Dentro de la iniciativa «De un sueño, una realidad», Seguros Santalucía me propuso hacer una serie de entrevistas sobre el uso de la tecnología a deportistas paralímpicos, un tema que me pareció interesantísimo. Tanto el creciente papel de la tecnología en el deporte como las posibilidades de su combinación con los diferentes tipos de discapacidad que componen las diferentes categorías del deporte paralímpico me resultan cuestiones fascinantes, así que me preparé las entrevistas con la ilusión de quien va a conocer a deportistas de élite que representan a su país en la alta competición, dispuesto a hablar no solo de tecnología, que es la parte que me tocaba, sino de todos los aspectos que rodean su adopción. La que hoy publico es la primera de una serie de cuatro entrevistas, y puedo decir que verdaderamente he disfrutado haciéndola.
Gerard Descarrega es velocista. Su prueba estrella son los 400m., aunque participa también en los 200m, siempre junto a su guía, Marcos Blanquiño, que se queda con nosotros en la entrevista. «Los 400 son nuestra prueba, los 200 son para divertirnos un poco», me dice Gerard mientras sonríe, hablando siempre en plural. Gerard es prácticamente ciego, pero la verdad es que no lo parece en absoluto: cuando hablas con él, la sensación es que te ve perfectamente, sus ojos conectan contigo y se desplazan con todo el sentido, como corresponde a una persona que, hasta hace tan solo cinco años, aún tenía una vista razonable. Una retinitis pigmentosa detectada a los cuatro años fue dejándole sin visión lentamente pero de manera inexorable, hasta que fue pasando de la categoría T12 a la T11, reservada para deportistas totalmente ciegos o que únicamente perciben luz, sin capacidad para reconocer formas de ningún tipo. Sin embargo, sorprende la enorme naturalidad con la que se refiere a su ausencia de vista, hasta el punto de, como decía en su reciente entrevista con Marca, considerarla casi como una ventaja que le ha permitido salir de su pueblo en Tarragona, viajar, y experimentar el deporte de alta competición. «Al principio sí, claro, tuve mi época de estar jodido, no te voy a mentir», pero ahora, sencillamente, «es que me veo muy completo así, no creo que me haga falta nada, ahora soy feliz así». «Estoy viviendo una experiencia que no habría vivido, si viera bien estaría en mi pueblo, en una vida normal… ahora he viajado un montón, he conocido a mucha gente, he podido correr en sitios chulos, yo no lo cambiaba, la verdad… si que me jode no ver, pero tampoco me voy a dar cabezazos».
Marcos es también deportista de élite: pasó también por el CAR Madrid y en su momento, como le recordé durante la charla, «dominaba las San Silvestres con facilidad aplastante«. Ahora, en la treintena escasa, ha ido dejando las carreras de fondo y medio fondo para trabajar con Gerard como velocista. «La velocidad la llevaba dentro, me gustaba mucho», dice.
La conversación con Gerard y Marcos es envolvente, íntima: sorprende ver su nivel de compenetración, la manera en la que convierten un deporte esencialmente individual como el atletismo en un deporte completamente de equipo: son aproximadamente de la misma estatura, corren completamente sincronizados, cada movimiento, cada zancada, el ritmo… cuando Gerard camina, apoya la mano en el hombro de Marcos, y se desplaza mucho más cómodo que con el bastón. La tecnología, dentro de esa relación tan intensa, tan próxima, tiene un papel muy escaso: «nosotros no usamos nada, vamos, una cuerda, es elástica, simplemente… muy artesanal, no es nada sofisticada, una goma de calzoncillos, cosida, y con eso corremos». Plantear a Gerard la posibilidad de correr sin Marcos, quizás con algún tipo de sensores en las muñecas que le avisasen si se sale de su calle o algún artefacto similar, desencadena una respuesta inmediata del tipo «correría menos, perdería más tiempo que yendo con él, si fuera solo iría más inseguro, sería bastante locura». De hecho, recuerda su última época en T12, cuando aún corría solo, como algo desagradable, «al final solo podía correr por la calle 1, que tiene el carril ese de color blanco, que lo veía porque era más gordo… iba agobiado, no disfrutaba mucho».
Comenta Marcos, de hecho, que «la tecnología es un poco del mundo popular, en los deportes hay mucho mundo friki, entre comillas y con un poco de respeto, por supuesto, que le gusta seguir avances, tener la mejor zapatilla… cuando luego nosotros entrenamos con zapatillas prácticamente normales. La gente que corre maratón está muy obsesionada con la planificación y con muchas cosas, con cronómetro, pulsómetro, quema de calorías, pero quienes realmente nos dedicamos al tema es que no lo utilizamos, en realidad, es trabajar por tiempos, por distancia, y ya está».
En su vida normal, más allá de la práctica deportiva, Gerard se las arregla con la tecnología bastante bien. Su smartphone es un iPhone, y cuando le pregunto, me hace una demo de las funciones de accesibilidad del terminal, del VoiceOver, del SpeakScreen, de Siri, y me comenta que «antes también usaba el zoom, letras en tamaño gigante, lo que pasa es que tardaba hora y media en leer un WhatsApp». Tanto con el smartphone como con el ordenador, un MacBook, aprendió completamente por su cuenta, simplemente explorando el terminal, el ordenador y sus programas, a medida que iba perdiendo visión. «El teléfono tiene un tutorial, que te enseña, y luego toqueteando se aprende, tocándolo todo… alguna cosa que no sabía como se hacía me la explicó un compañero que también la usaba, pero vamos, no tiene mucho misterio». Y lo dice así, como si realmente no tuviese ningún misterio perder algo que damos tan por sentado y que consideramos tan esencial como la visión… es una fortaleza y una valentía capaz de acomplejar a cualquiera, pero que cuando se lo comentas, lo ve simplemente como lo más natural del mundo.
Con las redes sociales, Gerard es un completo escéptico. Las mantiene y las actualiza él mismo, «no soy tan importante», me dice, pero confiesa que no les gustan demasiado. Que las usa «para contar cuando una carrera les sale bien, para compartir con su familia y sus amigos, alguna fotillo y tal», pero que no las usa todos los días ni para compartir los entrenamientos porque le agobia bastante tener que estar pendiente del smartphone. «Lo pongo cuando me apetece, pero tener que hacerlo porque sí, no lo hago». Cuando le hablo de su valor como ejemplo para la motivación de otros, me responde que «para motivar a otros, nada mejor que el que se pongan a hacer deporte, que dejen el Twitter tranquilo». «Veo las relaciones de Twitter y Facebook como muy frías, no se me dan bien, no me llaman la atención… lo tengo, lo intenté por un tiempo, pero ahora pongo lo justo, y mezclo también lo personal, no solo pongo cosas de deportes, también si salgo con mis amigos o con mi novia, puedo poner una foto, no es solo exclusivo para Marcos y para mí, para la faceta de deportista».
En ese sentido, Gerard parece representar muy bien las ideas de una generación que, según muchos analistas, abandona las redes sociales en sus preferencias para centrarse en la mensajería instantánea. Reacciona muy negativamente ante la idea del postureo, de hacer ver cosas que después, en realidad, no son para tanto, de «vender más de lo que realmente se hace». En el futuro tal vez se pueda plantear usar las redes sociales para demostrar a otros las cosas que se pueden hacer, pero tiene claro que es algo que solo hará si le sale de manera natural. Sí utiliza WhatsApp de manera habitual en su día a día, para comunicarse con amigos, con su familia, con su novia o con el propio Marcos: de hecho, fue quien convenció a Marcos, que carece completamente de presencia o perfil en redes sociales, para ponérselo y empezar a comunicarse con él de una manera que consideraba más ágil que una llamada de teléfono. Sorprende, de hecho, que una persona ciega tienda a preferir, como muchos otros en su generación, un medio como la mensajería instantánea a una conversación de audio para la que, al menos en teoría, tendría una facilidad mayor.
Gerard sabe que, algún día, la tecnología le devolverá la vista, sea «poniéndole cámaras en los ojos» o, como apunta Marcos, volviéndoselos a crear «mediante terapias con células madre, o de alguna otra manera». Por el momento, al menos en el aspecto del desarrollo de tecnologías de apoyo para invidentes, parece que la tecnología apunta cada vez mejores soluciones, no parece que vaya desencaminado. Mientras tanto, está dispuesto a seguir trabajando con lo que tiene y a no plantearse ninguna limitación: además de atleta de alta competición, estudia Psicología y está haciendo un curso de quiromasaje y aprendiendo a tocar la guitarra. No por nada que tenga que ver con esa teórica hipertrofia de los sentidos relacionada con la falta de visión («si no ves, te concentras más en una conversación y en lo que oyes, pero eso es todo», me dice), sino simplemente porque son cosas que le gustan, por puro entusiasmo, por disfrutar de las cosas, y porque «de esto no vamos a vivir».
Disfrutar de lo que uno hace, sean cuales sean las circunstancias. La mejor de las suertes para Gerard y Marcos, a los que dejé ya en la pista calentando para unas horas de entrenamiento, y muchas gracias por esa sinceridad aplastante y por una entrevista verdaderamente inspiradora y bonita. Espero haber sido capaz de transmitirlo.
ACTUALIZACIÓN (18/09/2016): Gerard y Marcos consiguieron la medalla de oro en la prueba de 400 metros en los Juegos Paralímpicos de Río.
Excelente ejemplo de superación personal a tener siempre presente.
La tecnología ayuda pero el esfuerzo diario y la tenacidad en superarse constantemente es suyo…
Suerte runner!
A ver si ahora que descubre de primera mano las posibilidades de la tecnología para personas ciegas y las barreras que seguimos teniendo, es más consciente de estos asuntos en sus investigaciones y charlas.
Cuanta más gente y más si es de su nivel se adentre en estos temas mayor repercusión tendrá la accesibilidad en todos los ámbitos.