La popularidad del fenómeno fintech y el crecimiento de competidores en distintas fases del ciclo, desde nuevos bancos como la alemana N26 hasta proveedores de servicios aún incompletos como Revolut y otros, o competidores de nicho como Shine, deja clara la incapacidad de la banca tradicional no para competir con ellos, sino simplemente para estudiar y entender incluso las implicaciones más básicas del fenómeno.
El problema para los bancos no es competir con este tipo de compañías, o al menos, no lo es ahora. Hablamos de magnitudes completamente diferentes, de escalas difícilmente comparables: que un servicio con un crecimiento fuerte como Revolut, por ejemplo, espere llegar a los tres millones de clientes en octubre de 2018 es una métrica que, frente a los más de 113 millones de clientes en todo el mundo de un banco como, por ejemplo, Santander, representa una preocupación más bien escasa, casi un error de redondeo. La idea de sentirse amenazado o de lanzarse a competir con algo así resulta, desde un punto de vista de simple dimensionamiento, algo entre lo extravagante y lo absurdo.
Obviamente, esto no quiere decir en absoluto que los bancos tradicionales deban ignorar este fenómeno – como de hecho no hacen. Ignorar los cambios y acomodarse en las diferencias de dimensión, como todos sabemos, es una actitud que supone un riesgo. En realidad, son perfectamente conscientes que el crecimiento del fenómeno fintech se debe fundamentalmente a sus propias carencias, a la fuerte tendencia al isomorfismo de la industria, y a la necesidad de un recambio que se acentúa más aún cuando se estudia el componente claramente generacional de la demanda de este tipo de servicios. Claramente, si no se hace nada, existe un riesgo de que muchos de esos clientes que hoy recurren a competidores del mundo fintech para necesidades relativamente puntuales como hacer una transferencia o viajar al extranjero terminen viendo en ellos una nueva manera de relacionarse con los servicios bancarios cuyo planteamiento les resulta más atractivo que el de unos bancos tradicionales, lastrados además por un planteamiento determinado del negocio bancario y por años de mala imagen.
¿Cuál debería ser, por tanto, la actitud de la banca tradicional con respecto al fenómeno fintech? La de estudiar muy directamente su forma de hacer las cosas y utilizarlas como laboratorios de innovación externa. Para un banco tradicional, la noticia no es que una fintech cierre una ronda de financiación exitosa o crezca en número de clientes, sino que sea capaz de presentarse como un «banco sin comisiones» pero, en realidad, plantee un servicio freemium en el que si no pagas nada, estás limitado a una operativa con un nivel bastante insuficiente, y para acceder a un tramo en el que puedas mantener una actividad razonable tengas que pasar a pagar, por ejemplo, 7.99 ó hasta 13.99 euros al mes. Para un directivo de banca tradicional, la idea de que esos mismos clientes que le protestan sus comisiones operación por operación todos los días puedan plantearse pagar esas cantidades porque «no son una comisión sino un servicio extra» debería ser una idea simplemente fascinante y reveladora. Si añadimos en la ecuación cuestiones aparentemente más superficiales, como la nueva tendencia hacia tarjetas metálicas más pesadas que las habituales de plástico y denotativas, se supone, de un estatus superior, la cuestión parece evidente: hay demanda para un tipo de cliente que pretende no solo disponer de un banco que le ofrezca servicios bancarios tradicionales, sino, además, «sentirse» de una manera determinada. ¿Absurdo? ¿Estético? ¿Anecdótico? Lo que quieras, pero que un cierto número de usuarios pasen de protestar diariamente las comisiones de los bancos tradicionales a pagar religiosamente una cuota mensual o anual por una tarjeta determinada es algo que alguien tendría que estudiar con mucho cuidado. ¿Qué hay detrás de una tendencia así?
Y esto, obviamente, es solo un ejemplo. El hecho de que el marketing de la nueva tarjeta de Revolut haga hincapié en la cuidada fabricación de la misma, o que la de N26 tenga una capa interior nada menos que de tungsteno no esconde, evidentemente, que esos símbolos acompañan otras prestaciones, que pueden ir desde sistemas de cashback pagados en una cripotomoneda de tu elección, hasta ventajas especiales para usuarios de work centers como WeWork, o entran en el mundo de los seguros, o incluso lanzan servicios altamente customizados para determinados segmentos de clientes. El caso de la francesa Shine, por ejemplo, resulta especialmente interesante: un enfoque especializado para trabajadores freelance, que ofrece servicios que van desde el registro legal hasta el pago de impuestos, y convierte el proceso prácticamente en algo similar al de darse de alta en una red social. Para determinados colectivos, una cuenta en Shine implica ventajas que, seas runner en Deliveroo, alguien que ofrece sus servicios en Upwork o trabajes directamente con tus clientes, te permiten introducir directamente tu IBAN de Shine en esa plataforma para regularizar todo el proceso, o crear una página desde la que gestionar tu facturación y que permite a tus clientes pagarte con tarjeta.
¿Qué buscamos en un banco? Cada vez más, servicios que pueden llegar a ir mucho más allá de la operativa bancaria tradicional, y que ofrecen una tolerancia al pago muy superior derivada de una percepción de valor añadido, de simplificación de un proceso. Pagar por comodidad, no por decreto, por aquello que realmente valoramos, sea un servicio o una percepción. ¿Dónde puedes esperar que comiencen este tipo de tendencias, cuál es el lugar adecuado para verlas y entenderlas? No en un banco tradicional que las lanza como «un proyecto más» de la mano de alguien que compite por la atención de los directivos con mil proyectos similares, sino en pequeñas compañías fintech que tratan estos servicios como una cuestión de identidad o incluso de vida o muerte. Mientras la gran banca se queja de que la regulación y el compliance no les permite lanzar determinados servicios, algunas fintech se dedican a reinventar esa compliance, a tropezar con la seguridad o a generar a sus clientes problemas derivados de ella sin que ello suponga un tremendo escándalo, porque el hecho de estar explorando nuevos espacios e innovando aparentemente lo justifica. Mientras los bancos tradicionales complican mi vida hasta el infinito con estúpidas tarjetas de coordenadas, ventanas flotantes y sistemas de autenticación que me llevan a pensar que estoy intentando entrar en el maldito Pentágono y están pensados en realidad para protegerse ellas, no a mí, las fintech se dedican a simplificar mi vida y a hacérmela más fácil.
¿Cuántos altos directivos de banca tienen la curiosidad de mantener una cuenta abierta en servicios de fintech y los utilizan con regularidad? ¿Cuántos se dedican a plantearse qué haría falta para que sus organizaciones pudiesen lanzar productos o servicios como los que ven en ellas? ¿Cuántas personas dedica la banca de toda la vida a utilizar a las fintech como fuente de ideas para la innovación a todos los niveles? ¿Están tal vez demasiado ocupados con otras cosas más importantes?
This article was also published in English on Forbes, “What can the big banks learn from fintech?»
Y también hay un problema adicional potencialmente desastroso para bancos tradicionales y para los estados: la enorme facilidad que hay ahora para que absolutamente cualquiera saque todo su dinero en un segundo puede reventar bancos y sistemas financieros en muy muy poco tiempo. Antes tener una cuenta en el extranjero era una movida llena de problemas, estabas cautivo de los bancos locales, ahora te abres una cuenta en un banco alemán en menos de 5 minutos y estás cubierto por el Bundesbank. Cuánto resistiría la banca española una retirada intensa de depósitos sin colapsar? Y España?
errata en la primera palabra del post:
«El popularidad»
diria que es «La popularidad»
…. borra el comentario después si eso para limpieza…
«¿Qué buscamos en un banco? Cada vez más, servicios que pueden llegar a ir mucho más allá de la operativa bancaria tradicional»
Bueno, yo lo que espero en primer lugar de un banco, al igual que de una compañía eléctrica, de gas, de agua, de seguros o de telefonía es:
– Que pase desapercibida en mi vida
– Que el día en que tengo un tema que requiere que me ponga en contacto con ellos (muchas veces por teléfono, a mi pesar) me lo resuelvan a la primera, poniéndose en mi situación y dándome soluciones efectivas.
Pondré dos ejemplos recientes con mi último nuevo banco, tras mandar a paseo al de la tarjeta de coordenadas:
– Veo que mi dirección tiene un código postal incorrecto que yo no he introducido. Y cada vez que lo cambio, da igual si por web o por app, al cabo de dos días revierte al incorrecto. Les escribo un correo para torpes que explica el problema indicándoles expresamente que revisen si tienen un proceso periódico que valida y «corrige» códigos postales, y sobre todo, que no me pidan que lo cambie de nuevo porque ya lo he hecho varias veces y su primera respuesta fue que les llamara para cambiarlo. Es cierto que tras mi respuesta me llamaron y un señor amabilísimo entendió perfectamente el problema y se encargó de arreglarlo, porque su base de datos de códigos postales estaba mal para mi dirección.
– He pedido dos tarjetas para mí que han llegado perfectamente a los pocos días, y dos para mi mujer, de las cuales ha llegado una pero no la otra (tras varias semanas), y tras reclamarla y reenviar una nueva tampoco ha llegado. Hoy me toca llamarles a ver qué solución me dan. Me veo que me hago cliente de N26 la semana que viene…
PD: lo de las tarjetas pesadas de metal no lo veo. Yo lo que quiero es no llevar tarjetas encima, y pagar todo con el móvil o el reloj.
Yo también estoy en esa dinámica, «quitar peso» de la cartera, tampoco entiendo el tema del metal, me parece una ostentación sin sentido…
Lo que no tiene ningún sentido es que todavía vayamos con tarjetas en el bolsillo, de plástico o de metal (horterada mayúscula).
Je, je. Yo he ido a peor con los años. En 2006, antes de que se inventara el iPhone yo iba por la vida con el DNI, una tarjeta de débito, el abono de transportes (cuando no era tarjeta aún) y un billete de 50€ en la funda del abono por si me quitaban la tarjeta. Hoy, con iPhone y Apple Watch, tengo que llevar carné de conducir, tarjeta gym, tarjeta empresa, y tarjeta multi de transporte. Y menos mal que las tarjetas de acceso a los edificios de mis clientes las llevo en la mochila del portátil junto con otras dos tarjetas multi de transporte y rechazo cualquier tarjeta de fidelización que no se pueda meter en el móvil como la de FNAC.
No daba crédito al correo de Revolut anunciándome la tarjeta de metal, me decepcionó mucho porque yo de Revolut sigo esperando el Apple Pay y el 3D Secure.
Me apunto a los comentarios de CARLOS QUINTERO me parecen sumamente razonables.
Reviso lo que llevo en la cartera:
DNI
Tarjeta de la Seguridad Social
Tarjeta de Sanitas
Bonobus
Tarjeta de Socio de la Cruz Roja
Tarjeta de visita de Rerstaurante Kyoto Avda de Valladolid 5 Valencia
Tarjeta de visita de Antonio Trasportes y Mudanzase y Reforma Interior de Madrid
Tarjeta de visitas de Musical Barquillo Barquillo 32 Madrid
Tarjeta de visitas de Toto y Peppino Fernando IV Madrid
Tarjeta de visitas de Farmacia Mariano Buj Mercaderes 8 Llanes
Tarjeta de visita Casa Carmen Cwentro Comercial Plaza Norte SS de los Reyes
20 euros
Nada de extraño tiene el DNI y el Bonobus algo mas las Sanitarias, pero han de entender que esas tarjetas me permiten entrar en los clubs mas selectos del País, algo que a mi edad de 75 años me apetece hacer con mas frecuencia que antes.
El bonobus es la unica tarjeta de débito que utilizo en mi vida ordinaria, ttenf go otra tarjeta de crédito que solo saco si planeo viajes de turismo fuera de españa, pues me molesta llevar grandes sumas de dinero.
Los 20 euros debe ser el resto del cambio de un billete de 50€ que es lo que me larga mi mujer cada vez que le digo que necesito pasta.
Se asombraran de la colección de tarjetas de visita de sitios absurdos y variados que porto, Mi costumbre es no rechazar ninguna tarjeta cuando me la ofrecen, me parecería de muy mala educación, y para mi son muy útiles, pues hay en sitios que desean apuntar tu nombre, apellido, domicilio etc, en sitios así, lo que hago es rebuscar una tarjeta entre mi colección y largar la mas adecuada a las circunstancias, sin ningún comentario, Nunca he encontrado nadie que le diera una tarjeta y no lo tomara como un documento bisado por el colegio de notarios en pleno.
Respecto a la paradoja de las comisiones, hay una diferencia entre los bancos tradicionales por un lado, y por el otro las fintech y los bancos online (a menudo propiedad de los bancos tradicionales, pero con planteamientos «sin comisiones»).
Los bancos tradicionales parecen empeñados en cobrar comisiones hasta por respirar, mientras que fintech y bancos online no te las cobran por las operaciones más básicas y de uso más común, de tal manera que muchos clientes, por no necesitar más, no pagan ninguna comisión. En otras palabras, el banco tradicional es un servicio de pago por uso (similar a un pay per view), mientras que la fintech y el banco online son freemium, que solo paga el que quiere algo especial.
Como ya digo, a menudo los bancos online son propiedad de los bancos tradicionales, por lo que en realidad estos están siguiendo la estrategia de cobrar por todo al cliente que traga con ello (el que no se cambia), y al mismo tiempo no cobrarle al cliente que se pasó a online.
En el transfondo del asunto está lo ya comentado en otras ocasiones. La sucursal es cara, los intereses están bajos y van a seguir así. Así que los bancos tradicionales están haciendo que el cliente que traga pague por las sucursales a base de comisiones.
Para mí, es una cuestión de libre albedrío: la banca tradicional me impone unas comisiones, y mis alternativas son o aceptar y pagarlas, o estar encima de ellos todo el rato pidiendo que me las quiten, o irme a otro sitio. Las fintech me hacen toda la operativa habitual gratis, y si decido pagar por un servicio premium, es porque a mí me da la gana. Y eso tiendo a aceptarlo de mejor grado, fundamentalmente porque lo puedo decidir yo. Será una cuestión psicológica, pero me parece potente…
Yo pienso igual. Llevaba media vida en un banco tradicional, hasta que empezaron a cobrarme comisiones, y me pasé a un banco online.
Si alguna vez quiero algo especial, ya pagaré por ello, pero los costes no justifican el cobrar por transacciones electrónicas, el coste de eso es virtualmente cero.
Hay otra cuestión:
– Amazon ha subido recientemente su cuota de Amazon Prime, y eso puede gustar poco o nada, pero cada vez dan más servicios (video, música, lectura, etc.) aunque puede que no te interesen.
– Movistar sube sus sus tarifas todos los años, pero es cierto que dan más servicios (gigas móvil, velocidad fibra, etc.) aunque puede que no te interesen.
– Pero los bancos tradicionales empezaron a cobrar comisiones por todo o a subirlas sin dar ninguna mejora de servicio, solo porque disminuyeron sus ingresos y sus costes seguían iguales. Y en los últimos tiempos no paran de cerrar sucursales, con lo que cada vez tienen menos cajeros (para los que los usan), reducir el horario de atención, limitar las operaciones que les puedes pedir en la sucursal, etc.
Antes en los aviones, había espacio entre los asientos, podías llevar las maletas que quisieras, te daban unas comidas realmente buenas, las azafatas eran preciosas, te daban caramelos, un periódico y te llevaban de la terminal al centro de la ciudad gratis, pero el billete valía un huevo.
Apareció Rynair y todos nos pusimos tan contentos, los vuelos valían menos que lo que te cobraba el taxi por llevarte al aeropuerto, por supuesto había algunas cosas peores, te trataban como ganado, no podías elegir asiento, no podías llevar mas que una minimaleta, te cobraban por cualquier cosa no prevista en el billete, y de la comida , lo habitual es que no hubiera y si la había aun peor, a cambio el capitán del avión personalmente te invitaba a que compraras papeletas de rasca y suerte.
No quería hacer el último viaje a Alemania con Ryanair, pero íbamos otros amigos, algunos con escasos recursos y al final fuimos todos en Rynair.
Como temía, me dieron el viaje, en Berlín hay un rastro de cosas usadas que es único, se venden cosas de plata y abrigos de visón, arte, antigüedades etc a precios increíblemente bajos, pero no compre mas que una bayoneta de la 2 Guerra Mundial porque no me cabía nada en la maleta . La verdad que la visita a ese rastro fue totalmente frustrante por la cantidfa de cosas a las que renuncié
Cuando llegue a la sala de emnbarque había unos fulanos que habían pagado por el billete un euro mas que yo, que tenían derecho a elegir asiento, lo malo es que los fulanos eran 20 y el avión estaba a unos 250 metros andando, de autobús nada de nada. Salieron al galope los 20 privilegiados y yo le dije a mi mujer «De correr nada de nada, que esto no es San Fermin», Salio el resto del pasaje y también corrían como gamos a elegir asiento. Cuando salió el último de la sala de embarque, yo y mi mujer nos levantamos de los asientos y con toda parsimonia nos fuimos hacia la escalerilla, sabía que auque los pesara el avión no se podía ir sin mi. . Cuando llegamos al avión, mi mujer que sabe mejor inglés que yo, pregunto a la azafata, donde hay asientos libres, la azafata recorrió el pasillo y dijo uno en la fila 7 y otro atrás, al llegar al primero libre un, señor muy amable me dijo voy solo, así que no me importa ir al otro, contra lo previsto nos sentamos los dos juntos en aquel mini cubículo. Llevábamos también el equipaje de mano que te permite Ryanair, pero los viajeros anteriores habían llenado todos los huecos encima de los asientos, nuevamente llamé a la azafata y la dijimos, «con esto que hacemos» y ella nos lo recogió y lo guardo en un sitio que hay a la entrada del avión
Unos de mis amigos, que si corrieron para conseguir asiento, tuvieron la mala suerte de dar de compañeros, con unos estudiantes que habían hecho el interrail o algo así y llevaban 15 días sin lavarse, les dieron el viaje en su minicubículo con el efluvio que soltaban.
Lo tuve claro:
No viajo por negocios sino por placer, si no tengo dinero para ir como un señor no viajare y punto.
Si viajo como un señor, lo sea o no. cosa que no viene al caso, exijo que me traten como un señor
Nadie da duros a 4 pesetas.
Lo peor de todo es que las compañías aéreas acuciadas por la competencia, en vez de competir por calidad de servicio. han entrado todas a competir por precio y hoy, no hay una compañía aérea que te trate como te trataban antes de aparecer Ryanair pagues lo que pagues. Suerte que aun queda el AVE
Me temo que con las Fintech pase igual que con Ryanair, al principio todos contentos pero al cabo de un tiempo estaremos echando de menos los tiempos cuando a 200 de tu casa, había una sucursal que te trataba como un señor. (aunque no lo fueras)
.
La sucursal es esa cosa que yo ya no usaba desde años antes de que me fuese del banco tradicional en el que estaba.
La sucursal es también ese sitio en el que si no es tu sucursal (en la que te has abierto la cuenta) ya no te tratan tanto como un señor.
A mi si
Krigan, si no has necesitado utilizar sucursales desde hace años, es que desde el punto de vista financiero no eres nada, las personas normales si lo necesitamos, o porque tenemos dinero que invertir, o porque precisamos líneas de crédito.
En lo del crédito puede ser, en lo otro no es así. Hoy día se pueden hacer toda clase de operaciones online.
Desde el punto de vista financiero no eres absolutamente nada. ¿Necesitas créditos a la exportación?, ¿Tienes dineros a invertir en cantidad?, ¿Precisas encontrar capital riesgo?. ¿Tienes que cobrar de tus clientes? – NO
Gorki:
Muy bien, no soy nada. Y precisamente por eso no necesito sucursal, al igual que el 95% de la población.
¿Vas comprendiendo por qué los bancos están cerrando sucursales a toda prisa? ¿Por qué han montado bancos online? ¿Por qué incluso en muchas sucursales que todavía no han cerrado han reducido el número de cosas que se pueden hacer?
Es tan sencillo como esto: el que verdaderamente necesite sucursal, o el que siga empeñado en usarla sin necesitarla, que la pague de su bolsillo. No la voy a pagar yo, que no la uso.
Tus reclamaciones serán cursadas por una IA, entrenada con miles de conceptos jurídicos ininteligibles para los mortales, que te llevará por el camino que quiera para salir triunfante.
Con la banca tradicional le puedes buscar las cosquillas a Paco, el director de la sucursal, negociando buenas condiciones y consiguiéndolas por dos buenas razones: el grueso de tu cuenta corriente y porque si te la llevabas a otro lado le das el trimestre.
La penúltima vez que entré en una sucursal fue porque me habían empezado a cobrar comisiones. Señalé que me iría a otro lado. Fue una lastimosa pérdida de tiempo. La última vez que entré en una sucursal (la misma) fue para cerrar la cuenta.
Sigo teniendo una sucursal a mi disposición al lado de mi casa, porque mi banco actual (online) es propiedad de un banco tradicional. De hecho, mi banco actual no es más que una marca comercial, el código de entidad es el mismo que el del banco tradicional. No he entrado ni una sola vez en esa otra sucursal.
Yo ya lo he dicho, tú sabrás si te lo quieres creer. Lo que los bancos están haciendo es cobrarle comisiones al cliente «tradicional», y no cobrárselas al cliente online. De algún lado tiene que salir el dinero para pagar las muy costosas sucursales.
Yo dejé de usar banca tradicional a finales de siglo, cuando comenzó la banca telefónica y luego internet, y solo he tenido que volver a usarla unos años tras casarme porque mi mujer tenía sus cuentas en la sucursal de la que era directora un familiar suyo. A pesar de quitarnos las comisiones, había tantas que a veces el sistema nos cobraba alguna y tenía que reclamar la devolución. Al final ese familiar se salió del mundo de la banca y pude cerrar la cuenta.
Con Paco te puede pasar lo mismo: que el sistema se empeñe en cobrarte por algo cada dos por tres, que Paco mañana no esté, o que la sucursal entera ya no esté.
No, el riesgo es el que ha comentado Gorki: que cuando todo sea banca online las condiciones empeoren, con peor servicio…o con comisiones.
No creo que las condiciones empeoren cuando todo sea online, porque el operar online favorece que haya más competidores. Antes elegías entre los bancos que tenían sucursal cerca de tu casa, ahora cualquier fintech o banco alemán te vale.
Buen apunte, esperemos que sea cierto.
Un matiz sobre el «ahora» que indicas: me he estado informando sobre N26, y es posible que a día de hoy haya empresas españolas o la Administración que no admitan para un cliente de España una cuenta de un banco de Alemania (por problemas con el IBAN):
Domiciliación SEPA en banco extranjero, se pueden negar?
Pero es de suponer que eso se vaya resolviendo con el tiempo, o bien por normativa que han de cumplir o bien por su propia conveniencia (excepto la Administración, que es para echarla de comer aparte).
Carlos Quintero:
Sí, me temo que con el tema ese del «ahora» tienes razón. Sigue habiendo empresas que no admiten el IBAN, todavía no han actualizado sus sistemas informáticos. El tema se resolverá cuando acaben multando a alguna.
Sigo sin ver el sentido que aún vayamos con tarjetas de plástico en el bolsillo, cuando todos llevamos el móvil encima… tienen que impulsar los bancos aún más los pagos con el NFC.