(Revisando mi WordPress me he encontrado con esta entrada en borradores – nunca escribo «para inventario», de manera que el área de borradores no suelo mirarla porque está siempre vacía -, que corresponde a la columna que publiqué en Forbes el pasado 15 de julio, «The importance of a dynamic information management strategy in your company«. Habitualmente, publico la traducción al castellano de esas columnas unos días después, y esta vez llegue a hacerla, pero se me olvidó publicarla… cosas que pasan cuando uno escribe en varios sitios. Aquí la dejo :-)
Es, sin duda, uno de los temas en los que tiendo a hacer más hincapié en las empresas que me llaman para tratar de organizarse en torno a los cambios que supone la adaptación al nuevo entorno bidireccional y participativo en el que vivimos hoy: la necesidad de poner en práctica una verdadera estrategia de gestión de información a todos los niveles, desde el más puramente directivo hasta el de toda aquella responsabilidad que, de alguna manera, conlleve el manejo diario de información dinámica.
¿De qué estamos hablando? Cada día más, las empresas necesitan, para mantener una posición competitiva en la web, generar una dinámica consistente de actualización de información. Una empresa, como cada una de las personas que la integran – al menos a nivel directivo – no es más que un sistema de entradas, procesos y salidas (IPO: inputs, processes, outputs) de información. En la web, lo estático no existe.
Y es en este sentido donde se percibe la verdadera diferencia entre empresas dinámicas y estáticas: en el desarrollo de un ecosistema dinámico de información a nivel directivo, que tenga en cuenta todos los sitios, todas las herramientas y todos los dispositivos en los que un directivo absorbe información hoy en día. En empresas dinámicas, la página web es un reflejo de ese dinamismo: constantemente actualiza y comenta noticias de trascendencia corporativa, con comentarios, con una comunidad alrededor, y con una gestión de redes sociales que ayude a sostener esa actividad de intercambio y presencia permanente. En las estáticas, la página web es simplemente un folleto que se actualizó hace… varios meses.
En ocasiones, este tipo de estrategias de gestión proactiva de información surgen de manera espontánea: en startups, en empresas con fundadores con una fuerte vocación tecnófila o geek, es relativamente normal encontrar fundadores que, de manera natural, eran usuarios de herramientas como Google Reader o, posteriormente a su vergonzosa defenestración por parte de la Google más irresponsable y estúpida de todos los tiempos, de Feedly u otros sustitutos similares. Hace ya un año desde que Google clausuró Reader, y la gran mayoría de sus «refugiados» huimos a Feedly, una startup de veinticinco empleados en San Francisco que, en pocas semanas, pasó de cuatro a quince millones de usuarios, además de poner en práctica a toda velocidad una estrategia que le llevó a obtener casi veinticinco mil usuarios de pago (entre los cuales tengo el gusto de encontrarme).
La importancia de este tipo de herramientas en el desarrollo de una estrategia dinámica de gestión de información en la empresa no puede minimizarse. En aquellas empresas con las que trabajo para tratar de desarrollar una cultura innovadora y sensible al contexto informativo, el uso de este tipo de herramientas es lo primero que intento implantar. Conseguir que los directivos de una compañía empiecen a gestionar su información diaria en Feedly, con todo lo que ello conlleva de eficiencia, supone, sometido a las dinámicas de top-down adoption, un auténtico cambio en la forma de enfrentarse al ecosistema informativo, y termina por generar, cuando se implanta adecuadamente, una auténtica «máquina de café» o «dispensador de agua» virtuales en los que se discute la información que resulta interesante para la compañía.
En un entorno en el que los inputs resultan cada vez más variados y más difíciles de gestionar, todo directivo debe plantearse la gestión de información como una de sus tareas fundamentales. Además, gestionar un entorno en el que procesar y almacenar esa información relevante para su uso posterior – en lugar de simplemente estrujarse el cerebro pensando dónde diablos leyó aquello que era tan relevante para lo que se está hablando en ese momento – resulta cada día más diferencial. Y si lo unimos a la capacidad de compartir parte de esa información y poder convertirse en referencia al respecto o elevar su Klout particular en los temas de relevancia para su vida profesional, hablamos ya de cuestiones que reflejan en gran medida la esencia de lo que debe ser un desarrollo directivo en los tiempos en que vivimos. Algo que, además, no va a desaparecer ni a pasar de moda: los tiempos de los directivos discretos, desconocidos y que no hablaban más allá de la puerta de su despacho han pasado ya.
Somos lo que compartimos. Y en entornos corporativos, cada día más. Una persona que, en su desarrollo en unos de esos ecosistemas informacionales dinámicos, únicamente es capaz de hacer chistes tontos, queda en poco tiempo retratado como un tonto. Quien se dedica a compartir solo críticas ácidas y comentarios fuera de tono, es rápidamente caracterizado como alguien con actitud negativa, con quien no resulta agradable trabajar. Cada día más, el valor de un directivo viene no solo de su capacidad como gestor, sino de cuestiones como su eficiencia manejando información o su capacidad de influir en el entorno, tanto interno como externo.
En este sentido, parece claro que Feedly y herramientas similares tienen un importante recorrido que hacer. Pasar de ser simplemente una herramienta individual para convertirse en un entorno con capacidades sociales, con posibilidad de construir entornos privados en los que compartir y comentar noticias, y en donde generar esas «máquinas de café» virtuales desde las que plantearse alimentar con noticias y comentarios la página web corporativa, es claramente la siguiente frontera para Feedly – y además, una frontera con muchas posibilidades de convertirse en una fuente de ingresos relevante para la compañía.
Mientras, las empresas seguirán diferenciándose entre las que llevan a cabo una gestión proactiva de la información del entorno que les rodea y se adaptan a una época en la que la generación dinámica de información resulta primordial, y aquellas en las que sus empleados, simplemente, «van a trabajar» como forma de enfrentarse a una tarea mecánica que les proporcione una manera de generar ingresos. En un mundo en el que un porcentaje altísimo de los trabajos que hacemos serán sustituidos pronto por robots, la motivación va a ser el elemento fundamental que defina quiénes mantengan su trabajo y quienes lo pierdan. En términos tanto corporativos como individuales, toda una elección.
(This article was previously published in English at Forbes, «The importance of a dynamic information management strategy in your company«)
Hemos hablado del trato arrogante a los clientes por parte de grandes empresas, pero en Google pudimos ver las dos caras de la moneda. Pudimos ver un excelente ejemplo de empresa considerada y amable hasta que empezó a mostrar cada vez más actitudes desconsideradas y terminó quitándose la careta definitivamente con la coz propinada a sus usuarios de Google Reader.
Hablas de adaptarse a un nuevo entorno bidireccional y participativo en el que vivimos hoy, pero las empresas siempre deberían tratar a sus clientes con la misma consideración que a ellos les gustaría ser tratados. Probablemente una gran parte del trabajo estaría hecho con eso.
Creo que la bidireccionalidad es un elemento esencial porque permite a los clientes detectar la actitud de la empresa hacia ellos. Si no la usas o la usas mal ya estás en desventaja.
En mi humilde opinión, no se trata tanto de gestionar bien la bidireccionalidad, sino de evitar comportarse como capullos arrogantes y demostrarlo con una cercanía al cliente que solo la bidireccionalidad es capaz de proporcionar. La bidireccionalidad tiene más que ver con el ‘cómo’ hacerlo que con el ‘qué’ hay que hacer.
Algo sin duda que no es trivial porque supone un cambio de mentalidad profunda para muchos empresarios sumamente capullos.