sin un tratamiento conocido plenamente satisfactorio, el biofeedback podría ser una herramienta más para aprender a prevenir.
Yo creo que en estos casos, para para una persona culta e inteligente, existe la oportunidad de llegar a entender su propia dolencia crónica y terminar sabiendo de ella más que los propios médicos. Lo creo porque en muchos de estos casos, más que enfermedades hay enfermos y la enfermedad se convierte en una etiqueta y un cajón de sastre que no termina de encajar totalmente con todos las casos.
También lo creo porque en ese tipo de enfermedades crónicas, un buen observador concienzudo y meticulosos suele tener muuuucho tiempo para aprender de ella. Me refiero a aprender lo que va bien, lo que va mal, etc.
No tengo claro, por lo que tú comentas, si en tu caso resultaría positivo o no. Tiene mucho que ver con tu capacidad para ser objetivo y autocrítico y con no dejarte llevar por tus preocupaciones.
Has hecho bien en compartir todo esto. Para mí dices algo muy significativo.
«Pero más allá de eso, mi corazón, aparentemente, funciona bien – y mi padre mantiene, a pesar de sus habituales arritmias, una calidad de vida muy razonable para su edad».
Hay casos muy espectaculares de arritmias en personas con corazones sanos. Mi madre tuvo una época en que necesitó ser monitorizada. Yo creo que le afectaba negativamente el café. De esto hace mucho, mi madre tiene 88 años y las arritmias se fueron como vinieron.
Creo que tu preocupación no está totalmente justificada, que tu patología es bastante normal y que quizás esperas que tu patata funcione como un metrónomo regulado a un ritmo exacto, cosa que quizás no sea algo tan importante. Creo que deberías intentar relacionar cada episodio con lo que haces y dejas de hacer para sacar tus propias conclusiones.
Yo lo hago continuamente. En las farmacias te dicen que si tomas Ranitidina no debes tomar antiácidos normales.
Llevo décadas de experiencia observándome. Tomo ranitina a diario, no tolero otro tipo de medicamentos más eficaces como el Omeoparzol. El caso es que que llevo décadas consumiendo muy regularmente una pastilla de Ranitina 300mg despues de cenar y lo que dicen de los antiácidos y la Ranitidina es una verdad a medias.
Nada más terminar de cenar puedo tomar un antiácido y apenas tentra repercusión al estar diluida con la cena. Dejo pasar una hora despues de cenar la cosa cambia, si tomo antiácidos entonces no puedo tomar la Ranitinina hasta una hora y media despues, y si tomo la Ranitinia no puedo tomar el antiácido hasta hora y media después.
Si me acuesto sin haber tomado nada, me despierto con un fuerte ardor de estómago. Si falta mucha noche tomo la Ranitina que tardará mucho en hacer efecto y deberé suplementar con un antiácido dejando pasar hora y media en la que no suelo conseguir dormir. Si no falta mucha noche no me compensa la Ranitinina por tardar mucho en hacer efecto y tomo directamente el antiácido.
Tambien descubrí que en mi caso la menta combinada con la Ranitina me va fatal y hay muchos antiácidos que los venden con menta. (Yo uso secrepat anis). Lo achaco a un esófago muy sensible.
Todo eso es lo que sé sobre mi hernia de hiato, pero no es la única enfermedad crónica de la cual he terminado sabiendo mucho.
Espero que todo esto te sirva de algo.
Creo que el problema de todo esto es que se da demasiada información, demasiados parámetros que sólo un profesional puede poner en su justa medida. Por ejemplo, la tensión, a veces es un poco más alta y otras un poco más baja, pero hay gente que en cuanto la ve un poco más alta ya se pone nerviosa, le sube más la tensión, etc, etc…Creo que la idea es buena, MUY buena, pero la información debería dosificarse más: No estadísticas, sino que la app coja esos datos y te diga «todo va bien», sin entrar en más detalles.
Por un lado el volumen de datos obtenidos puede ser útil y eficaz para mantener un mejor control de nuestra salud, por otro lado la consciencia que se comienza a tener de una variable en concreto puede volverse obsesiva.
El uso que yo le doy es meramente estadístico. No me importan los datos en concreto, sino más bien sus variaciones. Saber que un día has recorrido más distancia, o que fue más lento. Estas estadísticas y las tendencias que marcan, como las deportivas, algún día se rompen.
Me encanta este post Enrique!
Es un claro ejemplo de la transformación de la medicina como resultado del avance digital. En mi opinión los efectos del aumento de información sobre estados fisiológicos y estilos de vida abre un nuevo mundo de posibilidades para servicios digitales de salud. Servicios basados en el procesado de toda esa información, junto con la que llegará del entorno que nos rodea de la mano del internet de las cosas (geomedicina), para convertirlo en un conocimiento muy útil, que hasta ahora no estaba disponible.
Ya hemos visto en otros sectores que la transformación digital acaba en servicios personalizados (y en movilidad) y es hacia donde parece que se encamina también el cuidado de la salud.
Muy interesante las aplicaciones al mundo de la salud, cada vez más necesarias para la medicina preventiva, y para un mayor y mejor control. Un saludo