Raquel Quílez, de El Mundo, me llamó por teléfono para hablar sobre una posible burbuja financiera en Silicon Valley, e incluye algunos de mis comentarios en su artículo publicado ayer bajo el título «¿Va a estallar Silicon Valley?» (pdf).
La de la burbuja es una hipótesis que lleva ya tanto tiempo aventurándose, que tiene ya su propia categoría en esta página, con unos dieciocho artículos al respecto a lo largo del tiempo que se remontan a nada menos que 2005. Y mi respuesta, a grandes rasgos, ha sido más o menos la misma: las burbujas son un componente estructural de la economía, surgen con cierta periodicidad en función de multiples variables, pueden tener muy diversas causas… pero no todas son iguales. No tiene nada que ver una burbuja como la de principios de siglo, con empresas dramáticamente sobrevaluadas como resultado de unas expectativas de difusión tecnológica y adopción que preveían flujos de ingresos que jamás se materializaron, con una simple burbuja de valoración como la actual.
En el momento actual, resulta evidente que muchas compañías han obtenido del mercado valoraciones que pueden parecer imposibles de sostener desde un punto de vista estrictamente financiero, ya sea utilizando multiplicadores de ingresos o descuentos de flujos de caja ponderados. Esa situación no aplica en todos los casos: resulta interesante ver, por ejemplo, la valoración de Uber publicada por Aswath Damodaran, en la que se muestran los diferentes escenarios en función de los distintos negocios en los que la compañía anuncia su entrada. Cuando una compañía ha demostrado su capacidad de generar ingresos, ha probado su modelo y su atractivo y genera flujos económicos de manera consistente, plantear valoraciones en función de su posible expansión a actividades razonablemente afines o de su capacidad para robar mercado a empresas clásicas que llevan a cabo actividades susceptibles de ser sustituidas no es algo que pueda utilizarse como argumento para demostrar la existencia de una burbuja.
Una burbuja caracterizada por una ausencia de ingresos en torno a los cuales construir un modelo de valoración no tiene nada que ver con otra en la que las compañías elevan sus valoraciones debido a un elevado interés de los potenciales accionistas. Una empresa como Snapchat, por ejemplo, puede situar sus primeras valoraciones en función de las capacidades que sus accionistas ven en su equipo y su producto para posicionarse en el mercado adolescente, refrendarlas gracias a un interés de Facebook por una posible transacción, y elevarlas sensiblemente a medida que demuestra su capacidad para crear servicios capaces de generar flujos de caja, y parece razonable pensar que ni sus accionistas son completamente idiotas, ni responde de manera general a una dinámica de burbuja. Sin embargo, sí es posible que una compañía como esa u otras caracterizadas como «unicornios» con un crecimiento potencial elevado, generen burbujas de valoración en función de simples mecanismos de oferta y demanda cuando muchos inversores pretenden acceder a la oportunidad de invertir en ellas, y provocan un recalentamiento del mercado.
Los tiempos de los mercados tranquilos terminaron. Hoy, cada innovación, cada anuncio de resultados decepcionante, cada revelación impactante o cada análisis más o menos tergiversado puede provocar una situación de caída de fichas de dominó que lleven a muchos a perder mucho dinero. Es un mundo hiperconectado en el que la información se mueve a mucha más velocidad de la que se requiere para procesarla con un mínimo de rigor. En las circunstancias actuales de un mercado que parece abrir oportunidades nuevas con cada nuevo paso en el desarrollo tecnológico o con cada emprendedor que tiene una idea feliz, vivir en un entorno burbujeante es completamente inevitable, y seguramente, no es siquiera algo negativo, sino una característica de los tiempos. Algunas de esas burbujas pueden dejar víctimas: personas en busca de oportunidades de inversión que carezcan de herramientas de análisis adecuadas o se dejen llevar por la euforia y apuesten por las compañías equivocadas – muchas siguen siendo startups, sometidas a las mismas escasas tasas de supervivencia que han tenido siempre – pero eso no debería ser un pretexto para calificar a toda una industria como una burbuja. Aunque, como todo en un mundo hiperconectado y que se mueve a gran velocidad, pueda llegar a explotar.
This article is also available in English in my Medium page, “Welcome to the bubble economy«
No burbuja en el sentido de vender humo, pero está claro que hay un cierto efecto lotería, intentar comprar cupones a ver si toca. Con los tipos que tenemos, suena razonable. Pero un estornudo global, como algunos dicen que viene de camino, retiraría muchos fondos de la tecnología, al menos de esos unicornios, y eso podría tener un efecto parecido a un estallido de burbuja.
Sí, es lo que en USA llaman la táctica «spray and pray». Los VC invierten en varias startup a sabiendas de que la mayoría no van a durar dos telediarios, pero con una que prospere, ya se forran. Como no es posible saber a priori, por mucho análisis que hagas, cuál va a ser la afortunada, la única posibilidad es invertir en todas.
Lo que contáis, es algo parecido a lo que hacen los Fondos de Inversion de Jubilaciones. Como actualmente el plazo fijo que es lo más seguro, y las acciones «seguras», grandes bancos, seguros, inmobiliarias, materias primas, etc, producen muy poco o nada, una muy pequeña parte de sus fondos quizá el 1%, los meten en en diversas actividades claramente especulativas, como pueden ser algunas empresas de Internet, o el coche Tesla, o alguna farmaceutica.. Con la seguridad, que muchas de esas empresas se irán al garete, pero si una sola pega, el petardazo que da, les compensa las pérdidas de las otras y la falta de rendimiento del grueso de sus fondos.
Las burbujas no se forman por una valoración «real» sino por la capacidad de crear un mercado financiero paralelo.
No se trata de que se perciba un mercado global que refrende esa valoración en un previsible retorno, justificado por la futura cifra de negocio de esa empresa.
Hay que tener claro, que el valor bursátil, o el negocio financiero que genera una empresa con el valor de sus acciones, no tienen relación con su papel real en la economía.
Ejemplos sencillos los tenemos con el mercado de los tulipanes o el mercado inmobiliario:
Un Tulipán no genera ninguna cifra de negocio, ni produce ningún beneficio. Su valor se debe exclusivamente a su cotización en un mercado, en base a una valoración subjetiva.
Si actualmente existe una burbuja financiera en tecnología es, precisamente por esa circunstancia; una depresión de mercados menos dinámicos y una percepción de valor, determinada por considerarse un sector ligado al desarrollo económico y una apreciación de la tecnología como valor refugio.
Los tipos de interés no influyen en las burbujas, es la liquidez, la abundancia de fondos o crédito, la que inducen a una sobre-inversión en derivados financieros.
O en este caso, la cotización bursátil.
Sí puede influir, la percepción de ese valor por el público en general, mediante campañas de publicidad agresivas, como en el caso de las preferentes.
No hay muchas vueltas, como puedes ver.
Sí, existe una valoración inflada de los «Decacornios» porque la tecnología se ha convertido en un valor refugio bursátil. Todos quieren estar en la próxima Apple o Google.
(Y se mantiene, a base de aligerar las plantillas con despidos en esas compañías)
Pero también es cierto que, sin duda alguna, la tecnología es una de las industrias más fructíferas, por su valor estratégico y su capacidad de impulsar nuevos mercados.
https://es.wikipedia.org/wiki/Tulipomanía
https://en.wikipedia.org/wiki/Extraordinary_Popular_Delusions_and_the_Madness_of_Crowds
http://www.pbs.org/newshour/making-sense/unicorns-and-delusions-in-silicon-valleys-tech-bubble/
Disclaimer: No tengo hipoteca.