Un simple vistazo a las noticias permite comprobar cómo, desde hace algún tiempo, la red se ha convertido, fundamentalmente, en una herramienta de manipulación en manos de los gobiernos. Sean las ya cansinas pero abundantemente probadas noticias sobre las campañas de desinformación y polarización rusas en Estados Unidos, creando miles de perfiles falsos de supuestos ciudadanos norteamericanos para polarizar los debates y radicalizar el voto; el genocidio en Myanmar contra la población rohingya completamente teledirigido desde el gobierno y el ejército del país; las campañas en redes sociales del régimen saudí con persecución a los disidentes y con hasta un infiltrado a sueldo dentro de Twitter para obtener los datos necesarios; o los regímenes de Thailandia o Egipto empeñados en la supresión de la libertad de expresión y la persecución de la disidencia; no cabe ninguna duda de que, en muy poco tiempo la red ha pasado de ser una herramienta que eliminaba las barreras de entrada a la publicación y que los ciudadanos podían utilizar para expresarse libremente, a convertirse en una herramienta de propaganda, manipulación y control social en manos de los gobiernos. ¿En qué momento dejó la red de ser la herramienta que sirvió para posibilitar revoluciones como la Primavera Árabe – independientemente de su posterior evolución – y se convirtió en la forma de llevar a Donald Trump a la Casa Blanca?
El interés de los gobiernos por la manipulación de los ciudadanos no es, obviamente, algo nuevo. La idílica imagen de los medios de comunicación como ese cuarto poder capaz de mantener bajo control al gobierno a base de información veraz e independiente ya había sufrido un abundante desgaste mucho antes de que la red llegase para, con su capacidad para eliminar barreras de entrada, convirtiese a prácticamente cualquiera en un potencial medio de comunicación. Tratar de controlar a los medios de comunicación era ya una obsesión para muchos regímenes y gobiernos antes de que llegase la red, y con la red ya convertida en una herramienta ubicua, lo sigue siendo, con poco más que un simple cambio de metodología. Antes de la red, los gobiernos intentaban comprar o manipular la línea editorial de los medios de comunicación mediante subvenciones, publicidad institucional o presiones de diversos tipos. Ahora, se dedican a crear ejércitos de trolls, cuentas falsas y campañas de micro-targeting para manipular directamente a los ciudadanos, tanto de su país como de otros.
Que Donald Trump sea el mayor anunciante de Facebook debería llevarnos a la reflexión: ¿qué lleva al gobernante de un país a convertirse en el principal anunciante de una red social con capacidad de personalizar la publicidad hasta el límite, más que el convencimiento de que eso va a servirle para manipular a la opinión pública de maneras nunca antes contempladas? Antes de la red, que el gobierno de un país gestionase un medio de comunicación era, como en el caso del soviético Pravda o del cubano Granma, el reflejo evidente de un intento burdo de manipular a sus ciudadanos, con una credibilidad nula que además, a menudo, se acompañaba de una prohibición o de un control férreo de cualquier canal de comunicación alternativo. El control de los canales de televisión estatales por el gobierno es un clásico habitual en muchos países con regímenes autoritarios o de otros que supuestamente reciben la calificación de democráticos. ¿Debería extrañarnos que ahora, esos mismos gobiernos utilicen las nuevas herramientas a su alcance, con una capacidad para la manipulación infinitamente más sibilina y peligrosa, para seguir haciendo lo mismo?
¿Dónde está el problema de ese razonamiento? Sencillamente, en que esos procedimientos, ahora, tienen lugar mediante el uso de herramientas en manos de compañías privadas, y en un entorno en el que todo, absolutamente todo, queda recogido en algún fichero log de algún servidor. Todo es trazable, todo es susceptible de ser investigado, todo puede aclararse con que se le dedique el tiempo necesario. Y si bien parece que, en realidad, a los gobiernos el hecho de que se aclaren sus tácticas de manipulación les trae sin cuidado una vez conseguidos sus fines, la realidad es que debería servir para que entendiésemos las nuevas dinámicas de la red, y luchásemos de manera consciente contra ese tipo de usos. La recientemente presentada War Room de Facebook es un intento de frenar algunos de esos episodios de manipulación, pero a pesar de esos esfuerzos o del fichaje de ex-políticos por la compañía para intentar elevar la comprensión del fenómeno, el problema sigue ahí, y sigue tratándose de manera coyuntural, no sistémica.
Resulta curioso que una red en la que es supuestamente obligatorio utilizar un nombre real en el perfil esté sufriendo tantos casos de creación y uso de perfiles falsos de ciudadanos para la manipulación. ¿Es de verdad tan difícil aislar esos casos, eliminarlos rápidamente y denunciar los intentos de manipulación en cuanto se producen? ¿O es que hacerlo impediría que muchos miles de dólares invertidos en propaganda, en sofisticadas campañas de microtargeting, fluyese hacia las arcas de la compañía? Hace algunos meses, un episodio me hizo pensar en ese tema: mi cuenta de Twitter comenzó a ser utilizada por activistas venezolanos que me etiquetaban o mencionaban en todos sus mensajes, junto con otras cuentas con un seguimiento razonablemente elevado, para obtener así un efecto multiplicador. La cuestión me resultaba profundamente incómoda, no por una cuestión ideológica – no soy precisamente un defensor de las políticas de Maduro – sino, sencillamente, porque mi cuenta no está destinada, lógicamente, a ser una herramienta de propaganda de ninguna opción política, y mis seguidores podrían acabar, también lógicamente, hartos de ese tipo de mensajes que nada tenían que ver con las razones que, en algún momento, les llevaron a seguirme. ¿Cuánto tardé en acabar con el problema? ¿En algún momento escaló para convertirse en algo irresoluble o muy molesto para mis seguidores? No, una simple política de vigilancia modesta y bloqueo inmediato llevó a que, en pocos meses, el problema se convirtiese en meramente anecdótico, y eso sin tener acceso a ninguna herramienta más que las que están disponibles para un usuario normal. Si alguien examinase mi lista de bloqueados, podría pensar que tengo algún tipo de razón ideológica para bloquear a tantas cuentas de Venezuela, y obviamente no es así: simplemente estaba tratando con una campaña organizada, la inmensa mayoría de esas cuentas serán seguramente bots, y tenía que hacer algo para evitar el problema.
Si yo puedo hacerlo, simplemente siendo un usuario y sin herramientas sofisticadas, ¿qué hace que los todopoderosos gestores de una red social, capaces de ver todo lo que ocurre en ella con un nivel de detalle elevadísimo, no hagan nada? ¿Es simplemente una cuestión de interés económico? ¿Es únicamente el interés por maximizar sus ingresos a costa de dinero fácil, venga de donde venga? ¿No deberían las redes sociales comenzar a dictar políticas que excluyesen expresamente las acciones gubernamentales, o que cuando menos, las pusiesen bajo control y las limitasen a cuentas expresamente designadas para ello, en lugar de convertirse en paraísos de técnicas que van expresamente contra sus políticas de uso, como el astroturfing, las cuentas falsas o las estrategias de manipulación organizada? ¿Es de verdad tanto pedir que abandonen la complicidad con ese tipo de actores obviamente maliciosos e intenten preservar el espacio de la red para lo que genuinamente debería ser? Cuando los canales de comunicación de un país se convierten en herramientas de manipulación, lo habitual es que su popularidad descienda enormemente al tiempo que los ciudadanos dejan de considerarlos herramientas de información válidas. ¿No deberíamos plantearnos si vale la pena seguir utilizando unas redes que se han convertido en lo que se han convertido, y que son protagonistas de un problema que se sucede, ahora, en cada proceso electoral, en cada país, con cada gobierno convertido ahora en aprendiz de brujo y que contrata abiertamente a los asesores del país anterior?
¿En qué momento pasamos a pensar que un comportamiento así podía ser normal, aceptable o, simplemente, decente, e incluso decidimos que podía ser una buena idea dar nuestro voto a quienes se comportan de esa manera? Decididamente, hay algo que, como sociedad tendríamos que hacernos mirar…
This post is also available in English in my Medium page, “Where did the internet go wrong?»
Hola Enrique,
Por supuesto que las redes sociales deberían haber implantado políticas excluyendo las acciones gubernamentales, la definición del término “red social” se ha desvirtualizado por completo.
Hoy en día el poder lo tienen los datos, y quien los posee debería preservar que se dé un buen a los mismos.
Un saludo
La publicidad se está convirtiendo en basura. Cada vez hay más publicidad y más spam en la red. Siempre ganan los multimillonarios
No entiendo muy bien la pregunta, ya que el fenómeno es algo lógico en una sociedad donde el poder está centralizado.
¿Que hizo el nazismo con la radio o que hizo el estalinismo con los panfletos? Y antes de Trump, ¿no se manipulaba la prensa en USA?
El problema básico está en el ser humano, que odia seguir los paos que todo ADN indica : adquiere los filtros necesarios para andar por el ambiente que te rodea.
Y eso que, a difercia de los animales irracionales, nuestro ADN también tiene «armas» extraordinarias para defendernos. Pero no se quiere seguir el mensaje genético de «atreverse a saber». Evolucionamos que dá pena.
«Que Donald Trump sea el mayor anunciante de Facebook debería llevarnos a la reflexión: ¿qué lleva al gobernante de un país a convertirse en el principal anunciante de una red social con capacidad de personalizar la publicidad hasta el límite, más que el convencimiento de que eso va a servirle para manipular a la opinión pública de maneras nunca antes contempladas?»
Tal vez Trump es perfectamente consciente de que la mayoría de sus administrados, después de generaciones y generaciones inmersos en un ambiente de nacionalismo histérico, fanatismo religioso y un sistema educativo infame, son profundamente imbéciles y se tragan cualquier basura que aparezca en FB o el Fox News y que confirme sus prejuicios más inconfesables. Los americanos tienen a Trump porque lo merecen, y por lo mismo los brasileños va a tener a un mamarracho fascistoide como Bolsonaro.
¿En qué momento la red se dio la vuelta?
Internet tiene un problema desde su fundación, confundir dos conceptos relacionados pero independientes, “calidad” y “popularidad”.
La respuesta de Google a una pregunta, es la más “popular”, aunque nosotros la tomamos como la de mas “calidad”. Google, (si no actúa mediatizada por la publicidad), nos da la repuesta más “popular” que no necesariamente es la de mayor “calidad” Si preguntamos quien era “Arquímedes”, según la popularidad, Google nos dirá que un sabio de la Antigua Grecia, o bien un jugador de fútbol de la Selección Brasileña. Google nos va a dar la repuesta más popular, no la más correcta respuesta a nuestra pregunta.
El confundir “calidad” y “popularidad” se infiltra a toda la Internet. Ahí nace el gran negocio en la Red, el “posicionamiento SEO”. Hacer “popular” algo por medios torticertos, para que nos parezca de “calidad”. Todos elegimos restaurante, compramos coche, o seleccionamos destino turístico, buscando en Internet, no la mayor “calidad”, sino lo más “popular”, sea esta conseguida de forma “sana” o generada con SEO.
De aquí saltamos a lo siguiente. Si me “siguen“ 5000 personas, no es que sea “popular”, sino que tengo “calidad”. Y como andamos preocupados de nuestra “imagen”, pretendemos que nos “sigan” muchos en Twitter, y tener muchos “amigos” en Facebook y la mejor forma de conseguirlo es cambiar cromos con quien nos lo pida, Si alguien me ofrece su “amistad” en Facebook o Tuitter, me ofrezco a su vez a ser su “amigo”, aunque no le conozca de nada.
Me siento un bicho raro, porque limito a 35 los que “sigo” en Twitter y sólo tengo 110 “amigos” en Facebook, pero tanto de unos y de otros, tengo la seguridad que no son “bots” rusos, saudies, o de un partido político español, porque de los 35 “seguidos” y 110 “amigos” puedo segurar que son personas de carne y hueso, a las que sigo tanto en la red como fuera de la red, y en muchos casos se como se llaman sus hijos o cual es la empresa en la que trabajan,
Difícilmente un “bot” podría dejarme una “Fake News” en mi Tineline, porque yo no sigo a ningún “bot”. Claro que pudiera llegarme a través de la Timeline de un “amigo”, pero estas personas son gente inteligente, (por eso los sigo), o parientes quizá menos inteligentes, a los que tengo cariño y se perfectamente de que pie cojean y si dijeran, (o traspasaran), de repente. algo que no cuadra con su forma de ser, “cantaría” en exceso.
Lo que pasa es que soy una rarísima excepción en Internet y si como es normal, uno “sigue” en Twitter a 1527 cuentas, o tiene en Facebook 6,300 “amigos” puede tener la seguridad de que muchas de esas cuentas que llenan su Timeline. son de “bots” de las más variadas procedencias que van a “infectar” su Timeline con todos las “Fake News” que quieran lanzar los servicios de bots de los gobiernos, partidos, e incluso Sociedades Anónimas que quieran montarlos.
Pero entonces, ¿De quien es la culpa?
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– A mi juicio de las personas que no se molestan en limpiar inmisericordemente las listas de “seguidos” y de “amigos”. O sea de personas corrientes y molientes que siguen pensando que su “calidad” humana, depende de la “popularidad” que consigan en redes sociales.
Hombre en lo que concierne a Facebook, los niños usuarios no publicaban en cuanto se dan cuenta que lo ven sus padres, y la cuenta se queda zombi o la borran … pero es que los adultos tambien dejan de publicar en cuanto se dan cuenta que su suegra y sus vecinos los estan viendo … yo creo que veremos a Zuckerberg con un pie en la carcel de aqui a nada por mentiroso y haber hecho gastar un monton de dinero, y las demas igual, en algun momento se dan cuenta que las supuestas estructuras eran de carton piedra y empezara todo a derrumbarse, que todo esto no valia nada, no aguanta tanta tramoya en pie, ya no debe quedarles mucho
Llevas años con la misma cantinela de que a Facebook la quedan tres telediarios.
Continúa con ella, llevas años confundiéndote, pero algún día por fuerza has de tener razón y podrás decir entonces decir, «Yo lo predije».
Solo es cuestión de insistir una y otra vez,… hasta que llegue tu gran día.
¿En qué momento? Mira, no tiene que ver con Cambridge Analytics, con la injerencia rusa en la elección de Trump y otro tipo de manipulación «seria», pero esta noticia que he leído hace un rato en El Mundo (https://bit.ly/2AntCRb) -lee la «noticia si no lo has hecho ya- me hace replantearme seriamente la idiocracia en la que se ha transformado la red.
La democratización que ha supuesto internet en cuanto al acceso a la información y desde luego en cuanto a que cada uno es capaz de generar «noticias» accesibles a cualquiera, tiene ese doble filo de que una serie (enorme) de indocumentados y descerebrados crea noticias que una masa (aún más enorme) de (aún más) descerebrados cree a pies juntillas. Llámalo película fake de un youtuber loco (de eso va la noticia del Mundo) o llámalo los rednecks de Oklahoma creyendose lo que Putin les cuenta mediante bots en Twitter o en Facebook.
Cuando la información estaba elaborada por periodistas, podíamos ver el sesgo o no que tenían, pero al menos, como el valor al soldado, se presuponía la veracidad comprobada de las fuentes: Ahora llega un whatsapp diciendo no se qué barbaridades que se supone que ha dicho Torra sobre la muerte de Montserrat Caballé, y la gente se las traga sin pan ni nada.
Lo de «comprobar las fuentes» es un chiste malo desde que Ansón puso su pezuña en el ABC. Lo de no dejes que la verdad te estropee una primera plana se ha convertido en el libro de salmos de la mayoría de las de lo impreso y mejor que no hablar de lo digital.
Mediterráneo Digital atesora el récord de bulos en la Red, y tras arrebatarselo a Losantos, en reñida pelea con Inda.
El problema no es que piensen como piensan es que la verdad les importa un pitó como Le importaba a Pravda y (que mira por donde quiere decir eso) y a todos los que pese a saberlo no no dudaban en difundirlo.
En pocas palabras hemos pasado del panfleto que ni leías al panfleto perfectamente y encuadernado y por el que pagas… O lo haces porque te regala un DVD, fregona o smartphone.
En este país de cuñaos sólo se quiere oír lo que uno piensa.
Y sinceramente, podríamos robotizar el Congreso sin que notaremos cambio alguno..
Si, lo que dices es verdad. La veracidad y comprobación de las fuentes, como digo en mi comentario “se presuponía como el valor al soldado”. Luego el soldado sale por patas al primer petardo que explota o las fuentes se comprueban en Wikipedia por ejemplo. Y no, no es un fenómeno español sino global. Existen Losantos o La Sexta en todo el mundo civilizado (Fox News, o los tabloides ingleses Sun, Mirror o Telegraph, Bild en Alemania…)
Tal vez, la red se dio la vuelta por la pereza y la avaricia. Pereza de los usuarios en aprender lo mínimo sobre aquello que usan, y avaricia de las empresas en escalar sin cesar, pero también de los usuarios en cuanto a quererlo todo gratis. El cebo de Gmail fue genial en su día. ¿Cuánto ofreció? ¿Un giga de correo? Google rompió moldes con la cuota de almacenamiento con respecto a lo que existía, y adquirió usuarios a espuertas.
¿Qué hizo Facebook? Algo parecido pero en otro terreno: cuenta gratis y un mundo de ocio a tu disposición. ¿Qué hubiera ocurrido si tanto Google como Facebook hubieran decidido cobrar por sus servicios? Probablemente una criba de usuarios que hubieran leído las condiciones del servicio, adquiriendo mayor conciencia de lo que estaban utilizando.
Siguiendo con la especulación, esa información adquirida habría generado en los usuarios un conocimiento más profundo del entorno y, por tanto, una mejor utilización. De hecho, quizá pueda presuponerse una actitud más crítica de quien decidiera pagar.
Pero cuando tanto es gratis, fácil, rápido y abundante, se está demasiado distraído como para aprender, y saber discernir si Erika Derenkova* quiere ser mi amiga en Facebook porque soy un tío guay o se trata de una captación.
Evidentemente no se trata, en absoluto, solo de la gratuidad, pero me parece un punto a considerar.
Nos seguimos deslumbrando con el brillo del oro sin pensar quién lo pule. Y así nos va.
*Erika Derenkkova: nombre ficticio como ejemplo real de una horda de guapísimas y sexys chicas del Este que me sugiere Facebook como amigas. Si no es capaz o no quiere filtrar eso, ¿qué vamos a esperar?
Si existe la tal Erika, no va por ella :)
Y yo me pregunto: ¿cuándo decidimos convertirnos en panolis, en cándidos seres dispuestos a creer que todo será bien utilizado y la mala gente no existe? ¿Será una consecuencia del buenismo que se ha extendido por la sociedad en los últimos tiempos?
¿Cuándo perdimos la capacidad de precaución frente a lo desconocido?
¿Aparece una empresa, repito, una empresa privada gastándose millones para usar tu coche particular o tu piso para alquilarlo y llevarse su comisión y lo llamamos economía social?
¿Hemos necesitado ver a un repartidor en bici, mojado como un perro, para darnos cuenta de que, a lo mejor, esas empresas de reparto no son sino piratas? ¿Qué pasa, que nunca habíamos visto un repartidor e pizzas? ¡Y esos al menos tenían un contrato!
¿De verdad pensábais que una herramienta tan poderosa como Internet no iba a ser mancillada por los malvados?
Así que yo me pregunto: ¿cuándo decidimos dejar de ser como el apóstol Tomás y convertirnos en cándidos almas de cántaro? Ah, pero, ¿lo de la estampita es un timo?
La cuestión es si la culpa es de los que manipulan o de los que se dejan manipular…