Al hilo del último escándalo de Facebook y de las medidas de la compañía para intentar mejorar su reputación, me parece muy interesante esta editorial en The New York Times, titulada «Facebook is not the problem. Lax privacy rules are«, en la que se plantea que el problema no está tanto en las redes sociales como tales, sino en el uso que hacemos de ellas, y en concreto, en la falta de un consenso claro y bien definido sobre el concepto de privacidad.
El concepto de laxitud me provoca una reflexión que he hecho ya en otras ocasiones, a medida que vamos presenciando el ciclo de vida de más y más redes o aplicaciones sociales a lo largo del tiempo: que el problema no está en las redes como tales, sino en el tipo de uso que se hace de ellas, particularmente a partir de su fase de popularización. En muchos sentidos, parece que es imposible para una red o aplicación social crecer en número de usuarios sin perder de manera drástica su esencia, sin convertirse en un enorme montón de basura utilitarista, mayormente falsa y artificial.
El caso de Instagram, durante mucho tiempo considerada «la niña bonita de las aplicaciones sociales», la que había sido capaz de desarrollar un modelo de publicidad más sano y menos intrusivo, o a la que algunos veían incluso capaz de solucionar muchos de los defectos que se achacaban a la propia Facebook. En sus orígenes, Instagram responde a un modelo clarísimo: una app creada por entusiastas de la fotografía, que diseñan unos filtros muy buenos (nada parecido a lo que había antes, que consistían básicamente en burdas formas de elevar todos los parámetros hasta límites absurdos que generaban resultados en muchos casos casi grotescos), que el usuario aplicaba, veía mejorar su foto y, de manera natural, quería compartir el resultado. La transición del modelo de uso y, sobre todo, la adopción por parte de un público más joven generó algunos cambios: la fotografía, en muchos casos, se convirtió en un pretexto para la interacción: un joven, en muchos casos, podía hacer una fotografía a una simple pared o un simple selfie sin ningún interés particular, porque el interés estaba no tanto en la imagen, sino en el hilo de comentarios que surgía posteriormente.
El problema surge cuando, a raíz de su fuerte crecimiento, Instagram pasa a una fase de fortísima instrumentalización. No he tenido todavía oportunidad de conocer a Kevin Systrom, co-fundador de Instagram, pero dudo que se encuentre cómodo con el resultado de esa fase. En un espacio de tiempo relativamente corto, Instagram se mercantilizó hasta el límite, y sobre todo, perdió todo atisbo de autenticidad. Las herramientas parasitarias excedían de manera burda lo que la propia Instagram ofrecía como business tools, como si un uso corporativo no pudiese ser compatible con un entorno socialmente genuino. La compra de followers se convirtió en moneda común, del mismo modo que lo hicieron los esquemas de follow/unfollow o el uso de bots y herramientas abiertamente parasitarias como Instagress o Archie para obtener más seguidores. Instagram se convirtió en un entorno tóxico en el que todo estaba justificado con tal de llegar a la página inicial: collective accounts, comment pods, círculos de supuestos influencers que no eran, en realidad, más que simples mercenarios… cuando Instagram quiso reaccionar a semejante instrumentalización, a tanta basura absurda, se había convertido en una caricatura de sí misma, en un ecosistema completamente viciado e irrespirable que generaba auténticos monstruos, una parodia de lo que debería ser un entorno social sano. Los cierres de Instagress o de Archie, forzados por la propia Instagram a partir de escándalo iniciado por la «salida del armario social» de la instagrammer Essena O’Neill, no arreglaron la cuestión: simplemente, aparecieron otras herramientas similares, que determinaron que el trabajo de Instagram de localizar esos bots se convirtiese en casi detectivesco, en un contexto en el que la función de la red social ya se había pervertido, y muchos ya no concebían la idea de estar en ella sin inflacionar sus desmesurados egos a base de bots y herramientas similares.
La caída de Instagram en este proceso, que muy posiblemente haya reportado a la compañía cuantiosos beneficios gracias a su crecimiento, pero ha tenido un coste incalculable en términos de credibilidad, ha tenido muchos elementos comunes con casos anteriores como el de Twitter, en el que la compañía se mostró incapaz de contener determinados fenómenos que terminaron por convertirse en fundamentales en su percepción y propuesta de valor. Entre tener una red interesantísima para mantenerse informado, y un entorno completamente tóxico y falseado a base de bots y parásitos similares va una distancia, en en mundo de lo social, muy pequeña. Es tan sencillo como lo que permites que se desarrolle o no sobre tu plataforma. La frontera entre permitir un uso razonable que fomente la creación de contenidos, y convertirse en un «vale todo» donde todo es falso y podrido es muy fina, y no ha habido, por el momento, redes sociales que la hayan sabido manejar bien. En el caso de Instagram, sin una acción clara y contundente que elimine todos los fake followers, castigue a quienes los usen y elimine a los reincidentes, o penalice todo intento por subvertir el correcto funcionamiento de la plataforma, no habrá ninguna posibilidad de salir de la dinámica actual, de un proceso que yo denomino «corrupción social», equivalente a un cáncer, a una podredumbre. Y el problema, una vez más, no vendrá de las acciones de Instagram, sino de su inacción: de su incapacidad por prevenir y entender el funcionamiento de la naturaleza humana. Una fuerza que, sin límites ni restricciones, es capaz de destruir y convertir en completamente insostenible cualquier propuesta de valor.
This post is also available in English in my Medium page, “The problem is not social networks … it’s human nature»
La excesiva masificación es mala, pase Instagram o en otra cosa, porque nos guste o no, «masa» es lo contrario a la «elite» y su falta de cultura, zafiedad y mal gusto a acompaña por donde pase. Sea Instagran, Facebook o twitter, o fuera de la red , el turiismo de los cruceritos, los Sanfermines, o los hooligans de un equipo puntero.
Es inevitable, la masa, y todos pertenecemos a ese grupo, porque la masa se hace con todos, lo destroza todo.
Pero hay además otro aspecto, cuando son cuatro gatos los que hacen algo , lo que sea ,visitar una página, jugar la tiro con arco, o leer a Menedez Pidal, todo es sereno y limpio. Cuando por la razón que sea, esas actividades pasan a ser la distracción de «la masa», los que antes ni se preocupaban, pasan a ver la forma de sacar tajada y empiezan a pervertirlo sistemáticamente, llenan esa web de publicidad.inventan un arco que tires donde tires das en la diana, o CocaCola edita un compedio de doce folios de todos los estudios de Menendez Pidal, que te regalará por la compra de una caja de botellines.
Por otra parte los periódicos comenzarán a dar la tabarra especulando si Menendez Pidal tenía una amante, si el tiro con arco es malo para la salud, o si esa página wseb provoca adicción en la infancia.
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Tienes toda la razón, y además, das «caña» que no veas cuando te pones serio. Muy buen post y sigue así con uno de los mejores blog de tecnología
Enrique, qué gran reflexión, no podías describir mejor todo lo que está pasando en las redes sociales (ya no solamente Instagram).
‘Es tan sencillo como lo que permites que se desarrolle o no sobre tu plataforma. La frontera entre permitir un uso razonable que fomente la creación de contenidos, y convertirse en un “vale todo” donde todo es falso y podrido es muy fina…’
La verdad es que no me parece que esa frontera sea tan fina. Tampoco creo que lo que ha ocurrido en Facebook (el caso de Cambridge Analytica) con sus evidentes implicancias políticas sea, en ese sentido, el resultado de la naturaleza humana…
Otra cosa, relacionada con la «naturaleza humana» sería hablar de codicia o de ambición de poder político por parte de determinadas personas o grupos. Y que han creído que el fin justifica los medios.
Quien controla la información controla el poder hoy mas que nunca. El BigData tiene sus dueños. Los datos personales de la gente se roban a mansalva y se utilizan con fines comerciales, económicos, politicos, etc. Y hay que acabar con esto, con la «minería», porque no hablamos de minerales sino de informacion sobre las vidas de las personas.
Facebook (también Instagram) o Twitter son empresas muy ambiciosas que, aparte de intentar monopolizar la atención del usuario y de intentar ganar mucho dinero tienen también evidentes responsabilidades sociales que no quieren asumir de ninguna manera. Prefieren, intentar responsabilizar a los usuarios de los problemas que van surgiendo.
Las redes sociales antes tenían otra connotación, que se refería a los vínculos que se dan entre los individuos en la sociedad, todo el mundo necesita un entorno social y es algo a lo que aspiramos todos (algo de lo que me gusta disfrutar, en particular. En varios idiomas. En persona). Pero al margen de la base tecnológica, hay redes sociales a las que personalmente no quiero exponerme. Tanto a famosos tuiteros, como tuiteros famosos. Por no hablar de creadores de opinión, tuiteros de profesión y otras místicas hierbas.
Por si alguien no percibe el contenido técnico de la explicación, a Instagram no le pasa nada, es el macguffin (cebo). Pero la tecnología también tiene un componente sociológico e interpersonal.
Las redes sociales son abrevadero de todo tipo de perfiles y, a veces, es mejor no estar en según que círculos.
Moscas, panales y otras saprotrofias.
Por ejemplo, cuando hago un comentario, no lo hago para buscar la atención, ni para entablar un apasionado debate, ni a veces tengo mucho interés. No estoy interesado en ello, ni le doy más importancia. Ni en un sarao de blogueros, ni nada parecido.
Sí eres un poco perspicaz, te darás cuenta de que la búsqueda de notoriedad, followers, o la importancia que se le da a las propias opiniones, son un claro indicador del grado de egotismo y la propia forma de establecer relaciones, y como digo, me gusta disfrutar de ellas.
Hay auténticos discapacitados sociales, la nueva corte de los milagros, triunfando en la competición por la atención de los crédulos en los nuevos soportes digitales. Y son los que más followers tienen, mayor autoridad moral buscan, y más importancia le dan a sus ‘piezas’ desde cierta afectación.
Por suerte, el número de panales es más limitado cuando se gesta una nueva red social (digital) y ese es el problema de Instagram.
No te dejes engañar con trucos gastados, como censurar una red social desde precisamente, las redes sociales. Cuesta predicar en otras parroquias.
Pues habrá que ir inventado redes nuevas a medida que las actuales vayan siendo pasto de haters, fakers y profiters (me lo acabo de inventar) de todo tipo, que es a lo que llegamos siempre, y no creo que tenga remedio: la masa de taraos a los que estas tecnologías dan voz están ahí para quedarse.
Hace tiempo que dejé Twitter, en Facebook tengo a todo el mundo oculto para dejar de perder el tiempo con tanta chorrada, y ahora YouTube que era una fuente imprescindible de todo tipo de contenidos, se ha vuelto irrespirable, todo es fake, nada es lo que parece…… en fin, un asco.
Y somos nosotros, la maldita naturaleza destructora humana, lo que está detrás.
Pero, ¿qué hacemos…?, ¿nos cargamos Internet?, ¿nos cargamos la raza humana?, probablemente todo junto.
Tú también has notado raro a YouTube? A mi, últimamente, me envían recomendaciones un poco raras. Pero, en general, me gusta.
En lo que no estoy de acuerdo es en culpar a los usuarios por lo ocurrido en Facebook con Cambridge Analytica. Por ahora, el problema más serio está en Facebook y no en Instagram o en Twitter.
Pero no creo que el problema sea la naturaleza humana. Ni tampoco la naturaleza del negocio de lnternet. Me parecen argumentos similares y deterministas que nos pueden hacer imposible diagnosticar la verdadera causa. Y si el diagnóstico falla la enfermedad no podrá sanarse.
Totalmente de acuerdo con el post. Las redes nos pueden ayudar a posicionar y darnos visibilidad en nuestro negocio. Pero nos pueden destrozar como personas
El método follow/unfollow no solo es exclusivo a Instagram.
Tinder, de uno o dos años atrás a ahora (gracias a la posibilidad de incluir el perfil de Instagram y algunas fotos de él) se ha llenado de golpe de un sinfín de perfiles que únicamente buscan publicitarse para conseguir followers en Instagram.
Algunos directamente sueltan que no están mucho por Tinder pero que les escribas por privado por Instagram. Otros ya ni eso, en el perfil aparece un «–> Only Instagram». Y otros te «matchean» para hablarte un poco, soltarte el «háblame mejor por insta» y tras ello desaparecer. Aunque para mí, mis favoritos, son quiénes se aprovechan de un fallo del propio Tinder en el cuál al cambiar/agregar/quitar alguna foto o modificación del perfil escrito pasan a estar primeros de lista a la hora de ser «mostrado» en quiénes likean, como si fueran perfiles nuevos, así constantemente (prácticamente cada día) aparecen en los móviles de todos.
Siguiendo este último esquema hay una chica que vi en Tinder precisamente, y la verdad que no le va mal…unos 500 followers nuevos en un mes (de tanto en tanto compruebo su evolución). Teniendo en cuenta que cuando la vi tenía 3000…ha incrementado en 16% y sin necesidad de bots.
Efectivamente, habrá que hablar de la naturaleza humana: pero hay que empezar por aquellos que crearon y hoy gestionan las RRSS. Hay que hablar de la CODICIA con la cual se conducen los Zuckerberg y demás.
Todo vale para generar tráfico hasta que la plataforma esté literalmente podrida de bots, perfiles falsos, mensajes basura, etc. Donde ya nadie sabe qué es verdad o es mentira.
Todo ha valido para inflar la vaca y mantener la farsa mientras se exprime el dinero de anunciantes y traficantes de datos.
¡¡Claro que éstos señores saben todo lo que ocurre ahí dentro!! ¡Ellos tienen todos los datos!
Tanta mandanga de los visonarios y mesías y al final lo único que ansiaban era lo que el hombre lleva persiquiendo desde la invención del dinero: Forrarse. Nada nuevo.
Menuda revolución digital.
Anoche emitieron en La 2, TVE, el documental Juego Sucio.
Se centra en la figura de Robert Mercer y cuenta como Donald Trump ganó las elecciones en EEUU gracias a Cambridge Analytica operando en Facebook.
No dice nada que no sepamos ya, pero es interesante verlo. Sostienen que Facebook conserva todos los mensajes personalizados que envió Cambridge Analytica y que sirvieron para el triunfo de Trump. Pero dice que Facebook no entregará todos esos mensajes, que son la prueba del juego sucio, para que sean investigados y analizados.
Si Facebook hiciera públicos todos estos mensajes demostraría que no está en connivencia con Robert Mercer y Cambridge Analytica. El problema, creo, es que Peter Thiel, además de estar con Facebook está con Trump y quizás no le permitirá a Zuckerberg revelar esta información tan importante porque la política es la que ahora manda.
El vídeo Juego Sucio puede verse también en Youtube
Por eso a mí no me gusta Tinder, aparte de que te muestra a menudo perfiles extranjeros y falsos. Rectifícame si no es verdad que Instagram o una página de singles (el mIRC32 sería otra opción, pero más rudimentaria) es mejor para ese tipo de contactos de amistad (y no las páginas enfocadas en plan matrimonio) que cualquier otra página de establecer de nuevos contactos, por las que suelen cobrar. Por lo experimentado en algunas y leído en otras, pienso que no hay ninguna idónea por la dispersión de perfiles, bots, fraudes y falsos perfiles.
¿Cuántos problemas se quitarían de encima las redes sociales si dejaran de mostrar cuántos seguidores tienes?
La funcionalidad seguiría siendo exactamente la misma.
Pero claro, así no alimentas el ego de los usuarios.
Por lo tanto el problema también es que las redes sociales están diseñadas para sacar provecho de la naturaleza humana. Y como consecuencia, también son víctimas de la misma.
Llevas razón, cuando menos en parte. Ya lo explicó, a su manera, Sean Parker, hacker y ex presidente de Facebook…
Facebook fue diseñada para explotar vulnerabilidades de la psicología humana
Esto mismo estaba pensando yo… E incluso que sólo fuera visto por el propio dueño del perfil valdría.
Desde luego que la culpa es de la red social, como la culpa de que un bar se haga zafio, incluso peligroso, es del bar, no de la plebe que lo sustenta.
El ser humano tiene una asignatura pendiente con la adaptación al «estar aglometado». El ruido de fondo nos hace volver a una época de nuestros ancestros donde predominaba el sistema neurovegetativo en la dirección de nuestros actos. Nada del otro mundo, un simple desliz evolutivo.
Avergonzarse de estar desnudos no es malo, lo malo (evolutivamente hablando) es ser incapaces de buscar una ropa que valga para todos.
El caso reciente de Dulceida muestra como las ganas de influir pueden perturbar la comunicación, mucho más que cualquier borracho que entre en un bar «mas o menos ordenado». Los maleducados suelen cambiar bastante en función del ambiente donde se presentan.
Se pide más y más policía hasta que se descubre que se pasó la masa crítica y se pone a dar porrazos de una forma totalmente caótica.
De acuerdo, profesor. Gran post. Añado que este momento es el adecuado para poner límites. Antes no. No sé podía saber hasta que punto punto y cómo se abusa de las API. En este momento ya es injustificable no hacer nada. La debilidad de la naturaleza humana, incuestionable, ha tenido que retratarse primero para poder tenerla en cuenta. No antes. Destruir para crear. Y también es el momento de alternativas….. Nichos…. Calidad….
Totalmente de acuerdo, sin contar también que es un fuente magnifica para los detectives privados. Puesto que a los usuarios les encanta publicar lo que están haciendo, incluso estando de bajas laborales o esperando indemnizaciones, y es un coto excelente para cazar dichos fraudes.