Finalmente, tras muchos años de abusos que llegaron incluso a amenazar la supervivencia de la compañía, Twitter parece que se plantea hacer algo con respecto a la toxicidad que impera en su plataforma, y adquiere Smyte, uno de los servicios que muchos utilizaban para combatirla.
Smyte es una compañía formada por unas veinte personas, que había recibido hasta el momento unos $6.3 millones de financiación, fundada en la incubadora Y Combinator en 2015 por tres ingenieros especializados en seguridad y lucha contra el fraude o el spam. Sus soluciones permiten poner coto mediante reglas de machine learning derivadas de los datos o de las propia compañía a todo tipo de comportamientos indeseables en la red, desde estafas o phishing, hasta cuestiones como spam, cuentas falsas, bullying, hate speech, insultos o trolling. Inmediatamente tras el anuncio de la adquisición, Twitter cerró la API de Smyte, dejando a los clientes actuales de la compañía sin servicio y provocando airadas quejas.
La interpretación de Twitter de la libertad de expresión siempre me ha llamado la atención por su extremada ingenuidad. La libertad de expresión es, por supuesto, una causa por la que luchar y algo que siempre es necesario defender, pero que al mismo tiempo, precisa de reglas que permitan evitar un abuso que forma parte de la condición humana. Al proteger una supuesta libertad de expresión por encima de todo y sin reglas, se atenta claramente contra la liberta de expresión de quienes son atacados, generándose un entorno que termina convirtiéndose en una espiral de toxicidad, insultos y comportamientos organizados para silenciar o promover un pensamiento único, una plataforma que termina dando más voz a los que acosan, insultan y exhiben un comportamiento más proactivamente agresivo. El balance entre libertad de expresión y una plataforma saludable es algo que Twitter, claramente, nunca ha sabido gestionar bien, y que ha llevado a muchos usuarios a dejar de utilizarla o a adoptar una actitud de simple escucha, sin participación activa.
¿Puede Twitter, embarcada tras varios años discretos en una vuelta al crecimiento en un período de fuerte actividad, ser capaz de introducir reglas que controlen la agresividad, excluyan a los trolls, a los que insultan o a los que organizan estrategias para difundir interesadamente ideologías basadas en el odio? El servicio de Smyte tiene una reputación buena entre sus usuarios y parece que no es un mal primer paso, pero completarlo exigiría el desarrollo de reglas que permitan una exclusión efectiva de quienes violan las reglas. De poco sirve cerrar una cuenta si la persona u organización que se encuentra tras ella puede volver a abrirla con otro nombre de manera prácticamente inmediata y darle visibilidad simplemente siguiéndola desde otras cuentas o comprando seguidores. Es necesario poner en marcha servicios que permitan una exclusión efectiva basados en digital fingerprinting, que al menos dificulten de manera real el mantenimiento de comportamientos o estrategias basadas en el uso de la agresividad.
En ese sentido, existen cada vez más iniciativas para gestionar este tipo de comportamientos. La compañía española eGarante, por ejemplo, ofrece desde hace poco un servicio para prevenir y combatir el acoso en redes sociales como Twitter, basada en la disuasión: permite una recogida de pruebas de esos comportamiento con total validez jurídica certificando las interacciones aunque estas sean posteriormente eliminadas, lo que hace posible una eventual actuación judicial. Una herramienta que conlleva una cierta actitud de «judicialización de la conversación» que posiblemente solo se justifique en casos muy determinados, pero que enmarca al menos una manera de disuadir determinados comportamientos, como las amenazas o la difamación, para los que solo puede entenderse el recurso a la ley como respuesta válida.
Por supuesto, no es sencillo. Diferenciar la agresividad sistemática de la mera sátira o de la crítica razonable no es sencillo, un ese proceso en el que puede haber numerosos falsos positivos, cada uno con una historia detrás. Hay personas que promueven el odio sin necesidad de utilizar términos malsonantes o insultos, simplemente utilizando la ironía o la sátira, que lo hacen únicamente de manera ocasional, o que pretenden pasar por rebeldes, por inconformistas o por iconoclastas mediante ese tipo de estrategias. Algunos muy visibles o con mucho seguimiento, capaces de organizar auténticas revueltas de usuarios o amenazas de boicot si son silenciados. Sin embargo, es algo necesario, como lo es el desarrollo de reglas de convivencia social, si se pretende mantener una estrategia sostenible. La adquisición de Smyte puede marcar un momento interesante en la historia de Twitter: ¿abandona finalmente la compañía su ingenuidad casi infantil en la defensa de una libertad de expresión sin reglas que ha llegado a perjudicar fuertemente su propuesta de valor, o seguirá diciendo que si te insultan, lo mejor es que adoptes la estrategia del avestruz y cierres los ojos para no verlo?
This post is also available in English in my Medium page, “Twitter: finally, fighting toxicity?»
En el post anterior se defendia que no puede haber censura previa porque un proyecto de ley pretende defender que las webs tengan un sistema que cace posibles posibles vulneraciones al copyright
Y en este parece que se propugna que Twitter si puede aplicar filtros a determinados mensajes porque alguien que no es un juez los considere inapropiados.
Pues personalmente me parece aplicar la misma vara de medir: CENSURA PREVIA.
Al final resulta que la AI y sus algoritmos sirven para convertir internet en una parodia de China. TOCATE LAS NARICES !!!
Hombre, yo diría que es un pelín diferente si es algo impuesto por ley, que todo el mundo debe cumplir, que si es un ente privado (Twitter en este caso) haciendo cumplir sus propias normas de uso que no tienen ninguna validez en ningún otro sitio.
A ver si ahora va a resultar que en Youtube no tienen derecho a prohibir el porno. Pues sí, siempre han tenido ese derecho y siempre lo han hecho. Si quieres porno, te vas a Youporn y problema resuelto.
Ya que mencionas China, allí por ley no se permite el porno, ni otras muchas cosas que aquí si están permitidas, haga lo que haga Twitter.
El argumento al final es una empresa privada puede cortar o admitir a quien quiera. Una administracion no puede poner reglas de uso a su ciberespacio.
A quien beneficia este esquema?
A las empresas que se lucran de internet o a las ciudadanos que lo usan?
Si tu tienes haces un twitter porque se permite que cualquiera saque el mismo twitter con su perfil ? La copia de twitters a tu nombre es correcta?
El ciberespacio no es de la administración, es de todos. Y ciertamente el esquema de aquí es muchísimo mejor para los ciudadanos que el esquema de China. No creo que sea tan difícil de entender, la ley es algo que afecta a todos.
Si no te gusta Twitter, te puedes ir a cualquier otro sitio. No es lo mismo que tener que emigrar de tu país para poder escribir lo que quieras.
La deriva censora de Twitter (y de Facebook) es más que preocupante. El comodín de «discurso del odio» se puede emplear para censurar cualquier cosa. «Dadme diez líneas escritas por un hombre y encontraré en ellas motivo para hacerle colgar», decía Richelieu. «Dadme diez tuits escritos por cualquier hombre y encontraré en ellos motivo para denunciarle y pedir que le suspendan la cuenta», podría decir cualquier activista progre en redes sociales. La censura y la suspensión de cuentas, al menos en tuiter está muy sesgada y casi siempre obedece al esquema de campañas de acoso ciberorganizadas por activistas semiprofesionales adscritos a las izquierda, a la progresía y al separatismo, que, difrazados de ovejas buenistas, provocan, acusan y denuncian a tuiteros «de derechas» o simplemente refractarios a la cosmovisión del buenismo progre. Ahora me vienen a la cabeza los casos de Zooropina o de Verdadesofenden. Cuentas chapadas por arte de birlibirloque tras ser puestas en la picota por los chacales del progrerío. Lo de «delito de odio» o la «incitación al odio» es la nueva censura de nuestros tiempos. Yo me siento cada vez más incómodo en tuiter pero no por lo que Dans comenta sino por la permanente sensación de autocensura y de que cualquier cantamañanas progre pueda orquestar una campaña de denuncias para que cierren mi cuenta y que al final me la chapen sin explicaciones. Perseguir «la incitación al odio» es el medio de acallar a los discrepantes en nuestros días. Vale.
Jo, si es que al final no vas a poder ni a acosar a mujeres ni insultar a maricones, a negros o a moros, el mundo se va a la mierda.
Por cierto, el delito del odio suele ser lo que utilizan para encarcelar o imputar a independentistas, a raperos, a los que hacen chistes sobre Carrero Blanco, sobre la guardia civil, etc. no te preocupes que los «extremocentristas» teneis bula. El unico peligro es que un día morais de un ataque de hipocresía.
Hay que considerar a las redes sociales, Twitter entre ellas, como dos servicios simultáneos, Uno es ser un canal de comunicación, como puede ser el correo o el teléfono, que pone en comunicación particulares, con la particularidad de que cada nodo de la red, tiene la posibilidad de comunicar simultáneamente con otros muchos nodos que voluntariamente desean conectar con él.
Como canal de comunicación, la empresa, en esta caso Twitter, no tiene la menor responsabilidad sobre los contenidos que fluyen sobre ella, como no tiene ninguna responsabilidad el correo sobre lo que manden los particulares por su servicio..
Lo que ocurre, es que como cada usuario es emisor a muchos destinos, la cosa se complica un poco, pues evidentemente, no es lo mismo insultar por carta a alguien que por ejemplo, hacerlo por radio y aquí si parece que el propietario del medio, Twitter, tiene cierta responsabilidad sobre lo que se difunde, como la tiene por lo que se difunde por la radio, aunque quien lo emita sea un señor particular, Parece razonable que si esto ocurre en la radio, la radio, no deje acercarse a sus micrófonos a esa persona,
Puede Twitter prohibir el acceso a quien hace mal uso del canal de comunicación, a mi modo de ver, puede y debe, Esto no se censura previa, sino castigo por un mal uso previo del medio, El problema es como llevar a la práctica esto cuando hay millones de potenciales emisores y por tanto de potenciales infractores, Empresas como la adquirida puede ayudarles en ese sentido.
Sin embargo quienes antes y con mas precisión deben reaccionar a este tipo de contenidos inadecuados, son los receptores del mensaje, que tiene la obligación moral de denunciar esteproceder y el deber de cesar de seguir a esos indeseables.
Por último, de lo que si es totalmente responsable Twitter es de los contenidos, no solicitados por nadie, que ella difunde como forma de cobro de su servicio, Si aquí se produce alguna actividad censurable o delictiva, si son ellos responsables como coactores necesarios para la ejecución de falta o delito.
En este sentido difundir pagando noticias falsas por e Twitter no solo seria responsabilidad de quien lo hace sino además de Twitter por poner su organizacion a servicio de este hecho.
Nada fácil el asunto de la toxicidad. La diferencia entre la toxicidad química y la toxicidad ideológica es que una es medible (y se puede cuantificar su peligro) pero otra no lo es (y menos se puede cuantificar su peligro dada la subjetividad del emisor/receptor).
No hay IA que asuma tal problema sin interferir negativamente. Por ahora el cerebro humano no es censurable por otro cerebro humano. Dudo que lo sea por una IA (actual o futura).
(…) ser capaz de introducir reglas que controlen la agresividad, excluyan a los trolls, a los que insultan o a los que organizan estrategias para difundir interesadamente ideologías basadas en el odio?
Tan sencillo como prohibir el acceso a humanos. Muerto el perro se acabo la rabia.
Es la tragicomedia de quienes apostaron por ser sociales y descubren una sociedad que no es como deseaban.
Como montañero, hay una cita que dice que la montaña te muestra quien eres y puede que te guste o no, pero será la verdad.
Authoritarianism EVERYWHERE!