David Bretos, de La Vanguardia, me llamó para hablar de los gadgets tecnológicos y la obsolescencia, y hoy lo publica, junto con opiniones de Albert Cuesta, bajo el título «¿Cuándo se queda anticuado un gadget?» (ver en pdf).
Hablamos de externalidades de red, de efectos ecosistema que posibilitan innovación asociada a la extensión del parque de un dispositivo completo, de prestaciones que pueden empaquetarse en función de variables limitantes como tamaño, peso, precio o duración de las baterías, de segmentación de los distintos tipos de público, etc.
Entiendo que si un gadget es aquél artículo costoso e innecesario que adquirimos por capricho o porque los compañeros lo tienen, será una mala inversión, a veces no tenemos ni idea de cómo funcionan totalmente, pero ¿qué importa eso?.
Si tiene unas características que realmente necesitamos y de las cuales sacamos un provecho será buena, pero habría que ver que porcentaje se da de uno y otro caso, podría haber sorpresa.