En un mundo en el que medios de produción y difusión audiovisual impensablemente sofisticados hace no demasiado tiempo están al alcance de cualquiera, la percepción de lo que es verdad y mentira puede a veces alterarse de maneras insospechadas. Hace poco escuché a un compañero del Instituto de Empresa hablar de la llamada «verdad por consenso», algo muy aplicable a este tema: por más que un fenómeno de transmisión viral lleve a medio planeta a presenciar y comentar, por ejemplo, la fragilidad del nuevo modelo de teléfono de Samsung o la simpatía y fragilidad de Lonelygirl15, la difusión del fenómeno es un suceso completamente independiente del hecho principal, que es, no lo olvidemos, el que dicho hecho sea verdad o mentira. En este caso, Lonelygirl15 era tan falsa como un billete de dos euros, y el teléfono de Samsung, construido con un sofisticado composite de magnesio y plástico con fibra de vidrio, puede utilizarse hasta a modo de martillo para romper platos con él.
Los hechos: aparece un vídeo de 21 segundos en YouTube, «Samsung handset, easy to break at one try!» (ya retirado) en el que se muestra como una mujer, con un leve movimiento, parte un teléfono Samsung Ultra Edition en dos pedazos (ver C|Net, Yahoo! News). El teléfono, al parecer, había sido manipulado cortándolo previamente para que rompiese sin ninguna dificultad, fue visto por varios millares de visitantes durante varios días, como suele pasar habitualmente cuando los vídeos expuestos en YouTube obtienen cierta popularidad. La autoría del vídeo es anónima, desconocida, pero el perjuicio para la imagen de marca de Samsung resulta claro. Llegan a aparecer, incluso, contravídeos en Google Video, en donde se demuestra la aparente resistencia del terminal (vía Mangas Verdes). Y en el medio del lío, aparece YouTube y afirma que el vídeo original ha sido retirado por petición expresa del propietario del copyright, que no era otro que… ¡¡Motorola!!, el principal competidor de Samsung en ese segmento de mercado con su línea Razr. La batalla y las demandas por competencia desleal están servidas.
Es evidente: las cosas, en Internet, hay que tomarlas, como dirían los ingleses, with a grain of salt. Puedes estar leyendo una noticia aparentemente documentada hasta la saciedad en un blog en el que confías a ciegas, o un vídeo casero que mucha gente ha votado como favorito en una red social, pero ten en cuenta que bien sea por el uso de información incompleta y de manera completamente inocente, o de forma parcial y absolutamente interesada, la información no está ahí para ser tragada sin masticar. Sólo un irresponsable se conectaría un puerto serie al cerebro y absorbería indiscriminadamente información sin plantearse su procedencia y los intereses que podría haber detrás de su difusión. Cuando los medios de producción y difusión se popularizan, es preciso y fundamental, educar el sentido común, ese «menos común de los sentidos» que nos permite deducir o comprobar las cosas antes de tocar a rebato las campanas. De todas maneras, no es fácil. El sentido común o crítico no se desarrolla en cinco minutos. Y más, cuando tantos años de actitud pasiva y digestión somnolienta de las noticias delante de la televisión nos contemplan…
Seguramente sea la gran virtud y el gran problema que acarrean los torrentes de información en que nos movemos. Todos podemos ser fuente (producir, o sea, web 2.0 en su más pura esencia), pero discriminar la confianza en una fuente o en otra es un asunto delicado. Casi diría que la cuestión es irresoluble. Vamos, sin más, una característica de estos tiempos.
Que cada cual aguante la vela de a quién otorga credibilidad y a quién no.
Un saludo.
Julen
De lo que oígas, no te creas nada, y de lo que veas, la mitad. La razón, y sólamente su utilización nos sirve para discernir entre lo verdadero y falso en el mundo de la sobreinformación.
Efectivamente, jamás el ser humano ha estado tan inundado de información y al mismo tiempo tan desinformado.
Saludos.
Estimado Enrique.
Aunque no soy muy dado a este tipo de alabanzas públicas, te doy mi enhorabuena por esta reflexión tan profunda acerca de una cuestión que me preocupa de manera especial.
Un saludo.
Cando dije «tan profunda» quería decir «tan redonda».
G.
Lo que mas me llama la atención es el poder (de internet) y la utilización que roza en lo fraudulento…
Espero que «nadie» salga ahora diciendo que hay que regular de alguna manera el youtube, porque sería el colmo
Ese es precisamente el tema, DeCa. Lo que comenta Julen acerca de que cada cual aguante su vela me parece fundamental: al otorgar medios de producción a cualquiera que pasa por la calle, podemos tener un problema de credibilidad de las fuentes. Pero líbrenos dios de la tentación de erigir a algún poder en «supervisor de la credibilidad» para todos o para «mentes desinformadas», a modo de «Ministerio de la Verdad»… Podemos hablar de que cada uno tiene que aprender lo que es creíble y lo que no, de acercar a toda la población la educación para discernirlo, o de lo que quieras, pero no de tentaciones totalitaristas y montillistas de «controlar» la información. Y perdón por la mención a lo estrictamente político, pero es que me parece gravísimo que en las próximas elecciones catalanas un tercio de la población vaya a votar a un candidato que es un convencido de que «hay que controlar la información».
De todas formas el rumor y el libelo no es algo que haya nacido con Internet. Recuerdo cuando era joven, (habla el abuelo cebolleta), el modelo Dauphin de Renault lo llamábamos el coche de la viuda, porque se decia/comentaba que se salía en las curvas.
Nadie demostró que eso fuera cierto, pero por si acaso sus propietarios cargaban un saco terrero en el maletero, decian que eso le daba estabilidad. Para que corriera ese rumor no hizo falta Internet.
Tampoco la publicidad denigrando a la competencia es nueva.
Lo que es verdad o mentira, que se lo pregunten a los húngaros. Y no fue «por culpa de Internet»
Hola a todos, este es el 2 artículo que leo referente a estos temas en menos de una semana.
El 1�º fue el de Juan Manuel de Prada, en el XLSemanal.
He de decir que la reflexión de Enrique me parece más acertada.
Yo creo que efectivamente, el hecho de popularizar la generación de contenidos, y el hecho de que no existan los tradicionales mecanismos de control de cara a la publicación de los mismos nos lleva a este tipo de situaciones.
Pero yo, sigo prefiriendo con mucho el de poder elegir entre 1000 fuentes de credibilidad sin contrastar, es más algunas incluso con tendencia malintencionada que tener que creer la/las versiones contrastadas, y controladas de los hechos.
El problema yo creo que está en la asunción de responsabilidades. Cada vez nos acercamos a modelos en los que la sociedad civil tiene más herramientas para demostrar su fuerza. Pero para que esto funcione, yo creo que es fundamental que el individuo adopte patrones de responsabilidad sobre lo que hace, y que no tire balones fuera.
Si nos dan medios para conocer lo que publica cualquiera, es responsabilidad nuestra el aplicar nuestros filtros, y nuestras cautelas, y debemos de asumir que somos responsables del uso que le damos a la información. Ya no vale la escusa de, «es que me dijeron que era así».
Celebro el tema tratado. Quisiera hacer notar otro elemento de la cadena informativa que también está contribuyendo hoy en día a determinar qué existe -y por tanto aspira a ser verdad- y lo que no. Son los buscadores.
la verdad la mentira tiene pata cortas yo no le veo ni las patas porque no tiene o alguno las vio???