Si algo ilustra las contradicciones entre una clase política mayoritariamente anclada en el pasado y el poder de la web social es el fallido golpe de estado en Turquía de la semana pasada. Recep Tayyip Erdoğan, un mandatario efectivamente elegido en unas elecciones democráticas, pero con un horrible pasado teñido de la peor censura de las redes sociales, con una actitud hacia el control de la información que lo sitúa al mismo nivel de los más feroces totalitarismos.
Hablamos de un político que en su momento, mientras gaseaba y apaleaba manifestantes en Gezi Park, consideró literalmente que «ahora existe una amenaza llamada Twitter. Allí se pueden encontrar los mejores ejemplos de mentiras. Para mí, los medios sociales son la peor amenaza para la sociedad”. La ironía de que ese mismo político sea «salvado» en último término de un golpe de estado gracias a que es capaz, en su desesperación, de recurrir a herramientas sociales como Twitter, Facebook o FaceTime para pedir a sus ciudadanos que salgan a la calle a defenderlo es algo que quedará para la historia.
El relato de aquella noche permite ver cómo los militares intentaron bloquear herramientas como Facebook, Twitter o YouTube, para encontrarse con una población que, gracias a los anteriores intentos de bloqueo llevados a cabo por Erdoğan, era ya experta en romper esos bloqueos y convertirlos en inútiles mediante procedimientos de todo tipo. El golpe de estado en Turquía es el primer evento político relevante retransmitido en vertical, a través de cientos de pantallas de smartphones con Periscope, Facebook Live y otras herramientas similares. En un momento dado, los militares trataron incluso de bloquear las emisiones de medios de comunicación convencionales como CNN Türk, para encontrarse con que los mismos periodistas cuya actividad era interrumpida por su entrada continuaban con el informativo en el mismo punto donde lo habían dejado, pero utilizando Facebook Live: toda una metáfora del poder de la web social.
La experiencia turca cambia todos los manuales anteriormente escritos sobre cómo dar un golpe de estado, sobre la necesidad de poner bajo control a los líderes de la disidencia y a los medios de comunicación, y permite que un presidente que anteriormente despotricó contra la web social sea capaz de salvar su continuidad precisamente gracias a su uso. El futuro para Turquía, en cualquier caso, parece de todo menos alentador: las primeras medidas tomadas por Erdoğan son una fortísima purga en estamentos judiciales, policiales y militares. Todo indica que al intento de golpe de estado militar le está siguiendo un nuevo golpe de estado, esta vez protagonizado por el propio Erdoğan.
¿Puede esperarse de alguna manera que la posición de Erdoğan con respecto a la web social cambie? En modo alguno. Las relaciones entre los políticos con tendencias totalitarias y la web social no funcionan en términos de gratitud, sino del más profundo utilitarismo: si la única manera que tengo de llegar con mis mensajes al pueblo es a través de esa herramienta del demonio llamada Twitter – o Periscope, o FaceTime, o Facebook Live, o lo que me pongan en las manos en ese momento – que una vez prohibí, lo haré porque estoy en medio de una emergencia, pero eso no quiere decir que cambie mis posiciones sobre lo malo que es que los medios de comunicación carezcan de barreras de entrada. De hecho, si ahora, al ver las consecuencias del intento de golpe militar y las reacciones posteriores del régimen, algunos segmentos de la población comenzasen a utilizar las herramientas de la web social para protestar contra los abusos, a Erdoğan no le temblaría el pulso para volver a prohibirlas. De hecho, estoy seguro de que lo volverá a hacer, más pronto que tarde. Desgraciadamente, esto de Turquía no puede tener buen final.
Lo escribí en su momento, cuando los sucesos en Gezi Park: para un político, hay cosas que son como la prueba del nueve, la confirmación de tendencias que nunca deberían estar presentes en un mandatario público, y los intentos de censura de la web social caen claramente en esa categoría. Nunca, nunca sin ninguna posibilidad de excepción,confiemos en políticos que amenacen con censurar o tratar de poner bajo control la web social.
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Lo primero seria saber si este es o no es, un autentico golpe militar y no un paripé para deshacerse de unos cuantos generales y vaya Vd a saber por qué, un montón de jueces y fiscales que evidentemente no habían participado en el golpe militar.
Lo segundo es, que si realmente fue un golpe militar, como Erdogan, será lo que sea, pero es de momento el que ganó las últimas elecciones, deberemos congratularnos de que haya sido el pueblo saliendo a las calles el que ha frenado a los militares, Y ya como tecnólogos deberíamos congratularnos que esa convocatoria se haya hecho con medios tecnológicos, impensables hace solo 15 años, en un país que está económicamente próximo a Tercer Mundo.
Quizá Internet resulta ser más activo en el Tercer Mundo que en el Primero, porque mientras que en este Primer Mundo compite con muchos canales de comunicación, (mas o menos), libres,.en esos países hay muy pocos y muy controlados y Internet no es tan facil de controlar. Es algo que vengo observando, desde el levantamiento de Chiapas en Mexico, donde el Comandante Cero en medio de la Sierra Lacandona, hizo frente al ejercito Mexicano, a golpe de comunicado.
Luego vendría la Primavera Arabe. lo que demuestra que Internet ganan las primeras batallas, pero no una guerra larga, esa de momento la gana solo la infantería, la tecnología la tiene perdida (Vease Afganistan, Libia, Siria, …. )
No se cuando tengamos muchos homo roboticus lo que pasará. Pero la tecnología, por lo de ahora, no nos salva de nuestras peculiaridades humanas. Golpe de estado soft para contrarrestrar el golpe de estado hard. Ya pudo pasar en Brasil de forma incruenta.
Las masas desbocadas a golpe de panfleto, radio o smartphone… para reivindicar libertades o para reivindicar la pena de muerte… que duda cabe que los instrumentos tecnológicos son de una neutralidad apabullante… es el cerebro de quien empuña el bate, para machacar la cabeza del militar golpista, lo que funciona mal, no el bate!
Es que esto no ha sido un golpe militar, ha sido un 23F como una casa, solo falta la versión en screener. EStaba todo organzado y bien organizado.
Desde luego, Erdogan es muy criticable, pero para mí lo más destacado es que los militares sublevados siguieron al pie de la letra el manual del buen golpista, ocuparon las televisiones… y no les sirvió de nada. Ahora hay esa cosa llamada Internet, que es imposible de controlar, y que permite que la gente se siga comunicando y organizando en medio de un golpe de estado.
Por supuesto, Erdogan también debería tomar nota. De lo contrario, en unos pocos años podría encontrarse con una primavera turca.
Como bien has dicho, usó Twitter porque estaba en medio de una emergencia, en otro caso no habría recurrido a ella. Pero la verdad que hace gracia como muchos líderes políticos emplean las redes sociales y otras herramientas online a su favor o para hacer campaña cuando antes las han criticado.