Los recientes disturbios en Teherán, donde una creciente ola de insurgencia ha congregado a decenas de miles de manifestantes durante ya varios días demandando un cambio en la política del país y un abandono del régimen teocrático, están poniendo de manifiesto la importancia de las herramientas tecnológicas como forma de coordinación de movimientos políticos, como ya ocurrió durante la llamada Primavera Árabe entre 2010 y 2012.
Ante la evidencia de que la coordinación de las protestas se estaba llevando a cabo mayoritariamente en Telegram, que cuenta con más de cuarenta millones de usuarios en un país con ochenta millones de habitantes, el gobierno del país solicitó a Pavel Durov, fundador de la compañía, a través de Twitter, que cerrase un grupo en el que presuntamente se estaban llevando a cabo llamamientos a la violencia y al uso de artefactos incendiarios contra la policía, petición que la compañía atendió tras comprobar tal circunstancia citando su política de no permitir usos destinados a promover la violencia. Sin embargo, cuando los seguidores del canal se han coordinado para reunirse en otros grupos, el gobierno ha amenazado con el cierre de la aplicación, cierre que parece ser – la información es confusa en este punto – que se ha llevado a cabo, junto con cierres de otras redes sociales como Instagram y, posiblemente, cierres puntuales de toda la conectividad a la red.
La interfaz entre la política y las herramientas de comunicación en la red se está volviendo cada vez más sofisticada. Los cierres totales de conectividad como el reciente en Congo, en un mundo cada vez más conectado y donde internet juega cada vez un papel más importante en la vida de las personas, se convierten en impopulares y difíciles de mantener en el tiempo, mientras que las aplicaciones van siendo cada vez más conscientes de su posible papel y atendiendo determinadas peticiones, incluso en el caso de herramientas como Telegram con sistemas de cifrado fuertes que no permiten una posible monitorización gubernamental.
En el escenario político, las herramientas de comunicación y coordinación tienen ya un papel tan importante que sus decisiones pueden resultar enormemente complejas. Del mismo modo que Telegram decide, tras una inspección y una comprobación, cerrar un grupo en el que presuntamente había llamamientos a la violencia, nos encontramos con que Facebook decide cerrar la página del líder pro-ruso de Chechenia, Ramzan Kadyrov, con cuatro millones de seguidores, debido supuestamente a requisitos legales tras su inclusión en la lista de sanciones de la Oficina del Tesoro norteamericano de control de activos en el extranjero. Independientemente de las simpatías o antipatías que el líder de Chechenia pueda generar, la decisión resulta llamativa por su incoherencia, dado que otros líderes, como el venezolano Nicolás Maduro y varios miembros de su gobierno se encuentran en la misma lista, pero mantienen su actividad dentro de Facebook con total normalidad.
La interfaz entre la red y la política se está volviendo más y más compleja, y dependiente de factores de control sensiblemente más complejo. En 2009, tras los disturbios de lo que se dio en llamar «la revolución verde«, el gobierno norteamericano pidió a Twitter, que entonces estaba siendo utilizado como herramienta de coordinación por los manifestantes, que pospusiese un cierre temporal por mantenimiento para no interferir en el uso por parte de los insurgentes. Desde esos tiempos a los actuales, las herramientas han cambiado, pero su control también, y la nueva interfaz entre gobiernos y compañías parece estar volviéndose sensiblemente más compleja. Por un lado, ninguna herramienta quiere ser vista como una forma de coordinar o promover usos abiertamente violentos o ilegales. Pero por otro, estamos dando forma a un cóctel en el que se entremezclan intereses económicos, políticos y de política internacional sumamente complejos, cada vez más difíciles de controlar. A medida que esas herramientas prueban una influencia cada vez mayor, las compañías que las mantienen se convierten en actores más importantes y con más potencial en el terreno político, con capacidad para jugar o dejar de jugar un papel potencialmente decisivo.
Creo que va a ser uno de los temas más discutidos en 2018: la toma de conciencia por parte de las empresas de la red de la verdadera influencia que pueden llegar a tener fuera de ella. Cuando una protesta política toma una dimensión determinada, es bastante posible que su entidad se vuelva independiente del tipo de herramienta utilizada, como posiblemente esté ocurriendo en Irán. Pero más allá de las simpatías o antipatías que nos genere un gobierno o régimen determinado, pensar que sus destinos pueden estar sujetos a las decisiones de determinadas herramientas tecnológicas y sus intereses o los de los gobiernos de sus países… tampoco resulta especialmente tranquilizador.
This post is also available in English in my Medium page, “The growing influence of technology on politics»
Evidentemente no hay ahora un movimiento popular que no utilice algún producto de Internet para coordinarse, Internet tiene la característica de ser un conjunto de nodos simétricos , todos con las mismas propiedades, por lo que igual vale para que los mensajes de un organismo lleguen a muchas personas, como antes ocurría con medios no simétricos como Prensa Radio y Televisión, como para que una persona particular, haga llegar su pensamiento a muchas personas, algo que antes solo era posible hacerlo con medios limitados como mítines, hojas de ciclostil , (las vietnamitas) etc.
En este sentido Internet ha democratizado la comunicación, pero por lógica es mirada con mucha prevención por el Poder..
Sin embargo no debemos sobrevalorarla, las dos grandes revoluciones que ha sufrido el mundo la Revolución Francesa y la Revolución Rusa se hicieron sin la ayuda de Internet por tanto hemos de considerar este medio como útil pero ni mucho menos imprescindible., eliminar Internet no va a parar a ninguna Revolución. Por el mero hecho de existir no es suficiente para iniciar revoluciones.
La solución puede venir de la mano de la tecnología blockchain, mediante una aplicación de mensajería descentralizada y resistente a la censura. El gobierno que quiera impedirlo tendrá que ‘apagar’ Internet y quedar retratado.
Creo que este post queda reducido geográficamente a un puñado de países que se va empequeñeciendo. Quizás aún estoy exagerando, pero el camino abierto por China se está agrandando en profundidad y anchura, y no queda contemplado en el razonamiento general del post.
Podrias hablar tambien del cierre de centenares de dominios relacionados con el proces catalan.
Mil gracias por destacar que el regimen venezolano está dentro de esa lista y se mantiene como si nada dentro de las redes sociales. Cuando a Nicolas le interesa las quiere, cuando no, les llama desestabilizadoras politicas. Ojalá, éste sea el último año de éste regimen en el poder.