A mediados del pasado mes de julio terminé mi curso de Innovación con el International MBA en IE Business School. Uno de mis grupos tuvo el detallazo de regalarme una tarjeta de tamaño A4 con esas dos fotografías que veis en la ilustración, con sus firmas y dedicatorias por dentro, y una botella de un buen Rioja reserva.
Llevo más de veinticinco años en esto. Trabajo muchísimo mis contenidos, los renuevo constantemente, trato de mantenerme todo lo actualizado que puedo, de proponer discusiones relevantes… sin duda, los contenidos juegan un papel importantísimo en una clase, y seguramente más aún si lo que tratas de enseñar es precisamente innovación: nadie entendería que no tratases de aplicarte lo que enseñas y no intentases innovar constantemente para ello…
Pero a partir del momento en que tu metodología se basa en ser un cimiento sobre el que tienes que conseguir que los que aporten sean tus alumnos, hay un factor fundamental en el éxito de un curso, un conjunto de circunstancias que, te pongas como te pongas, no se pueden preparar.
Cuando lo que tienes delante es un grupo de personas de entre 26 y 34 años con una media de casi 30, muy bien seleccionados con un proceso de selección exigente, con experiencia de más de cinco años trabajando, y procedentes de 43 países del mundo, la dinámica de clase no se puede preparar. Si crees ser «el mago» que la maneja y que agita su varita para que salga bien, te equivocas. Solo eres un ingrediente más en una receta.
Puedes, gracias a la sensibilidad y a la experiencia, llegar a aprender cómo manejarte en las complejas cuestiones que rodean a todo eso llamado «corrección política», evitar ofender o molestar a nadie, o al menos, si lo haces, que te ocurrirá, que se vea como algo hecho sin ningún tipo de mala intención. Puedes incluso llegar a entender por qué determinadas personas de ciertas procedencias tienen más o menos tendencia a intervenir, en función de las características de los sistemas educativos en los que se han formado. Pero la química de cada grupo es completamente única y especial. Depende de cómo tienes el día, de cómo responden ellos, de cómo sale la primera sesión y cómo respondes a las primeras intervenciones… lo único que puedes hacer es llegar el primer día y hacerlo lo mejor que puedas para soltar una bola de nieve desde lo alto de la ladera. Que ruede o no, que se haga grande o se pare en algún punto… ya no depende de ti. Ni de ellos, creo. Depende de otros factores, inmanejables e imposibles de anticipar. Por eso cuando un curso sale realmente bien, cuando sales de cada sesión encantado con las ideas que han surgido, cuando aprendes y cuando ves que tus alumnos entienden que tienen tanto a ganar – si no más – que tú en que la sesión salga bien, te pones tan sumamente contento y piensas que hiciste bien en dedicarte a esto.
Bayo Adesina, estudiante norteamericano de origen nigeriano, uno de esos perfiles hipercreativos que me encanta encontrarme en una escuela de negocios, me hizo este vídeo:
Y a este tipo de cosas es a lo que me dedico desde hace ya más de veinticinco años…
This article is also available in English in my Medium page, “When the class dynamic works«
Hola Enrique,
Salvando las diferencias, que no son pocas, me he sentido identificado con tu artículo. También llevo 25 años dedicados a la docencia como profesor en secundaria, y lógicamente en todos estos años ha habido de todo. Pero el balance final, al igual que tu es pensar: «que bien que me dedique a esto». Coincido en la importancia de los primeros contactos con el grupo, y en la dinámica que generes o facilites en él, pues aunque la química de cada grupo es única, pienso que el papel que como docentes desempeñamos es fundamental. Y leyendo tu artículo deduzco que el más relevante es hacer a los alumnos protagonistas de su aprendizaje.
Saludos!
Manel @msayrach
Me gusta esa frase de Manel: «hacer a los alumnos protagonistas de su aprendizaje». Y para «hacer» hay que dirigir, evidentemente!
Resulta básica para introducir en el programa que regule el cerebro de los futuros docentes cibernéticos… sin esa premisa sobra discutir sobre metodología y demás parafernalia educativa.
Yo tenía un cátedro en 3º de carrera que leía con la ayuda de un retroproyector (casi no se usaban aún!) sus apuntes manuscritos (con letra infame!)…
Buenos recuerdos! Fui alumno de Enrique y puedo confirmar que su clase me abrió los ojos (de que no estaba loco de entender este nuevo mundo cambiante) y me dio la confianza de HACER algo. Después del MBA pude realizar mi sueño de fundar una Startup (aunque después de 3 años no haya funcionado. :) Ahora en todo lo que hago sigo el principio de Enrique de experimentar todo lo nuevo e inspirar a los demás a unirse al nuevo mundo cambiante! gracias Enrique!
Simplemente resaltar tu enorme capacidad como comunicador, y agradecer las ‘perlas informativas’ que nos regalas a diario. Son realmente estimulantes.