La revista Abogacía Española, editada por el Consejo General de la Abogacía, me pidió un artículo para su número 108 acerca de las posibilidades de inteligencia artificial como la tecnología más puntera del momento, y los retos que supondrá (y ya supone) para la abogacía en particular y para la Justicia en general. El tema me resulta interesante como todos los procesos de disrupción tecnológica, pero más ahora dado mi compromiso como vocal en el Consejo Asesor para la Innovación en la Justicia. El resultado lo han titulado «¿Sustituirán las máquinas a los abogados?» (el enlace está en Flash, aquí añado en pdf la portada de la revista y la página de mi artículo), y está encuadrado en un especial con varios artículos interesantes sobre el tema.
Resulta fuera de toda duda que muchas de las tareas que hoy lleva a cabo un abogado serán desempeñadas en el futuro por algún tipo de aplicación de la inteligencia artificial. Los avances comerciales en ese sentido de compañías como IBM con ROSS, el asistente de búsquedas en la jurisprudencia para bufetes de abogados que muchos despachos ya han incorporado con aparentemente muy buenos resultados, tiene en principio y por diseño una aplicación mucho más directa y una mayor propuesta de valor en el ámbito del derecho anglosajón o common law, pero la compañía, interesada en abrir otros mercados, ya está llegando a acuerdos de desarrollo para promover su mejora y su aplicación al derecho continental. En principio, ROSS se plantea como un asistente para el abogado, el papel del denominado paralegal en la tradición legal norteamericana, pero indudablemente, puede suponer no solo importantes incrementos de productividad gracias a recortes en el número de horas invertidas por los abogados, sino también la posibilidad de mejorar de manera sensible la calidad de los enfoques y estrategias utilizadas.
Como en todos los ámbitos, el desarrollo tecnológico termina por generar tareas que, por su mayor eficiencia, dejan de llevarse a cabo de forma manual por un humano. Del mismo modo que en pocas generaciones, los radiólogos y especialistas en diagnóstico mediante imágenes médicas dejarán de mirar esas placas para evitar pasar por alto posibles elementos que un algoritmo sí será capaz de identificar y, eventualmente y a lo largo de generaciones, perderán la habilidad de diagnosticar manualmente, parece claro que en el futuro, pocos abogados llevarán a cabo búsquedas en la jurisprudencia de manera manual o las encargarán a un asistente, por miedo a perderse enfoques potencialmente relevantes que no escaparían a los implacables y metódicos algoritmos. Igualmente, es de esperar que una parte de la justicia evolucione para convertirse en algorítmica, que muchos delitos no lleguen siquiera a ser vistos por un humano salvo que sean objeto de recurso, que sea un algoritmo el que determina cuestiones como la posibilidad de reincidencia de un delincuente, y que ese tipo de cuestiones contribuya a solucionar en parte el colapso que sufren la mayoría de los sistemas judiciales. Cuestiones como el dilema de la caja negra o la ventaja competitiva que obtengan los que utilicen este tipo de sistemas frente a los que no lo hagan tendrán, además, que ser objeto de discusión a todos los niveles, pero tendrán que serlo desde una óptica abierta y no restrictiva si no se quiere perder el tren del progreso tecnológico y tardar más en alcanzar las ventajas que su uso pueda traer consigo.
Al abogado, sin duda, le va a tocar relacionarse con la inteligencia artificial, y eso generará todo tipo de cambios, incluidos, como no y por la parte que me toca, en el tipo de formación que es preciso impartir a quienes estén preparándose profesionalmente para trabajar en este ámbito. Pero plantear la inteligencia artificial en términos de sustitución es un error peligroso, que genera miedos, desconfianza y posiblemente, procesos de adopción más lentos. De ahí el párrafo final de mi artículo:
El mayor peligro de la tecnología no es que te deje sin trabajo, sino que te convierta en obsoleto, en inadaptado frente a los que la utilizan. No nos planteemos si la tecnología nos va a dejar o no sin trabajo: planteémonos cómo podemos mejorar nuestro trabajo con ella. Y de paso, cómo podemos mejorar la sociedad.
Corrígeme si me equivoco pero creo que lo que quieres decir es que la justicia acabará por convertirse en algo parecido a lo que ocurre en la película de Silvester Stallone, Juez Dedd, donde una «máquina» basada en algoritmos y bases de datos aplica la justicia de forma inmediata sin necesidad de perderse en largos procedimientos que obligan a considerarla ineficaz, ¿Si?
Si lo he entendido bien… DIOS TE OIGA !
No, no toda la justicia. Hay casos que revisten una complejidad muy elevada, matices de todo tipo y que precisan interpretación, discusión y argumentación en abundancia. Pero muchas tipologías delictivas sí podrían y deberían ser objeto de un tratamiento algorítmico, y sin duda, lo serán más pronto o más tarde. El papel del abogado será, en esos casos, la redacción de los hechos y argumentaciones en el formato adecuado para ser suministrados al algoritmo – y lógicamente, seguirá habiendo tanto turno de oficio, como abogados buenos, malos y regulares – y, eventualmente, el planteamiento de recursos si se considera que el veredicto no se ajusta a derecho.
Si, era eso lo que había entendido. La profesión de abogado es, para mi, una de las más denostadas y donde más «tuercebotas» he encontrado.
Como mero dato algorítmico puedes comprobar que un alto porcentaje de políticos vienen de obtener licenciaturas (ahora grados) en derecho.
Luego si damos por válida mi exposición imagínate la cantidad de «tuerce…..» Que deambulan por ahí. Un tesoro !!!!
Si en alguna ocasión necesitas un fisioterapeuta no vayas a ninguna de las clínicas de Mirasierra. Ya te lo explicaré.
Intento verte el día 14.
No sé cuánto tardará en incorporarse el machine learning en los juzgados… En España, posiblemente mucho tiempo.
Me conformaría con que una «máquina» impidiese a Jueces y Letrados de la Administración de Justicia (antes, Secretarios Judiciales) saltarse las leyes a la torera, e inventarse artículos de las mismas. Por si alguien no se ha dado cuenta (hay que sufrirlo para entenderlo), Jueces y LAJ son las personas con más poder enEspaña: escriben lo que les plazca en un folio, firman al pie del mismo… y date por jodido.
Bueno, estaría muy bien también una «máquina» que les obligase a llevar el mismo ritmo de trabajo que cualquier otro trabajador. La lentitud de la justicia es un problema de vagancia, no de otra cosa.
Sin esperar a sustituir por la IA a jueces y abogados, se podía al menos utilizar al máximo las herramientas ofimáticas y técnicas, que están sobradamente probadas. Por ejemplo, ¿ por qué en vez de trascribir las vistas, no las televisan, dan una copia a los abogados y guardan el original en servidores de los juzgados, se ahorraría mucho tiempo de transcripción y se podrían repasar lo dicho en el juicio.con mayor comodidad, tanto para el juez, como para los abogados,
¿Por qué los testigos tienen que trasladarse al juzgado?¿No sería más sencillo que declararan por videoconferencia, si se quiere en un juzgado, pero en la ciudad donde ellos habitualmente residen?
Son, si se quiere pequeños avances, pero que abreviarían, ya mismo, el mucho trabajo que hay en la Justicia.
Lo que comentas en tu primer párrafo ya hace años que existe, sin perjuicio de la transcripción de las vistas, que tiene su utilidad y que no es un elemento que determine un retraso significativo en el proceso.
Lo que comentas en el segundo párrafo, no es sistemático, pero sí que se realiza con alguna frecuencia. De todas formas, en algunos casos y circunstancias sí es conveniente que el testigo comparezca personalmente porque de sus reacciones a algunas preguntas los jueces (o los jurados) pueden extraer conclusiones válidas.
El problema de la Justicia española -y en muchas que no son la española y son europeas- no es de tecnología (sin perjuicio de que las tecnologías se apliquen mal en la administración judicial, sino de unas leyes de procedimiento que, mejor o peor parcheadas (generalmente peor) datan del siglo pasado… o del anterior. Aquí está el problema, en procedimientos farragosos e innecesarios, no -o no tanto- en el trámite administrativo.
Al habla un abogado.
Muchos de esos avances los llevan pidiendo los profesionales de justicia ( Jueces, Fiscales, Secretarios Judiciales, Procuradores, Abogados ) desde hace años. La gente conoce las posibilidades de la tecnología y hay predisposición, pero no hay dotación presupuestaria y los medios son…
Sirva un ejemplo: Mediante Lexnet, la herramienta de obligado uso para comunicarse con un juzgado, un abogado solo dispone de 15 MEGAS para demanda más documentación.
Todo para que luego te pidan copia en papel para la otra parte ( que para ese viaje te lo doy en papel y me evito problemas ), y para que el juzgado tenga el pleito también en papel…
Las ideas y la voluntad están, pero se necesita una inversión fuerte y voluntad política de hacer las cosas fáciles.. que esa es otra
A mi me cuesta creer una transición así. La justicia tiene un alto componente de ceremonia. Poco distinto a lo que es un bautizo o una comunión, sin más. Una puesta en escena de la que emana una autoridad.
La tecnología profana lo que toca. Lo hace tangible, metódico, mundano. Por tanto se hace raro un tribunal ceremonial vestido con túnicas aceptando la ayuda de máquinas profanas.
Creo Enrique que te vas a llevar cierta frustración como vocal.