Mi columna de Expansión de esta semana se titula «Economía flexible» (pdf), y trata de avanzar un poco en las implicaciones de una economía en la que recursos que tradicionalmente habían permanecido al margen del sistema pueden de repente entrar en él como oferta válida y demandada por amplios sectores de la población gracias al desarrollo de aplicaciones tecnológicas que facilitan un mejor encaje entre oferta y demanda, un aprovechamiento más completo del área que hay bajo la curva de oferta y demanda.
La motivación para la columna me vino, por un lado, de la nueva ronda de financiación de la polémica Uber: una compañía no exenta de todo tipo de problemas, pero que acaba de cerrar la entrada de nuevos accionistas con una valoración de nada menos que cuarenta mil millones de dólares, un récord absoluto para una empresa que lleva tan poco tiempo en el mercado y una progresión que excede sensiblemente la que en su momento protagonizó Facebook. ¿Qué saben los inversores en esa compañía que nosotros no sabemos? Sencillamente, que la visión de Travis Kalanick es la construcción de una inmensa plataforma de conductores – o eventualmente, de coches autónomos cuando esto sea plenamente posible – que, a modo de infraestructura, es capaz de transportar lo que sea, desde personas hasta objetos pasando por lo que se nos ocurra. Algo que, visto así, puede llegar a tener un importante potencial de generación de ingresos recurrentes.
Por otro lado, esta semana también ha saltado a los medios un informe independiente del gobierno del Reino Unido que recomienda la flexibilización del entorno legislativo que regula la prestación de servicios de la llamada sharing economy como Uber, Taskrabbit o Airbnb, debido fundamentalmente al potencial efecto beneficioso sobre el desempleo. Un informe que puede justificar la relajación de medidas restrictivas y una auténtica oportunidad para los emprendedores en este ámbito, además de muchos quebraderos de cabeza para los sectores que tradicionalmente ejercían estas actividades en entornos que anteriormente estaban férreamente regulados.
La cuestión, obviamente, tiene sus luces y sus sombras. Teniendo en cuenta que este tipo de plataformas no generan empleo directo, sino que se limitan a proporcionar un punto de encuentro entre oferta y demanda, ¿significa su auge un desplazamiento de la economía hacia una progresiva precarización y una pérdida de todo beneficio social al funcionar en ausencia de contratos laborales? ¿Nos lleva la sharing economy a un entorno en el que todos terminamos siendo autónomos? Las implicaciones para un entorno como España, con elevada tasa de desempleo y que se ha convertido en uno de los países del mundo en el que Uber crece con más fuerza, pueden ser muy importantes.
Un tema, sin duda, apasionante. Pero con connotaciones indudablemente diferentes según en que lado de la ecuación te pille. De nuevo, disrupción en estado puro.
A continuación, el texto completo de la columna:
Economía flexible
Dos noticias recientes apuntan a cambios en la economía que van a preocupar a muchos: por un lado, Uber, una empresa polémica que ha hecho de la provocación y el enfrentamiento directo con una industria tradicional su modo de vida, cierra una descomunal ronda de inversión que sitúa su valor por encima de los cuarenta mil millones de dólares.
Por otro, un informe independiente encargado por el gobierno británico recomienda encarecidamente relajar las reglas y restricciones que afectan a la llamada sharing economy o economía del compartir, y la consideran una de las mejores maneras de lidiar con la lacra del desempleo.
El auge de la economía del compartir está vinculado a la disponibilidad de herramientas tecnológicas que posibilitan un mejor encaje entre oferta y demanda: aprovechar mejor recursos que anteriormente permanecían ociosos. El transporte de personas, la contratación temporal para tareas sencillas, el alquiler de una propiedad… todas esas actividades estaban sometidas a reglas, a licencias, a procesos que incorporaban una fricción, unos requisitos justificados en función de una necesidad de control y de una regulación de la oferta. Quien se salía de esa regulación… era ilegal.
Con tecnología, el control y el reporte puede llevarse a cabo solo: integrar estas actividades en la economía. Muchas de las restricciones anteriores dejan de tener sentido, van en contra de la libertad y las opciones del usuario.
Pero no todo son luces: estas plataformas no contratan a nadie, únicamente coordinan oferta y demanda: ¿terminaremos siendo todos autónomos dependientes de situaciones precarias y sin ningún beneficio laboral? ¿Y la universalidad? ¿Quién abastecerá servicios que no sean directamente rentables?
No, la transición no va a ser sencilla, y dejará cadáveres por el camino. Pero no parece que tenga vuelta atrás.
This article is also available in English in my Medium page, “The implications of the flexible economy«
Se dice que el mundo laboral está en crisis. Esto es evidente, pero hay que matizarlo. Yo creo que existe una macrotendencia consolidada de progresiva decadencia en el modelo laboral por cuenta ajena y que otros modelos están padeciendo toda clase de bloqueos institucionales y palitos en la rueda derivados del apego a un modelo laboral tradicional que es incapaz de afrontar muchos de los nuevos retos económicos. La inmensa mayoría de los lobbies están instalados en el inmovilismo porque saben que perderían toda su ventaja competitiva basada en la forma tradicional de hacer su negocio. Algunos ejemplos:
* Las energías renovables están bloqueando el avance de las renovables.
* La industria del copyright bloquea un modelo de cultura basado en compartir información a través de Internet.
*Los fabricantes de motores de explosión dominan el arte de fabricar complejísimos motores mecánicos, calificados como relojes de cuco, y bloquean el desarrollo del coche eléctrico porque es mucho más simple de fabricar y más efectivo. Recomiendo que veáis la conferencia de Alvaro Sauroas
LA IDIOTEZ DEL COCHE ELÉCTRICO https://www.youtube.com/watch?v=O86jqLPnNIQ
La «Economía colaborativa» no tiene marcha atrás y ademas el entorno de crisis y paro en el que nos encontramos no hace más que acelerar su proceso. En efecto, parece que vamos todos hacia un mundo donde todos somos autónomos y el trabajo fijo desaparece sustituido por «gigs». Pienso, ¿qué debían sentir los siervos de la gleba, cuando veían el desvanecimiento del feudalismo? — A lo mejor pensaban, «que vamos a hacer y donde vamos a vivir».
Hay iniciativas en escuelas como la American School of Barcelona que auguran un desarrollo mejor de la economía colaborativa. A través de su programa Emprendedores ofrece a sus alumnos una inmersión emprendedora a partir de la creación de un escenario que permite al alumno identificar y desarrollar las habilidades académicas y personales y reorientarlas a la creación de proyectos propios en el ámbito colaborativo. http://www.eleconomista.es/blogs/emprendedores/?p=9084
Hola, Enrique. Quería marcarte que en la línea 13 dice «enter» en lugar de «entre».
Todos cantan la misma cancion «internet y las nuevas tecnologias nos sacaran de la crisis» pero es una cancion tan vieja, lo menos varias décadas … que ya no tiene ni éxito ninguno
si contrato a una persona en españa x 50.000 euros, el coste son seguridad social, vacaciones, seguro convenio, prov de indemnización etc son 75.000. Sin embargo, netos para el son 35.000. de verdad alguien piensa que lo contratare en España si puedo contaratarlo fuera??
Hace muy poco que NESTA (http://www.nesta.org.uk), el organismo británico de referencia en materia de innovación social, ha publicado su visión de escenarios posibles de evolución de la economía colaborativa (http://www.nesta.org.uk/collaborative-economy-2025/about-scenarios).
No es un dibujo en blanco y negro, y habrá que valorarlo con calma. Pero los escenarios incluyen uno de aumento en la precariedad de muchos trabajos, y otro en la aparición de monopolios de intermediación. Ambos más que verosímiles, como ya estamos viendo.
Da que pensar. Lo recomiendo.