En Voces Económicas, el blog de MoraBanc, me han publicado un artículo titulado «El dilema de la transparencia» (también disponible en catalán), que recoge algunas reflexiones sobre la necesaria evolución hacia una sociedad en la que los procesos de gestión tienden cada vez más a desarrollarse en un entorno de transparencia cada vez más radical.
La transparencia es una condición que todos tendemos a valorar con una connotación positiva. Sin embargo, su desarrollo y puesta en práctica no es tan sencilla como parece: en muchos casos, la transparencia es utilizada precisamente para atacar al que la practica sacando información de contexto o interpretándola de manera interesada. En otras ocasiones, la transparencia se convierte en aparente enemiga de una gestión eficaz, dando lugar a discusiones eternas y a procesos de toma de decisiones mucho más largos y complejos.
El dilema de la transparencia es que a todos nos parece muy buena, pero mientras no la demos como una condición necesaria en áreas como los negocios y, por supuesto, la gestión pública, a la gran mayoría de los implicados les parece imposible llevarla a la práctica de manera eficiente.
He discutido este tema con un buen número de personas en el mundo de la gestión y la política, y en mi opinión, la única manera de dar salida a ese supuesto dilema es considerar la transparencia como algo completamente inevitable, como una demanda lógica en un entorno en el que la información circula cada vez con más facilidad y todos tenemos una rotativa o una cámara de televisión en el bolsillo. El buen funcionamiento de un sistema basado en la transparencia solo se obtiene cuando todas las partes implicadas han aceptado esa transparencia como inevitable, como una parte intrínseca del sistema y de los procesos de gestión. No es sencillo, pero no hay posibilidad de que se pueda caminar en otra dirección.
Transparencia es que tus compañeros de trabajo vean a que hora llegas, y te pongan mala cara si llegas tarde. Uno de mis primeros shock en el mundo del trabajo fue ver que los peores jefes son los compañeros. Somos propensos a CRITICAR y raramente ELOGIAMOS. Vemos el merito en nosotros mismos y no en los demás. Hace falta transparencia para que los compañeros nos hagan ver que la viga está en nuestro ojo.
Si contraponemos a transparencia, una actitud maquiavélica, que hace de la mentira y las acciones taimadas, una ventaja competitiva, todos estaremos de acuerdo en considerar la transparencia una virtud.
Pero si a transparencia, oponemos términos menos agresivos, como confidencial, discreto, privado, etc. la cosa no está tan clara.
He trabajado en todo tipo de empresas desde empresas donde todo era confidencial como en empresas de armamento, a en presas donde solo algunas cosas eran confidenciales, como empresas de software y siempre he vivido rodeado de un entorno de noticias, que no podía publicarse libremente. Uno no puede publicar alegremente que tu empresa está en negociaciones para obtener un nuevo contrato, o que el mejor técnico que teníamos se ha ido a trabajar con la competencia.
Incluso en la política, donde la transparencia podría tener más razón de ser, «que mis votantes se enteren que es lo que estoy haciendo con sus votos», hay estrategias de partido que de ninguna forma pueden ser publicadas.
Yo creo que la transparencia, salvo en puntos concretos definidos por reglamentos, como puede ser la financiación de los partidos o la publicidad de las agendas de reuniones de sus dirigentes, no puede llevarse a cabo de form general y los partidos como Podemos, que la propugnan, son los primeros que no la pueden cumplir. ¿Puede explicar Podemos la contrapartida que le pidió Maduro a cambio de la financiación que les daba?
Eso si, hoy todos somos prosumidores, por tanto todas las corporaciones ha de saber que periódicamente sus secretos se van a revelar y divulgar. En consecuencia, deben obrar para que la difusión de sus secretos las dañe lo menos posible. Si ya antes era muy difícil conservar un secreto compartido por más de dos personas, hoy casi es imposible el guardarlo.
La verdad duele solo una vez, la mentira muchas.
#003: También conocido como «más vale una vez colorado que cien amarillo»
La transparencia es un asunto complicado e incómodo, pero en determinados temas no es una simple cuestión de talante sino de un derecho legal. No se trata de alcanzar la transparencia absoluta, sino de distinguir entre la información a la que una persona tiene derecho y la que no.
Si yo te vendo un coche y te oculto que he puesto parches provisionales para que en los primeros 100 kilómetros no se note un problema de pérdida de aceite te estoy engañando. Si el parche que te oculto va aguantar 25.000 kilómetros también, te engaño pero menos y si la chapuza puede aguantar 200.000 kilómetros podría decirse que no te estoy engañando, pese a que tampoco estoy siendo transparente.
La cuestión más significativa es que cierto tipo de opacidades conlleva un riesgo que puede ser importante para aquel que la padece. Hablar de transparencia en abstracto resulta bastante vago.
Un tema al que todos los ciudadanos deberíamos tener derecho es a saber donde va hasta el último céntimo de nuestro dinero y estamos muy lejos de eso.
La transparencia sobre ciertos aspectos relevantes, debería ser un derecho en la mayoría transacciones comerciales.
Por ejemplo, en la aceptación de contratos, sean firmados blanco sobre negro, o de cualquier otro tipo de acuerdo mutuamente vinculante, ninguna de las partes tiene derecho a reservarse la capacidad de verificabilidad de los términos acordados, ni a cambiar unilateralmente los términos del acuerdo, porque ello abre el camino a montones de fraudes.
Particularmente en Internet, la cesión de datos de todo tipo o de contenidos contribuidos que se hacen a favor de grandes compañías, la falta de transparencia con la que se está operando es brutal y la gente está confiando simplemente en aquello que mucha gente confía.
Al final compañías que tenemos por ejemplares, se encuentran con un tesoro de información en su poder y se vuelven cada vez más perversas y codiciosas.
La transparencia es sí misma no es un derecho, pero no todas las opacidades son igual de lícitas.
El problema es que la transparencia hacia la que vamos no es igualitaria.
El ciudadano cada vez es más transparente para el poder. Toda nuestra actividad económica está fiscalizada y todas nuestras comunicaciones intervenidas. uesra situación geográfica localizada a través de los gps de los teléfonos móviles y nuestros gustos e ideología a través del seguimiento de nuestros datos en Internet.
Por contra el poder – el real, el económico-financiero – cada vez es más opaco y sus actividades escapan a todo control.
Quizá el término transparencia se use últimamente. Mi impresión es que sencillamente a lo largo de los últimos años se ha desplazado el límite impuesto a lo que se deja ver o no, a los ojos de los demás.
Se valora positivamente aquellas empresas con mayor transparencia, las administraciones públicas e incluso a las personas. Para mi también es inevitable y es que cada vez, como usuario, tengo más información, y quiero más.
Cuantas más vueltas le doy al tema, más llego a la conclusión que debe exigirse trasparencia absoluta en muy contados, determinados y acotadas casos, por ejemplo, en el conocimiento de los ingresos y gastos del dinero por parte de los partidos. Pero fuera de algunos campos muy acotados, el derecho a la transparencia se enfrenta a derechos también muy importantes como son el de la privacidad y la intimidad.
Un ejemplo
¿Tiene derecho un político a tener relaciones sentimentales con la vecina del quinto? — Desde luego que si, siempre que la vecina en cuestión, esté por su parte de acuerdo con esa relación.
¿Tiene la obligación un político de tener tramsparente su agenda de contactos con tercero?. — Pues en principio podríamos querer saber, si tiene contactos con representantes de determinados lobbys. Pero eso no le puede obligar a declarar su relación con la vecina del quinto. En este caso la transparencia choca con algo que tambien es muy importante, el derecho a la intimidad.
¿Cómo compaginar ambos derechos? ¿Como compaginar, el mostrar y ocultar tus asuntos?
#008 Gorki, un político, en teoría, es representante tuyo y gestiona con parte de tu dinero una serie de servicios que se supone han de ir en beneficio del contribuyente. No veo la razón por la cual un representante tuyo pueda reservarse derecho a ocultar lo que hace con una parte de tu dinero por pequeña que sea.
Es tú dinero y es tu representante. Lo que falla es que como él tienen el poder hace lo que más le convenga. Un político puede ir a comer con el presidente de una multinacional, pero no para llegar a acuerdos a espaldas tuyos porque dichos acuerdos afectan a la forma en la que se está gestionando tu contribución.
En la práctica puede ser complicado que las cosas funcionen como deben, pero el límite de lo que puede ser opaco y lo que ha de ser transparente está muy claro y deriva del derecho que tienes por ser el representado y además el contribuyente.
¿Podemos dejar de contribuir si no estamos de acuerdo con la gestión de nuestros representantes? Parece ser que no funciona así. ¿Podemos exigir transparencia? Sí pero no lo hacemos casi nunca. De hecho, parece que para conseguir una gran cantidad de votos en este país de idiotas, basta con ser corrupto y ondear una banderita ideológica engañabobos.
Se me olvidaba comentar una cosita. El colmo de la opacidad es la actividad de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), que fragua en la más absoluta opacidad un tratado donde los gobiernos estarían a merced de la industria para vulnerar cualquier derecho que ponga en riesgo sus beneficios. Hablamos de Fracking, de transgénicos, de la neutralidad de la red, de la industria del Copyright, de rebajar la protección del medio ambiente, de los alimentos, de los fármacos, …
Me encantaría que E.Dans dedicara algo más de atención a este asuntito que a medio plazo resulta muy preocupante. Hablamos de un nuevo marco macroeconómico con unas connotaciones que son de auténtica pesadilla.
#009 Antonio Castro
Eludes el problema que planteo, ¿Tiene un político que mostrar su agenda de contactos, hasta al punto que salga a la luz una relación sentimental? — En mi opinión no.
Si no tenemos el total minutado de su actividad, ¿Cómo vamos a saber distinguir si una actividad no declarada, es por un asunto estrictamente personal, como puede ser una relación sentimental, o una actividad estrictamente política, como puede ser una reunión con un lobby?
Sigo viendo incompatibilidad entre dos derechos, el de transparencia y el de intimidad.
La transparencia es algo que se debería mostrar en todos los casos para poder tener una mejor percepción de las cosas y de esta forma conocer a detalle los aspectos necesarios para comprender algún tema. Aunque en algunas ocasiones esta transparencia provoca algunos problemas ya que al no realizarse bien las cosas produce la inconformidad de los demás, pero a pesar de este problema es de gran importancia contar con la transparencia para poder analizar las diferentes situaciones que se nos presentan.