Mi columna de esta semana en Expansión se titula «Patentes e innovación» (pdf), e intenta, a partir de las recientes declaraciones de Jeff Bezos posicionándose en contra del funcionamiento del actual sistema de patentes, construir un argumentario para su más que necesaria reforma.
A continuación, el texto completo de la columna junto con los enlaces que utilicé para documentarla:
Patentes e innovación
En una reciente entrevista, Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon.com, habló del actual sistema de patentes como algo que si bien debería incentivar la innovación, estaba empezando a actuar como freno a la misma, dando lugar a una batalla muy poco saludable para la sociedad que podía llegar a coartar el desarrollo de toda una auténtica edad de oro tecnológica.
Obviamente, Bezos juega un papel interesado cuando habla de un momento, el del desarrollo de la movilidad y de los dispositivos inalámbricos, en el que su empresa es un actor difícil de ignorar. Pero las actuales guerras de patentes están dejando una clara víctima colateral: el propio sistema de patentes y su credibilidad como incentivo a la innovación.
Las patentes han sido, durante años, un sistema escasamente cuestionado. De manera simplista llegaron a utilizarse incluso como termómetro, incentivando a empresas o investigadores en función del número de patentes que lograban registrar. Los «patent trolls«, que juegan con la debilidad del sistema para patentar invenciones obvias o genéricas y extorsionar posteriormente a todos aquellos que las utilizan, se remontan a hace ya varias generaciones, pero están actualmente en su apogeo.
Dejar de incentivar la innovación otorgando una explotación temporal en exclusiva a quien la desarrolla supone permitir el llamado free-riding: «que inventen otros, que yo ya copiaré sin esfuerzo». Pero entre la amoralidad del free-riding y el «ese terminal copia al mío porque tiene esquinas redondeadas» tiene que haber límites. Y posiblemente el límite esté, como decía un juez del Supremo de los Estados Unidos refiriéndose a la obscenidad, en el sentido común: no sé como definirla de manera precisa, pero «lo sé cuando la veo«.
Proteger al innovador es importante, pero no a costa de ralentizar el ritmo del progreso generando barreras de entrada absurdas a la innovación. Las patentes no eran para eso. Si las estamos usando mal, habrá que pensar en redefinirlas.
Interesante debate!!! Recuerdo la clase de Empresa, Gobierno y Sociedad con Carlos Rufino en el IE sobre el tema de las patentes… Fue un verdadero descubrimiento!!! Personalmente creo que las patentes tienen que, como poco, reformularse sino «desaparecer». Al ritmo que tienen que ir las cosas para ser pioneros en el mercado no hacen más que frenar el progreso y proteger a unos pocos interesados que justifican las patentes con sus «inversiones» en I+D… Si eres el mejor la gente lo tiene que percibir por ello y no porque tienes el privilegio de ser el unico.
¿A quien le preocupa la innovación? La leyes las escriben los vencedores. Las patentes son barreras de entrada. Lo politicamente correcto es decir que protegen la innovacion…
«la amoralidad del free riding»… En copiar hay un reconocimiento objetivo del valor. Como decia Mark Zuckerberg, en la filosofía hacker hay que usar «el mejor» programa.
De pequeño recuerdo un cuento de un inventor aislado en su laboratorio, que invento la TV y de camino a la oficina de patentes vio que se vendian en los escaparates…
A nadie les gusta los patent trolls… y tampoco a la empresa que trató de patentar el one-click-order. Más «patent troll» imposible.
Pues cada vez la investigación académica indaga más y más en la idea de que no sean necesarias las patentes para fomentar la innovación. Un paper sobre esto. Yo veo mucho más inmoral la patente.