Joseba Elola, de El País, me llamó por teléfono para hablar sobre la idea de que el smartphone es una especie de condena que nos impide trabajar y concentrarnos, un arma de distracción masiva peligrosa que, de alguna manera, nos perjudica. Ayer domingo publicó su artículo titulado «Móviles: el smartphone, ese arma de destrucción masiva» (pdf), en el que recoge fenomenalmente bien algunos de mis comentarios, contrarios en principio a la tesis principal expuesta en el título y defendidas por algunos de los entrevistados.
Veamos: por supuesto, el smartphone, con sus continuas notificaciones de todo tipo, es susceptible de generar distracciones. Estamos hablando no de un teléfono, que ya de por sí lleva muchas décadas distrayéndonos, sino de un poderoso ordenador de bolsillo que nos conecta con todo, en todo momento, y que tenemos invariablemente siempre a nuestro lado. Sin embargo, eso no es nada que deba preocuparnos especialmente. De hecho, a muchos nos resultaría una fuente de distracción mayor apartarnos del smartphone y estar pensando si habremos recibido o no alguna notificación o si habrá pasado algo. Simplemente, hablamos de un nuevo contexto del que el smartphone forma parte, de un elemento que determina nuestra forma de trabajar, y al que resulta absurdo intentar renunciar.
Trabajar con interrupciones es algo que hay que entrenar, y que se supera perfectamente a lo largo del tiempo. Yo trabajo de manera habitual con unas diez pestañas de navegador abierto por las que me paseo rutinariamente cada poco tiempo, además de con mi smartphone cargando encima de la mesa que, en muchas ocasiones, utilizo como pantalla subrogada. A lo largo del tiempo, he podido comprobar como esa circunstancia está muy lejos de convertirme en improductivo: obviamente, ha afectado mi manera de trabajar, pero no de manera negativa, sino todo lo contrario. Me considero una persona extremadamente productiva que depende, además, de un factor tan voluble como la inspiración y la creatividad, y lo que ha ocurrido a lo largo del tiempo es, simplemente, que he adaptado mi manera de trabajar, y he aprendido a entrar y salir más fácilmente del estado de concentración necesario para ser productivo.
Que el smartphone nos resulte una distracción es simplemente algo que ocurre cuando aún no hemos logrado introducirlo adecuadamente como elemento del entorno. A partir de esa primera fase en la que puede que nos resulte relativamente incómodo, nuestro cerebro lleva a cabo un proceso de adaptación al nuevo entorno – en los más jóvenes, ese proceso ocurre de manera más natural, porque no precisan de un desaprendizaje derivado de haber conocido otras maneras de trabajar – y desarrolla capacidades para ello. Si crees que el smartphone te molesta y te hace más improductivo, no intentes retirar de tu mesa un elemento fundamental en tu conexión con el mundo: haz precisamente lo contrario. Acostúmbrate a trabajar con él, a mantenerlo al lado, a utilizarlo para introducir pequeñas pausas o para determinadas tareas. Al cabo de un tiempo, habrás desarrollado una capacidad para concentrarte en tareas que requieran atención en un tiempo menor, y no tendrás ningún problema. Todas esas ideas sobre la incapacidad del cerebro para la multitarea no son más que mitos. Nuestro cerebro es mucho más potente de lo que piensan algunos.
No, el smartphone no está dando lugar a una generación de torpes distraídos incapaces de concentrarse. No es verdad. Los datos y tests de aptitud revelan que las generaciones más jóvenes desarrollan mejor su comprensión lectora y su expresión escrita, y que las notas medias en tests estandarizados no han disminuido, sino que han aumentado, a pesar de tener un smartphone en las manos en todo momento. Dejémonos de dramatizar con ideas apocalípticas y de anunciar el fin de la capacidad del hombre para concentrarse, e introduzcamos en nuestro entorno aquellas tecnologías que han llegado a él de manera natural y que tienen, de hecho, mucho que aportar.
This post is also available in English in my Medium page, “The smartphone as a weapon of mass distraction»
Hola Enrique,
Me interesa mucho este asunto. ¿Podrías indicar alguno de esos estudios a los que haces referencia? Hasta la fecha, más bien, he visto estudios que defienden lo contrario, es decir, que llavomprension se ve afectada negativamente, y me gustaría contrastar.
Gracias!!!
Si hay algo que aumenta la productividad, es la concentración plena en la tarea que estás realizando.
¿Se pueden hacer varias cosas a la vez? La respuesta es si.
¿Pero se pueden hacer bien varias cosas que requieren concentración, simultaneamente? La respuesta es no.
¿Hay gente que conduce y escribe whatsapps? Si
Pero no estará conduciendo bien o por el contrario no estará escribiendo correctamente.
Ojalá fuese posible, pero ni las generaciones más jóvenes ni las maduras pueden realizar varias actividades de concentración simultáneamente.
Resulta cansino echarle la culpa a la tecnología de ciertos presuntos males. Los cuales, en caso de ser ciertos, no serían culpa de la tecnología. Como se ha dicho muchas veces, la tecnología no es ni buena ni mala, depende del uso que se haga de ella. También encuentro mucha propensión a echarle la culpa a los demás o a otras cosas de lo que le sucede a uno, sin asumir responsabilidades, pero ese es otro tema.
Esta mañana me he pasado unas horas en una biblioteca a la que he ido expresamente para concentrarme en una revisión de un artículo que voy a publicar y en la elaboración de una presentación. Ninguno de los dos temas me apetecía especialmente hoy, pero como corrían cierta urgencia, me he obligado a concentrarme en un lugar apropiado. No obstante, he conectado mi portátil a internet y lo he silenciado, junto con mi móvil. Y a pesar de que los que consultado cada cierto tiempo para ver si tenía correos de la oficina y personales urgentes, he contestado unos WhatsApps y mirado un par de notificaciones de Facebook, eso no ha sido obstáculo para permanecer «en zona» (o en flujo) durante tres horas seguidas, que se me han pasado volando.
Además me identifico mucho con esta frase tuya: «Me considero una persona extremadamente productiva que depende, además, de un factor tan voluble como la inspiración y la creatividad». Poca cosa hay más productiva que estar inspirado y motivado con algo.
Si, pero con reparos. Pasa como con la adicción del videojuego.
La facilidad para encontrar imagenes y el copio/pego/comparto le están favoreciendo al personal que no construya frases autónomas.
Y el «exceso de expresión visual en red» hace leer sin filtros adecuados muchas frases, que corresponden a ideas incompletas. Incluso siendo correctas y perteneciendo a autores contrastados.
Tendré mala suerte, pero la parcela de facebook que controlo, padece de un mutismo en fraseo propio que asusta un poco.
Globalmente es un elemento de comunicación masiva insuperable (por ahora)…
Pues Yo movil y whatsapp aún me controlo, pero sí que soy adicto a FACEBOOK , y a la web de Edans, y microsiervos.
Sois una droga ! :).
Me ha gustado mucho el artículo de Joseba Elola, buena investigación y documentada.
Es verdad que no soy alguien hiperconectado, mas bien al contrario, pero sí veo mucha gente totalmente enganchada al smartphone; mirando WhatsApp, correo-e, FB, Twitter, etc. cada dos minutos. Y lo cierto es que en demasiados casos lo que miran son muchas veces tonterías (no me refiero a casos como los de Enrique Dans o Carlos Quintero, que sin duda saben utilizar la comunicación tecnológica con fines productivos). Entonces me pregunto si están enganchados.
Mi caso tal vez sea raro. Tuve mi primer móvil en el 92, era muy grande y caro y casi nadie los utilizaba. Meses mas tarde, contraté por primera vez un servicio de banca online (iba por Ibertex). Poco después, ya conseguí un móvil pequeño, eran muy caros y los que empezaban a usar móviles los compraban mucho mas grandes y baratos, pero a mi me maravillaba poder llevarlo en el bolsillo sin que molestara.
Pocos años después contraté un servicio del BBV para comprar y vender acciones vía SMS. Quiero decir, que siempre me gustaron las nuevas tecnologías y accedí a algunas de ellas desde el primer momento.
Sin embargo, con los smartphone nunca me he sentido a gusto. No me agradan las pantallas pequeñas sino todo lo contrario (en el 2000 compré una tv de 32′ que podía conectar al ordenador por s-video) y ahora, que todo es mas fácil, también me gusta usar la pantalla de los tv, y si no fuera por el teclado podría usar un smartphone de esta forma.
Así que realmente no soy de smartphone (ni siquiera me apetece pagar con él) sino de portátiles y tablets. Y además, no me gusta estar siempre localizable, así que si llevo el teléfono conmigo debe estar apagado. Aunque prefiero, si es necesario, cargar con un tablet.
Hablo de mi experiencia y de la de mis compañeros de trabajo, aunque no se si estará sesgada, porque los informáticos solemos ser, o al menos actuamos, como si tuviéramos el síntoma de Asperger y tenemos mas capacidad de concentración que la media.
Cuando yo me enzarzaba en un análisis que tuviera cierta complejidad, me concentraba tanto, que ni oía el el sonido del teléfono de mi mesa. Pero lo que si es cierto, es que después de un rato de concentración profunda, tienes necesidad de romperla y distraerte. Cuando trabajaba, me iba a la máquina del café, no tanto para tomar un café,. como por dar una pequeña vuelta, alejarme física y mentalmente de los problemas pendientes y quizá aprovechas para cruzar unas palabras con alguien relajadamente.
Quizá hoy no hiciera tantos viajes a la maquina del café y me dedicara a contestar cualquier pampirolada que me hubiera mandado mi grupo de WhatsApp. El efecto es parecido, llevar tu atención, de algo que te abruma, a algo que realizas a medio gas,
Yo creo que (casi) todos sabemos concentrarnos cuando es necesario, pero que también (casi) todos, necesitamos momentos de relax, para rebajar el stress que produce la concentración . Antes era el conversar en la máquina del café y ahora sera el contestar WhatsApp o cosas parecidas.
A los empleados hay que juzgarlos por sus resultados y no por los medios que utilicen para conseguirlos, Una persona que de vez en cuando se agarra a su smart, hay que valorarlo no por eso, sino por el trabajo que saca a lo largo del día y la calidad del mismo. En mi opinión nadie puede trabajar intensamente ocho horas, tiene que tener momentos de relajo. .
Me identifico contigo con el tema del Asperger y la concentración (yo soy programador) y, a falta de conversación en mi grupo de trabajo y aparte que programo con cascos, de vez en cuando también tengo que despistarme con algo que si no me explota la cabeza; y una de esas distracciones es, o WhatsApp o la máquina de café.
Ahora bien, yo he visto empresas con carteles en los que ponía (literalmente) «el uso del smartphone en horas de trabajo se considerará falta grave»; así, a palo seco…
Hola que tal!. Como persona que usó los telefonos móviles de los 90’s siempre pensé que eran el invento más importante de tenía en manos. Cada vez fueron mejorando hasta la llegada del smartphone. Al principio no quería usarlo, me parecía demasiado para alguien que sólo trabajaba en una oficina a veces creo que no le saco el provecho que se merece. Sin embargo sí creo que es interesante para personas adultas pero podría ser exagerado para los chicos me refiero a lo social, estar pendiente de todo lo que hacen sus compañeros podría ser estresante. Tal vez no se note en sus calificaciones pero emocionalmente si se pueden afectar. Saludos!.
Lo que es seguro es que antes de tener smartphone, tenía tabs en el navegador. El de trabajo… y el otro. Antes de tener tabs tenía un libro junto al PC (porque era muuuy lento) y antes cuando tenía que hacer deberes me ponía a jugar a escribir letras con la calculadora (del revés).
Todos necesitamos algo con lo que distraernos. Ahora resulta que todos nos distraemos con lo mismo.
Lo que sí es interesante es que ahora veo a los que miran mucho su muñeca con el Samsung 3 Smartwatch. ¿Creéis que eso también irá a más? De momento son solo los frikis de turno, pero esos ya no sacan el móvil
Y no nos olvidemos que siempre, siempre, siempre… se puede apagar el smartphone al dedicarse a una cosa que merece todos nuestros sentidos puestos en ella. Como jugar a algún deporte, por ejemplo.
Gracias y saludos!
A mí ya me cansa este estéril debate constantemente mantenido y atizado por los tecnobroncas. Ya no es un problema de neoludismo, es algo más imbécil. Para empezar, esa fruición en considerar adictiva cualquier tecnología (muy probablemente porque no la controlan o, más probablemente aún, porque, controlándola o no, les irrita, les molesta y quizá hasta les perjudica que la controlen los demás). Consideran adictivo el móvil; y antes consideraron adictivo el PC, internet y no sé qué más. Sorprendentemente, no consideran adictivo el televisor -pese a que no despegan la nariz de su pantalla- o el automóvil, que utilizan hasta para recorrer los cien metros que hay de casa al estanco.
Si en los viejos tiempos se envolvían en una nube de selecto clasicismo (sumamente hipócrita) como camuflaje de su ignorancia (yo he llegado a oir a alguien que rechazaba el PC porque éste era incapaz de crear sonetos, aunque nunca vi hacerlos a su máquina de escribir), ahora no contienen su irritación ante la aceptación de estas tecnologías por parte de los demás. Son recurrentes, por simple ejemplo, las cartas a los periódicos quejándose de que todo el mundo esté en el metro con la vista fija en la pantalla del móvil. Al principio, contraargumentaba: mire, oiga, en primer lugar, al otro lado del móvil hay un ser humano, con lo que tenemos un fenómeno de comunicación; en segundo lugar, es también frecuente que tras esta pantalla del móvil haya un libro, con lo que nos encontraríamos ante un fenómeno de conocimiento; y, en el ¿peor? de los casos, si lo que hay es un juego electrónico, pensemos que esa abstracción frente al móvil no sustituye a animadas conversaciones entre ciudadanos, sino a caras cerúleas contemplando catatónicas el paso hispótico de una pared de hormigón, con lo que incluso en este supuesto salimos ganando.
Ahora ya no contesto, ya no argumento, ya no digo nada. Ahora, como don Quijote le sugería a Sancho, me limito a dejar que los perros ladren.
Sin duda un time consumer, un auténtico «niño tonto» que debemos controlar antes de que sea el quien nos controle. Una buena forma de afrontarlo es dejarlo apartado cuando trabajo y poner el sonido sólo a las llamadas, lo demás… puede esperar!! ;)
No todo el mundo maneja las distracciones igual. Así mismo, dependiendo de la actividad que se realice, una interrupción puede ser algo insignificante o una traba a la productividad. En mi trabajo necesito momentos de concentración. Lo que los anglosajones llaman «flow». Cuando me interrumpen estando en este estado me cuesta mucho recuperar la concentración. Lo que hago es ponerme música o quitar el volumen al móvil.