Un estudio de la Universidad de Zurich ha desarrollado un sistema capaz de prever los errores en el software creado por un programador a partir de datos biométricos obtenidos mientras lo creaba.
En las pruebas, un grupo de programadores llevó a cabo su trabajo habitual mientras utilizaban un brazalete y un pulsómetro con una banda pectoral en los que se recogían datos como la frecuencia cardíaca, la velocidad de la respiración o la conductividad epidérmica, para encontrarse con que las variaciones de estos parámetros terminaban siendo un indicador superior a la hora de detectar errores en el software que generaban que todas las demás metodologías clásicas de detección de errores. Las métricas permiten averiguar, por ejemplo, el nivel de dificulta al que se enfrenta un programador cuando trata de resolver una problemática determinada, y es posible desarrollar un algoritmo que establezca una correlación adecuada entre la evolución de este tipo de métricas y la aparición de errores en el código.
¿Cómo reaccionar ante una cuestión así? Por un lado, los errores en el software cuestan dinero, deben tratarse de minimizar y plantean un problema de productividad, cuando no algo más complejo. Encontrar sistemas que permitan detectar esos errores lo antes posible y mejorar la calidad del software parece un fin deseable, algo que todos los implicados en el proceso, desde los creadores del software como tales hasta los usuarios o los destinatarios finales del mismo deberían apreciar. Pero por otro lado, la idea de trabajar conectado a una serie de sensores que avisan cuando te equivocas suena a pesadilla total, a auténtica «granja avícola» en la que son «los programadores son los que trabajan programados», o como comentan algunos, «como un examen de programación interminable y en el que además tienes que estar desnudo».
¿Nos imaginamos desarrollando nuestro trabajo conectados a una serie de wearables que permiten monitorizarnos mientras lo llevamos a cabo? Durante mis clases, en algunas ocasiones, por pura curiosidad, chequeo mi Fitbit para ver mi ritmo cardíaco, que es la variable que tengo configurada inmediatamente después de la hora (lo que hace que la pueda ver con tan solo un golpecito, algo razonablemente discreto). Sería sumamente fácil detectar, monitorizando mi pulso, los momentos de la clase en los que me encuentro más relajado discutiendo un tema que me gusta, más nervioso porque me cuesta entender el acento del alumno que interviene, o más ansioso (o en ocasiones frustrado) porque no consigo que las intervenciones lleven la discusión al tema que me interesa tratar. Pero la idea de pasar de una métrica informal para mí que consulto en ocasiones por pura curiosidad, a convertirla en un indicador de mi desempeño de cara a una hipotética evaluación por un tercero me resulta, de entrada, completamente inaceptable. Por otro lado, sugiere visiones de auténtica ciencia-ficción en las que las personas exhiben sus datos biométricos de manera sistemática y transparente, y resulta fácil saber si alguien está mintiendo, si a alguien le gusta alguien o si alguien está enfermo o en apuros, simplemente mirando sus indicadores.
En el momento en que algunos escenarios de ciencia-ficción empiezan a materializarse gracias a – o por culpa de – las posibilidades que ofrece la tecnología, es el adecuado para reflexionar sobre ellos. ¿Tiene sentido ofrecer a un trabajador una herramienta para mejorar su trabajo, y el stress generado por su uso termina cuando se da cuenta de que en realidad, termina trabajando mejor así? ¿O por el contrario, genera una ansiedad contraproducente, una situación contraria a la dignidad humana, o incluso un control casi consciente de esas variables hasta el punto de ser capaz de engañar hasta cierto punto a los sensores? ¿Positivo, negativo, o directamente absurdo?
Obviamente, una buena parte de la respuesta está no en la herramienta en sí, sino en cómo se utilice – suponiendo que se llegue a utilizar. Proponer un sistema así como una herramienta para el trabajador, que monitoriza él mismo y que utiliza para mejorar su trabajo, frente a configurarlo como un sistema de control en manos de un tercero o una métrica de evaluación del rendimiento. En cualquier caso… ¿terminaremos viendo escenarios en los que determinados trabajadores desarrollan su tarea mientras se les mantiene bajo la lupa, o la sola idea resulta directamente demencial?
This article is also available in English in my Medium page, “Biometrics: putting the programmer under the microscope«
En cierto modo ya pasó algo parecido con la grabación del acto de dar clase (por ejemplo). De forma puntual, para corregir errores o resaltar virtudes, puede ser positivo. De forma constante (y si anda la «productividad del acto» por medio peor) puede ser frustrante, una especie de acoso.
Da igual que sea consciente o inconsciente, sentirse vigilado enturbia la relación humana profe-alumnado. No olvidemos, buscando cierto paralelismo, que la inteligencia artificial también se «programa»…
¿Por que hay Aire Acondicionado en las empresas? Porque se rinde más, sino de que se iban a pagar las facturas asociadas a ese gasto.
Ayer os comentaba en un post sobre el libro «The Global Auction: The Broken Promises of Education, Jobs, and Incomes»
Estas prácticas se denominan «Taylorismo Digital
https://es.wikipedia.org/wiki/Taylorismo_digital
en honor a massa bwanna Taylor.
http://www.sinpermiso.info/textos/taylorismo-digital-la-educacin-no-impedir-que-occidente-se-empobrezca.
Si se utilizara como una herramienta neutral y anónima pra analizar por un tercero el código en busca de errores, o como herramienta personal podría funcionar. Pero mi experiencia laboral de más de 15 años va de jefes que te motivan y ayudan a mejorar a gente que solo sabe transmitir la presión y descargar sus errores (o las de los comerciales que vendieron humo) en tí para salvar sus poltronas.
Es lamentable conversar con gente que ha trabajado fuera y tener que constatar que España es diferente siempre hacia lo malo.
No recuerdo a nadie que haya ido a UK o Francia hablar de Cárnicas, carcuteras y casqueras como si se hace aquí. Y eso que muchas empresas existen en ambos países.
Estas son sus propias palabras, señor Dans:
«Obviamente, una buena parte de la respuesta está no en la herramienta en sí, sino en cómo se utilice»
El ser humano lleva milenios observando y por lo tanto «monitoreando» para aprender, copiar, analizar, descubrir dinámicas, encontrar patrones y un gran etcétera de posibilidades. Tanto la ciencia como las artes basan sus respectivas disciplinas, principalmente, en la observación y la experimentación; pues de este acto o análisis, depende el buen transcurso de los procesos que a posteriori desarrollaran o conclusiones que finalmente pudieran fehacientemente materializarse.
Sé, que a usted no le entra pánico cuando a otros, sí, le invaden incertidumbres, cuando ven que las herramientas a nuestra disposición son mucho más eficaces que la lupa o la paloma viajera.
Seria de estúpidos, no ser conscientes de los peligros, los mal usos y los inconvenientes que desde siempre la malignidad ha generado. Nuestra historia permite recordar cuanto es temible no prever ciertas implicaciones, repercusiones, consecuencias negativas y efectos colaterales a veces deseados. Pero sencillamente me niego a ver solo el lado negativo, posible y real; para por lo contrario trabajar de forma que las ventajas siempre superen los inconvenientes por muy extraños y fatales pudieran ser.
Los médicos llevan palpando, monitoreando, escaneando nuestros cuerpos, y ya se hace con nuestras mentes en busca de pautas, indicios y patrones, para bien o para mal.
Todo depende efectivamente del uso y del fin que uno desea.
Y la tecnología y el saber, es solo un medio.
Una de las pajas mentales más gordas que te he leído Enrique. Y no te lo tomes a mal!
Tranquilo que ya saldrá alguno diciendo que esto es el «progreso»…
Por favor. A Los trabajadores del conocimiento, no se les puede medir.
Siempre lo mismo. Y un huevo. Que si es complicado, que si valora los objetivos conseguidos, que a mi no me mides….
100 años llevamos midiendo a nuestros compañeros en planta. Tenemos hasta departamentos que se encargan de ello, métodos y tiempos. No?
Pues a los de la movida indi que ni nos miren. Que nadie sepa si hago mi trabajo en 6 h y 2 o 3 más de presentismo.
En un año de intentos de implantar en clientes mejoras de costes de estructura con medición incluida, todo han sido miedos. Bueno, a veces pánico.
Es vergonzoso como nos protegemos, y es lamentable como nadie decide abordar la medición de las improductividades en MOI siendo cada vez una parte más importante de nuestra cuenta de resultados.
Tengo un caso de éxito, como dice Enrique, medición para consumo personal, medicion con tutoria personal de mejora con el empleado, sin acceso a datos por parte de la empresa.
Parece ser que no hay nada que mejorar en el mundo indi, que no sea un nuevo ERP, un proceso modificado con inversión tecnológica, etc.
Todos podemos y debemos ser evaluados, muchos somos eficaces y terriblemente ineficientes.
En otros indicadores de nuestros paneles de control tenemos claro que para mejorar hay que medir, pero claro, donde no hay un problema, para que medir? O es que no sabemos si tenemos un problema porque no medimos.
Insisto, otros trabajadores están megacontrolados, lo hemos puesto en marcha nosotros!!!
Lo que dice el artículo realmente es una chorrada: «las partes de código que más trabajo le cuestan a un programador son las más propensas a tener errores». Pero, ¿de verdad hace falta tener que usar biometría para detectar dichas partes? ¿No es más fácil pedirle a los programadores que dejen indicada en algún sitio constancia de las partes de código que más les ha hecho estrujarse el cerebro? Vamos, digo yo.
No me lo creo.
Admito que el sistema detecte con precisión cuales son las partes del programa que estás escribiendo que son más complejas, te someten a mayor stress y son por tanto mucho más probable que hayas cometido errores.
Pero el que te digan que probablemente el error esta en tal parte del programa y no exactamente donde está, no es de mucha ayuda y si lo que te dá es sólo una alta probabilidad de que esté por ahí, no es de ninguna.
Cualquier programador, si le preguntas, también te dirá cual es la parte más compleja del programa sin necesidad de tomarlo el pulso.
La única forma que conozco de poner a punto un programa es someterlo a una batería de datos de prueba. Ningún sistema garantiza al 100% el buen funcionamiento del programa, pero cuanto mejor sea la batería de datos de prueba, más fiable será el programa.
Las mejores pruebas se hacen en aeronautica y astronáutica, y aun asi se cuelan gazapos, recuerdo la «miopía» con que se mando el Hubble al espacio, porque en una formula de un programa para pulir la lente se cambio un «-» por un «+». A continuación vienem las pruebas de las grandes corporaciones, en España empresas como Telefónica y la Banca o la Eléctricas, donde se hacen pruebas muy intensas, pero no tanto como en aeronáutica, Recuerdo que el drama de Chernobil ocurrió porque se hicieron pruebas, que produjeron extrañas condiciones que el software no había previsto y permitió la catástrofe. Luego viene todo lo demás, que en el más bajo nivel, se espera a que el usuario final encuentre los gazapos, para lo cual, después de una somera puesta a punto del tipo «tente mientras cobro», se firma un compromiso de mantenimiento posterior.
Mucho más caro que escribir programas es ponerlos a punto. Prueba de ello es que Microsoft te manda actualizaciones a su sistema operativo, constantemente y después de 20 años, aun de vez en cuando se cuelga.
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A las empresas les interesa que haya cierto número de Bugs, sino de que iban a mantener servicios de mantenimiento, que es de lo que viven los viejos dinosaurios,,,
Sé de una empresa que tenía un producto que tuvo que discontinuar por que no tenia fallos…
La idea, la ocurrencia, el sistema es extrapolable a otras esferas o mundos que no son necesariamente el de la programación.
Y si en mi mundo puedo disponer de una herramienta que me advierte de un dato probable, sencillamente usare una mejor dosis de esmero o cautela para reducir la probabilidad de cometer un error, fallo o despiste.
Prefiero imaginar, investigar posibles ventajas positivas a pararme a especular sobre las inutilidades, los despropósitos y las aberraciones de la biometría. Si bien en cualquier ámbito debemos previamente procesar datos o información para generar resultados o opiniones, y eso si tenemos la suerte de recibir una respuesta, argumento o idea acorde a su finalidad. Cualquier trabajador, programador, o individuo interactúa con el entorno que lo rodea, y por mucho que lo neguemos ese mundo esencialmente depende de la biología, incluyendo el cerebro, que al parecer usamos para multiples funciones que cualquier profesión o pasión usa para determinadas tareas o gozo.
Un comentario por aquí arriba señalaba que el hombre a dedicado tiempo de su historia a medir, incluso otro subrayaba que ¿ Para qué tanta parafernalia? Si con indizar una advertencia al margen de la programación, bastaría para ser conocedor de una dificultad. La conclusion, es que el mero hecho de posicionar un comentario da acceso a una valoración y por consecuencia desemboca en una medición, cuya utilidad es marcar un dato, que si en la practica no necesita de la bio, resulta evidente que si precisa de la métrica. Y si hasta ahora hemos practicado esa metodología y considerando que no podemos evitar interactuar con nuestro entorno, seria sensato que para uso, positivo, en muchos ámbitos profesionales o de existencia, la bio se sumara a la métrica.
Los campos magnéticos artificiales interactúan con nuestro propio campo magnético natural.
Y como no deseo dar malas ideas, pues todos sabemos que del buen uso depende el fin … Solo intenten imaginar, cuantos favores, servicios y logros, la humanidad a podido conseguir y alcanzar gracias a los sensores recolectores de datos y información, a los cuales ciertas organizaciones ya habían añadido la función de Biométrie.