Travis Kalanick anuncia su dimisión como CEO de Uber, tras la rebelión de cinco importantes accionistas de la compañía, Benchmark Capital, First Round Capital, Lowercase Capital, Menlo Ventures y Fidelity Investments, que poseen conjuntamente en torno a un 25% de las acciones y un 40% de los votos. Los accionistas dirigieron una carta a Kalanick, titulada «Moving Uber forward», en la que se demandaba acción inmediata y un cambio de liderazgo para evitar la erosión en el valor de la compañía.
La salida de Kalanick de la dirección supone un giro muy importante para la compañía que co-fundó junto con Garrett Camp. Su estilo de liderazgo enormemente agresivo ha formado parte de la imagen de la compañía a todos los niveles, tanto por sus declaraciones altisonantes contra aquellos que se interponían en su camino, como por el desarrollo de una cultura del «vale todo» que ha terminado por convertirse en insostenible. En la Uber de Kalanick había de todo, desde acusaciones de discriminación y acoso sexual al que la dirección simplemente quitaba importancia y que terminaron en despidos masivos, hasta uso del «modo Dios» de la app para espiar a periodistas y otros personajes, para tratar de forma diferente a funcionarios públicos implicados en decisiones sobre movilidad (greyballing), o hasta presunto robo de información estratégica a competidores. A cambio de este clima condescendiente y maximalista, la compañía fue capaz de crecer de manera hiper-agresiva para acelerar, en un tiempo récord de cero a cien: de fundarse como una compañía más dedicada al transporte de viajeros en vehículos con conductor, a convertirse en la empresa más conocida, la bestia negra de muchos, la bendición para otros, y la compañía que más personas utilizan para moverse en ciudades de todo el mundo. Si alguien tiene dudas sobre la trascendencia del período de Travis Kalanick al frente de Uber, solo tiene que darse un paseo por muchas de las ciudades en las que opera.
Travis Kalanick se mantendrá en el consejo, pero se tomará un descanso para, entre otras cosas, cuidar de su familia, que recientemente sufrió un accidente náutico en el que falleció su madre y su padre resultó herido. La salida de la persona que muchos asocian con la imagen de una compañía enormemente agresiva da paso a una segunda etapa que se asume más comedida, de mayor madurez y que está destinada a llevar a término ese plan de expansión en el que la llegada de la tecnología de conducción autónoma logra reducir los costes operativos para convertirla en una compañía rentable. La expansión de Uber ha estado apoyada en una asunción constante de pérdidas operativas, que se asumía durarían hasta el momento en que sus vehículos pasasen a estar operados de manera autónoma. En el camino, y en el haber de Travis Kalanick, una política de innovación extremadamente ambiciosa, una adaptación y reinvención constante del producto para adaptarlo a todos los mercados y a las restricciones inherentes en cada uno, un liderazgo absoluto e indiscutido de una industria que prácticamente ha definido, y un comportamiento siempre más propio de una empresa de tecnología que de una de transporte. En su debe, una pelea constante, litigios permanentes y una enorme presión sobre los reguladores para reclamar cambios legislativos que permitiesen nuevas modalidades de transporte capaces de ofrecer una versatilidad mayor. Sin Kalanick, muchos de los cambios que hoy vivimos en relación con el transporte de personas en las ciudades no habrían tenido lugar, o al menos, no a la velocidad con la que los hemos vivido.
Líderes como Travis Kalanick son y serán indudablemente siempre polémicos. Para Uber, ha significado un período que ha llevado a la compañía a donde ahora está: con una valoración estratosférica, un camino estratégico arriesgado pero claro, y una posibilidad de liderar un escenario en el que muchos han invertido muchísimo dinero y esperanza. La Uber que se configure tras su salida será completamente diferente, tendrá otro estilo marcadamente más político, y se adaptará a las necesidades de un crecimiento más acompasado, más tranquilo y más razonable, aunque tendrá que responder a las necesidades de unos accionistas que han invertido muchísimo en la compañía en virtud de una expectativas elevadísimas. Para los detractores de Uber, es muy posible que la salida de Kalanick represente, en realidad, una mala noticia: su estilo directivo había claramente tocado techo, estaba suponiendo ya una pérdida de valor debida a los sucesivos escándalos, y suponía una presión difícil de soportar. Como tantos otros casos de líderes que asumen la dirección de una compañía en sus primeros tiempos, Kalanick se ha definido como la persona capaz de acelerarla hasta hacer crujir todas sus piezas y sujetando todo con cinta americana mientras cambiaba los neumáticos en marcha circulando sobre dos ruedas, pero poco adecuado o directamente incapaz de consolidar el crecimiento para dar paso a la siguiente etapa.
ACTUALIZACIÓN (22/06): un grupo de más de mil empleados de Uber firman un documento pidiendo al consejo que reconsidere su decisión y permita la reincorporación de Travis Kalanick a un puesto directivo, porque «nadie es perfecto, pero puede evolucionar para convertirse en el líder que Uber necesita y que es crítico para su éxito en el futuro».
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Una persona demasiado agresivo y follonera para ocupar un ‘puesto de CEO en una empresa. Esperemos que a partir de ahora, UBER siga un comportamiento más acorde con el que se espera que tenga una empresa,
Este es el tipo de episodio que hace confiar en las leyes que rigen los mercados. Vemos que alguien como Donald Trump gana las elecciones en EEUU
y podemos pensar que algo en el sistema democrático no está funcionando como debiera. Pero ver casos como este en una gran empresa como Uber reconforta.
Mas allá de guerras internas por el poder, que las puede haber en cualquier gran empresa, está la sensatez de los accionistas, que perciben que el líder no es una persona equilibrada y que por tanto no es de confianza y deciden reemplazarlo.
Seguramente, él será mas útil a la empresa desde su nueva posición donde seguirá aportando ideas, pero sin el poder de poner al buque en riesgo de colisión.
Uber tendría el mismo éxito sin ciertos excesos en que han incurrido que nada tienen que ver con el éxito de la compañía. Cosas como Boob-er, ambiente de misoginia, prácticas ilegales en App Store, etc en gran parte sólo han servido para quemar la reputación de la compañía y las pocas que podrían considerarse growth hacking en mi opción son más bien growth cracking. No perdamos de vista que el fin no justifica los medios. Este artículo me da la sensación, quizá equivocada, de que trata de transmitir que esas prácticas tienen justificación en un contexto de startup. No se trata de detractores o no de Kalanick, hay grises.
«Sin Kalanick, muchos de los cambios que hoy vivimos en relación con el transporte de personas en las ciudades no habrían tenido lugar, o al menos, no a la velocidad con la que los hemos vivido.»
Quizá la velocidad a toda costa no nos lleva a un mundo necesariamente mejor. Hay que poner a las personas en la ecuación.
Esa es la clave: ¿qué papel juegan las personas?
Para Uber puede parecer que las hay de dos tipos (conductores y pasajeros), pero en realidad son todos del mismo tipo: la gente a la que quieren explotar.
Quieren explotan a los conductores de Uber-Pop, haciéndoles poner el coche y su trabajo para que les quede solo el 15% de los beneficios (y Uber se lleve el 85%) ,y no los reconocen como empleados, sino como falsos autónomos.
Quieren convertir a los pasajeros en gente que dependa absolutamente de ellos para moverse por las ciudades, con el caramelo de un precio más bajo que un taxi tradicional, que consiguen solo a base de marrullerías y de no pagar impuestos.
Si les hubiera importado algo la gente, se llamarían BlablaCar y no Uber. En vez de montar un servicio de taxis, hubieran organizado el modo de compartir los millones de asientos libres que llevan cada día los coches por las ciudades. ¡Ah, claro, que esto no interesa! ¿Dónde está el negocio entonces?
Es un recordatorio para Sillicon Valley de que los voting rights no son todo, la moralidad del asunto tiene mucha importancia y especialmente cuando esta respaldada por un interés financiero.
UBER pudo, y debió, hacer las cosas bastante mejor. El hecho de haber entrado en algunos mercados como elefante en cacharrería le acarreó muchos enemigos, le cortó o limitó el acceso a mercados que bien hubiera podido conquistar con otras maneras y dió ventajas y tiempo a la competencia.
Mal…. aunque es posible que todo eso haya servido para que se cree el caldo de cultivo para el cambio que a todas luces necesita el sector del transporte urbano de pasajeros: liberalización de licencias (no desregulación) y demás….
Pues yo creo que si no hubiera entrado así, simplemente no habría entrado, y hoy no hablaríamos de la disrupción que ha supuesto y de la que obviamente nos beneficiamos todos… No, no creo que el «vale todo» sea bueno. Pero sí creo que a veces, para cambiar cosas, hay que romper cosas…
De acuerdo, no se pueden hacer tortillas sin romper huevos. Pero conviene romper los imprescindibles y no todos los que encuentres, por entretenido que pueda parecer.
Es que UBER POP no entró en España (ni enotros países)….. mejor dicho, ‘entró’ a las bravas y los echaron en un plis-plas.
Me refiero a Uber POP, que era lo que realmente les interesaba. Lo de operar con licencias VTC vino después y, por ser tan limitadas, en número y en condiciones de servicio, solo supone para UBER el chocolate del loro, ni tan siquiera llega a ser un premio de consolación….
Con las licencias VTC hubiera podido ‘entrar’ de cualquier modo y pot eso lo inteligente hubiera sido hacerlo discretamente, con buenos modales, sin llamar la atención y sin crearse enemigos tontamente a diestro y siniestro. Después, con esa base y demostrando que eran capaces de prestar un servicio económico y cojonudo, tal vez les hubiera resultado todo más fácil, incluso el intento de cambiar la actual regulación del transporte urbano de pasajeros, claramente obsoleta e ineficiente.
A las bravas solo consiguieron disgustos, gastos, enemigos, llamar la atención de sus competidores y dificultar su propio camino, lo que acabó costando el puesto al tal Kalanic….. lógico….. y ahora vuelta a empezar, intentando refazer el entuerto…..
A ese ritmo de perder billones de dólares cada año, jugárselo todo a la única carta de tener ganancias si un día llegara el coche autónomo (y pudieran prescindir de los conductores), era un farol imposible de aguantar.
Sobre todo para unos fondos de capital-riesgo impacientes por dar el pelotazo de salir a bolsa en plena burbuja, y pasarle el muerto a otro.
La semana pasada pudimos escucharles a todos en SharingMadrid (uber, cabify…) y su negocio quedó bien claro.
Te dicen: «¿Para qué quieres moverte en un coche que sea tuyo? Ya te alquilo uno mío (da igual con o sin conductor) y me pagas cada día para que te lleve a trabajar.
Es el negocio ideal de una nueva commodity, donde muchos son esclavos de pagar a la multinacional de turno, que les suministra un servicio sin el que no pueden vivir.
Creo que este artículo de @HBR_es aporta cierto valor a la hora de entender que el modelo de negocio implantado por Uber es contrario a toda la norma moral que impide a un sector tremendamente regulado con el del Taxi competir en igualdad de condiciones con supuestos modernos modelos de negocio camuflados bajo un sinfín de gaps legales y tretas que buscan arañar huella en un mercado difícilmente regulable end to end: El pecado original de Uber: un modelo de negocio basado en violar la ley http://bit.ly/2sFkCoo
Es el artículo más indigno de un profesor de escuela de negocios que he visto en mi vida. Su autor, que además es obvia parte interesada y no un académico, debería trabajar en otro sitio. Con esa actitud y esa aversión al cambio, jamás cambiaría nada. Deleznable.