Víctor M. Osorio me llamó hace unos días para hablar sobre las salidas a bolsa de empresas tecnológicas, al hilo de la de Twitter e intentando acumular experiencias de otras muchas anteriores, y hoy lo ha publicado en papel bajo el título «Cómo gestionar de forma adecuada una salida a bolsa«, y en la red con el de «Twitter debería evitar los errores de Facebook en su salida a bolsa«.
Fundamentalmente, hablamos de temas relacionados con la elección del momento adecuado, el desarrollo del proceso desde el anuncio, la gestión del llamado «quiet period», el control de los bancos de inversión que llevan a cabo la colocación, y el precio, y de cómo esta serie de factores podían determinar el éxito o el fracaso de la operación.
La elección del momento es, sin duda, importantísima, aunque los grados de libertad en este sentido pueden ser en ocasiones mucho menores de lo que supondríamos. Los momentos alcistas del mercado y los vaivenes que sufren las valoraciones de las empresas tecnológicas marcan una agenda difícil de gestionar, pero con la que hay que intentar alinearse lo mejor posible.
Además, es fundamental hacer una gestión proactiva del proceso desde el momento del anuncio: para las empresas que, como Twitter, pueden optar por la «vía discreta» abierta por la JOBS Act, las posibilidades de control sobre dicho proceso son muy superiores. Una vez enviada la documentación a la SEC y aceptada por esta, muchos de los factores que intervienen en el proceso no están bajo el control de la compañía: la SEC puede tener trabajo acumulado y retrasar su respuesta, o puede poner todo tipo de objeciones y reclamar más información, en un intercambio que suele ser de todo menos ágil. La gran diferencia entre el antes y el después de la JOBS Act es que, a lo largo de todo ese proceso, la información de las compañías que cumplan los requisitos para acogerse (menos de mil millones de facturación, entre otros) puede mantenerse confidencial, lo que evita que periodistas y analistas de todo tipo empiecen a analizarla y a hacer sus críticas o recomendaciones. El proceso está, en realidad, pensado para que compañías que estén considerando la opción de salir a bolsa puedan hacerse una idea de sus posibilidades sin tener que revelar toda su información, lo cual no es el caso de Twitter, pero sin duda es algo que han utilizado muy bien.
No importa cómo de buena sea tu información, a partir del momento en que se haga pública, te verás expuesto a un sinfín de vaivenes derivados de análisis, en muchas ocasiones completamente absurdos, que generen dudas de todo tipo. Y lo peor, una vez que la información sea pública, estarás dentro del llamado quiet period, que limita severamente tus posibilidades de comunicación, de respuesta o de aclaraciones a nada que los analistas digan: prácticamente todo lo que digas en cualquier medio puede ser considerado un hyping, o calentamiento del valor, o un forward looking statement, una información no contenida en la documentación que enviaste a la SEC, lo que te pone en disposición de recibir sanciones o incluso de retrasar tu salida. A determinadas informaciones tendrás que contestar a través de buenos amigos, de bloggers presuntamente independientes, o «inspirar» respuestas sin darlas directamente, como ocurrió con el famoso artículo en el que General Motors anunciaba la retirada de su publicidad en Facebook en pleno quiet period de la salida a bolsa de la compañía. Especialmente sonada fue la entrevista que los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, concedieron a Playboy en julio de 2004, disponible en la web de la SEC, que estuvo a punto de significar un retraso de la salida a bolsa: pocas veces las páginas de Playboy han levantado tanto revuelo por un contenido en el que los protagonistas, además, salían completamente vestidos :-)
Está además el asunto de los bancos de inversión: alinear los intereses de estos con los de la compañía no siempre resulta sencillo. Para los bancos, la cuestión principal es poder ofrecer a sus clientes una buena inversión. Para la compañía, puede serlo el obtener accionistas que estén dispuestos a quedarse un tiempo con la compañía, a confiar realmente en la buena marcha y en la visión estratégica de esta. En función de cómo gestionen y presenten a sus clientes los bancos de inversión tus acciones, y del precio que finalmente pongas a las mismas, puedes encontrarte en algún punto del continuo que separa a una manada de especuladores que buscan el beneficio rápido, o a un puñado de inversores responsables que esperen acompañarte mientras la compañía continúa generando valor.
Finalmente, cómo alinearte con tus propios trabajadores. Una empresa en la que muchos trabajadores tienen acciones se convierte, en los meses previos a la salida a bolsa, en una auténtica jaula de grillos en la que muchos se dedican a rehacer y redecorar su vida confiando en las ganancias que supuestamente van a obtener. Nuevas inversiones, nuevos coches, nuevas casas, nuevas opciones vitales que pueden hacer difícil mantener la concentración del equipo y la vista puesta en la estrategia. Otro factor más a considerar, y en el que las posibles dilataciones de los tiempos solo pueden tener efectos negativos.
Muchos elementos, de naturaleza muy compleja, y en los que muchos de los factores escapan al control del protagonista. La recompensa es potencialmente importante, pero el proceso para llegar a ella, sin duda, no es para nada sencillo.