Tremenda destrucción de valor, equivalente a quemar 6,650 millones de dólares en una pira: uno de los gigantes europeos de los envíos de comida a domicilio, Just Eat, vende la norteamericana Grubhub, que había adquirido en junio de 2020 por 7,300 millones de dólares para llevar a cabo su expansión en los Estados Unidos, y lo hace por 650 millones de dólares, una diferencia de valor como mínimo apabullante.
La compañía ha sido adquirida por Wonder, la última aventura de Marc Lore, un emprendedor de la distribución con muchos tiros pegados – Diapers.com, vendida a Amazon en 2010; o Jet.com, vendida a Walmart en 2016, entre otras – y ha provocado una fuerte subida de sus acciones.
¿Qué lleva a una caída de valor como la experimentada por Grubhub? En primer lugar, todo parece indicar que la gestión de la compañía no fue especialmente buena: durante la pandemia, que dio lugar a un incremento enorme en el uso de servicios de envío de comida a domicilio, fue la única compañía que no logró crecer.
En segundo, la cuestión de los fee caps: en el punto álgido de la pandemia, numerosas ciudades norteamericanas, desde Nueva York hasta Las Vegas, tomaron enérgicas medidas contra las comisiones que las empresas de envío de comida a domicilio cobraban a los restaurantes. Uber Eats, DoorDash y Grubhub llegaron a cobrar hasta un 30% por pedido, lo que, en un contexto en el que los restaurantes no podían prácticamente hacer otra cosa porque la alternativa era cerrar, dio lugar a fuertes quejas y, eventualmente, a que algunos estados como Massachusetts, New Jersey, Oregon o Washington, y más de setenta condados, ciudades y comunidades locales optasen por poner un límite de entre el 5% y el 15% a esas tarifas.
Aunque varias compañías de envío de comida a domicilio han denunciado esos fee caps, y han logrado revertirlos en algunos casos, Grubhub afirma que la medida le cuesta en torno a los cien millones por año, algo que penaliza duramente sus posibilidades de alcanzar la rentabilidad.
Por otro lado, la adquisición de Grubhub en 2020, al principio de la pandemia, se vio afectada por una fuerte batalla entre Uber y la que al final acabó haciéndose con ella, Just Eat, que como resultante del proceso terminó pagando claramente un premium muchísimo más elevado de lo que valía la compañía.
Un fuerte golpe para las aspiraciones de Just Eat de entrar en el mercado norteamericano, y una demostración de que las cosas, en industrias como la del envío de comida a domicilio, no son en absoluto sencillas: restaurantes que se quejan por aparecer en listados de ofertas sin haberlo solicitado, condiciones laborales espantosas que harían palidecer a cualquier tratante de esclavos del siglo XV, y problemas para establecer una presencia en mercados en muchos casos hipercompetitivos que ejercen una fuerte presión sobre los precios. Al final, ante determinadas condiciones de mercado, las compañías se quedan tan bajo la lluvia como sus repartidores en muchas ocasiones.
La fuerte popularización de los envíos de comida a domicilio invitaron a muchas compañías a intentar conquistar ese mercado y a tratar de cambiar nuestros hábitos para que prácticamente dejásemos de cocinar en casa, pero todo indica que las cosas no van a ser tan sencillas. Y francamente, me alegro mucho de que así sea.
No veo claro el reparto a domicilio, Por fuerza tiene que ser caro, salvo que se extorsione a los rider con sueldos de miseria .
Del bar de la esquina a mi casa un ciclista tienr que llegar al bar, cargar el pedido, viajar a mi casa, llamar a l timbre y esperar-
Eso no lo puede hacer en menos de 15 minutos, si luego tiene un tiempo de espera de otros 5 minutos entre pedidos, hace unos tres repartos a la hora, Cada envío se pone a unos 4 euros como poco, solo en rider, Y el resto de la infraestructura, oficinas. quien reciben el pedido, mandos, etc,… pueden ser dos 2 euros mas por pedido, Por una comida para dos que vale unos 36 euros, eso supone 1/6 del pedido casi un 17% mas de los que s les dejan pedir al restaurante.
Que te traigan la comida a casa, como costumbre, es una especie de lujo asiático, aunque sea de la pequeña Asia… y desde luego, no tanto por el coste en gasto monetario, como en gasto en salud… vale para los que practican el sillón ball, en vez de andar hasta la tienda o un restaurante normal, que ya los hay con platos muy buenos.
En el fondo es el boom del comodismo, en este momento muy siliconado, que va a derivar en extinción mediana (obesidad y problemas endocrinos de todo tipo…), tal como ha derivado el lenguaje humano en un guau guau sin control.
También es algo parecido a la emigración de las calles virtuales, porque no apetece luchar contra los matones que las quieren monopolizar… como si las bandas callejeras no fueran a tomar el centro de la ciudad, una vez que controlen los barrios periféricos.
No se quiere aprender ni de la Historia de Roma, ni del mucho trabajo que ha hecho la llamada naturaleza, para ir mejorando muy poco a poco el proceso evolutivo. Y si no, que se lo vayan preguntando al Bukele, por ejemplo.