Tecnología y deporte paralímpico: Abel Vázquez

Abel Vázquez (IMAGE: Susana Alosete)La cuarta y última entrevista de mi serie dedicada al uso de la tecnología en el deporte paralímpico, dentro de la iniciativa “De un sueño, una realidad” de Seguros Santalucía, ha sido con Abel Vázquez, judoka en la categoría B3. Abel es sevillano, de Bormujos, pero hicimos la entrevista en la Residencia Joaquín Blume, que es donde vive cuando viene a Madrid, concretamente aquí.

La reducción de la agudeza visual del 80% que Abel tiene de nacimiento le permite leer una pantalla de ordenador o de un smartphone si se acerca moderadamente y, en algunos casos, ladea la cabeza para enfocar con el ojo en el que posee una visión algo mayor, pero le dificulta ver a partir de una cierta distancia. Según me explica él mismo, «es porcentual, yo tengo un 20% de visión, pero tengo más dificultades de lejos que de cerca: puedo hablar contigo y ver tus gestos, pero un poco más lejos no puedo reconocerte». Para trabajar con una pantalla, «tengo que tener la pantalla más cerca: mi ordenador de sobremesa con el que trabajo normalmente para hacer los trabajos tiene la pantalla más grande, así no suelo tener que utilizar ninguna aplicación concreta de zoom o de accesibilidad».

Sin embargo, y a pesar de las dificultades, me he encontrado en Abel un auténtico apasionado por la tecnología, autor de páginas web («tuve una época que criaba pájaros y llegué a hacer una página con ellos, un aviario, no sé si seguirá por ahí»), que sigue con fruición la actualidad tecnológica, y que da consejos a los niños a los que entrena en su gimnasio para que intenten extraer partido a la tecnología. «Me apasiona, pero no tengo más tiempo, en cuanto vuelva a tenerlo volveré a intentar toquetearlo todo… veo las noticias de todos los gadgets que van saliendo y mi novia dice que soy un adicto a la tecnología, porque lo quiero tener TODO».

Abel Vázquez (IMAGE: Susana Alosete) En el smartphone usa desde redes sociales, hasta apps para digitalizar recibos de gastos, y se comunica con su seleccionador que le envía la preparación física mediante documentos en pdf muy trabajados y profesionales, que no llegan en realidad a ser impresos o leídos en la pantalla del ordenador, que consume directamente en el teléfono. Lleva un terminal de Xiaomi, «tenía un iPhone, pero lo perdí… me gusta más Apple por la interfaz, pero no tenía dinero para otro iPhone», configurado con un tamaño de letra tan solo levemente más grande. Le gustan los juegos en los que refuerza relaciones sociales directas, no es jugón por el hecho de jugar, pero sí le gusta el ambiente que se genera en torno al juego como tal. «No tengo tiempo y me canso rápido, pero sí me gusta, por ejemplo, un campeonato de FIFA con un grupo de amigos que te aportan más que el simple juego».

Abel, como enfatiza el vídeo que le hicieron para Marca, va con prisa a todas partes. No es de extrañar: a su condición de deportista de élite con buenas posibilidades de alcanzar el podio en los próximos juegos de Río, añade el hecho de estar preparando oposiciones para profesor de Secundaria de educación física, de las que se examina dentro de un mes. La combinación de esas dos actividades, deportista de élite y opositor, generan un día a día febril, en el que tiene la constante sensación de no tener tiempo para nada, y le desespera, por ejemplo, el tiempo que pierde en desplazarse en transporte público. De ahí que siga con muchísimo interés el panorama de avances tecnológicos como el coche autónomo, que le permitiría moverse con mucha más independencia.

Al hablar del deporte, me enfatiza su condición de deportista amateur, de persona que tan solo una vez y durante diez meses llegó a tener una beca, pero que no vive de esto, y que se encuentra habitualmente compitiendo con otros deportistas internacionales con muchos más recursos: «nos piden que seamos profesionales y que compitamos con profesionales, pero no lo somos, y es muy difícil competir y concentrarte en los entrenamientos cuando tienes que estar preocupado por si dentro de tres meses vas a tener dinero para poder pagar la hipoteca o el alquiler». Abel vive de su ayuda por discapacidad, y agradece enormemente la ayuda de los patrocinadores para, al menos, poder ir a concentraciones y competiciones internacionales. «El deporte paralímpico tiene un problema, y es que te empiezan a dar ayudas cuando ya has conseguido los resultados, una medalla en un mundial o en unos juegos, y es a partir de ahí cuando tienes una ayuda que te da para vivir mínimamente, no para ahorrar para el futuro, ni nada de eso».

A pesar de reconocerse como una persona muy tímida, ve las redes sociales como un esfuerzo, como una manera de intentar llegar a posibles patrocinadores: «es una forma de que los deportistas sin recursos podamos acceder a más gente, entrando en ese bucle podemos conseguir más presencia, que aumente el interés por nosotros y lo que hacemos, y que las empresas empiecen a prestar más atención… lo veo como algo necesario». De hecho, cree en la cultura del esfuerzo, en los valores positivos que transmite el deporte, y le gusta pensar que trabaja para allanar el camino a otros deportistas como él, algo que refleja también en sus ambiciones como profesor. Mantiene su página de Facebook y reenvía automáticamente a Twitter sus actualizaciones, «Twitter no lo controlo», me dice, pero en cuanto le menciono en una actualización tras la entrevista, veo cómo lo retwittea en menos de diez minutos y me amplía rápidamente información sobre algunos de los temas que comentamos a través de mensaje directo… para alguien que «no controla Twitter», no está nada mal! :-)

Una hora de entrevista con Abel se me pasó en un momentito (su teléfono no paraba de sonar, y lo último que yo quería era retrasar la hora del almuerzo de un deportista de élite), con el componente agradabilísimo de estar hablando con otro apasionado de la tecnología al que le gusta explorarlo todo, probarlo todo, cacharrear con todo. Hablamos sobre wearables (usa un Moto G, aunque no acaba de sacarle partido para monitorizar su actividad física) y sobre su uso en el entrenamiento, «mi entrenamiento no es de carrera, cuando es de carrera es compensatorio, y puedo llevar el smartphone», sobre sus dificultades con los idiomas y cómo se plantea utilizar herramientas online como Iboux para mejorarlo, ahora que se convierte en un tema fundamental para él a nivel profesional, y sobre la evolución del uso de la tecnología en el deporte, no tanto en el judo como en los entrenamientos físicos (me estuvo ilustrando sobre pruebas de potencia muscular con encoder, entrenamiento con pulsómetro, trabajo excéntrico e isoinercial, etc.)

Abel está en un año decisivo: con posibilidades de medalla en Río, y con una oposición que puede marcar su futuro profesional. Hablar con él transmite de manera muy clara el esfuerzo que supone el deporte de élite cuando hablamos de deportes minoritarios y en el ámbito paralímpico: una medalla puede marcar una satisfacción personal, posiblemente un incremento temporal de visibilidad o posibilidad de obtener algún patrocinio, pero al margen de la competición, hay toda una vida a la que hay que dedicar atención: planificar un futuro profesional, explicar a tu pareja que vuelves a salir de viaje para la enésima concentración, o tratar de conseguir patrocinadores («escribo a muchas compañías, pero generalmente ni te contestan, y te terminas desmotivando»)… no, decididamente, no parece fácil. Si algo he aprendido a lo largo de mis cuatro entrevistas con deportistas paralímpicos es a valorar precisamente eso, el esfuerzo que supone estar ahí, entrenar muchas horas cada día, y seguir con ello aunque sepas que por muchos éxitos que puedan llegar, eso es tan solo una parte de tu vida, que en muy pocas ocasiones se convierte en algo verdaderamente profesional de lo que vivir. Una cultura del esfuerzo que supone, vista desde cerca, toda una lección de vida. Abel me ha parecido de esas personas a las que da gusto desearles suerte, porque sabes que de su parte pone todo lo que hay que poner para tenerla!

 

ACTUALIZACIÓN (10/09/2016): Abel completó su participación en los Juegos Paralímpicos de Río con un noveno puesto, tras caer en el primer combate y quedarse sin opción a la repesca.

 

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