Enrique Dans

Hace algún tiempo, tras un estudio riguroso de la estrategia de la marca que incluía el contraste de mis hipótesis con numerosos directivos de todas partes del mundo, escribí las razones por las que pensaba que la mayoría de los analistas, no solo financieros, sino también de la industria automovilística o de la energética, se equivocaban sobre Tesla. Además, también comenté cómo el elemento fundamental de la compañía, el que realmente iba a marcar su futuro, no eran sus sin duda impresionantes automóviles, sino sus baterías.

Desde que escribí aquel artículo, muchos datos han evolucionado en la dirección marcada por aquellos artículos: por un lado, la marca ha conseguido, gracias a su Model 3, multiplicar la cantidad de vehículos que produce, situarse no solo como el automóvil de lujo más vendido en los Estados Unidos, sino incluso triplicar sus ventas en Europa en un mercado que está cayendo al 8%, y situarse como uno de los vehículos más vendidos en varios mercados. Aunque su estrategia de cerrar sus tiendas físicas y trasladar a la red todas sus ventas fue calificada por muchos como de arriesgada, ha funcionado plenamente, y ha llevado a la compañía a tener un 2018 indudablemente exitoso, y un 2019 que apunta más alto aún.

Algunos de los más polarizados críticos de los automóviles de la compañía, incluido Bob Lutz, que predecía su inminente quiebra, ya han cambiado su opinión sobre ella, y elogian ahora muchos de sus aspectos. Si queremos evidencias sobre la importancia de las baterías en la estrategia de la compañía o sobre su impacto, las tenemos de la A a la Z, desde Australia hasta Zimbabwe. El intenso foco de la compañía en las baterías y la apuesta por sus gigafactorías, la ha llevado a hacer adquisiciones estratégicas y a ser capaz de atraer y concentrar talento para convertirse en una potencia en investigación en ese ámbito.

Los resultados son evidentes: la compañía sigue manteniendo la lealtad de sus clientes más alta de toda la industria, algo que algunos críticos confunden con fanatismo, pero que en realidad, es pura objetividad: sus vehículos no solo son impresionantes en conducción en todos los sentidos, sino que te transmiten la sensación de vivir en el futuro, o como el propio Musk dijo hace algún tiempo, de que comprar cualquier otro vehículo no tiene sentido de cara al futuro, es comprar algo completamente anticuado. Olvidarte de las gasolineras, o viajar los 600 km de Madrid a La Coruña sin prácticamente tocar los controles del vehículo y con un par de paradas breves de veinte minutos para tomar un café es algo que cambia tu visión sobre el automóvil, y la lleva a otra dimensión. La industria del petróleo está perdiendo a su mejor cliente, y lo que viene a partir de aquí es peor aún.

¿El futuro? Avances en fabricación para hacerla más eficiente y automatizada, desarrollos diferencialmente avanzados en conducción autónoma, una importante apuesta por el mercado automovilístico más grande del mundo, y una orientación al largo plazo que algunos analistas ya están sabiendo entender. En el futuro, podríamos incluso encontrarnos con uno de los mayores cambios de orientación que una compañía de ese tamaño se ha planteado nunca: pasar de vender automóviles, a vender transporte como servicio a través de flotas de vehículos autónomos de su propiedad. Además, por supuesto, de baterías y sistemas de generación. Cuestión de tiempo.

Sin duda, la figura grandilocuente de Elon Musk puede polarizar a algunos. La compañía tiene tantos entusiastas como furibundos críticos con su modelo, y arrastra a una legión de idiotas irresponsables empeñados en apostar por su hundimiento en bolsa para su beneficio personal, haciendo real la tesis de «La conjura de los necios«, en la que su autor, John Kennedy Toole, citaba una frase de Jonathan Swift: «cuando un verdadero genio aparece en el mundo, es posible que lo reconozcas porque todos los necios se conjuran contra él».

Aspirar, con 800 palabras y 38 enlaces, a cambiar la percepción que un lector tiene formada sobre una compañía, por mucho que como académico hayas invertido tiempo en estudiarla, es bastante absurdo. De Tesla se pueden decir muchas cosas, pero los resultados son los que son: la orientación, decididamente, no es la de una compañía tradicional, algo que dije en otro artículo hace ya más de un año: ¿qué dice la misión de Tesla? Muy sencillo: QUEREMOS CAMBIAR EL MUNDO. Antes de nosotros, los automóviles se movían con gasoil o con gasolina; después de nosotros, serán eléctricos. Ahí queda eso. La misión de Tesla no es vender automóviles, ni siquiera vender baterías, es algo que va mucho más allá. Es anticipar el futuro, un futuro mucho mejor, y hacer más fácil que podamos plantearnos llegar a él.

This article was also published in English on Forbes, «The secret of Tesla’s success is not selling cars: it’s being able to anticipate the future«