Es, sin duda, uno de los problemas de usabilidad más claramente definidos en los últimos tiempos: la gestión de las notificaciones de todas nuestras apps en todos nuestros dispositivos, compitiendo duramente por nuestra atención.
En muchos sentidos, estamos ante un problema construido por nosotros mismos: instalamos apps como si no hubiera un mañana y claramente por encima de nuestras posibilidades de gestionarlas, y terminamos completamente distraídos cada muy poco tiempo por el sonido, la vibración o el globo rojo de turno que nos avisa de que hay interacciones o contenidos que reclaman nuestra atención. El resultado es un estado de distracción permanente, una dificultad para centrarse en una tarea específica y, en general, un nivel de insatisfacción y de cansancio más elevado.
La evolución es, por otro lado, muy interesante: cuando instalamos una app, lo habitual es que lo hagamos con la configuración por defecto que esta nos solicita. Tratándose de una sugerencia de la propia app que estamos instalando, sería razonable pensar que la configuración que nos propone es aquella que la convierte en el centro de nuestra atención, como si fuera la única app que importa, pero nadie se para a pensar eso, porque en realidad, en el mundo de las apps, tendemos a pensar que solo existen dos niveles: el de que nos notifique inmediatamente cada vez que hay algo nuevo, o el de que no lo haga y se entierre en las profundidades de nuestra indiferencia.
Por supuesto, eso no es así, ni debería serlo. En realidad, lo que deberíamos hacer es una gestión mucho más proactiva de nuestras notificaciones, en función de una serie de parámetros como el dispositivo en el que se encuentran instaladas (no es lo mismo hablar del ordenador, en el que centramos nuestra atención cuando lo tenemos delante, que del smartphone, que llevamos encima en todo momento y que es una auténtica «arma de distracción masiva»), del nivel de criticidad o del tipo de notificación. El smartwatch, si lo usas, es otro peligro que requiere una gestión cuidadosa.
Las posibilidades son muchas, y reclaman una cierta reflexión. La primera y evidente es qué contenidos consideramos tan interesantes como para que les otorguemos el derecho a interrumpirnos en aquello que estemos haciendo: una notificación interrumpe casi siempre, incluso aunque estemos haciendo algo que no queremos interrumpir y estemos dispuestos a no mirarla. El simple tono o vibración nos distrae, y puede incluso llegar a ser muy molesto ya no solo para nosotros, sino para las personas con las que estamos. Hay personas cuyo smartphone, en función de su vibración constante, parece más algún tipo de juguete sexual.
La reflexión debe abarcar cuestiones de protocolo: ¿debe realmente una mensajería instantánea ser instantánea? Olvidémonos del nombre, obviamente puesto por quienes están especialmente interesados en que así sea: ¿va a pasar algo si en lugar de contestar ese WhatsApp, ese Telegram, ese Signal o ese Slack de manera inmediata, lo contestas cuando decidas tú hacerlo? Lógicamente, eso no solo afecta al usuario, sino también a las expectativas de quien le envía el mensaje, pero de nuevo, debe ser algo que este bajo nuestro control, en lugar de estar nosotros bajo el suyo. En mi caso, solo tengo notificaciones de vibración (sonoras directamente no tengo) en el programa de mensajería instantánea que uso con mi familia, mientras que todos los demás deben esperar a que me dé cuenta de que el globo rojo correspondiente refleja un número determinado. Además, es infinitamente más eficiente revisar una conversación a posteriori que estar esperando a que se produzca.
¿Debe la app en cuestión tener sonido o vibración? En mi caso, la respuesta es casi siempre no, y de hecho, suelo tener mi smartphone prácticamente siempre en modo sin sonido, salvo que realmente esté esperando algo – o por error. Mi trabajo, al menos en su parte creativa y en la del delivery, hace que no quiera ser interrumpido cuando estoy escribiendo o conceptualizando algo, y que no sirva absolutamente para nada que lo sea si estoy dando una clase, reunido o en una conferencia, y eso condiciona todas mis decisiones sobre mis notificaciones. Los focus mode del nuevo iOS podrían aportar, en este sentido, algunas cuestiones interesantes, aunque aún no me he puesto a configurarlos.
De hecho, hay apps, como es el caso de Instagram o de todas las redes sociales (Facebook simplemente hace mucho que la desinstalé), a las que simplemente elimino todas las notificaciones: soy yo, no ellas, el que decido cuando tengo un rato para mirarlas. Otras tienen globos, pero intencionadamente, no viven en mi primera pantalla, de manera que no las veo ni me distraen salvo que yo quiera que lo hagan. ¿LinkedIn? Tener las notificaciones activadas sería, en mi caso, de locos: cuando tienes mi número de contactos, se convierte en una máquina de notificar constante. ¿Twitter? Lo mismo. Fuera notificaciones, y ya seré yo el que encuentre el momento de detenerme a ver si alguien me ha dicho algo. ¿Noticias? Es complicado encontrar un medio que envíe notificaciones correctamente, de aquello de lo que de verdad debes enterarte rápido, y sin abusar.
Es algo, en mi opinión, enormemente personal y dependiente de nuestros hábitos, prioridades y jerarquías, pero que en cualquier caso, nunca estará peor gestionado que si no lo gestionamos en absoluto, porque todas esas apps aspiran, invariablemente, a ser el centro de nuestra atención.
¿Y tú? ¿Gestionas tus notificaciones o te gestionan ellas a ti? ¿Cómo lo haces?
This article is also available in English on my Medium page, «There’s only so much notifications a person can take«
Intento mantener solamente las apps imprescindibles para mis necesidades, y dentro de ellas, desactivo las notificaciones, manualmente, lo que es un poco pesado a veces, pero bueno. Y de las únicas que tengo activadas, como whatsapp, tengo con sonido de notificación: ninguno, a la mayor parte de los grupos.
«Las posibilidades son muchas, y reclaman una cierta reflexión» (EDans).
Aparte de resaltar el tipo de deporte que menos practicamos como versión mediocre de homo sapiens (hainos peores!), decir que las únicas notificaciones que me resultan indispensables, dado el mar de sargazos donde nos movemos, son las pesadillas que me despiertan, sí o sí, a media noche.
El resto depende de una gestión difícil y voluntariosa, permanente. Intentando conjugar siempre el verbo prevenir.
Pero puedo decir que en estes años la pesadilla llamada «algoritmo de Facebook» (Twiter hace menos) no consigue «despertarme». Supongo que será por ser algo piolín, dicen. Aparte de usar filtros naturales (propios), que me fui construyendo a lo largo de mi vida como ser humano (versión …), digo.
Aparte de los filtros cuenta mucho (muchísimo) estar «bien» jubilado.
En comparación con todos cuantos conozco, a poco que cualquiera que preste un poco de atención, notará que mi teléfono jamás suena. Es una decisión que tomé hace mucho tiempo.
Yo tomo la decisión conciente de elegir cuando hago algo. No necesito «ruiditos» que me notifiquen nada.
Y si es muy importante (…y en todos estos años, nada lo ha sido…) me pongo una alarma en el calendario. Pero de nuevo: es mi decisión, no la de la app.
Recomiendo las siempres sabias y lucidas palabras de un coterraneo: Santiago Bilinkis que en dos publicaciones distintas en su blog:
– La herramienta más poderosa que existe
– La guerra por conquistar tu tiempo
trató este tema con mucha propiedad hace ya unos años.
Me pasa exactamente igual.
Yo parto de la base de tener «lo imprescindible» en el telefono. A partir de ahi, desactivo toda notificacion y soy yo, el que a ratos (4/8 veces al dia) lo miro «a ver que hay de nuevo».
Si estoy frente al ordenador, veo que se enciende el led o la pantalla porque lo tengo al lado, asi que de un vistazo de reojo, ya se si me interesa o no dejar lo que este haciendo.
A mi me pone negro, cuando estoy con alguien, sea en una reunion, sea con unas cervezas, y de una hora que estan conmigo, en realidad 40 minutos, estan con el movil…
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Espectacular Enrique. Leo casi todos los artículos que publicas con atención. Pero el de hoy me gustó especialmente. Es un tema del que hablo recurrentemente en mi blog y que me interesa muchísimo.
Cada día que pasa estoy más convencido de que el mal uso de la tecnología es uno de los mayores problemas de las sociedades modernas.
Podría liarme repitiendo todo lo que comentas, pero no es la idea. Solo déjame, por favor, recalcar lo que dices al final:
Pienso que la clave es pensar antes de hacer; dedicar un rato a decidir cómo usaremos cada una de las aplicaciones que tenemos.
En mi caso, el móvil está en silencio total. Solo suenan las llamadas, y no todo el tiempo. Uso el modo avión y modo no molestar constantemente.
Salvo las llamadas de tlf., el resto de apps no tienen ningún tipo de notificación (ni sonora, ni de vibración, ni globitos…), nada.
Si alguien me necesita con urgencia, sabe que debe llamar por tlf. Y si no lo sabe, ya se lo imaginará cuando vea que no he respondido. Es una forma indirecta de enseñar qué narices es «asíncrono».
Claro, silenciar por sí solo no es solución. Para no perder mensajes importantes, y además atender lo que se me requiera, analizo todas mis bandejas de entrada (tengo un checklist para eso), respondo lo que tenga que responder, y tomo una decisión entre 3 opciones para cada elemento de cada bandeja de entrada:
– Borrar
– Archivar
– Agendar un bloque (o varios) en el calendario, y después borrar o archivar
Salvo excepciones (asuntos muy fáciles de ejecutar), no realizo acciones. Solo respondo, analizo y planifico.
Una vez analizado un ítem de la bandeja de entrada, voy a por el siguiente. Uno a uno. Así hasta hacer inbox zero extreme. Las dejo limpias, a cero.
Dedico una media hora a este análisis, de lunes a viernes. Y con eso, es suficiente para gestionar 5 cuentas de correo electrónico, whatsapp, telegram, feedly… y el resto de apps que uso.
No he encontrado modo más proactivo y efectivo de manejar las apps y sus amigas las notificaciones.
Por supuesto, a mí me funciona, y es, de hecho, parte de la metodología que enseño en mi web. Pero a otras personas quizá no les vaya bien. Lo importante es que cada uno pruebe, compare y…
Gracias de verdad, Enrique por toda la labor divulgativa que haces.
Un saludo desde Canarias!
No me escondo, te echaba de menos.
Gracias Enrique. Yo también echaba de menos participar. Leo los artículos y los comentarios con mucho interés, lo que no siempre tengo algo que decir. Eso sí, siempre aprendo.
Este artículo me ha recordado el blog de productividad de thinkwasabi. que leía hace casi 20 años.. (lo de apagar las notificaciones del correo, el móvil)
Todo vuelve
Lo próximo serán los vaqueros de pata de elefante !!!
Pues ya seria hora… que me he comprado unos esta semana que parezco Crazy Legs Crane… XDDD
Esta es una de mis grandes cruzadas sobre todo en el entorno laboral. Porque en el personal, como su propio nombre indica, cada uno hará lo que le de la gana y el resto se tendrá que aguantar.
Pero en el laboral….lidiar con ese jefe que entiende el correo como un chat y que requiere una respuesta inmediata. O peor todavía, esos clientes para los que no contestar inmediatamente a un whatsapp es sinónimo de que no les haces nunca caso. O esos buzones de entrada con más de mil correos sin leer.
Queda mucho por hacer.
Pero Juan, siempre nos quejamos de las notificaciones de las apps que instalamos, pero nunca leemos la letra chica del contrato cuando aceptamos instalarla. Que nos controlan? No tengas dudas! Pero a veces cuestionamos las apps y somos nosotros quien les damos «vida» y aceptamos sus condiciones. Son las reglas del juego, Ellas sin nosotros no existen y nosotros sin ellas no vivimos! Saludos
Mira, este es un tema sobre el que pensé mucho hace años e hice lo que describes: gestión proactiva. A día de hoy, todos los grupos de WhatsApp los tengo de serie sin sonido o vibración. Activo un par (familia, curro) a propósito. Los mail los tengo desde hace mucho sin sonido ni vibración, solo que aparezca el símbolo en la barra. En redes solo tengo activos mensajes directos, normalmente sin vibración ni sonido ni flotante.
El resto de posibles notificaciones las desactivo normalmente, o las escondo a la escala mínima si son permanentes (por ejemplo, SocialDiabetes tiene una que simplemente oculto lo más posible pero que dice que la necesita para funcionar). El objetivo es enterarme de los mensajes que sí quiero enterarme y el resto pues ya lo veré cuando toque. No necesito mil vibraciones por un retuit.
Yo, como en el PC, lo tengo todo, absolutamente TODO bloqueado (a excepción de los mensajes MSM y Whatsapp, por razones obvias ya que es como si en mi casa no dejase entrar al cartero para que me dejase la correspondencia.) Empezando por las actualizaciones y terminado por la publicidad, mi «navegación» en mis utensilios informáticos es la placidez elevada al Paraíso terrenal. Para mí, es completamente imposible de entender cómo el personal soporta lo que soporta en notificaciones, actualizaciones y publicidad. Bueno, sí que lo entiendo: es el nivel que hay, y donde no hay no hay.
Saludos
PD: Si pudiera, hasta bloquearía las fuck galletas de los cojo*** de las páginas web. (Que se puede, pero luego es un incordio navegar por esas web).
Las cookies técnicas son necesarias, se pueden buscar alternativas, pero es muy complejo. Por ejemplo, para mantener sesiones e incluso para indicar que no quieres otras cookies «malas» como los trackers, hacerlo sin cookies es complicado.
El problema no son las cookies, es lo mismo que decir que un cuchillo es malo, puede serlo si lo usas para apuñar a alguien, pero para cortar un filete es necesario.
En mi empresa hacemos aplicaciones web grandes y complejas y en muchas de ellas hemos eliminado las cookies por completo, salvo si hay que iniciar sesión o fijar un idioma distinto del detectado (o si el cliente insiste en usar Analytics, que en mi opinión es una basura), eso nos permite hacer frontends sin aviso de cookies, que es algo que se agradece mucho hoy en día.
Creo que los trackers, estadísticas y otras técnicas agresivas usadas para captar clientes (como el remarketing), son usadas mal en el 99% de los sitios web, han cambiado el sentido común por sistemas que no aportan más que un espejismo.
Pasé meses analizando el tráfico de sitios con mucho tráfico y comparándolo con lo que decía Analytics y saqué en claro que los datos que se manejan la mayoría de estadísticas están equivocados.
Como resultado de mi análisis he aplicado sistemas de bloqueo en los servidores que han reducido el tráfico en un 70% más o menos, sin una sola queja de nadie diciendo que no podía acceder, y eso que he dejado acceso a googlebot y otros bots más o menos importantes.
Creo que sólo es tráfico de «personas reales» como un 15% de todo lo que nos dicen. Así que, si la mayoría del tráfico es basura ¿De que sirve toda esa inversión en sistemas de marketing intrusivo? ¿Y quién se beneficia de este montaje?
Esto explica muy bien por qué los CTR de 0,5% son considerados por Google como «correctos» y por qué tenemos tráfico de países «absurdos» en webs únicamente en español.
Creo que más de uno fliparía si viera las estadísticas de tráfico por países antes y después de mis «tuneados».
Creo que Google está manipulando de forma sibilina el mercado, las páginas AMP (una aberración que se salta al W3C y te hace perder el control de tus contenidos), la presión para usar certificados SSL en páginas con contenido público (por «nuestra seguridad»), Analytics y Search Console, no son más que una forma de guiar el mercado para favorecer los intereses económicos de ese monopolio de las búsquedas, que también quiere serlo de los contenidos.
Eso si, es todo para mejorar la experiencia de usuario (algo que es cierto), pero que curioso que el efecto colateral es cada vez más control del contenido por parte de una empresa, que se vende como adalid de la libertad y el código libre.
El día que haya un «Expediente Google», el «Expediente Facebook» y los «Documentos Halloween» nos van a parecer de risa, cuidado con el lobo con piel de oveja.
Por eso, ahora uso duckduckgo para mis búsquedas, sólo uso Google como última alternativa en casos muy concretos.
Si sumamos a todo esto la tontunez del legislador europeo que no entendería la tecnología ni aunque le estuviera mordiendo la entrepierna, tenemos formada una buena distopía.
Mi consejo para lidiar con las cookies y demás sistemas de seguimiento tóxicos es usar un navegador que pare todo eso de primeras, como Brave Browser (un Chrome tuneado por por su CISO, la genial Yan Zhu), añadirle uBlocker, instalar el complemento «I don’t care about cookies» y un gestor avanzado de cookies como «EditThisCookie» y borrar las cookies antes de cerrar la pantalla de un sitio web, en vez de perder el tiempo lidiando con menús de opciones de cookies. Para páginas muy intrusivas, lo que hago es desconectar el JS de la página usando algo como «Quick Javascript Switcher» o «NoScript», que además ayuda a mejorar la seguridad.
(Perdón por el discurso, a veces se me va la mano)
Post muy oportuno… como siempre, Profesor. Pues la verdad, soy de los pocos de mi entorno que no activo notificaciones, soy yo el que decide cuando ir a consultar según que APP, para poner el foco en lo que tenga entre manos en cada momento…
Por cierto, he abandonado WA en Enero21, te leo demasiado…
Abrazo fuerte, Jose.