Jordi Benítez, de Capital, me pidió una columna con motivo de los doscientos números de la revista, en la que intentase aplicar un poco de perspectiva a la evolución tecnológica que hemos vivido en lo que llevamos de siglo. El resultado se titula precisamente así, «Tecnología y perspectiva» (pdf), y está disponible en el número de este mes.
El encargo me hizo cierta ilusión: Jordi se incorporó a Capital allá por el año 2000, precisamente cuando yo volvía de California tras terminar allí una estancia de cuatro años para obtener mi doctorado, hemos colaborado en bastantes ocasiones, y la columna representaba la oportunidad para revisar diecisiete años trepidantes y dinámicos de historia reciente, de una historia de la que él como periodista y yo como académico nos hemos dedicado a ser cronistas.
¿Qué decides destacar cuando tienes setecientas palabras para resumir diecisiete años en los que no has parado de escribir de manera prácticamente compulsiva? Tras darle unas cuantas vueltas, mi decisión fue tomar como referencias evolutivas tres momentos que considero especialmente significativos: la revolución que supuso la llegada de las puntocom y su posterior crisis, los múltiples exponentes de resistencia al cambio por parte de industrias establecidas, y finalmente, el despertar del machine learning. En esos tres epígrafes están sin duda los elementos que más entradas o artículos me han llevado a escribir a lo largo de estos años.
A continuación, el texto completo de mi columna:
Tecnología y perspectiva
Hacer memoria y retrotraernos a lo que la tecnología significaba hace tiempo no es un ejercicio sencillo: el escenario se mueve a tal velocidad, que hace difícil mantener elementos de referencia: si los tenemos, seguramente es porque estamos obsoletos, y que nos aferramos a esas referencias porque cambiar es algo que, sencillamente, nos da pereza.
En mi caso, echar la vista atrás hasta el año 2000 es sencillo, porque fue un año importante para mí. Tras cuatro años viviendo en una California efervescente, volvía a España con mi título de doctor bajo el brazo, y me encontraba con que podía, en virtud de mi experiencia en un mercado reconocido como más avanzado y mi preparación como académico, escribir sobre los efectos de la tecnología y su adopción. Aunque nunca pretendí ganarme la vida con ello – la mayoría de mis colaboraciones con medios eran entonces gratuitas – sí me ha permitido mantener un registro escrito fiel de mis ideas, mis preocupaciones, y también mis – por supuesto – obsesiones, en relación con la evolución del entorno tecnológico. Diecisiete años escribiendo dan mucho de sí.
Entiendo la tecnología como un entorno de un dinamismo brutal, en el que los cambios suceden a una velocidad impresionante. El final de siglo y la entrada del nuevo nos demostró precisamente eso: la crisis de las puntocom fue vista por muchos como una especie de “enmienda a la totalidad”, como si aquello fuese todo “una patraña” y nada tuviese importancia. Aquellos años se caracterizaron por una visión cercana a la de la magia, a la de la sorpresa, al “mira estos chicos tan ingeniosos, lo que han sido capaces de hacer y cuánto dinero han ganado”, como si fuese así, un chasquear de dedos y ya has montado una puntocom.
La realidad era otra. La supuesta magia era en realidad un trabajo intenso, horas de teclado, y la habilidad de convertir ideas en código ejecutable. Con el tiempo, en algunos países han entendido ya la inmensa importancia de la programación de cara al futuro, de entender que vivimos completamente rodeados de objetos programables, y que aprender a programar es tan fundamental como entender Física o Biología: una forma de aprender a vivir. En España, desgraciadamente, seguimos sin tenerlo claro, y las sucesivas reformas educativas se han enfocado… a otros temas.
La “magia” de entonces dio paso a la inadaptación. Gran parte de lo que escribimos en la primera década del siglo representaba la constatación de que nuevas formas de hacer las cosas desplazaban a las antiguas, y de cómo los afectados trataban de resistirse a ello. Aquellos intentos de resistirse inútilmente al progreso nos mantuvieron entretenidos buena parte de la década: las empresas de contenidos y su insistencia en que los usuarios éramos malvados y perversos, en lugar de tratar de proporcionarnos sus productos en las condiciones que demandábamos. Con el tiempo, hemos entendido que el problema no nunca estuvo en los usuarios ni en la tecnología, sino en la palmaria falta de visión de unas compañías que pretendían que, en un mundo que había cambiado, todo se siguiese haciendo como ellos decían y de ninguna otra forma, algo que el tiempo probó completamente insostenible.
El avance del siglo nos trajo, sobre todo, la evidencia de que Gordon Moore, cofundador de Intel, era un genio, y que la aplicación de su ley nos permitía disfrutar de ordenadores cada vez más potentes y más pequeños. Tan potentes y pequeños que empezamos a ponerlos en todas partes, incluso en sitios insospechados, para dar lugar a la internet de las cosas. Y con todas esas cosas conectadas y generando datos, comenzamos a darnos cuenta de que nuestras capacidades analíticas se sublimaban, y que el aprendizaje y la inteligencia dejaban de ser patrimonio del ser humano: llegamos a la que, para mí, es la revolución más importante de lo que llevamos de siglo: el machine learning y la inteligencia artificial.
Para mí, esos son los tres elementos que marcan mi perspectiva de este siglo: las puntocom, la resistencia al progreso y el machine learning como clave del futuro. Y en esas seguimos. Han sido diecisiete años trepidantes, rápidos, brutales. Y aún así, no son nada comparados con los maravillosos años que están por venir…
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Lo realmente sobrecogedor es, que en esos años, no hay ni un botón de muestra, ni apenas un vestigio, de la presencia de este país en esa nueva economía.
La porción de economía basada en la tecnología de este país, ni siquiera alcanza el grosor de la piel de una cebolla.
Tal como era previsible, incluso un desarrollo menor en importancia que el que están adquiriendo en el crecimiento tecnológico los países de África.
Bueno, espera, hay algo reseñable; somos el único país del mundo que ha conseguido expulsar a Google de sus fronteras. Eso tiene su mérito. :-)
¡Que inventen ellos!
Creo que olvidas el caso Terra…
El 17 de noviembre de 1999, sale a bolsa en una Oferta Pública de Valores (OPV) tanto en Estados Unidos como en España a un precio inicial de salida de 11,81 euros. Los títulos de Terra se estrenaron en bolsa con una espectacular subida del 213,3 por ciento, lo que le valió su entrada en el selectivo IBEX 35 en enero de 2000. La cotización de la filial de Telefónica llegó hasta un máximo de € 157,65 registrado el 14 de febrero de 2000, lo que permitió a la operadora de Internet colocarse entre las diez primeras empresas españolas de mayor capitalización bursátil en tan solo unos asombrosos tres meses. Luego (….) bajó desde los € 157,65 gradualmente hasta los € 2,75 en octubre de 2005.
En abril de 2000, Terra compró Lycos por 12.500 millones US$,(….). Finalmente, en octubre de 2004, Terra decide vender Lycos a Daum, una compañía surcoreana por 105 millones US$ (menos del 1 % de lo que le había costado comprarla).
Cuando se hacen, y a lo grande, las cosas tan mal también se sientan precedentes que condicionan el futuro (y la credibilidad internacional).
Por lo demás, echo de menos en el artículo la eclosión del smartphone.
Os vuelvo a pedir que dejéis que colocarme comentarios colgados para tratar de llamar mi atención, podéis utilizar el principal para dar vuestra opinión sobre el tema que trata Enrique, gracias.
No es un chat, no es twitter, etc.
En las normas ya se explica que tenéis que respetar a los comentaristas y no asediarlos sistemáticamente en sus comentarios, como alguno cree que tiene derecho.
Menestro, no pretendo llamar tu atención. Tus comentarios me dan un poco igual (y deberías quizás agradecer que alguien se interese por ellos). No te sientas perseguido. Entro aquí mas que nada para leer a Enrique Dans y a algunos comentaristas habituales.
Si tu comentaras aquí con diferentes nicks yo no te señalaría ni acusaría de nada, pero si, por ejemplo, Pedro Picapiedra, etc. escribe un comentario y me siento motivado a responderle lo haré.
Lo mismo contigo. Si comentas aquí y me parece que viene al caso, volveré a responderte te guste o no, son las reglas del juego. Un saludo cordial.
En el lado positivo, yo destacaría que la tecnología en forma de portátiles, teléfonos / TVs inteligentes, tabletas, lectores de libros electrónicos, etc. ha llegado a prácticamente toda la sociedad a unos costes asequibles: desde niños (a pesar de las consabidas reticencias sobre su uso a edades «tempranas») hasta personas muy mayores, que no se han querido perder esta revolución.
En el lado negativo, la sensación (certeza, más bien) de que no se está aprovechando todo el potencial de la misma, ni a nivel personal, ni a nivel de empresa privada, ni a nivel de administraciones públicas. Y me refiero a la tecnología actual, que ya existe (webs/apps), no a la que se empezará a popularizar en los próximos años («bots», «machine learning», realidad virtual, realidad aumentada, interfaces de voz, asistentes universales, etc.).
Y un apunte: si las empresas de negocios tradicionales (banca, seguros, logística, comercio, TV, transporte, medicina, enseñanza, etc.) no se ponen las pilas pronto, las empresas tipo Amazon, Google, Apple, Netflix, etc. empezarán a meterse en sectores tradicionales antes impensables.
Sí, yo también tengo la fortísima sensación (o certeza) de que si se aprovechase plenamente la tecnología actual viviríamos en un mundo muy diferente.
Lo más llamativo (y sangrante) es que ni siquiera es un problema de personas digitalmente inadaptadas. Es que por mucho que te manejes bien con las nuevas tecnologías, y por muchas ganas que tengas de usarlas, te encuentras con toda clase de estúpidas barreras, o bien que simplemente no se te ofrece la posibilidad de usar la tecnología.
Para muestra un botón: quieres comprar algo de una máquina expendedora, y no queda otra que tirar de monedas. Que si en ese momento no llevas monedas, que si te rechaza una de las monedas y no tienes otra, que si a veces la máquina no tiene cambio…
Parece una escena de los hermanos Marx. Hay veces en que en un local que sí tienen TPV pago con billetes, en lugar de con el móvil, únicamente para poder llevar monedas encima. Lo más (tristemente) gracioso es que encima a veces el camarero no tiene casi monedas, y se las ve y se las desea para darme el cambio, y otras no tiene billetes pequeños y me tiene que dar un engorroso montón de monedas.
La sucursal bancaria no la necesito para nada… excepto para sacar dinero del cajero. Que encima, no da monedas, solo billetes.
De acuerdo con ambos comentarios. Y posiblemente será la banca tradicional una de las primeras en caer, pues ya está resultando casi innecesaria (e incluso parasitaria).
Realmente la ecuación me parece más compleja. Esa banca tradicional «parasitaria» no puede desapalancarse de la noche a la mañana de sus inversiones en un modelo operativo que la industria fin tech va a hacer colapsar. De alguna manera tienen que apostar por una canibalización controlada de su negocio a base de desarrollos propios o adquisiciones.
Más allá de la banca, cuando pienso en la transformación digital ( desde los habitos de usuario, la adopción en el tejido empresarial o incluso a nivel de estado como en el caso de AS) me llama la atención una cuestión:
Por un lado, hay una confluencia de tecnologias (AI, nano, robotica, ML, conectividad, etc,) que genera un constante desarrollo de nuevos productos y servicios digitales en todos los ámbitos.
Por otro, hay una brecha de adopción digital, que distancia a los ‘early adopters’ de estas innovaciones de la mayoría tardía (necesaria para la adopción de estas tecnologías a nivel general). Aunque parezca que esta brecha cada vez es menor, creo que no disminuye a la misma velocidad a la que crece el desarrollo de nuevas innovaciones.
Esto provoca que cuando una tecnología está preparada para ser adoptada a nivel general, los lideres de esa transformación, los que empujan el cambio, ya están a otra cosa.
Creo que disminuir el tamaño de ese escalón de adopción de la «mayoría tardía» es una de las principales variables para estar bien posicionado en la nueva economía digital.
Y como en casi todo, creo que la solución a largo plazo pasa por la educación. No podemos aprovechar las eficiencias que provoca lo digital con una sociedad que se mueve a velocidades tan diferentes. Y los llamados nativos digitales, no son tan nativos como se les presupone en su mayoría, más allá del uso de las RRSS…
Gracias Enrique por este análisis, me parece muy interesante hacer este ejercicio de reflexión y si me permites te voy a dejar mi humilde opinión:
Coincido contigo en los aspectos comentados (coincidir contigo es muy fácil) pero además añadiría los siguientes, alguno en un escalón más alto de importancia:
– La Democratización del Acceso al Conocimiento ha sido para mi uno de los aspectos que más ha marcado la evolución tecnológica de los últimos años, y es que antes había que comprarse libros, hacer cursos carísimos, o pasar años en la empresa x para acceder a ese conocimiento super experto y de ultima vanguardia, hoy en día, con los cursos gratuitos, con la liberación de código, con la publicación de información por parte de empresas punteras, … el acceso al conocimiento es mucho más fácil hoy que hace sólo 5/7 años.
– Mobile. Y aquí que más puedo añadir, la revolución móvil que a tantos y tantos aspectos tecnológicos afecta, y que aunque según el último estudio de Mary Meeker, el crecimiento en el número de smartphones se esté viendo frenado, como el propio Benedict Evans titula «Mobile is eating the world».
– Cloud. Aspecto para mi disruptivo por excelencia en tres puntos fundamentales de la agenda IT: el ahorro de costes, el time to market y la simplificación del «Proceso» de IT.
– Big Data. Pero el BigData de verdad, no el de operar sólo con inmensas cantidades de datos, sino el de poder procesar ingentes informaciones de muy distintos orígenes, con y sin estructurar (incluyendo datos de RRSS, sensores, wearables, gadgets, …), a muy alta velocidad y con mucho menos coste del que podría llevar antes.
Para que luego digan que no nos encontramos ante una revolución … revolución tecnológica … y de la humanidad me atrevería a decir.
Veremos que nos deparan los próximos años.
DavidLC.
Totalmente de acuerdo