Innovación corporativa y gradiente tecnológico

IMAGE: Chudomir Tsankov - 123RFUn comentario en The Guardian, «Technology law will soon be reshaped by people who don’t use email«, habla del problema de la falta de cualificación tecnológica entre los jueces que toman decisiones susceptibles de condicionar el panorama y el futuro de la tecnología.

El asunto es, sin duda, complejo: por supuesto, no podemos pretender que un juez sea un experto en todo, pero desde un punto de vista del beneficio para la sociedad que emana de sus decisiones, parece claro que cuanto mejor sea capaz de entender el alcance de los temas sobre los que imparte justicia, mejor para todos. El asunto resulta tanto más preocupante sí, como es el caso en España, la formación que se imparte a los jueces en los cursos supuestamente destinados a su cualificación suele estar en manos de unos pocos lobbies y grupos de presión.

Pero si bien el tema resulta de gran importancia, creo que una visión todavía más amplia y no limitada a la administración de justicia puede resultar todavía más interesante: deberíamos plantearnos qué ocurre en una empresa, sea del tipo que sea, cuando las personas que toman decisiones en la misma carecen de los conocimientos tecnológicos mínimos como para entender las necesidades y los deseos de una parte cada vez más significativa de la sociedad.

La tecnología se ha convertido en un criterio cada vez más importante en la toma de decisiones de cada vez más consumidores, en cada vez más industrias. En el sector del automóvil, por ejemplo, donde los criterios que tradicionalmente tenían más peso a la hora de decidir la adquisición de un vehículo eran elementos como precio, prestaciones, consumo, estética, estilo, etc., cada vez más marcas afirman estar encontrándose, en un entorno caracterizado por jóvenes cada vez menos interesados en sus productos, con un factor tecnológico cada vez más consolidado e importante: las prestaciones tecnológicas, la conectividad, o la disponibilidad de una plataforma de apps que ofrezca una variedad lo más amplia y dinámica posible. Naturalmente, que un automóvil se convierta en un «objeto tecnológico» cuya compra se decide de manera parecida a la de un ordenador cambia muchísimos aspectos, desde el planteamiento de la I+D que la marca debe desarrollar, hasta el enfoque de su marketing o el diseño del proceso de venta. O incluso el que muchos clientes privilegien a marcas cuyos vendedores son capaces de hablar «en su idioma» sobre esos temas en lugar de confesarse – o peor aún, evidenciarse – como auténticos ignorantes tecnológicos. Hay quien cita, incluso, un enfoque menos orientado al precio: después de todo, cuando vamos a una tienda de electrónica de consumo no pretendemos discutir o negociar el precio de nada.

El «factor geek» tiene un comportamiento muy interesante, porque no solo afecta de manera directa a quien se define como geek, sino también como factor aspiracional o de prescripción a quien no lo es. ¿Qué ocurre en una industria en la que una parte progresivamente más significativa de la sociedad decide convertir la tecnología en un criterio importante que sesga su consumo? Que aquellos competidores capaces de entenderlo e internalizarlo mejor, tienen mucho a ganar. Estamos hablando de algo a lo que yo suelo referirme como gradiente tecnológico: a medida que se incrementa el diferencial entre la afinidad tecnológica de la sociedad y la de los directivos que toman decisiones en la compañía – o en general, el entorno de la compañía, que suele estar condicionado por el primero – la empresa tiende a estancarse en su visión tecnológica, algo que no afecta únicamente a sus productos , sino también a aspectos como su marketing, su comercialización, su arquitectura de canales de venta o el planteamiento del servicio al cliente. Si en una industria en concreto escogemos el competidor que mejor lo esté haciendo desde un punto de vista de afinidad tecnológica o con el segmento de la sociedad para el que el factor tecnológico es importante, sin duda nos encontraremos personas dentro de la compañía que están influenciando dicha afinidad por la tecnología.

El razonamiento nos lleva a considerar el gradiente tecnológico del mismo modo que consideramos un factor tan crucial como la diversidad: parece claro que compañías con una mayor diversidad en su plantilla y en sus cuadros directivos son capaces de generar culturas más innovadoras, más flexibles y más proactivas. Posiblemente, ha llegado el momento de considerar factores que vayan más allá del género o el origen racial a la hora de diseñar esa diversidad: incorporar personas cada vez más afines al factor tecnológico podría ser crucial para muchísimas compañías cuyos cuadros directivos se muestran patentemente incapaces de entender los efectos de la tecnología.

En muchos sentidos, las políticas de acción afirmativa dirigidas a incrementar la presencia de mujeres y minorías van a tener que adaptarse para buscar de manera proactiva una mayor presencia de geeks , de personas con afinidad tecnológica, en la organización, con el fin de reducir el gradiente tecnológico entre la compañía y el conjunto de la sociedad. Y si creíamos que el simple factor demográfico iba a ser suficiente, nos equivocamos: mi experiencia como profesor me está demostrando que los jóvenes, aquellos supuestos «nativos digitales», no son necesariamente más proactivos ni están más formados en ese sentido.

La afinidad tecnológica es un factor cada día más necesario para desenvolverse en la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Y si quieres reducir el gradiente tecnológico, además de mejorar tus políticas de formación, vas a tener que incorporar más geeks a tu compañía.

 

(This article is also available in English in my Medium page, “Reduce your technological gradient: hire a geek«)

8 comentarios

  • #001
    Garepubaro - 3 mayo 2014 - 17:00

    El ejemplo del automovil, es muy buen ejemplo, en EEUU hay mas de un atumovil por persona, en España andamos por cada dos personas. Pero dos factores determinantes, hayar un automovil que te lleve del punto A al B y olvidarte, te seguira costando cada vez mas caro, y lo primordial automovil que no necesite gasolina y sea popular, eso ni lo veremos por razones obvias, es nuestra civilizcion … cuando entro Obama una propuesta era que hubiera tres automoviles por americano, en lugar de dos, como solucion a la crisis de GM pero se desprecio, no hay salida, el consumo creciente de los liberales no es solucion ni camino

  • #002
    Antonio Castro - 3 mayo 2014 - 18:09

    No todas las personas nos desarrollamos creciendo en la misma direccion. A unos les interesa el dinero, a otros les interesa la fama, a otros les interesa atesorar experiencias emocionales, a otros les interesa atesorar conocimientos. Alcanzar alguna de esas cumbres yo creo que comporta renunciar a las restantes.

    Rara vez alcanzan el poder las personas que hacen del conocimiento su principal prioridad y rara vez alcanzan las más altas cotas del conocimiento aquellas que hace del poder su prioridad. Tomado en sentido amplio se podría decir que los grandes lobbys de poder son expertos en lo suyo. El tipo de conocimientos que de verdad dominan es aquel que les garantiza mantenerse en el poder.

    La palabra cultura general significa un area de conocimiento que difiere mucho entre un tipo de personas y otro. Creo que fue en el congreso de los diputados donde un ordenador empezó a echar humo y sin desenchufarlo le echaron agua para apagarlo.

    A medida que el conocimiento humano avanza, este se parcela más y más y cada vez las personas dominamos un area cada vez menor del conocimiento global. Eso complica cada vez más la toma de decisiones. Hablamos de algo que no se puede medir, pero yo diría que la toma de decisiones se está complicando de una forma exponencial debido a la tecnología.

    Me viene a la mente otra anécdota. El señor Rajoy confundió la climatología con la metereología al consultar a su primo metereólogo un asunto del cual probablemente apenas conozca.

    Los políticos para tomar decisiones recurren al consejo de expertos, pero suelen confundir el tipo de expertos al que deben consultar cada tema, porque simplifican consultando a un reducido grupo de personas de confianza y generalmente recurren a personas cercanas al poder. Pero ello, las mismas suelen tener un conocimiento muy sesgado de realidad y generalmente condicionado por intereses económicos.

    Los políticos tienen tendencia a la arrogancia y a la falta de humildad.

    En lugar de conocimientos lo que necesitan es sabiduría pero me parece que los más sabios se apartan del hedor de la política. Todos los conocimientos aportan en positivo, pero no todos aportan por igual. La principal cualidad que debe tener alguien que toma decisiones sería la de poder distinguir entra la información valiosa y la más valiosa. Sin eso da igual la cantidad de información irrelevante que acumulen.

    Un sabio aprende incluso de un ignorante, el ignorante no aprende ni siquiera del sabio. La humildad es la clave. La carencia de humildad es lo que hace de la clase dirigente una clase torpe y arrogante.

    En la medida en que la nueva clase poderosa ha adquirido más y más poder se ha vuelto cada vez más necia e imprudente. Es consustancial al poder.

    No soy optimista, para mí todo esto de la progresiva dificultad para tomar decisiones forma parte de una macrotendencia muy difícil de revertir con las actuales estructuras económicas y políticas. La insostenibilidad de este sistema me parece evidente y está por ver que exista alguno suficientemente bueno como para aguantar el crecimiento tan brutal de la tecnología.

    Entre los aspectos más importantes que hemos descuidado está la del cuidado de nuestro propio planeta. A este ritmo lo habremos destruido mucho antes de poder dar el salto a otro planeta para empezar de nuevo. Me temo que la generación de nuestros nietos lo va a pasar muy mal.

  • #003
    Felix Maocho - 3 mayo 2014 - 22:40

    A mi me saltaron en el escalafón, pasé de tener 50 años con jefes de 60, a tener 60 años con jefes de 40, pero pese a ello supongo que mi mente debe coincidir con la de los directivos carcas que no entienden a sus clientes.

    Pero ¿qué tiene que ver eso, con los jueces que tiene que juzgar asuntos sin tener la debida formación en el tema y los jóvenes que seleccionan los coches en función de su conectabilidad a Internet? – No me he enterado de nada.

    Se me ocurre que en vez de mezclar churras con merinas en un post, quizá la solución para personas de mis entendederas y las de los directivos carcas, sea que desarrolles el tema en tres post, uno dedicado a los jueces y la tecnología, otro a cómo comprender a los clientes en la nueva sociedad tecnificada y un tercero sobre la decadencia del coche como símbolo de status y la nueva escala de valores aplicada al automóviles por los jóvenes.

  • #004
    Miguel A. Tovar - 4 mayo 2014 - 08:19

    Un artículo de hoy en elmundo.es nos recuerda a través del ejemplo del alcalde de Boston la importancia de tener gobernantes sensibles a la tecnología.
    http://www.elmundo.es/tecnologia/2014/05/04/53640ae3ca47419c3b8b4574.html

  • #005
    Observador - 4 mayo 2014 - 10:09

    Miguel, sucede que en España es diferente por esto:

    Cada mañana, cuando llega a su despacho, el alcalde de Boston tiene ante sí dos pantallas que monitorizan al momento el pulso de la ciudad. Son dos teles de cuarenta pulgadas que recogen datos como la evolución de las llamadas al servicio de emergencias, el retraso de los autobuses de colegios, las reparaciones de la calzada, la limpieza de graffitis o el sentimiento de la ciudad a partir de tweets. ¿Control freak, vigilancia masiva del ciudadano, ‘Gran Hermano’ o simplemente uso de tecnologías para el bienestar de la ciudad?

    Esto describe perfectamente el paradójico caso del tontolaba español al que usar una cámara para disuadir o desentrañar acciones delictivas forma parte del «Gran Hermano». Queremos ser tecnólogos, pero cuando pensamos que algo va contra nosotros como individuos ya no nos parece tan bonito porque lo que realmente le pasa al tontolaba español es que únicamente la tecnología le parece interesante cuando le beneficia directamente (independientemente de que sea más o menos legal). Parece que los idiotas que tenemos por dirigentes ya comienzan a entenderlo: http://politica.elpais.com/politica/2014/05/03/actualidad/1399117342_852720.html

    Claro que para el tecnólogo «moderno», el que no tiene ni puñetera idea sobre asuntos jurídicos y cómo éstos pueden influir en la misma sostenibilidad tecnológica, esto no es tan importante. Es la paradoja del tontolaba tecnológico: queremos tecnología, pero si ésta acaba devorando a sí misma y a todo el sistema, no nos importa. Y al resto le llamamos neoludita.

  • #006
    Durban - 4 mayo 2014 - 13:54

    Algo sobre la operación araña para un nuevo artículo? Sería interesante saber su opinión al respecto de como se está llevando el tema entre terrorismo, libertad, anonimato en red, seguridad, guardia civil, posible expansión del miedo y autocensura al comentar. Un saludo

  • #007
    txema - 5 mayo 2014 - 12:23

    Es la realidad que vivimos, todo avanza más rápido que la propia sociedad. Hace 20 años se pasaba del casete al Cd y parecía una cosa increíble; ahora a diario vivimos a innovación tecnológica por minuto y es imposible que la sociedad se prepare y se acostumbre. Cuando aún no ha llegado la PlayStation 4 a muchos países ya está esperando la 5º versión, la cuestión es vender y fomentar el consumismo. Algún día todo esto pasará factura

  • #008
    josema - 5 mayo 2014 - 12:25

    Felicidades por el post y me uno a la petición de Durban; me gustaría conocer algo más sobre esa operación araña, y hasta donde llega la ‘libertad’ en Internet.

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