Con la rápida mejora de la tecnología de cámaras, del ancho de banda disponible para la transmisión y, sobre todo, de los algoritmos de reconocimiento de imágenes, la presencia de cámaras en todos los rincones de las ciudades se está normalizando cada vez más: combinada con los satélites y con las señales de los smartphones que llevamos en todo momento en el bolsillo, convierten el entorno en que vivimos en un escenario de vigilancia permanente.
Lo que inicialmente fue un modo de vigilar lugares concretos en los que podía cometerse delitos de manera recurrente, como bancos, hoy ha evolucionado para convertirse en enormes redes de vigilancia coordinada capaces de controlar la totalidad de nuestro recorrido por la ciudad, incluyendo cámaras en fachadas de domicilios particulares dotadas de algoritmos capaces de diferenciar personas de animales o cosas, o identificar caras concretas.
La tendencia, sin duda, puede observarse en su plenitud en muchas ciudades en China, convertida en el auténtico estado de la vigilancia total: más de 170 millones de cámaras exteriores están ya en uso, y se calcula que 400 millones más van a ser instaladas a lo largo de los próximos tres años, unidas a sistemas de cámaras portátiles en gafas utilizadas por la policía capaces de identificar a las personas que tengan delante. Obviamente, el control de semejante cantidad de cámaras no puede ser llevado a cabo manualmente, sino utilizando algoritmos capaces de reconocer personas y practicar seguimientos en función de criterios establecidos, algoritmos que se desarrollan para todo tipo de funciones como el control de las operaciones de una tienda, pero que terminan siendo ofrecidos a la policía.
¿Nos asusta la popularización y difusión de perspectivas como la de China? La evolución de China no termina en sus calles: la vigilancia se está adentrando ya en las escuelas, en las que las cámaras vigilan la actitud de los estudiantes, su nivel de atención o sus movimientos durante las clases, y llega incluso, en algunos casos como los militares, las cadenas de montaje o los conductores de trenes, a la monitorización de su actividad cerebral. La vigilancia constante, completamente normalizada y convertida en una característica de la vida de los ciudadanos, obligados a aceptar que están siendo observados en cada uno de los momentos de sus vidas, por algoritmos que capturan no solo sus desplazamientos, sino las personas con las que hablan o con las que se ven habitualmente. Algoritmos capaces de reconocer una pelea, un abrazo, un gesto, que unidos a los sistemas de calificación social, dan lugar a un sistema capaz de clasificar a los ciudadanos en función de su afinidad política, o incluso capaz de aislar a potenciales disidentes haciendo que el crédito social de aquellas personas con las que hablan descienda por el hecho de relacionarse con ellas.
Pero esa China convertida en escaparate de tendencias no es el único escenario de la vigilancia: en Newark, las cámaras instaladas en toda la ciudad ya no solo son utilizadas por la policía, sino que ha sido abiertas a cualquiera con una conexión a la red. Cualquiera puede conectarse y utilizar esas cámaras para controlar una zona, a una persona, o simplemente para curiosear, ver el tráfico o el ambiente. Un movimiento planteado para incrementar la transparencia, pero que ha generado alarmas por su posible uso por parte de acosadores o incluso ladrones, capaces ahora de controlar la actividad en una vivienda determinada desde la comodidad de sus casas. Países democráticos como el Reino Unido manifiestan también tendencias hacia el control total y dictan leyes de vigilancia extrema con la oposición de Naciones Unidas, de grupos de defensa de los derechos ciudadanos y activistas de la privacidad y de empresas tecnológicas, leyes que son posteriormente declaradas parcialmente ilegales, pero que claramente marcan una tendencia. En Barcelona, un movimiento encabezado desde el ayuntamiento pretende tomar control de los datos generados por las infraestructuras de la ciudad y pasar «de un modelo de capitalismo de vigilancia, donde los datos son opacos y no transparentes, a otro en el que los propios ciudadanos puedan tomar posesión de sus datos», algo que afecta a la explotación de los datos de consumos, contaminación, ruido, etc., pero excluye el uso por motivos de seguridad o vigilancia.
Otro modelo relacionado con el uso de los datos es el de compañías privadas como la Palantir de Peter Thiel, capaces de acceder a enormes cantidades de datos y construir detalladísimos perfiles a partir de comportamientos tanto online como offline, o sospechosos habitualmente mencionados como Facebook, sobre cuyas actividades se han escrito infinidad de artículos. Frente a modelos distópicos como el de China o enfocados en la vigilancia obsesiva, como los que están surgiendo en países como Suecia derivados de las posibles amenazas terroristas, surgen grupos de asociaciones activistas generalmente norteamericanas como ACLU o la EFF, con campañas que intentan concienciar a la población sobre los excesos de una vigilancia o trazar estrategias para desmantelarla, o para convencer a una ciudadanía preocupada por su seguridad de que la vigilancia masiva no funciona ni funcionará nunca como arma para combatir el terrorismo. Simplemente unas pocas asociaciones civiles, que obtienen sus fondos a través de campañas de donaciones públicas, contra una tendencia masiva a nivel internacional que llena de cámaras nuestras ciudades y utiliza algoritmos para reconocernos, seguir nuestros hábitos, ver por dónde nos movemos y qué hacemos habitualmente en nuestro día a día. Entender que la idea de «si no tengo nada que ocultar, no tengo nada que temer» es errónea, y debe ser sustituida en el imaginario colectivo por ideas más progresistas, más lógicas y que toleren el activismo, la voluntad de cambio o la protesta pacífica.
¿Es la transición hacia una sociedad en permanente vigilancia una transición inevitable? ¿Nos dirigimos indefectiblemente hacia un modelo orwelliano, hacia escenarios distópicos en los que todo lo que hacemos, todas nuestras actividades están permanentemente monitorizadas? ¿Dependemos únicamente de unas pocas asociaciones civiles para intentar detener esta evolución? ¿Estamos obligados a imaginar la sociedad del futuro como un escenario en el que todo lo que hagamos sea constante objeto de vigilancia? ¿Hay alternativas?
This post is also available in English in my Medium page, “Are we sliding inevitably into a surveillance society?»
Nos guste o no, (y a mi no me gusta nada),.esto es lo que hay. ¿Que podemos hacer?,
Esa es la pregunta fundamental que me lleva a escribir la entrada. Yo ya contribuyo a la EFF, a ACLU no porque no me parece que tenga sentido, viviendo fuera de los Estados Unidos, contribuir a una asociación con un ámbito puramente norteamericano, pero aparte de eso, de aportar algo de dinero a asociaciones de este tipo, algo más deberíamos poder hacer, ¿no? ¿Iniciativas políticas? ¿Solicitar a los partidos que aclaren sus visiones en este sentido? ¿Presionar para obtener actitudes más razonables? Alguien debería hacer ver a los políticos españoles o europeos que «protegernos mejor» no es «vigilarnos más», que hay formas mejores y más razonables de hacerlo, ¿no? Por mi parte, solo aspiro a concienciar un poco más a quienes me lean, el paso a la política activa no lo voy a dar ni lo he querido dar nunca, pero creo que puedo intentar aportar algo, al menos, escribiendo sobre ello…
Comprarte una careta de Guy Fawkes para llevarla por la calle y eludir las cámaras, aunque es un pelín incómodo y tarde o temprano acabarías en comisaría bajo cualquier pretexto.
Bendito sea el terrorismo, es un espantajo que sirve para justificar absolutamente todo, si no existiese habría que inventarlo.
Y a los delincuentes, ya saben: a taparse bien la carita cuando ejerzan y a hacerse con una jaula de Faraday para el movil para que no deje rastro alguno. Servirá envolverlo en papel de plata o hará falta algo más sofisticado?
¿Que podemos hacer? Ser una democracia. Simple y sencillo.
Votamos como hacen los ciudadanos suizos. Se propone un referendum. Se explican sin demagogias la propuestas que correspondan a cada caso. Y si salen aprobados, se procede a incorporarlos en nuestro cuerpo legal, cumpliendo los pasos que ahora mismo tenemos que seguir ( p.ej. para cambiar una ley orgánica o la CE)
Y de paso dejamos de intoxicar con mensajes de que podemos hacer….
Vale, chupado: convertirnos en Suiza, convocar un referendum, explicar el tema sin demagogia y luego implantarlo en la ley siguiendo paso a lo que la propia ley indica … ¿y ahora alguna propuesta para el mundo real?
Militar en un partido politico que no defienda los interes de las empresas que citamos?
Habrá que acostumbrarse a vivir en una sociedad distópica, La tecnología está aquí y no la podemos enterrar, pensar que nuestras «autoridades» y nuestras «corporaciones» tengan en su mano algo y no lo utilicen, es ser o muy optimista o muy miope.
Nos guste o no nuestro móvil va dejando rastro de nuestro paso y aunque no todas, las cámaras, si algunas, están unidas a Internet, y por si fuera poco lo estarán. los dispositivos IoT, los Alexa y similares, los contadores de luz y agua, mas todos los «filbit» que queramos, o tengamos que llevar puestos, por un motivo o por otro, a lo que sumará en un futuro próximo los vehículos autónomos , Por falta de datos no va a quedar.
Si presionamos a nuestras «autoridades» para que nos protejan, quizá tengamos éxito y consigamos, lo que hemos conseguido con la cookies y con la nos nuestros datos privados, que saquen una ley en el que «libremente» autorizamos que nos sigan el rastro, como condición previa, sin la cual no, se nos da un servicio que nosotros consideramos imprescindible..
¿Alguien se encuentra más protegido con el que soliciten permiso para las cookies, o con la ley GDPR?
Que si hombre, que las «tecnologias son neutras» lo malo «que siempre hay tantos intereses por medio …» ja ja
Lo que describes en la introducción sobre China es la misma descripción del infierno en la tierra
¿La tecnología está a nuestro servicio o estamos nosotros al servicio de la tecnología?
Ya sabemos que el burro anda porque le ponen la zanahoria.
Pero los que ganan son las empresas que sacan beneficio saltándose, bordeando o directamente estafando a sus usuarios… igual que los chinos le dicen a las empresas extranjeras que no entran en su país. Ellos porque son una dictadura. Nosotros les diremos GO HOME porque no nos aportan nada.
Simplemente hay que obligar a que los móviles y navegadores incorporen tecnologia de privacidad diferencial como va a implementar Safari en High Sierra. Y sayonara Facebook, Android,…. Si empeoras la experiencia de usuario no operas en la UE.
SIMPLE Y SENCILLO.
Y las memez de que no se puede, las dejamos para otro día.
Democracia y respeto a los ciudadanos.
Como dice alguno el problema es de hacer que la democracia formal pase a ser real (aunque medianamente digitalizada). En Estonia parece que resolvieron a medias el problema de digitalizar de arriba abajo. Pero, allí y en todas partes, el problema siempre será «quien controle la información». O dicho de otra forma quien da el «crédito social».
Antiguamente no había tanta vigilancia tecnológica, pero eran los poderosos (de casa, barrio, ciudad, estado, Tierra) quienes daban y quienes quitaban el crédito social. La persecución de brujas no necesitaba mucha tecnología, que digamos.
Siempre hubo un sistema de recoger información estupendo a través de los curas religiosos. No necesitaban ningún aparato para saber al día lo que pensaban los vecinos de una parroquia. Y los vecinos lo hacían muy gustosos (no era solo problema de los curas). El fanatismo hace milagros.
Así que démosles vueltas y vueltas a los sistemas tecnológicos (incluídos cualquier tipo de algoritmo), pero el problema sigue siendo el ser humano que los usa (incluído el programador de turno).
Las cámaras y los hackers, como el rozamiento en la rueda son consustanciales al progreso tecnológico. Simplemente toca minimizar sus efectos negativos..
Después de leer este artículo, que es tuyo, sigues manteniendo que las app de los móviles no nos escuchan….?
Creo que se responde solo….
Precisamente hoy el el mundo:
http://www.elmundo.es/tecnologia/2018/06/11/5b1e3b4e22601de31d8b4613.html
Ya no vamos ni a poder mear en el parque…
(Reconozco que es algo que haya podido ocurrir, pero SOLO cuando salgo a correr….).
En fin, una lastima todo esto.
Newark no está en China, sino en EE.UU.
Lo que ha sucedido es que la policía de esta pequeña ciudad, ha abierto al público las cámaras de vigilancia de circuito cerrado de los establecimientos, incluso las dirigidas a la vía pública, lo que evidentemente no es legal en Europa (ni allí).
Si empezamos a «seleccionar cerezas» de diversas partes del mundo e hilarlas, todo parecerá una especie de conspiración paranoide, de esas que le gustaban a Philip K. Dick.
Pero la paranoia siempre es producto del desconocimiento, la ignorancia, y la mala higiene mental, no de la tecnología.
Tiene su gracia que haya que recurrir a lugares remotos, como China o Suecia, cuando el problema real lo tenemos en las malas prácticas de empresas más cercanas, como la liga profesional de Fútbol.
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(Pensar que puedes influir o manipular a las personas también se considera «ideas expansivas»)
Desde luego no hay alternativas para los chinos y tampoco la necesitan. Probablemente el escenario orwelliano les suene a chino, salvo a sus “asociaciones civiles”.
Vivo desde hace un año en una finca aquí en Barcelona con cámaras en las zonas comunes y es mano de santo, desde que estoy aquí: cero actos vandálicos y cero comportamientos incívicos. Se acabaron los golpes en los buzones o las notas anónimas en el ascensor, por poner solo dos ejemplos de los múltiples que podrían ponerse. Ni que decir tiene que en todo este tiempo no hemos tenido ni un solo intento de robo ni ningún intento de estafa como los falsos revisores del gas o similares.
Por todo ello puedo decir con conocimiento de causa que las cámaras no son la panacea pero sí que mejoran mucho la convivencia vecinal y por ende la calidad de vida. De hecho, a mí ahora se me haría muy raro vivir en una finca sin cámaras en las zonas comunes, por nada del mundo querría renunciar a la tranquilidad que otorgan.
Por lo tanto estoy completamente a favor de que las Administraciones pongan cámaras que graben en 4K en todas las vías públicas que sea posible. Siempre y cuando el sistema esté bien monitorizado para evitar abusos y corruptelas por parte de los que tengan acceso a las cámaras.
Una casi total ausencia de actos vandálicos y de comportamientos incívicos la experimento todos los días en la ciudad alemana donde vivo sin necesidad de cámaras de vigilancia.
Entiendo lo que dices, sin embargo las cámaras en lugares públicos no le hacen daño a nadie y pueden ayudar a esclarecer o incluso evitar crímenes.
¡¡Qué corto te quedaste, Orwell!!
Actualmente he descubierto que el gestor local de basuras me «espia» mi basura, mediante transponder en los cubos de obligado uso en lo que llaman «recogida puerta a puerta».
Cuando llamo la atención sobre ello a vecinos, twitter o amigos, parece no importarle a nadie…
¿Que os parece?
cuando sucede un atentado terrorista o tiroteo escolar, la reacción del publico es exigir mas vigilancia, más cámaras, pero paradójicamente la sociedad de vigilancia falla al vigilar sospechosos.
Es imposible sentirse seguro cuando las agencia de inteligencia espían a toda la humanidad pero fallan en algo tan simple como «conectar puntos» para detener criminales y terroristas, el problema entonces es como la sociedad de vigilancia es un fracaso espectacular y desperdicio de recursos
y si vamos a un extremo… hasta donde puede ser beneficioso y hasta donde perjudicial?