El mundo de la tecnología siempre ha manifestado una peligrosa tendencia hacia la polarización, hacia lo que se suele denominar el «todo al ganador», el «winner takes all». En 1969, la agencia anti-monopolio norteamericana inició un proceso contra IBM, entonces la empresa absolutamente de referencia en el mundo de la tecnología, porque presuntamente dominaba tanto el hardware, como el software y los servicios. El caso se discutió durante trece larguísimos años, y aunque terminó siendo desestimado, dejaba bastante clara la esencia de ese mercado. En el año 2001, la acusada de monopolio predatorio fue Microsoft, que había logrado dominar el panorama del ordenador personal hasta el punto en que adquirir uno sin su sistema operativo resultaba extremadamente difícil.
En la actualidad, la plataforma de acceso a la información más pujante, el smartphone, está absolutamente dominada por Android, con una cuota mundial por encima del 80%. El único competidor reseñable, y limitado únicamente a algunos mercados, es el iOS de Apple, que se mantiene por debajo del 20%. El resto son meramente residuales: el propio Satya Nadella considera la posición de Microsoft en ese segmento como insostenible. El entorno smartphone, además, tiene una peculiaridad que lo hace aún más vulnerable al efecto de los monopolios: quien domina el sistema operativo, domina también la tienda de aplicaciones, y es capaz de marcar sus reglas con respecto a quiénes pueden ofrecer en ella sus productos o servicios.
En una situación tan polarizada como esa, que una empresa como Facebook considere estrategias alternativas para el hipotético caso de que Google decidiese excluirla de su ecosistema vetando su acceso a la tienda de aplicaciones suena incluso razonable. Mark Zuckerberg ha probado ser un analista privilegiado: presenciar la caída de MySpace en 2008 le ha convertido en un auténtico paranoico que sabe perfectamente que la volatilidad en este mercado es brutal, y que intenta adquirir todo aquello que puede implicar disrupción en la escena, toda aquella idea que parezca adquirir cierto nivel de popularidad o presencia en el espacio social, toda app que pueda ver alcanzando algo de tracción desde la privilegiada atalaya que le ofrece la mayor red social del mundo. Ante semejante análisis de contingencias, considerar como factible – y temible – un escenario en el que Google decidiese excluir a las apps más populares en la Play Store que no controla, suena no como algo esencialmente probable, pero sí dentro de lo posible: no en vano es Facebook, con WhatsApp, Messenger, Facebook e Instagram, quien ocupa cuatro de los lugares del top ten tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido.
Google, después de todo, no está precisamente libre de sospechas en ese sentido. La prohibición de aplicaciones de bloqueo de publicidad en la Play Store, por ejemplo, porque atentaban contra la línea de flotación de su modelo de negocio, o la amenaza de excomunión a Acer si incorporaba un sistema operativo de Alibaba son pruebas de que puede estar dispuesta a utilizar su poder cuando le interese. El hipotético escenario en el que Google decidiese proscribir a cuatro de las apps más populares en su tienda correspondería, obviamente, a una opción extremadamente poco probable que solo podríamos concebir ante una supuesta «guerra termonuclear» entre ambas compañías, pero que podría provenir, por ejemplo, de las posiciones radicalmente diferentes que tienen en aspectos como la neutralidad de la red: ante una Facebook empeñada en ofrecer acceso únicamente a sus apps a amplios segmentos de la población en economías emergentes a través de su plataforma Internet.org, Google, en una confrontación que tuviese en el medio a las operadoras de telecomunicaciones, podría llegar a plantearse excluirlas de su Play Store. Pero esto, por el momento, no es más que política-ficción: ni Google es amiga de posiciones maximalistas que puedan acentuar una percepción de monstruo con posiciones dominantes, ni sabemos aún cuál va a ser la evolución en ese sentido de Facebook, actualmente muy cuestionada en mercados importantes como India.
En su momento, Facebook ya intentó un asalto infructuoso al poderío de Android mediante Facebook Home, un launcher que otorgaba a sus apps un nivel de presencia y visibilidad completamente central – algo que posiblemente influyó en su escasa popularización. La preparación de una estrategia para una eventual expulsión de la Play Store no indica necesariamente que Facebook piense que ese sea un escenario probable, pero sí que, ante la perspectiva de lo que muchos consideran un rumbo de colisión con Google, es una posibilidad que quiere tener controlada. Mientras tanto, deberíamos reflexionar sobre lo que nos jugamos en el hecho de que una sola compañía controle más del 80% de los smartphones del mundo, lo que podemos hacer con ellos y lo que podemos instalar en ellos. En Rusia, a instancias de Yandex, ya han decidido al respecto en contra de Google, algo que podría llegar a influenciar la resolución de un caso similar en Europa.
Android es uno de los productos que Google considera más estratégicos para la compañía. Sin embargo, el dominio que ha alcanzado en todo el mundo lleva a que todas las compañías tengan cada vez más que plantearse, como Facebook, qué pasaría en el hipotético caso de una expulsión o de una acción hostil hacia sus productos por parte de la compañía de Mountain View. Como ocurría con Microsoft, que reclamaba hace años que no se la podía sancionar por haber creado un sistema operativo que los usuarios preferían mayoritariamente, ahora Google afirma que su dominio es consecuencia de una investigación que termina redundando en un propuesta de valor superior, y que lejos de ser una amenaza, es un incentivo a un mayor desarrollo del ecosistema móvil en su conjunto.
Llegar a alcanzar una posición monopolística es algo que está en los sueños de toda compañía, pero el poder de un monopolio debe ser controlado para evitar que llegue a ser imposible plantear opciones para competir con él. Uno de los dilemas, el de los límites del crecimiento, que el capitalismo ha solucionado peor a lo largo de su historia.
This article was also published in English at Forbes, “The delicate balance between competition and monopoly«
Dentro del capitalismo (y quiero suponer que hay otros mundos fuera de esta galaxia!) dudo mucho que tengan solución dilemas como concentración empresarial y consumismo exacerbado (de productos y de la energía necesaria para fabricarlos).
Somos los humanos la única especie que hace foros de debate para reconocer lo mal que se hizo algo, pero sin dar el brazo a torcer, especialmente «de facto» (porque no hai animal que se contradiga más con la boquilla que el ser humano!). Siempre queda papá capital que resolverá los problemas, incluso «in extremis».
El problema de la energía nuclear, por ejemplo, nos indica la diferencia entre pensar con capital para invertir o con mentalidad «de madre naturaleza», favoreciendo una evolución progresiva de los seres vivos (humanos incluidos, por supuesto!).
Claro que siempre quedara el mantra de que los únicos que s epolarizan en esta sociedadd son los ecologistas…
Si Google prohíbe en su sistema las aplicaciones de Facebook se estaría disparando un tiro en el pie. No olvidemos que, de ese 80% de usuarios, la mayoría son usuarios de terminales de gama media-baja, utilizados mayoritariamente para el empleo de apps populares (WhatsApp, Facebook, Instagram, etc.). Si Android no les da esas apps ya se irán a otra plataforma. Tú dile a un adolescente que se va a ganar 100 euros en un móvil que no va a poder chatear con sus amigos ni postear en Facebook…
Recuerdo hace tiempo cuando, en una tienda de móviles (del operador azul) pregunté a la dependienta por un terminal Firefox OS. La primera reacción de la dependienta (muy amable) fue advertirme que esos teléfonos no tenían WhatsApp. Y no es necesario decir dónde está Firefox OS hoy.
Salvo usos muy específicos, el valor de un terminal lo marca mayoritariamente el precio y las apps que puedes utilizar. Si limitas uno de esos aspectos, más te vale regalar entonces los teléfonos.
Internet tiende hacia el monopolio, porque cuanto más grande es una empresa, más crece su «ecosistema» alrededor, haciéndola, más y más útil y con menos sentido, el trabajar en el ecosistema del secundario, que poco a poco se va apagando. (Ejemplo enfrentamiento VHS/Betamax)
¿Quién va trabajar para el 20% de los smartphone pudiendo trabajar para el 80%?. Esto es algo que ha conocido ya Apple en sus carnes, durante la égida de Microsoft. La consecuencia fue hacer que con emulador, pudieran correr en Apple los programas para MIcrosoft, lo que suponía a medio plazo el fin de su sistema operativo por falta de programas nativos. ¿Para qué te vas a molestar en traducir tu programa si tal como esta funciona en un Apple?.
Por otra parte, no hay quien detente mucho poder que más pronto o más tarde no lo utilice, Google lo hará. Sin embargo el autentico poder de Google, no son las tiendas de App, es el buscador, Si Google quiere hundir a alguien, solo tiene que «eclipsarlo» en su buscador.
De todas formas Android es, (mas o menos), Open Source, por tanto siendo código abierto no creo que fuera muy difícil a una gran compañía como Facebook, abrir otra tienda de Apps y si tienen el deseo de vender aplicaciones para el bloqueo de publicidad, puede hacerlo en una de estas tiendas, El problema es, que ¿cual de las grandes compañías, tiene interés en difundir estas App, viviendo todas de la publicidad?. Otracosa es que Google decidiera no dar WahtsApp, si fuera si estoy seguro que no asarían más de 10 dias para encontrar una alternativa..
Hay una diferencia muy importante entre lo que es Google ahora y lo que fue MS, y es que Android es soft libre. Gracias a eso hay versiones no oficiales como CyanogenMod y Fire OS.
En realidad lo que ata a los fabricantes no es Android en sí, que lo pueden instalar en sus productos sin permiso de Google, sino las Google Apps (Youtube, Gmail, etc), e incluso esa es una atadura muy relativa, como demuestra Amazon con sus tablets Kindle Fire.
Es un tema interesante y también el contrario, el «efecto Altavista», mediante el cual se puede llegar a tener unos porcentajes de adopción de un buscador extraordinarios y echar todo a perder por un error garrafal producto de la codicia y por el nacimiento de un competidor que al menos al inicio no hacía trampas.
El mundo de la tecnología es así de volátil. Se nos caen los mitos en días e incluso horas y la gente pasa de tener a Twitter a un Dios como a una red inservible. Yo sigo desarrollando una red social muy innovadora que espero que dé mucho que hablar. A ver si este 2016 la puedo presentar en sociedad :)
Feliz año, Enrique, lectores/as y resto de comentaristas…