América Economía me publica un artículo titulado «Big tech y gobiernos: ¿una relación compleja?» (pdf), en el que intento describir el actual entorno político que rodea a las grandes compañías tecnológicas en el mundo.
Frente a una etapa anterior en la que prácticamente solo la Unión Europea insistía en su actitud de, mediante juicios y multas enormemente mediáticas, tratar de limitar el poder de las grandes tecnológicas, ahora nos encontramos en un entorno en el que tanto la administración Biden en los Estados unidos como el gobierno chino están adoptando cada vez más medidas destinadas a poner el casi ilimitado poder a esas compañías bajo control, a tratar de estudiar todos sus movimientos cuidadosamente y a evitar que ejerzan una influencia excesiva sobre el mercado y sobre la innovación.
En este tipo de escenario, con Europa jugando al mismo juego que ha jugado siempre, pero además, con cada vez más posiciones relevantes de la administración tomadas por académicos partidarios del endurecimiento de la legislación antimonopolio en los Estados Unidos, con más multas y medidas punitivas en China, y con casos como el reciente de India y los de otros países en todo el mundo, los vientos que soplan para las grandes tecnológicas parecen estar variando sensiblemente. En lo sucesivo, tendrán que actuar con muchísima más prudencia de cara a nuevos lanzamientos de productos, a movimientos competitivos agresivos, a cambios en sus relaciones con otros actores del ecosistema, y en todo lo relacionado con operaciones de adquisición, que claramente conllevan que el regulador arquee sus cejas e inspeccione con una actitud mucho más severa que hasta ahora.
Este nuevo entorno conllevará bastantes cambios. Por un lado, veremos numerosos juicios ante actitudes que ya nos parecían normales, pero que ahora, inspeccionadas desde esta óptica, serán objeto de limitaciones importantes, como las condiciones en las que se distribuía Android, el funcionamiento de las tiendas de aplicaciones o el tipo de relación que existía entre las grandes compañías y el resto de su entorno. Por otro, veremos cómo muchas start-ups que tenían en muchos casos como sueño ser adquiridas por una big tech se frustran ahora al ver ese tipo de operaciones sensiblemente más limitadas y puestas bajo la lupa del regulador. Y por otro, una mayor prudencia en la comunicación y en los posibles efectos secundarios de los nuevos desarrollos y lanzamientos.
Fundamentalmente, la sociedad va a tratar de hacer los deberes que llevaba mucho tiempo sin hacer, y eso debería terminar redundando en un entorno competitivo algo más saludable y en unas relaciones entre estas compañías y sus usuarios en las que prevalezca el sentido común sobre los habituales abusos. O al menos, eso dice la teoría. Ya veremos hasta qué punto se convierte en realidad.
Como bien has dicho, los perdedores son las startups que aspiraban a ser compradas. Los ganadores son las startups que quieren cambiar los paradigmas.
Pero esa misma reflexión me hace pensar que la innovación bajará algo, al menos en aquellas startups que aspiraban a vender. A ellas les desaparece el incentivo.
Estamos luchando para defender nuestros últimos reductos democráticos frente a gigantes omnipresentes y casi omnipotentes.
Esto no es una lucha entre el poder de las corporaciones tecnologicas y la democracia….Es la lucha entre la antigua élite y la nueva…..La gente siempre está al margen.
Olvida usted la tercera pata del asunto: los estados. El poder de estos últimos tiende lenta pero irremisiblemente a declinar a favor de las big techs, que van a acabar sustituyéndolas en la mayoría de sus funciones. Es cuestión de tiempo y el proceso ya está en marcha.
Muy cierto. No importa quién manda, si por fuerza tengo que obedecer