Llevaba un tiempo dándole vueltas a una idea, y el capítulo 24 del muy recomendable «A hacker’s mind«, de Bruce Schneier, me ha ayudado un montón a terminar de darle forma: el capital riesgo como forma de hackeo del mercado.
La idea es simple: cuando una idea se presenta ante los capitalistas de riesgo en busca de una ronda de inversión, lo que esos potenciales inversores ven no es simplemente una idea de la que tienen que analizar su potencial, sino el potencial que realmente puede ser capaz de alcanzar si ellos, con su inversión, son capaces de mantenerla en un estado de ineficiencia hasta que haya alcanzado un estatus de dominio de su mercado que le permita seguir por sí misma.
Me explico: una idea puede ser aparentemente buena o incluso disruptiva, pero no ser rentable en absoluto. De hecho, es muy posible, y tenemos múltiples ejemplos, que la idea en realidad sea una auténtica ruina cuyas cuentas haya que sostener artificialmente durante años, pero que por el hecho de hacerlo, sea capaz de acabar con muchas otras compañías que llevaban a cabo esa función mediante un esquema tradicional, y terminar así haciéndose con su mercado. Cuando eso ocurre, los capitalistas de riesgo sacan la compañía a bolsa, dan entrada a otros accionistas con generalmente menores expectativas de rentabilidad deslumbrados por el «éxito» de la compañía desde un punto de vista competitivo – que no de rentabilidad intrínseca – y se retiran con unos multiplicadores brillantes. Si añadimos el «efecto cartera» que permite diversificar el riesgo, un negocio sin duda interesante, siempre que el sentido común asista a la hora de escoger las inversiones. Las compañías financiadas pueden, a partir del momento en que el capital riesgo se retira, aspirar a rentabilidades razonables – no por supuesto a subir bruscamente los precios, puesto que ello daría entrada a nuevos actores – y a plantear, posiblemente, innovaciones que la homologuen como nuevo estándar de su industria.
El modelo del capitalismo de riesgo tiene cientos de años de antigüedad, pero no fue hasta mediados de los ’80 cuando se hizo especialmente conocido debido a su papel en la primera burbuja de internet y en el ascenso de las big tech para convertirse en las compañías más grandes del mundo. De los 50,000 millones que suponía en 2010, pasamos a los más de 295,000 millones que alcanzaba en 2019, y eso medido, obviamente, como inversión nominal, no como beneficios adicionales obtenidos de otras fuentes ni mucho menos como rentabilidades obtenidas.
No hace falta escarbar mucho para encontrarnos con muchísimos ejemplos de compañías que han sido capaces de competir únicamente debido a los «esteroides» que suponía tener detrás cantidades significativas de capital riesgo: Uber nunca aspiró, en sus orígenes, a ser rentable. Estaba perfectamente claro que con los precios que ofrecía, perdía dinero en cada recorrido. Pero tras hacerse todo Sand Hill Road del derecho y del revés, contaba con suficiente dinero como para financiar sus pérdidas durante años, arruinar a una industria caracterizada por su enorme ineficiencia y su escasa estructura, y quedarse con el negocio del transporte urbano de viajeros. Desde su fundación en 2009, Uber recibió más de 25,500 millones de dólares, sin siquiera soñar con alcanzar el punto de equilibrio ningún año. En 2019, la compañía perdió $8,500 millones en todo el mundo, o 58 centavos de cada dólar, en cada uno de los 5,200 millones de viajes. Pero existen numerosos inversores dispuestos a seguir invirtiendo en ese pozo sin fondo, porque se supone que esperan el momento en que la conducción autónoma permita a la empresa despedir a todos sus conductores y prescindir del capítulo de costes más significativo en su estructura.
Lo mismo podemos decir de muchos otros casos: WeWork, Theranos, compañías de envío a domicilio de todo tipo de cosas, o la misma OpenAI, que jamás habría podido costear los importantísimos gastos que supone entrenar modelos con miles de millones de parámetros en la nube si no hubiera sido por las importantes inyecciones de capital que recibió cuando aún estaba muy lejos de obtener ningún tipo de ingreso. Si prolongas el modelo hasta el infinito y más allá, distorsionas la competencia y puedes, al cabo de un cierto tiempo, aspirar a redefinir el mercado – o destrozarlo completamente – y posiblemente, beneficiarte de ello.
Decir que el capitalismo de riesgo supone un problema es algo que podría fácilmente convertirme en el profesor más impopular de una universidad caracterizada como especialmente enfocada al entrepreneurship y por cuyas aulas se pasean regularmente representantes de esa industria. Obviamente, la disponibilidad de capital dispuesto a asumir un riesgo y financiar una idea que puede necesitar, en algunos casos, un cierto tiempo para madurar y convertirse en rentable parece no un problema, sino una característica favorable de cara a la innovación.
Sin embargo, como en todo, la cuestión están en los matices: una cosa es financiar una idea que precisa de una maduración larga o de una inversión elevada para ser rentable, y otra distorsionar a propósito el panorama competitivo de una industria para que una idea no rentable pueda hacerse un sitio a codazos y reorganizar, manu militari, sectores enteros mediante una forma de competir, básicamente, subsidiada por terceros. Diferenciar un modelo que financia la innovación de uno que simplemente aspira a subsidiar un modelo no rentable es, supuestamente, lo que deberíamos ser capaces de hacer, pero a medida que más compañías de capital riesgo alcanzan escalas capaces de generar esas distorsiones, se vuelve más complejo y más difuso.
¿Opiniones?
This article is also available in English on my Medium page, «Venture capital: when creative disruption becomes destructive creation»
El problema del capital riesgo cuando apuesta por empresas no rentables como claramente fue, es y será UBER es que sus «ángeles» actúan como distorsionadores del mercado y son unos consejos de administración los que planifican que empresas si deben continuar a expensas de distorsionar y corromper el mercado. Se pasa de competir al todo vale, usar el dumping, la compra de medios, blogs, políticos con el único fin de servir a sus intereses especulativos
los culpables son solamente esas sociedades o lo son también a los bobabilicones que babean con Uber, Lyft, Theranos, y tantas otras?
Luego cuando caen bancos como el SVB que pena que estaban apostando por Startups….
La cuestión es cómo el publico general, que es el que al final avala las «burbujas» al comprar acciones después de la salida a bolsa, puede distiguir (en una primera fase cuando están dando perdidas) entre unas empresa tecnológica con resultados tan dispares (a futuro, claro) como han tenido TESLA y NIKOLA (o RIVIAN ya puestos en el sector)
Digo esto entendidendo que la mayoría de los IPO terminan reportando pérdidas a los que compran acciones el primer día y que los que se forrar son los emprendedores, fondos de capital riesgo, bancos que sacan la empresas a bolsa, brokers, etc y que a estos no les importa que sea una burbuja o no.
Por cierto Enrique, en tu artículo usas muchas veces el término «capitalismo de riesgo» como sinónimo (o eso creo) de «capital riesgo» pero encuentro que no es algo usal. En inglés está «Venture Capital» y el que lo practica puede ser un » Venture Capitalist» pero no encuentro «Venture capitalism». En español tampoco encuentro que se use mucho lo de «capitalismo de risgo». Sería raro que fuese un error porque sabes de lo que hablas pero me llama la atención.
En cualquier negocio que emprendas tienes que aportar dinero hasta que consigas el volumen de ventas que te permita el equilibrio con tus gastos, hasta entonces estas vendiendo técnicamente en dumping, (vender por debajo de coste).
Y esto en algunos negocios se consigue en poco tiempo y otros se precisa mucho tiempo. Por poner ejemplo, un bar de barriada tardará muy poco en darse a conocer, por lo que, (si ha acertado), entrara en números negros en pocos meses. Pero si vendes comida a domicilio, puede que para darte a conocer tengas que hacer grandes campañas de publicidad y mantener los precios bajos, de forma que solo con la venta masiva alcances el equilibrio, y esto tardes años en conseguirlo.
Otra cosa es lo que dices tu, entro con precios de dumping, para arruinar a la competencia y luego, cuando me quede solo, vendo una empresa floreciente, porque vende mucho y no hay competencia.
Como siempre, donde está la frontera entre las dos posturas, Sólo sus directivos lo saben. Hoy me he enterado que Blockbuster perdió dinero todos los años en que existió. ¿Fue dumping lo que hizo, o simplemente no alcanzó el nivel de clientela que intentaba?
El problema es complejo. Monstruos como Uber simplemente no deberían existir, porque perjudican más de lo que aportan. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
Me alegra mucho, Enrique, que en este tema finalmente te hayas decidido por hacerle caso al sentido común. ¿No te parece?
Quizá debería ponerse un plazo máximo de años de perdidas y superado ese plazo, dar a las empresas como quebradas y obligar a su disolución.
En principio no suena mal la idea, pero es dificilísimo de implementar, sobre todo en épocas como 2008, 2020 o similares. ¿Cómo sabes si no pierden dinero por una situación coyuntural o estructural? Tendrías que auditar todas las empresas y ponerte a cerrar unas cuantas, lo cual sería también tremendamente caro e impopular
Partiendo de que suena razonable tu idea, ese plazo máximo depende del tipo de emprendimiento, y por tanto es difícil de juzgar. Una startup que, p.ej., tiene que crear máquinas y «sufrir» un proceso de certificación médica, es muy diferente a una que «solo» tiene que escribir código.
No es necesario, las ley española tiene la contemplada la figura del dumping para estos casos.
A menudo se dice que una sentencia del TJUE de 2017 legalizó el dumping en España y toda la UE. Recordemos que vender bajo coste (salvo excepciones específicas como saldos y promociones limitadas) fue siempre ilegal en España (y supongo que en muchos otros paises) hasta que la famosa sentencia del TJUE declaró que dichas leyes contradecían una directiva europea en los casos de transacciones entre profesionales. Es decir que la ilegalidad de venta bajo coste para acaparar un mercado sólo era aplicable en ventas a consumidores.
Pero es que este último es el caso de Uber. Por tanto, sin ser experto el leyes, supongo que mañana mismo el MInisterio de Comercio español podría abrir investigación para acabar multando a Uber y obligarle a poner precios acordes a sus costes.
No sé muy bien por qué no se hace, seguro que algo se me escapa
Me doy cuenta que no es tan sencillo. «No hay soluciones simples para problemas complejos»
Supongo que la burbuja de las dot.com es la del 98-2000. El venture capital en startups tecnologicas data de los 60-70, de ahí salió el germen de toda la economía basada en la tecnología digital y su progresión, no en la ley de Moore.
La realidad es, que no es así como va, aunque lo parezca, y la fenomenal castaña de la burbuja del 2000 lo dejo bien a las claras. Da igual el dinero que metas en una empresa, se llame AOL o Terra (Terra nunca fue invertida por VC, era de Telefónica, operador único del monopolio de Infovía)
Y más claro lo dejo Google, que nadie lo usaba en España, ni casi EE.UU., y te miraban raro cuando abrías una página en blanco que no era un «Portal de internet» (je), que con un cheque de 100.000$ barrió el mercado de Altavista, Yahoo, etc.
O Facebook, con apenas 15.000$ en la cuenta hasta que llego mr. napster.
En común tienen Google y Facebook, que nadie apostaba por esas empresas, por que suponían un riesgo importante, nada menos que competir y darle la vuelta a la tortilla de las empresas dominantes de la época.
Pero sucedió.
(No conteis con que OpenAI sobreviva ni domine el mercado. No es esa empresa.)
Lo que importa es otra cosa, que venía inserto en el ADN del modelo de las primeras empresas de los años 60. Si me apuras, desde el ferrocarril que abrió el valle y la bahía de San Francisco al comercio.
El filo de la navaja. Lo afilada que está la hoja de la empresa. (Para ver eso, hay que saber un poco de metalurgia y forja)
De verdad, da igual la cantidad de dinero que metas en una empresa, y lo vemos continuamente con Enron, Theranos, Wework, etc., y un montón más, no tan conocidas.
Llegan Larry y Serguéi Mijáilovich, Mark, Jobs (compitiendo con IBM), y se acaba el cuento.
El material que hay que tener, es diferente.
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Es la cultura del pelotazo y punto. Además los inversores venture solo se fijan en negocios de tecnología de código, por lo menos en España, que se supone que despegan rápido y te permiten dar el chupinazo en un par de años. Ponte a emprender en deep science (es decir startups que se basan en nuevos principios científicos, que requieren maquinaria, pruebas a medio plazo o certificaciones médicas) y verás qué careto te ponen los grandes fondos de inversión venture española. Lo digo por experiencia propia.
Totalmente de acuerdo.
En un mundo ideal, debería haber mediddas «anti-dumping» para éste tipo de inversiones, en los que el objetivo es arruinar a la competencia para poder después establecer el precio que te de la gana.
Al final es la definición de dumping…
El público no avala los pelotazos, lo sufren. Si un jabato inversionista para blanquear su dinero apuesta en una olorosa mierda, se debe a dos factores, el primero que ha perdido el olfato, el segundo que no le ha costado nada de esfuerzo ese capital. El capital sudado no se regala al imbécil, o no debería, que te propone un negocio redondo, basado en saltarse regulaciones existentes, maltratar a sus empleados o falsos autónomos, en un crecimiento exponencial dopado, por ejemplo a nivel mundial. Ese es el paradigma de UBER. Que luego haya negocios hormonados con esteroides a base de retorcer legislaciones, levantar prohibiciones donde no las había, quedarse con el negocio de los demás, recibir subvenciones, ese negocio puede ser bueno para el softbank de turno, pero nunca lo será para un público no idiotizado. Ese el paradigma del espejismo de Tesla.
La fábula de la lata de sardinas
Se dice que un señor compró una lata de sardinas. Una lata de sardinas brillante y lustrosa como pocas. Su color plateado, sus aristas pulidas y su envoltorio lleno de colores llamaba la atención de cuantos la habían visto. Una lata de libro, de exposición, de antología.
Su dueño no paraba de presumir y de enseñársela a los amigos. Se la ofreció, finalmente, a uno de ellos, precisamente el que miraba con ojos más golosos ese lustroso pedazo de metal. “Mira, es la mejor lata de sardinas que existe; es fuerte y a la vez bella, pero necesito liquidez; por ser quien eres te la puedo vender en seis euros, un precio de amigo, ya que a mi me costó tres euros.
Una lata maravillosa
El vendedor había alabado con tal insistencia la calidad del metal, la utilidad de la anilla de apertura, el colorido de su envoltura y la belleza de sus curvas que el comprador no tenía ninguna duda de encontrase ante un prodigio y ante una oportunidad única. De hecho, el vendedor aseguró al comprador que se deshacía de la lata de sardinas muy a su pesar, y sólo porque necesitaba urgentemente dinero.
En otro caso, ¿quién iba a desprenderse de tal maravilla? El vendedor, además, se mostró convencido de que –en caso de necesidad– no sería difícil vender la lata por una cantidad muy superior.
El comprador pagó los seis euros y partió raudo y veloz a enseñársela a sus vecinos. “Es una lata maravillosa; yo he pagado seis euros por ella, pero cualquiera puede venderla sin problemas por el doble o incluso el triple de esta cantidad”. Dicho esto le endosó la lata al primero que sacó del bolsillo doce euros.
Fibre compradora
Este comprador, a su vez, consiguió venderla por 15 euros. El precio subió luego a 18 euros. No mucho más tarde y empujada por la fama que había conseguido la lata, llegaron a pagarse 30 euros y hubo quien ofreció seriamente sesenta cegado por la euforia y la fiebre compradora.
Este señor, tras pagar sesenta euros por la lata de sardinas, la llevó a su casa, reunió a la familia en torno a la mesa y depositó con cuidado la lata en el lugar mejor iluminado de la sala. Y abrieron la lata para descubrir que, efectivamente, sólo contenía sardinas, que habían pagado a precio de oro. El incauto comprador buscó al último vendedor y le exigió una explicación.
“La lata que compraste era para venderla, no para abrirla”.
MORALEJA
Más de 22.000 latas de sardinas brillantes y lustrosas como pocas, con colores plateados, sus aristas pulidas y sus envoltorios llenos de colores se venden en el Mercado de criptomonedas.
Más de 7.867 (Apr 6, 2023) latas de sardinas brillantes y lustrosas como pocas, con colores plateados, sus aristas pulidas y sus envoltorios llenos de colores se venden en el Nasdaq.
¿A «herradura azul» le sigue gustando Aceros Anacott?
Nada que objetar al texto de la entrada, así que me voy un poco por las ramas, como tanto me gusta hacer.
Cuando Vito Corleone se hace con el negocio de su contrincante, no necesita un fondo de inversión detrás, por que a esos niveles le basta con el garbo italiano desaforado y un par de buenos amigos. Aparte la consabida pistola desnumerada de «aquí te pillo aquí te mato». Solo tiene que madurar su ADN, en forma de adn social, con gran capacidad de adaptación al ecosistema de la Little Italy. Nada que no pueda hacer un Robert de Niro en sus mejores momentos.
Pero cuando un imperio Corleone necesita aporte de cash, entonces viene el Vaticano para portarlo, con los jueces, policías y políticos necesarios bien incorporados (untados).
Llegada la Gran Tecnología, el panorama ya se ha inundado de efectivo virtual, ya ni siquiera los típicos pagarés mafiosos del añorado Chicago… ya no se necesita dar confianza con amenazas matónicas, de que «le puede pasar algo a tu negocio»… simplemente basta con hacer desaparecer el dinero virtual de apoyo, y ya estás en bancarrota (luego vienen los tiburones de empresas, al modo ya clásico de WS)…
En fin, que hablar de «no riesgo» en una sociedad capitalista suena a perversión masoquista. Tanto como hablar de libertad en el mercado financiero actual. Lo que no quiere decir que el medieval fuera mercado libre.
Y me gusta mucho lo del crecimiento esteroideo, aunque suena a más viejuno que el crecimiento siliconado. Sobre todo, porque el siliconado ni química material necesita. Le llega con crear una burbuja de ideas en la mente del emprendedor, que este le transfiere, a su vez, al usuario/consumidor… y así se hacen los valles siliconados. El pobre Yahveh lo tuvo más difícil, para construirse su propio Valle de Lágrimas.
Y hablando de Él, seguro que ahora está arrepentido, por no haber puesto una data de caducidad algo menor, para el Adán que se sacó del barro. Ver como despreciamos la etapa adolescente, por ejemplo, le debe hacer pensar, que, en la alfarería de humanos, le dieron gato por liebre.
Me encanta tu artículo.? vendo online desde hace muchos años y he visto varios sectores donde entraban empresas haciendo una publicidad, contratando modelos, comprando todas las últimas tecnologías en productos con un precio de venta que no soportaba los costes de google ads etc… todas con la etiqueta de startup y sus fondos detrás… en sectores pequeños también pasa y acaban con la competencia a base de años y cartera. Muchos, hasta que nos damos cuenta de la estrategia, empezamos a perder dinero intentando seguir esa carrera sin sentido. Es curioso descubrir con el tiempo como el
Capital distorsiona el mercado de las formas más sutiles… si alguno se escapa de la quema, lo compran. la gente no es tonta: al funcionariado.
Apreciado profesor:
Lo que comparte en ésta entrada, considero que siempre ha ocurrido a través de los tiempos. La especulación y angurria de algunas personas es tan antigua como las mismas pirámides.
Quién dispone de tiempo y capital puede manejar los mercados, con la consideración de la maduración del proyecto, pueden asumir los riesgos, y la gran recompensa que obtengan. La organizaciones de capitales de riesgo llevan muy bien lo que las describe, «riesgo» realizan inversiones muy analizadas y distribuyen el riesgo, lo que les motiva no es generar empleo o contribuir al crecimiento de la economía, sólo es el beneficio y las comisiones que el «broker» obtendrá. Son empresas depredadoras y van por el bienestar común, solo apuntan por donde obtendrán mayor rentabilidad.
Aprovecho para agradecerle el darme a conocer a Bruce Schneier empiezo a leer sus trabajos a partir de ahora. Le comento que estoy en proceso de investigación para mi próxima novela y la entrada El capital riesgo como problema estructural me ha dado algunas ideas y áreas que debo investigar.
Tal vez me recuerde, soy quien le envió una mezcla de salsas picantes peruana, hace ya algunos años.
Reciba mis saludos de siempre
Antonio Tomasio
Buenos días, Enrique. Tu artículo es muy interesante. En Argentina son muy escasas las empresas «grandes» capaces de ser un «Angel Investor», por más buena que parezca la idea de un emprendedor. Considero que la inflación galopante que tenemos aquí disuade a cualquiera de invertir en cualquier proyecto privado. Por consiguiente, al menos en el Chaco, provincia donde vivo, la única manera de obtener fondos es a través del Estado Provincial. He participado de reuniones de emprendedores y los requisitos para obtener financiamiento son muy grandes, casi imposibles de cumplir. Incluso debes poner en garantía tus escasas propiedades. Por eso, en Europa, estáis recibiendo millares de jóvenes argentinos. Ellos ven como única salida al Aeropuerto Internacional de Ezeiza.