La columna de opinión publicada por Mark Zuckerberg en The Washington Post ayer sábado, «The Internet needs new rules. Let’s start in these four areas« vuelve a plantear el dilema de la regulación en torno a las plataformas y redes sociales, un ámbito tradicionalmente hostil a todos los intentos gubernamentales de plantearla: ahora, tras los múltiples problemas planteados por la ausencia de regulación, y tras algunos intentos de la propia Facebook de restringir o imponer más controles a la publicación de algunos contenidos, Zuckerberg reclama un papel más activo de los gobiernos e instituciones en cuatro ámbitos: el control de contenidos considerados perjudiciales, la integridad de los procesos electorales, la privacidad y la portabilidad de los datos.
La tesis de Zuckerberg parte de un error fundamental: la idea de que «internet necesita nuevas reglas», como si internet fuese algún tipo de «lugar especial» o de «zona libre de regulación» y fuese preciso escribir esas reglas desde cero. No, no es así en absoluto. La petición de más regulación como supuesta solución a los problemas es un error común y tristemente habitual en quienes, con una mentalidad tradicional incapaz de entender la red, tienden a ver internet como un lugar supuestamente carente de reglas, pero no debería ser planteado así por alguien que, supuestamente, conoce cómo funciona. Pedir más regulación es abrir la puerta a la inflación regulatoria, a la hiper-legislación y a la promulgación de leyes de imposible cumplimiento, que, como bien decía Albert Einstein, no deja de ser la forma más rápida de destruir el respeto por un gobierno.
No, internet no necesita nuevas leyes. Necesita que se cumplan las que ya existen. La única manera lógica de aproximarse a la regulación de internet es hacerlo desde el consenso social que supone la existencia de leyes desde hace muchos años, y plantear la aplicación de esas leyes a un contexto como el de la red. Es tan sencillo como que las cosas que no se pueden hacer fuera de la red tampoco deben poderse hacer en ella. Si una persona no puede, fuera de la red, publicar determinados contenidos considerados perjudiciales o dañinos, ¿por qué iba a poder hacerlo en la red? ¿Qué lleva a alguien a pensar que «como es la red, todo vale»? La falta de cumplimiento de muchas leyes en la red proviene, habitualmente, de la falta de preparación de los jueces a la hora de entender la red, que tiende a que la vean como un ámbito diferente, cuando en realidad, debería regirse exactamente con las mismas reglas que el resto de ámbitos conocidos. Da igual que hablemos de un insulto, de una difamación, de un acoso o de la publicación de algo que no debería publicarse: es exactamente lo mismo que se haga en la red o fuera de ella, disponemos de leyes que aplican a esos casos, y debemos hacerlas cumplir en todos los ámbitos.
La libertad de opinión y de expresión están abundantemente reguladas en la sociedad. ¿Por qué debemos plantear leyes diferentes para internet? ¿Cuál es el problema de aplicar la legislación que ya existe? Si una persona que no difamaría a alguien en un medio de comunicación tradicional, y que sabe que si lo hiciese se vería ante un juez, cree que por hacerlo en una red social y con un seudónimo debe ser de alguna manera diferente, debería encontrarse con que no es así, con que el resultado es exactamente el mismo. Solo los ignorantes creen que internet es un ámbito en el que el anonimato es más sencillo: en realidad, es más fácil ser anónimo fuera de la red.
Pedir a los gobiernos e instituciones que sean más activos promulgando regulación específica para internet es abrir la puerta al desastre. Primero, porque muchos gobiernos son especialmente propensos a regular en caliente, a dejarse llevar por la presión popular, a intentar controlar más de lo que deben o a regular desde la ignorancia. Segundo, porque el ámbito local de un país no es adecuado para regular una red intrínsecamente global, lo que genera problemas de todo tipo a la hora de intentar hacer cumplir esas leyes y terminan convirtiéndolas en papel mojado que se puede saltar simplemente operando desde otro país que carezca de esa regulación.
La única manera de regular internet es dejando de ver internet como una rareza, y verlo como una parte más de la realidad, como un ámbito en el que deben regir exactamente las mismas leyes que rigen en el resto de los ámbitos de la sociedad. Algo así, obviamente, choca con un problema fundamental: carecemos de un organismo supranacional realmente efectivo capaz de hacer cumplir leyes a unos países que reclaman para sí mismos la capacidad de legislar. El escenario de un montón de países corriendo a regular internet cada uno en función de sus preocupaciones y de la presión social de sus ciudadanos es un espanto difícil de imaginar, algo que no puede traer nada bueno, y que deberíamos tratar de evitar de todas las maneras posibles. Frente a eso, sentido común y aplicación de la legislación que ya existe, que es por lo general fruto de un amplio consenso social obtenido a lo largo de los años.
Si Zuckerberg se siente muy solo intentando hacer frente al problema de gestionar una red social, que trate simplemente de aplicar a su red la legislación que ya existe fuera de ella en lugar de buscar formas de pasarle la patata caliente a otros. Eso, muy posiblemente, le obligaría no solo a censurar determinados contenidos que fuera de la red no tendrían cabida en ningún sitio razonable, sino además, a excluir a ciertos sujetos a los que ningún medio en su sano juicio permitiría jamás publicar nada, y que si lo hicieran por su cuenta pegando papeles con su opinión por la calle, serían sometidos rápidamente a un juicio por ello. Entre pegar un papel o repartir un panfleto incitando al odio por la calle y publicarlo en la red no hay ninguna diferencia, y si la hay es porque alguien no ha sabido hacer bien su trabajo.
Diga lo que diga Zuckerberg, no pidamos más regulación, porque una vez abierta la caja de los truenos en manos de legisladores de todo pelaje, terminaremos arrepintiéndonos seguro. Pidamos simplemente que se cumpla la legislación que ya existe, y que cada uno haga frente a sus responsabilidades.
This post is also available in English in my Medium page, “Mark Zuckerberg would do well to address Facebook’s problems before calling in the politicians to help sort out the internet«
Como bien dices, hay suficiente legislación sobre Internet, Independientemente del soporte, cada país tiene leyes aplicables a la producción de contenidos, sean para promover la libertad de expresión o para lo contrario censurarla. Aparte están las leyes específicamente sobre Internet, dictadas localmente, (¿o locamente?), como es la que acaba de promover la Comunidad Europea respecto a la Propiedad Intelectual.
Por tanto, no hacen falta mas leyes, sino que al contrario sobra legislación, que con frecuencia resulta, incompatible entre si.
Sin embargo, el problema es que absolutamente todos la legislación existente, son leyes locales, que solo alcanzan a territorios geograficamente concretos, mientras que Internet es por esencia aterritorial, de tal forma, que la pretensión de que una ley dictada por la UE tenga validez en Australia es abslutamente ridícula.
Como en efecto, Internet no puede ser un lugar sin ley en donde cada cual haga lo que quiera, hace falta una autoridad extraterritorial, como pudiera ser la ONU o los Tribunales Internacionales de la Haya, que emita leyes para Internet de obligado cumplimiento en TODA Internet. Mientras eso no ocurra, no podemos evitar que una web venda droga, pornografía, juegos de azar, pedofilia o esclavos, desde países donde tales practicas sean legales y autorizadas, no quedando mas solución a los países donde quieran proteger a sus ciudadanos de tales cosas que defenderse con «muros digitales» como hacen China o Irán, lo que en la practica. se aprovecha para trasformarlo en medios de censura a las órdenes del gobierno local y que pronto serán inútiles, cuando el usuario directamente, puedas conectarte discretamente a Internet, a través de un satélite artificial mediante una pequeña antena direccional colocada en su domicilio.
Totalmente de acuerdo. Y mientras el mundo no se ponga de acuerdo en cómo ejercer esa legislación a nivel supranacional, seguir pariendo leyes nacionales como si no hubiese un mañana es perder el tiempo y dar oportunidad a que cada gobierno de cada país la líe parda con una legislación más absurda o más traída por los pelos, diseñadas con propósitos populistas, en función de intereses de lobbies variados, o con cualquier otro motivo.
Un poco off Topic.
¿Os habéis dado cuenta de que siempre pongo enlaces en inglés para ilustrar cualquier tema de tecnología, verdad?
Ya. Pues eso. El baremo es la calidad de la información, no el sensacionalismo o las retahílas.
Es que a mí el recurso estilístico de «La cueva Afgana» – dónde ocurre la magia – no me atrae mucho, por más vendible que sea al redactor jefe de la sección.
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La ley del silencio (Elia Kazan) ilustra perfectamente que el problema no es de leyes o normas. El problema es de hacer cumplir la normas. Si la mafia es más eficaz, evidentemente no es por tener más normas. Es por hacer cumplir seriamente (si,seria, aunque cruelmente) las mismas.
La organización formal de la sociedad solo puede meter paños calientes, para evitar el exceso de corrupción que impide cumplir las normas legales de todo tipo. De hecho ni se cumplen las normas «normales» de buena educación.
Hay mucha mala intención y mucha falta de saber. La gente sigue pensando que la información útil para el ser humano es la que se vende en los llamados medios de comunicación.
E internet es un auténtico néctar para los controladores poderosos.
En aquel país, no quiero decir el nombre, el gobierno se apoyaba en un grupo de prensa que cubría sobradamente las necesidades que el control social necesario necesitaba.
Había logrado imponer su visión como la visión “de todos”. Aquella publicación era como si fuese el boletín oficial del estado. Y de esa crianza surgieron más y más publicaciones y televisiones que se agachaban al gobierno (de ellos, aunque no gobernaran) que les apoyaba sobradamente porque les necesitaba y se necesitaban unos a otros.
Pero surgió un diablo de libertad a través de una cosa que llamaron “internet”, y las “redes sociales” aparecieron y aquellos marcados y señalados como parte del “otro mundo a machacar” levantaron la cabeza.
Pero los de ellos tampoco se quedaron cortos y entonces insultar era cuestión de quien lo hacia: si uno de los suyos insultaba, el juez intervenía para decir “ja,ja,ja es una broma”; pero si era cualquiera de los otros (a machacar), entonces el juez intervenía y decía “esto no es una broma”.
Quisieron imponer allí los mismos parámetros que fuera de allí. Y lo consiguieron. Crearon comités de las “falsas noticias” y de la “verdad histórica”. Y entonces lo que ocurría fuera de internet era lo mismo que ocurría dentro de internet. O eso esperaban. ¿La Verdad se impondría en todos los ámbitos? ¿Era una cuestión de tiempo?
Pero todavía soñaban algunos con que nunca ningún dictadorzuelo autoproclamado de la libertad y de la verdad pudo – ni podrá -conseguir que todos pensáramos como él y sus controladores virtuales armados de poderes sin control.
Desde el fondo de algún resorte seguiré pensando que los que quieren controlar todas nuestras mentes en nombre de la Verdad Histórica y Mundial no lo conseguirán. Nunca. Son basura. “Venid a por mí”.
Fue lo último que dijo. Descanse en Paz.