Hoy terminó la campaña de Pebble en Kickstarter para su nuevo modelo Pebble Time, sobre la que ya hablamos cuando comenzó el pasado enero, que además de duplicar en fondos obtenidos a la anterior, se ha convertido en el récord absoluto de la historia del crowdfunding hasta el momento (la campaña anterior de Pebble también lo fue durante mucho tiempo).
Más de veinte millones de dólares. Pronúncialo despacio: vein-te-mi-llo-nes-de-dó-la-res. Una cantidad que no convierte a Pebble en líder de nada – la categoría smartwatch está completamente monopolizada por el momento por una empresa que aún no ha sacado a la venta su producto pero que ha preparado para su lanzamiento una producción de más de cinco millones de unidades que sin duda se venderán de manera entusiasta – pero que consagran a Eric Migicovsky como una de las personas que mejor ha sido capaz de entender el fenómeno del crowdfunding y el funcionamiento de sitios como Kickstarter.
Para poner en el mercado su segundo modelo (o el tercero si consideramos el Pebble Steel, que en realidad era idéntico al primer modelo pero metido en una carcasa metálica), Pebble no necesitaba el crowdfunding. Las ventas de su modelo anterior, que además fue el que señalizó para muchos otros fabricantes el momento de lanzarse al mercado smartwatch, la cualificaban perfectamente para la obtención de acuerdos de distribución con las cadenas minoristas que hubiese querido, y la legitimaban para sostener una posición ante los usuarios perfectamente sostenible, basada en un principio de «less is more» y en un precio que los diferencia claramente de la propuesta de Apple.
La compañía, sin embargo, eligió la via de la financiación colectiva, y ha logrado que unos cien mil clientes, contabilizando los pedidos individuales y los múltiples, soliciten su reloj y adelanten el dinero del mismo. De acuerdo, cien mil relojes no son nada comparados con los más de cinco millones que Apple espera poner en el mercado en pocas semanas, pero sí son suficientes para que una empresa pequeña y con gastos contenidos pueda hacerse un hueco más que respetable en el mercado. Y sobre todo, supone un tipo de uso del crowdfunding que, aunque en algún sentido contraviene las normas de uso previstas por los creadores de Kickstarter, legitima mucho este tipo de proyectos, porque les proporciona la oportunidad no solo de vender su producto, sino también de obtener unos beneficios nada despreciables en términos de visibilidad.
Los vídeos de la primera y segunda campaña de Pebble en Kickstarter deberían ser estudiados en todas las escuelas de negocios: son un compendio probado y certificado de cómo ilusionar a decenas de miles de clientes hasta el punto de que adelanten su dinero. La forma de mostrar el producto, la posibilidad de verle la cara al equipo, y la claridad y la sencillez de planteamientos han logrado que muchísimas personas se metan la mano en el bolsillo y acepten entregar cantidades nada despreciables, entre los $160 y los $250, por un producto que les ilusiona. Algo verdaderamente complicado – que se lo pregunten a cualquier startup que se dedique a la fabricación de productos tangibles – pero que puede servir como modelo a seguir para muchos proyectos de diversos tipos: no hace falta ser una startup, no es requisito imprescindible ser pequeño o ser desconocido… simplemente hace falta tener un proyecto que sea capaz de ilusionar a un número adecuado de personas y cuyo éxito pueda de alguna manera condicionarse al apoyo colectivo.
Sin duda, Eric Migicovsky y Pebble tienen mucho que enseñar con sus éxitos. Y mucho me equivoco si no se convierte en el preludio de un nuevo tipo de uso del crowdfunding que muchos van a intentar aprovechar.
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Mas vale pájaro en mano que ciento volando. 100.000 relojes vendidos, quizá si sean mas que 5.000.000 por vender. ¿Que pasa si la venta de los Apples se desinfla por cualquier motivo imprevisto?
De hecho, el otro día, un buen amigo actualmente en un programa de una escuela de negocios, me hablaba del modelo Pebble que les habían puesto de ejemplo….
Yo dudo que exista algo más complicado que lograr vender algo a un extraño y el que sabe como hacerlo, apenas nececesita saber mucho más en la vida, porque no le va a faltar dinero para lo que se proponga.
El crowdfunding yo lo veo como una herramienta para convertir a los extraños, nada menos que en pequeños mecenas/socios/amigos o como quieras llamarlos, pero ya no serían exactamente meros clientes, serían algo más y con ello se suprime la principal barrera de cualquier venta.
El problema con el crowdfounding es saber conectar una buena idea con el público que estaría interesada en ella. En realidad, en lugar de vender un producto podría decirse que vendes una idea, un proyecto que potencialmente podría interesar a mucha gente hasta el extremo de involucrarse en él de alguna manera.
Yo considero que el princincipal motivo para que una persona emprendedora inicie un proyecto de crowdfounding, es para aprender como funciona y poder aplicarlo en cualquier momento al proyecto que lo necesite. Lo considero útil en sí mismo, tanto si tienen éxito como si no lo tiene, porque atesorar conocimiento en este tipo de estrategias representa una puerta abierta a un sinfín de oportunidades.
Pebble no necesitaba el crowdfunding, pero si dominas el uso de esas estrategias, las vas a usar.
Montar un crowdfunding incluso fracasando en él, seguramente ya es algo que merece la pena.
En mi opinión 100.000 unidades vendidas es una cantidad bastante buena para tratarse de crowdfounding y una empresa no muy conocida en el sector.
Si los precios son tan competitivos como parecen puede ser un fuerte rival de apple, veremos que es lo que ocurre