Rita Abundancia me llamó por teléfono para documentar su artículo publicado ayer en El País, «Por qué todavía es un tabú hablar de lo que ganamos» (pdf), en el que toca un tema sobre el que he escrito anteriormente al hilo del conocido «experimento Google» en el que Erica Joy, ahora ex-empleada de la compañía, decidió ofrecer una hoja de cálculo compartida en la red en la que invitaba a empleados de la compañía a hacer públicos sus sueldos, en la que aproximadamente un 5% de la plantilla aceptó la invitación. Volví a tocar el tema en El País, en un artículo de Ramón Oliver titulado «Sueldos: materia reservada«, en el que se analizaba también la popularidad de sitios como Glassdoor en los Estados Unidos y otras con propósito similar.
Mi opinión es, básicamente, la misma que entonces: resulta muy difícil analizar los salarios de una compañía de manera transparente, porque en su determinación se aplican baremos y motivaciones muy diferentes y específicas. La escala de equidad externa, que compara lo que una persona con una preparación, experiencia y nivel de responsabilidad determinada obtiene como compensación en una industria en concreto, suele considerarse un factor de incentivo o desincentivo a la hora de escoger una compañía en la que trabajar, y se ve alterada cuando una compañía precisa, como parte de su estrategia, atraer a personas que trabajan en sus competidores, razón que le obliga a ofrecer salarios más elevados. Eso afecta también a la escala de equidad interna, la que compara los salarios dentro de una misma compañía, en la que existen numerosos valores atípicos derivados de esos fichajes o de otros factores, como criterios de discriminación en función de género, que en muchas ocasiones reflejan ideas ya completamente obsoletas o provienen de situaciones irregulares heredadas de esas mismas circunstancias pero aún presentes en el mercado.
Por otro lado, la idea de que el salario refleja de alguna manera la valía de una persona es también compleja. Lo haría posiblemente en un entorno de transparencia, pero dado que precisamente ese entorno está muy lejos de serlo y está sometido a perturbaciones y circunstancias de diversos tipos, el salario termina por reflejar simplemente una serie de circunstancias puntuales derivadas del momento de la negociación, lo que permite la aparición de muy variados criterios que pueden alterar esa cifra. ¿Debemos ofendernos cuando una persona en un puesto de trabajo similar al nuestro percibe un salario mayor? No, deberíamos analizar las razones que existen detrás de esa desigualdad, y tratar de relacionarlas con las circunstancias que llevaron a la compañía a ofrecerlo, que pueden ser desde el interés en atraer a esa persona cuando trabajaba para un competidor, hasta circunstancias de otro tipo. Los salarios no son fáciles de someter a un entorno de transparencia, porque responden a variables cuyo análisis resulta no solo complejo, sino además muy difícil cuando se aplica a uno mismo.
¿El futuro? Caminamos hacia un escenario de clara y progresiva redefinición del concepto de trabajo, que sin duda dará lugar a numerosos cambios en este sentido, y elementos de variabilidad mucho más amplios. La motivación de las personas para llevar a cabo un trabajo determinado va a variar sensiblemente a partir del momento en que ese trabajo no suponga una necesidad imprescindible, lo que posibilitará la aparición de nuevos escenarios de decisión que hoy en día se nos antojan imposibles o poco probables. Por otro lado, determinadas discriminaciones, como la de género, evolucionan en función de criterios generacionales en los que la idea de que una mujer es de alguna manera inferior o puede estar dispuesta a trabajar por menos dinero resultan poco menos que ofensivas y absurdas, lo que debería suponer una normalización progresiva de esa circunstancia. Si acompañamos eso de circunstancias que nos llevarán a redefinir la idea de relación laboral, tengo claro que vamos a ver muchos, muchísimos cambios en muy poco tiempo.
«Por otro lado, la idea de que el salario refleja de alguna manera la valía de una persona es también compleja. Lo haría posiblemente en un entorno de transparencia»
El problema es que esa parte de tu texto, podría estar dedicada al entorno laboral, obviamente dado el contexto del artículo.
El problema llega cuando esto se comprende cómo un todo en lo que al día a dia, la vida y las personas se refiere.
Es decir… «tanto tienes, tanto eres o tanto vales», una profecía auspiciada quizás por el capitalismo (o consecuencia del mismo) que nos aleja bastante de conceptos que nos harían preguntarnos qué nos hacen humanos.
Si habla de nosotros, no ya nuestro trabajo, sino nuestro dinero ganado… es cuando hablamos del verdadero problema. Que se hable del dinero ganado en una empresa, que los sueldos sean transparentes y estén acordes a las labores realizadas, no es malo ni mala idea por si.
Ahora bien, fuera del entorno y el ecosistema de esa empresa, hay autónomos, fontaneros, dependientas, camareros o cajeras del super mercado, en el que quizás el sueldo sea un problema mencionarlo, porque sigue habiendo una cultura que consiste en que algunos «quizás no pueden adquirir todo aquello que desean».
Creo que llevarlo al entorno laboral como has hecho es interesante, pero creo que es muy diferente hacerlo en ese entorno que en el de a pie de calle (como el de las pasarelas de moda y luego con lo que viste cada uno un jueves, vaya).
En todas las empresas en que he estado, lo que se ganaba era un tema tabú que solo conocian los imprescindiblemente implicados en el tema y realmente no se me ocurre que ventajas puede tener saber que por hacer lo mismo que tu, tu compañero de trabajo gana 1000€ mas.
El problema es que te vas a enterar de que algunos no es que ganen 1.000€ más que tú, sino 10.000€ ó incluso más, dependiendo del puesto, por hacer exactamente lo mismo o tal vez menos. ¿Entonces tampoco crees que valdría para nada saberlo?
Supongasmos que me entero ¿que hago ?
a- Irme de la empresa
b) Montar el pollo. para que me digan, a ti no l te lo queremos dar, así que si no estas conforme, coge la puerta y largate
c) Seguir trabajando calladito, sabiendo que el otro duplica mi sueldo,
¿Que harías tu?
Puedes mostrar a la empresa tu malestar y pedir un aumento de sueldo con buenas razones si crees que lo mereces, será la empresa quien tenga que explicarte por qué otro empleado que hace lo mismo cobra más. Si no pueden justificarlo saben que tienen un empleado descontento.
Puedes comprobar si estás en la misma categoría profesional que ese otro empleado que cobra más, puesto que ante el mismo desempeño el sueldo base tiene que ser el mismo (el que corresponda a la categoría) aunque el otro cobre complementos. Hay mucha gente contratada con una categoría profesional inferior a la que le corresponde por la labor que realiza.
Si un trabajador sabe que cobra menos que otro que hace lo mismo, su actitud ante el trabajo puede cambiar, afectando al rendimiento, a las relaciones con los demás compañeros y jefes e incluso a la propia autoestima. Está claro que a la empresa no le interesa nada de esto, de ahí el secretismo.
Tu mismo te contestas
«Si un trabajador sabe que cobra menos que otro que hace lo mismo, su actitud ante el trabajo puede cambiar, afectando al rendimiento, a las relaciones con los demás compañeros y jefes e incluso a la propia autoestima. Está claro que a la empresa no le interesa nada de esto, de ahí el secretismo.
Para el empleado
Lo unico que ha conseguido el trabajador, es que «su actitud ante el trabajo puede cambiar, afectando al rendimiento, a las relaciones con los demás compañeros y jefes e incluso a la propia autoestima».
Para la empresa
«Está claro que a la empresa no le interesa nada de esto, de ahí el secretismo»
Entonces ¿A quien beneficia»
Gorki, beneficia al trabajador que al verse discriminado puede reclamar un trato más justo y luchar por ello.
Es que según tu argumento, las injusticias es mejor ocultarlas, así ni los beneficiados tienen problemas ni los perjudicados tienen nada que reclamar porque no se enteran. Pues menuda sociedad tendríamos (y tenemos, en muchos aspectos).
Yo trabajo en contabilidad y sé cuánto gana todo el mundo, y realmente no me beneficia nada. Sería mucho más feliz si no lo supiera
Las empresas no quieren que sus trabajadores sepan cuánto ganan sus compañeros para evitar rivalidades o mal ambiente, ya que afecta directamente el clima y al trabajo en equipo.
Entonces habría que replantease muchas más cosas.
Pixar siempre fue una empresa que se jactaba de contratar no a los mejores, pero sí a los más apasionados por aquello que hacen. Aquí ya entramos en un problema de categoría porque ¿en base a qué vas a cuantificar entonces la valla de cada uno de los trabajadores? Dando por hecho que hablemos de sueldos diferentes en mismos puestos.
Ok…, pasemos al ejemplo de un médico. La prima de mi mujer es una reconocida profesional cirujana en Bilbao. Sin embargo es bastante mala en lo que al tacto y las relaciones o emociones se refiere y alguna vez eso puede pasar factura a la hora de dar malas noticias (a todos antes o después se les queda alguien en la mesa del quirófano, pensemos).
¿Como valoramos a esta profesional? ¿Es que ahora también vamos a ver cómo las noticias de fallecimientos las van a dar robots a los familiares? Qué gran avance sería (nótese la ironía).
Para acabar y quizás algo más que interesante debido al tema…
Mi mujer era La adjunta de gerente de uno de los cines de una cadena de exhibición de este país. Al final, decidió dejar de cobrar 150 euros menos y pasar a ser ligeramente la chica de la limpieza. No más clientes absurdos, albaranes, inventarios, hojas de reclamaciones, superiores con malos días… . Ahora llega, hace su trabajo, termina y se va. Atiende todas las tardes a nuestros dos hijos, cosa que antes era mucho más complicado y su cara hasta ha mejorado mucho.
Su sucesor, alguien externo que trajeron tras entrevistas, dijo que él no tenía la culpa de que mi mujer no cobrara lo que a él se le daba en su contrato de nuevo trabajador.
Claro que… por encima de este, el gerente se fue debido a ciertas causas y pusieron otro nuevo y también externo, pero cobrando una diferencia enorme con el adjunto. Sus palabras al comentarlo alguna vez han sido que si los demás no han sabido o podido negociar sus condiciones no es su problema, el lo intentó y le salió bien. Todo esto conociendo el escozor de quién acabó sustituyendo a mi mujer.
Así que aquí entran varios factores ¿el sueldo se trata únicamente de tu productividad o de tu poder de negociación que, según el puesto (vayámonos de viaje con la mente a Sillycon Valley, por ejemplo)? La cosa cambia ¿verdad?
Por otra parte y como ya auguraba en el primer comentario… todo esto es el síntoma de una sociedad bastante enferma y ciega de si misma.
¿Necesitamos conocer el sueldo de nuestros compañeros? Lo primero que me se me ocurre pensar es que sí, no nos vayan a hacer cobrar como becario gilipollas, mientras los demás cobran como reyes.
Pero aparte de eso, la sociedad del más, de si tú tienes yo también «necesito» y del «tanto tienes, tanto eres» o «tanto ganas, tanto vales» (esto en Fútbol es muy fácilmente de ejemplificar…), es una sociedad que quizás debería de plantearse qué es verdaderamente lo importante.
¿Lo que ganan los demás?¿el sueldo que crees que es justo acorde con tu labor?¿cobrar más que el cabrón de Smith? ¿Sentir que el dinero es un medio para hacer cosas y no una etiqueta o un adjetivo calificativo?
Si el sueldo no está vinculado a la productividad u objetivos, el sueldo más barato puede acabar resultando el más caro de toda la empresa.
Ese es uno de los grandes problemas cuando se trata de talento, porque si alguien no quiere cobrar diez mil euros al mes, y digo no quiere, significa que otra empresa puede doblar su sueldo en cualquier momento y eso sí que puede suponer una diferencia sustancial y un incentivo perverso.
De hecho, tiene más bien poco sentido cobrar un buen sueldo, para no hacer nada, si tu mayor activo es precisamente ese trabajo.
Sí, me he planteado pagar más que mi propio sueldo a un becario, sin ningún problema. Y bien contento. Y he rechazado sueldos altos, porque no se me permitía hacer mi trabajo como es debido. Mi primera queja por tener un sueldo alto, por horas, fue antes de cumplir los veinte. Cuando me fui, tuvieron que pagar a una empresa externa.
No tiene ningún sentido cobrar más que tus subordinados, si ese sueldo no está sujeto de alguna forma a la productividad de la empresa, o solo funciona como baremo de cotización social.
Creo, que tenemos sobrados ejemplos conocidos, por no hablar de cuando un salario solo es una forma de comprar lealtades y ocultar carencias.
Aún perdura esa mentalidad de la época del desarrollismo, donde el modelo de empleo funcionaba como unos grandes almacenes, donde la única estructura residía en un ascenso vertical, y los incentivos económicos, eran para las labores comerciales.
Eso me ha recordado, los ‘billetes de monopoly’ con los que pagaban en los periódicos a los becarios, para poder poner una línea en el currículo o hacer un master en un periódico de renombre.
El resultado, es ver a personas que se iniciaron como becarios y que prácticamente como ‘becarios’, acaban dirigiendo el diario.
O la precariedad de los profesionales, a causa de la endogamia, tanto como la precariedad económica de las propias empresas de medios.
:-)
«Por otro lado, determinadas discriminaciones, como la de género, evolucionan en función de criterios generacionales en los que la idea de que una mujer es de alguna manera inferior o puede estar dispuesta a trabajar por menos dinero resultan poco menos que ofensivas y absurdas, lo que debería suponer una normalización progresiva de esa circunstancia»
Agradezco su mención al tema, en un país donde la brecha salarial se sitúa en el 23,25%. De media, las mujeres cobramos seis mil euros menos al año por hacer un trabajo de igual valor que los hombres, según el último informe de UGT, que analiza el aumento de la brecha entre 2010 a 2014. El informe «La falta de políticas de igualdad en el empleo incrementa la brecha salarial» sitúa el salario bruto medio anual de los hombres -25.727 euros- y de las mujeres -19.744 euros- de la última Encuesta de Estructura Salarial de 2014. Es lamentable ver cómo ha seguido aumentando la brecha, por salario bruto anual, que ha pasado desde el 22,55% en 2010, al 23,25% en 2014. Y así seguimos.
Cuando el sueldo no es negociable y se basa únicamente en un baremo razonablemente objetivo, no hay ningún problema en hacer públicos los sueldos de toda la empresa (bueno, en realidad la «calculadora de sueldos», que para alguien externo viene a ser lo mismo). Aunque la verdad, no sé qué pasaría si una empresa española hiciera esto.