He leído con sumo interés la entrevista que Wired acaba de publicar con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, en la que habla de la estrategia de su país con respecto a la inteligencia artificial. Independientemente de lo que uno pueda opinar sobre Emmanuel Macron, que como político que es suscita todo tipo de debates polarizados que no son en absoluto lo que me interesa discutir en esta página, da muchísima envidia ver un político del máximo nivel hablando sobre un tema como la inteligencia artificial, marcando prioridades en su desarrollo y entendiendo lo que su país se está jugando en un tema que va a condicionar la evolución de nuestra sociedad y su capacidad de generación de riqueza ya no en el futuro, sino ahora mismo. Como el mismo Macron comenta en la entrevista, «esta enorme revolución tecnológica es, como tal, una revolución política», y es fundamental avanzar en la discusión de cómo gestionarla y posicionarse con respecto a ella, en lugar de simplemente ignorarla como tristemente, por incapacidad, cortoplacismo o ignorancia, hacen los políticos en la mayoría de los países. Lo que hagamos con respecto a la inteligencia artificial va a condicionar profundamente la política de los países y su actitud con respecto a temas como los derechos, las libertades, la privacidad y muchas cuestiones más.
Para empezar, el presidente francés marca como ejemplos de prioridades en la agenda dos áreas, la sanidad y el transporte, en los que el desarrollo de la inteligencia artificial va a marcar enormes diferencias de planteamiento. Para un país, el rediseño de los sistemas de salud para hacer frente a la abundancia de datos y replantear la medicina desde un punto de vista preventivo supone un auténtico paso fundamental en la transición a la modernidad, un paso que, además, no tiene por qué terminar teniendo un coste más elevado que el actual: es perfectamente posible plantear que un sistema de salud orientado a la prevención pueda tener costes inferiores, derivados, entre otras cosas, de la posibilidad de tratar posibles dolencias graves cuando se encuentran aún en fases tempranas: además de una mayor eficiencia, el enfoque a la prevención puede redundar, lógicamente, en los infinitos beneficios que supone una ciudadanía más saludable, una aproximación que, por el momento, únicamente China, lanzada a marcar la hegemonía de la inteligencia artificial, parece estar tomando.
En transporte, la cuestión es igualmente evidente – y cada día más acuciante. La transición hacia vehículos autónomos tiene la capacidad de reducir enormemente los accidentes de circulación, además de obtener sistemas esencialmente más eficientes, con menor congestión y menos contaminantes. En un país como Francia, con empresas fuertemente posicionadas en el sector del transporte, asegurar que esas empresas se alinean con esos objetivos lo antes posible y darles las señales adecuadas con respecto a la necesidad y apoyo a ese cambio supone un elemento fundamental para la competitividad futura.
¿Cómo plantear incentivos al desarrollo de la inteligencia artificial? La respuesta de Francia es clara: con dinero. Mil quinientos millones de euros, concretamente, destinados a la creación de laboratorios científicos y centros de investigación, proyectos y financiación para startups y compañías que trabajan en este ámbito. La idea es revertir la fuga de talento que, hasta el momento, había marcado el hecho de que la innovación en inteligencia artificial se estuviese dando fundamentalmente en dos países, China y los Estados Unidos, y trazar una agenda para que las empresas de este campo quieran plantearse invertir en Francia (algunas, como Microsoft, Samsung, Fujitsu o DeepMind, ya han hecho anuncios en ese sentido). Para Emmanuel Macron, resulta fundamental desarrollar capacidades en Francia que puedan colocarla en una posición de liderazgo competitivo con esos dos países, y evitar que la voracidad de las adquisiciones de compañías norteamericanas como Google o Apple acabe por convertirse en un drenaje continuo del talento de su país.
La inteligencia artificial va a eclipsar a la ley de Moore como vehículo de innovación. Vivimos una auténtica carrera para replantearnos cómo vamos a hacer muchísimas cosas mediante inteligencia artificial, cómo incorporarla a nuestros productos y servicios, cómo integrarla para evitar quedarnos rezagados frente a los que consiguen hacerlo. Entender lo que la inteligencia artificial puede y no puede hacer por nuestras compañías es la tarea fundamental de todos los directivos en este momento: viviremos, por supuesto, una etapa de paradoja de la productividad en en ese ámbito durante la que resultará difícil o confuso justificar su rentabilidad, pero que eso no nos engañe: la inteligencia artificial es el único camino a seguir. A efectos de empresa, eso implicará la diferencia entre ser o no ser competitivo en todas las industrias. Pero a nivel de país, y eso es lo que claramente ha entendido Emmanuel Macron, puede llegar a significar mucho más.
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Pasa con Francia como con USA, mucho tienen que mejorar para ser verdaderas democracias. Pero siguen teniendo una gran diferencia con paises como España: por ellos pasó la Revolución Francesa. Una burguesía ilustrada es muy diferente de los paranormales que seguimos padeciendo en España. Porque la inteligencia artificial es ilustrada o no es inteligencia. Eso lo saben hasta en China.
«Tenemos que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas, porque lo que no van a hacer nunca las máquinas es fabricar máquinas a su vez».
Mariano Rajoy. 2016. Reunión con mujeres emprendedoras.
Lo triste no es lo del Sr. Rajoy, que no tiene que saber de todo (aunque es cierto que no sabe de casi nada). Lo es el hecho de que quien le escribe esos discursos se supone que sabe del asunto.
Ese es el cáncer de la política. El ejercito de asesores que cobra mas que el propio presidente sin tener ni idea de lo que escribe.
Desde luego, la IA podría dejar chiquita a la ley de Moore. Hasta ahora la programación consistía en enunciar una secuencia precisa de pasos a seguir.
Pero con la IA, a la que se le da bien realizar un muy amplio número de tareas que a la programación tradicional se le dan mal, las cosas son muy diferentes. Programar significa diseñar una red neuronal, y entrenarla. Eso son miles de neuronas artificiales haciendo exactamente lo mismo, pero con diferentes valores de entrada.
Así que el nuevo hard para IA, como las TPUs de Google, consiste simplemente en miles de pequeñas unidades especializadas, ejecutando en paralelo miles de neuronas artificiales. La ganancia en rendimiento cuando se ejecuta una red neuronal es simplemente brutal.
Pronto en sus móviles y otros cacharros. Los próximos SOCs de ARM saldrán con esto incluido. La última versión de Android ya lo soporta, y tanto el hard como el SO del iPhone X ya lo tienen.
Más aún, hace ya más de un año que Google desarrolló una red neuronal que diseña otras redes neuronales. Y lo hace mejor que los humanos :-)
Resultaría irónico, aunque positivo, que una inteligencia sin vida nos obligara a respetar la naturaleza.
«que inventen ellos», debe pensar nuestro Mariano.
De estas cosas no se debería encargar la UE mediante un plan estratégico común en vez de que cada paisito haga la guerra por su cuenta con voluntariosas pero tardías e insuficientes medidas como esta? Otro motivo más para dar por completamente acabada a nuestra querida y decadente Unión Europea, con tanta incompetencia esto va a quedar arrasado con la proxima crisis económica.
Méndez de Vigo – Antes, la educación del futuro era hacer documentos en Excel. Hoy es otra cosa. Ahora, el futuro es hacer páginas web – ojalá me equivoque pero me parece que la carrera mundial de la IA, nos la vamos a perder, a la de los drones si que llegamos.
http://www.dronair.es/nueva-ley-sobre-el-uso-de-drones-en-espana-2
Lo interesante es visualizar a Europa como eje competitivo en IA. Pero cada país debiera plantear cuáles son sus industrias a desarrollar. Transportes incluye aviación, un fuerte de Francia.