Al hilo del grave error cometido por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, al que ya me referí en mi entrada de ayer, estuve ayer en La Noche en 24 horas (RTVE), estoy hoy en las noticias de Antena 3, también entrevistado por Amaya Quincoces en EFE, citado en Huffington Post, y seguramente en algunos sitios más: es un tema sobre el que llevo escribiendo mucho tiempo, y en el que además, soy «fácil de citar», porque soy un académico neutral que no represento a ninguna de las partes.
La discusión de este tema se está llevando a cabo en torno a parámetros erróneos, o incluso demagógicos: sí, a todos nos gusta que se protejan nuestros derechos, y a nadie le gusta ver cosas en internet que son susceptibles de perjudicar nuestra reputación, vulnerar nuestra privacidad, etc. El «derecho al olvido» evoca conceptos como el «borrón y cuenta nueva», como el «derecho a empezar de nuevo», o el «ya pagué mis culpas». Hasta aquí, todo correcto. Hablas de este tema, y automáticamente te salta alguien que clama por sus derechos. El problema es que esos derechos no se protegen en modo alguno atacando al intermediario, y que cualquier cosa que no vaya directamente a la fuente, resulta completamente absurda.
Para muchos, Google ES internet. Es el lugar a través del cual acceden a todo. Hay incluso personas (muchas más de las que crees) que confunden la caja de búsqueda de Google con la barra de direcciones del navegador. Pero no, esta sentencia no es un problema de Google: es un problema para cualquiera que quiera ofrecer búsquedas en la red, ahora o en el futuro. Es un problema para las redes sociales, para Facebook, para Twitter, para cualquiera que ofrezca una herramienta que permita acceder a información, que tendrá que dedicarse a mantener un demencial sistema de exclusión que dé lugar a una internet no indexable, a unos «bajos fondos» llenos de peticiones de exclusión.
La idea de criminalizar las herramientas tiene dos problemas: una, es una tentación muy fuerte para todo aquel que no entiende cómo funcionan. Y dos, SIEMPRE supone un ERROR GRAVE. No hay medias tintas. Siempre que veas la criminalización de una herramienta, estás viendo un grave error. Es un axioma. Apréndetelo.
Si crees que tu «derecho al olvido» existe, plantéate la recíproca: tener «derecho al olvido» implica creerte en la capacidad de obligar a otros a que olviden, de generar una amnesia colectiva. Y eso es, además, de absurdo y muy poco recomendable, imposible. Vamos a ver si nos entendemos: una vez que la información ha pasado al dominio público, NADA ni NADIE puede obligar a que sea olvidada, y retirarla del buscador no arregla de ninguna manera el problema, es solo matar al mensajero.
Cuando te plantees la supuesta necesidad de un «derecho al olvido», piensa en lo que van a hacer con él. En cómo se va a usar para hurtar información a la sociedad. Piensa que la información que ha sido hecha pública, ya ha sido hecha pública, y que tratar de «ocultarla» de la vista es siempre malo y peligroso. Si un periódico publica algo que ha extraído del fondo de su hemeroteca, nadie dice nada. ¿Por qué un buscador no debe gozar de la misma protección? ¿Qué lleva a que un buscador deba convertirse en garante de los derechos de las personas cuando un periódico no lo es? Si un periódico informa del delito o falta que cometiste hace treinta años y no pasa nada, ¿por qué si sale en un buscador te resulta ofensivo? No, no tiene sentido ninguno.
Lo más adecuado es consultar las noticias de la prensa anglosajona. Para un norteamericano, este tipo de noticias sobre Europa resultan sencillamente inconcebibles. Pensar en «retirar» una información de la web «porque a alguien no le interesa» es una idea nociva, perjudicial, ofensiva… absurda. No, los derechos de las personas no se defienden conculcando el sentido común y creando agujeros para que los poderosos, los que pueden pagar decenas de abogados, puedan aplicar la goma de borrar a su pasado. No, no hay justificación posible, ni derecho alguno que contrapese semejante barbaridad.
Lo que acaba de hacer el Tribunal de Justicia de la Unión Europea es un gravísimo error.
(This article is also available in English in my Medium page, “From the ‘right to be forgotten’ to collective amnesia«)
En el fondo todo esto no es más que una errónea concepción de la identidad humana. De ahí el «derecho a borrar los datos de un registro», como si la historia pudiera cambiarse con un mero «borrón». Esto es la mayor tontería de la Ley de Protección de Datos. Si lo que hiciste era legal, ¿por qué te ofende que esté registrado?
Una cosa es que los delitos/errores/enfermedades pasadas (si han pasado y han sido sanados) no tengan efectos a día de hoy (lo cual es obviamente un derecho nativo) y otra cosa es que tengas derecho a reescribir tu propia historia (p.ej. eliminando el haber formado parte de un club de ajedrez cuando tenías 20 años).
Nunca entendí esto más que como una exacerbación de una idea correcta por parte de gente que no sabe Derecho. Pero ahora resulta que supuestos peritos van y nos la calcan a todos.
Me pregunto si esa sentencia obliga a Google a «olvidar» sólo en las páginas ofrecidas con dominio nacional dentro de la UE o en todas
Es decir, ¿si me voy a google.ca (Canadá) podría ver una noticia olvi.., esto, censurada en google.es?
Al final eso no le serviría de nada a quien haya promovido esa sentencia
De verdad que este caso nos está volviendo a todos paranoicos del 1984.
Lo que hace el señor Mario Costeja es perfectamente lógico, nadie quiere ver su nombre en el mismo PDF de una noticia de eutanasia, aunque sea de diez años o más porque internet hace que todo sea un presente eterno. Sin embargo me parece curioso que en el mismo PDF, aparezca otros nombres (Joaquín Martín, Elena Guzmán, Jordi Gonzalez,etc) y esas personas ni siquiera las han localizado ni han opinado de ese tema.
El derecho al olvido es un derecho útil en estos tiempos del cyberbulling entre jóvenes alcanza el grado de epidemia, sin embargo dejemos atrás la mentalidad de 1984.
Estimado profesor Dans. Creo que mezclar la actividad de un buscador todopoderoso y cuasi universal como Google con el oficio de periodista choca en este caso, y hace que sus razonamientos sobre que esta sentencia supone «hurtar información a la sociedad», porque «tener derecho al olvido implica creerte en la capacidad de obligar a otros a que olviden», sean muy poco acertados. La sentencia es el inicio de un desarrollo que habrá que delimitar, como «contenido esencial» de un nuevo derecho que nos hemos visto obligados a crear en la sociedad, el de que te dejen en paz en tu esfera privada. Pero manejar y tratar información en buscadores, que es lo que hace Google, no es solo ser el mensajero, sino tomar parte según los intereses publicitarios del gigante. Matar al mensajero, es matar al medio y al periodista, no al buscador que hace negocio con el contenido que ellos crean y lo mezcla con todo lo que se encuentra que pueda categorizar con un índice en su logaritmo. La AEPD (que no es precisamente santo de mi devoción), acertadamente ha advertido que buscar contenidos de todo tipo, tamaño y color, no es una actividad amparada por el derecho constitucional a la información, en el que se fundamenta la actividad de los periodistas.
Sinceramente, no veo nada de catastrofista en esa sentencia que vaya a quitar a la sociedad su derecho a conocer los asuntos de interés público que, mal que bien, los periodistas y sus medios van publicando cada día como pueden. Al contrario, creo que puede ser un inicio y una base fundamental para empezar a aclarar un maremagnum de información que fluye por la red, sin distinción de lo que es un trabajo profesional de lo que solo es algo que sale en un índice y que puede perjudicar de manera injusta a alguien.
Planteas en este artículo de una forma rotunda el error de la Unión Europea con el derecho al olvido. Es probable que como concepto general tu opinión sea acertada, pero, ¿No crees que también puede ser muy injusto en muchos, pequeños y particulares casos?
En mi caso yo pertenecí a una asociación de memoria histórica. Cuando observé una gestión poco clara de dinero público por parte del presidente de la asociación yo y unos compañeros lo denunciamos ante la justicia. Él, siendo conocido en este entorno y teniendo contactos con la prensa local se dedicó a verter sobre nosotros todo tipo de acusaciones. Terminamos ganando los juicios. Uno por mala gestión y otro por sus falsas acusaciones de manera pública . En la prensa nunca salió esta información . Si en el buscador pones mi nombre y apellidos pueden verse sus acusaciones y nada más. No hay una continuidad de la historia de tal forma que mi nombre, para cualquiera que no conozca la historia, estará vinculado a las infamias que ese señor contó de mi a un periodista. ¿No tengo derecho a que, presentando sentencia judicial si es preciso, se desvincule esa falsa información de mi nombre (que es la única que aparece)? En todo caso, ¿no tengo derecho a que se sepa la verdadera historia de esa parte de mi vida que yo nunca hice pública? Resaltar que ni soy persona pública, ni jamás hice declaraciones públicas. En este caso lo que se expone de mi ni es real, ni es objetivo, ni es lo que un juez sentenció.
Como bien dice el artículo, si hay muchos usuarios que no distinguen la barra de direcciones de la del buscador, no apareciendo en Google, aunque esa historia siguiera estando ahí, es poco probable que alguien que no la buscara concienzudamente y sabiendo a priori que existió, la encontrara. ¿No se tendría que diferenciar entre los poderosos que tienen capacidad de aparecer en los medios públicos cuando quieran o incluso manipularlos y el simple ciudadano de a pie ? ¿ A caso se deben tolerar pequeñas injusticias por el gran bien común de la indexación ?
¿Quien es nadie para decir que una información muy lesiva sobre alguien tiene que aparecer en los buscadores? ¿Que derecho tienen? ¿En nombre de que, de la esencia de Internet? Es imposible borrar la información de las hemerotecas, pero si es posible borrarla de los registros de Google.
La realidad es muy compleja, podemos encontrarnos con miles de supuestos diferentes, y ponerse en el extremo de imposibilitar el borrado de información puede ser tan lesivo como un sistema de borrado a la carta.
Hay supuestos donde la información publicada en internet puede ser muy muy lesiva para una persona, y no está claro que los derechos de esta persona a «borrar» información que le afecte directamente estén por debajo de mi derecho a acceder a la información. E incluso esto es de esta manera si por algún motivo no se puede borrar la información en su origen y se tiene que eliminar de un buscador como Google.
#005 Maryguana
Es asombroso que alguien que perteneció a una asociación de «memoria histórica» sea partidario de que se oculte el acceso a información de hechos que ya han prescrito judicialmente. No obstante comprendo sus sentimientos, pues una cosa es ventilar asuntos de un general y otra muy diferente que salgan a la luz asuntos ciertos o falsos propios, tan diferente como predicar y dar trigo.
Lo que parece razonable si hay por ahí una noticia que le acusa de algo falso, es que exija que desaparezca esa noticia de la red. Si lo consigue, se acabaron definitivamente sus problemas, Google no la indexara y si por una indexación antigua, envían a alguien a esa dirección, no encontraran la noticia.
Lo que no entiendo, es que quiera que un determinado buscador, Google, no ofrezca como respuesta esa noticia a determinadas peticiones, su nombre, pues si la página web ha sido indexada por 300 conceptos diferentes, no pretenderá que se anulen indices de conceptos que nada tiene que ver con su persona. Por ejemplo en este caso concreto el asunto que nos ocupa es muy accesorio frente al asunto principal, que fue un sonado caso de eutanasia. Ademas esa sentencia no afecta a otros muchos buscadores existentes y por inventar, con lo que no da Google, lo da la competencia, por ejemplo Bing, lo que coloca a Google en peores condiciones de competir por seguir las órdenes de un Magistrado, lo cual no tiene mucho sentido.
En efecto, se trata de matar al mensajero pero no se hace nada por matar la mala noticia que él nos trae, los jueces no llegaron a entender el papel de Google en este asunto.
Por otra parte es kafkiano, se emita una sentencia indicando que noticia y las razones que hay para «borrarla» y dentro de poco habrá que emitir otra para «borrar» la sentencia y que no aparezca las razones que obligaron a «borrar» la noticia. Tendremos que reeinventar la sentencia secreta típica de la Inquisición.
Lo más curioso es que yo no habría tenido ni idea del historial de pagos de Mario Costeja, si simplemente el tribunal hubiera desitido de seguir adelante con la querella. Muy probablemente a cada petición de este tipo le siga un poco agradable Efecto Streisant que ventile viejo trapos sucios como nunca se habrían ventilado de no solicitarse.
Hay algo interesante en la comparacion buscador-hemeroteca. Cuando accedes a una hemeroteca asumes que esa informacion se mantiene por razones historicas y que ha perdido parte de la validez. Los delitos prescriben, las penas se cumplen. En un buscador, no existe esa consideracion. No aparece la fecha de una noticia, ni siquiera la fecha de indexacion, y en el caso de que se buscasen noticias actualizadas en un periodo determinado de tiempo esto tampoco es fiable, ya que la busqueda se basa en la actualizacion de la pagina, no en la fecha de la noticia.
Mientras no exista la posibilidad de aplicar por defecto un «derecho a volver a empezar» (por ejemplo, insertando algun codigo de tiempo en el robots.txt), la limitacion de los resultados en la busqueda es la forma mas justa de proteger a la gente de una estigmatizacion perpetua.
Sorprendentemente, los que apoyan el «método Costeja» (incluido el propio Costeja) no parecen ver ningún problema en que el periódico siga publicando esa información (totalmente cierta) sobre él.
Semejante contradicción echa por tierra cualquier argumento que se quiera dar sobre límites al derecho a la información. Tales límites existen, pero es un puro absurdo que el periódico sea libre de seguir publicando esa información, y que un buscador no sea libre de indexarla.
Entretanto ahí sigue el señor Costeja haciendo declaraciones a los medios, ahora todos sabemos que existe y que fue un moroso. Si hubiera demandado al periódico, en caso de ganar, habría visto igualmente cumplido su supuesto objetivo, pero no sabríamos de su existencia, y todavía menos de su pasada morosidad.
Más aún, ¿habría ganado contra el periódico? Espero que la respuesta sea afirmativa, porque lo contrario implicaría que los buscadores son menos libres que los periódicos, que la ley no es igual para todos. En cualquier caso, aquellos que apoyan a Costeja tal vez deberían reflexionar sobre qué límites quieren ponerle a todo el mundo, periódicos incluidos.
Y el gobierno, claro. No olvidemos que fue el Ministerio de Trabajo el que ordenó la publicación de la deuda de Costeja con la Seguridad Social. O para ser más exactos, ordenó publicar la subasta de varios inmuebles, uno de los cuales pertenecía a Costeja. ¿El gobierno y los periódicos sí pueden publicar los nombres de los propietarios de inmuebles subastados pero los buscadores no pueden indexar esa información? Algo está fallando.
A colación de todo este asunto me viene a la cabeza una pregunta que recientemente me hizo un alumno en clase en relación a la preocupación del alcalde de Puerto Hurraco porque su población apareciese en los buscadores permanentemente ligada al crimen que allí se cometió:
-«¿Qué puede hacer esa población para evitarlo?».
Evidentemente no se puede cambiar la historia, ni pretender que aquello nunca ocurrió, ni borrarlo de los periódicos y hemerotecas. Sería, como bien apunta Enrique, sencillamente absurdo. Pero si podemos tratar de que los primeros resultados en una búsqueda sobre Puerto Hurraco no hablen del crimen.
Lo único que hay que hacer es generar información nueva, de calidad y relevante.
Se pueden organizar eventos culturales y darles difusión, crear campañas de ayuda a colectivos necesitados o, en definitiva, cualquier acción llamativa y mediática que permita asociar el pueblo con cualquiera otra cosa de la que sentirse orgulloso.
En definitiva, no se trata de borrar o de olvidar. Se trata de que todo lo bueno que haces, que aportas y que eres haga irrelevante aquello que no haces o no hiciste tan bien.
Aumento de la censura en las redes, vigilancia masiva de las comunicaciones, normas penales vagas o amplias, que criminalizan la difamación para silenciar voces críticas, adopción de medidas legales o extrajudiciales para coartar silenciar a bloggers y usuarios de redes sociales y, ahora, el derecho al olvido son algunas de las medidas que los gobiernos están poniendo en práctica para coartar el ejercicio de la libertad en Internet
La Observación nº 10 de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, señala que, «cuando un Estado considera procedente imponer ciertas restricciones al ejercicio de la libertad de expresión, éstas no deberán poner en peligro ese derecho en sí mismo.» Estas restricciones sólo pueden imponerse por ley y deben justificarse como «necesarias» para uno de los fines indicados en el párrafo anterior.
Internet no es un espacio que re requiera leyes a medida y mucho menos donde los derechos de una persona se conviertan en derechos de los internautas definidos como convenga al gobernante de turno.
Una multa por monopolio en buscadores y por poner su buscador por defecto en Android es lo que tenían que meterle a Google.
Y quien le paga a Google ese trabajo?
Si Google indexó a una web, donde sale tu nombre, no es problema de Google sino de esa web. Es a esa web a quien hay que solicitar que se retire el acceso de las arañas de Google, para que estas no le pasen la información al índice, y luego asegurarse que se borre el contenido para evitar ser indexado de nuevo.
Google no va a borrar nada. Si se le solicita lo que hara es BLOQUEAR el acceso, pero la información quedará allí en los discos duros del servidor de esa web que originalmente publicó el contenido.
Ignorancia de los dinosaurios.
#007 Felix Maocho
Si observas lo que escribí verás que empiezo diciendo: «Es probable que como concepto general tu opinión sea acertada…». Si pareció que mi escrito era un posicionamiento en contra lo hice ciertamente mal. Simplemente intenté plantear con un ejemplo personal una situación real y desagradable que por desgracia se da. Entiendo el sentido general del artículo así como la pérdida de la esencia de la red cuando se vuelve manipulable y alguien decide que debe aparecer y que no.
Tampoco yo deseo que ese espíritu se altere y si fuera preciso defenderlo lo haría, pero eso no hace que no vea algunas injusticias que ello pueda generar. Injusticias a las que se debiera dar una respuesta clara, sencilla y rápida , desconozco de que forma ya que soy un simple usuario, sin que por ello se afecte la esencia de la red.
Por otra parte, Felix Maocho, agradezco la parte de tu respuesta en la que das argumentos sobre el tema que nos ocupa de igual forma que me asombra tu primer párrafo en el que te atreves a hacer juicios de valor personales y tendenciosos los cuales harían las delicias de la mismísima Isabel San Sebestián y su maestra asociación de ideas en sus recientes twits.
Con todos mis respetos en tendiendo su postura una vez leida la sentencia NO menciona el derecho al olvido,le sugiero que la lea en profundidad se dará cuenta que más bien habla de supresión de datos sin relevancia y no vayan contra la libertad de expresión.
No, exigir que mi nombre, apellidos, DNI y teléfono desaparezca de la caché de Google no es ningún error.
No, Google no es ningún intermediario entre una fuente y un internauta; se convierte en nueva fuente activa cuando es capaz de mostrar una web que ya ha desaparecido.
Sí, referirse exclusivamente a Google es un error. Google no es internet, ni es el único buscador en el mundo. Pero es una pieza clave sin la cual no se entendería el actual estado tecnológico mundial; no en vano hay que recordar que en los móviles con android pone en práctica los mismos métodos monopolísticos de se hemos acusado incesantemente a Microsoft. Google, al igual que Microsoft, Yahoo y otras empresas tecnológicas, no es ningún santo: es una empresa con intereses propios y saca beneficio de cuanto pueda leer, almacenar, clasificar, estudiar, mostrar y vender.
Internet no puede convertirse en un espacio sin ley. Si difundir información personal privada es un delito en la vida analógica, también debe serlo en la vida digital.
Y quién no lo cumpla debe pagar por ello, de una u otra forma.
Con todo respeto por las opiniones ya vertidas aquí, quisiera aportar mi visión del asunto, a la luz de los más de 30 años que llevo en el entorno de la informática, desde que la informática era poco más que magia negra, y se programaba con tarjetas perforadas y cablecitos en un patchcord.
1. Estoy completamente de acuerdo con la noción de que obligar a Google (o cualquier otro buscador/indexador) a suprimir determinadas referencias no sirve para nada, más que para «maquillar» los hechos.
2. Como ya se ha dicho antes aquí, eliminar las referencias a una página que derivan de un nombre personal no evita que la misma página siga conteniendo exactamente la misma información, referenciada por cualquier otro criterio. En este caso particular, como la mención forma parte de una página de una hemeroteca (un simple fascimil de algo hecho público), sería muy difícil conseguir que la información fuese eliminada, pero ello no obsta para que no pueda serlo.
3. Sí creo que debe haber alguna forma de incluir la noción de temporalidad de la información referenciada. Debería arbitrarse alguna forma en que todas las páginas web incluyeran (al menos en su código interno indexable) la fecha de publicación. Como alternativa, los buscadores deberían incluir en su base de datos la fecha de acceso a la información.
4. Recuerdan cuando Google tenía la posibilidad de acceder a su caché cuando alguna referencia apuntaba a una página no existente? Cuando al principio Google tomó la medida fue muy criticada, pero sin embargo, al hilo de lo que ahora acontece, parece que fue una efectiva forma de poder rectificar el estado de cosas.
5. Si se toman las medidas del caso en el buscador, no debería hacerse lo mismo con los sitios pornográficos, escatológicos, pro-nazis, o cualquier otro tipo de referencias que sean socialmente reprobables? Hasta dónde llegaríamos?
De acuerdo con Enrique Dans en que obligar, filtrar, o penalizar la herramienta es una barrabasada, pero se debe arbitrar alguna forma de poder proteger al menos el derecho a la rectificación (por medio de la fecha de indexación?) , por supuesto siempre desde el sitio de origen de la información.
El tema da y dará mucho que hablar.
#18 Juan:
¿De dónde carajo sacas que la web del periódico ya ha desaparecido? ¿De dónde leches sacas que alguien haya publicado el DNI y el teléfono del demandante? ¿De dónde cojones sacas que publicar el nombre del propietario de un bien embargado sea delito? ¿De dónde demonios sacas que este caso tenga algo que ver con la caché de Google?
Cuando queramos el guión de una peli de Hollywood ya te llamaremos. Hasta entonces estamos hablando de un caso real.
Si los resultados de Google fuesen tan inocuos o la eliminación de algunos tan intrascendentes como han dicho por aquí -puesto que la información subsiste en las publicaciones o sites que se enlazaban-, entonces todo la argumentación principal de Enrique y su campaña de miedo sobre el peligro o amenazas a la libertad de expresión serían también falsas y mentirosas. Es contradictorio argumentar que no enlazar no soluciona nada para el señor Costeja puesto que la información sigue estando allí, pero al mismo tiempo argumentar que no enlazar sí representa una amenaza a la libertad de información, pese a que la información sigue estando allí.
En otra falsa línea argumentativa Enrique prosigue diciendo que no se puede obligar a nadie a olvidar una información que alguna vez ha sido de dominio público. Quizás sea cierto y hasta una francachela de hace 20 años sea recordada al menos por sus protagonistas, pero el punto aquí es que la sentencia del tribunal europeo no está obligando a los memoriosos a olvidar la fiesta ni impidiendo que estos recuerden lo sucedido, sino obligando a una corporación tecnológica que administra un buscador, a retirar resultados puntuales del mismo que afectan la vida de una persona común.
Quizás sea esto lo que más les duela a los adoradores de Google. Que no se trate de una estrella pop ni ningún famoso afectado por la piratería, ni mucho menos una discográfica ni un diario perjudicados en sus negocios, sino un perfecto John Doe, un hombre común sin ningún blog ni lobby político, el que ha logrado doblegar a Google y defenderse en una situación injusta que sí nos podría ocurrir a cualquiera: este señor tuvo una deuda, el asunto se zanjó hace años, pero como no es ninguna celebridad y a lo más tendrá un perfil en Facebook, la dichosa deuda sigue siendo su tarjeta de presentación online.
¿Qué se puede decir ahora sobre ello, por donde iniciar la campaña de desprestigio contra Costeja? ¿Diremos que el señor Costeja es un «maximalista» del derecho a la privacidad? ¿Que quienes defienden su posición son unos «fanáticos» del respeto a la vida privada y a la imagen personal? O le diremos a los afectados, como nos advirtió a todos el señor Eric Schmidt, CEO de Google, refiriéndose al tema de la privacidad con esa soberbia tan típica en esta gente: «si no querías que aparezca tu deuda en internet quizás no debiste endeudarte».
El derecho al olvido no existe ha sido la primera reacción de Enrique (después de menospreciar los derechos humanos del señor Costeja claro). Pero no existe porque nunca fue necesario hasta que apareció la tecnología de los motores de búsqueda y está en proceso de existir a través de un Proyecto de la Comisión Europea. Lo que sí existe ya es la facultad humana de olvidar, gracias a la cual no nos volvemos todos locos como el Funes de Borjes, y también el pacto social de olvidar: antecedentes penales de menores se eliminan; algunos antecedentes judiciales de procesos donde uno es absuelto; las centrales de riesgo financiero eliminan deudas antiguas para que la persona recupere su capacidad crediticia; hasta el puntaje negativo de los carnés de conducir vuelven a cero con el paso del tiempo. De tal manera que estamos lejos de tratar un tema descabellado o una tontería sino con una realidad social y una necesidad.
Esta sentencia sí marca un hito histórico y es el inicio de una tendencia bienvenida que reivindica los derechos humanos de las personas por sobre los intereses pecuniarios de las empresas tecnológicas. La sentencia también ha entendido perfectamente la posición de Google y su capacidad de manipular su algoritmo para que sus resultados respondan a sus intereses, y no se ha tragado el cuento chino de que se trata de una herramienta intocable y perfecta, ya solo le faltó ser divina, como la pinta Enrique. Es de interés de Google, por ejemplo, presentar predominantemente enlaces a empresas afines o con publicidad contratada con ellos en su primera página; o también eliminar los enlaces a miles de farmacias online que ya le costaron 500 millones de dólares en multas por vender fármacos sin prescripción. Pues ahora también será de interés de Google eliminar las referencias a las deudas pasadas del señor Costeja cuando un tribunal o una simple solicitud se lo pida… y es muy bueno que así sea.
Mario:
Entonces hagamos una ley que obligue a los periódicos de derechas a borrar los datos que queramos, pero que tal ley no afecte a los periódicos de izquierda. Según tú, no pasa nada si el derecho a mantener lo publicado solo lo tienen los periódicos de un determinado signo. Con igual razonamiento podríamos apalear a los negros. No pasaría nada, dado que los blancos conservarían su derecho a no ser apaleados.
Así, según la AEPD, es perfectamente legal que el gobierno siga publicando los nombres de los propietarios de inmuebles subastados por embargo, y que los periódicos sigan manteniendo esa información en Internet hasta el fin de los tiempos, pero a los buscadores cualquiera puede ordenarles la supresión de cualquier información incómoda. ¿Hacia dónde crees que se dirigirán todos los intentos futuros de censura? Hacia los buscadores, los cuales no tienen ya derecho a dar información.
Lo que pasa es que aquí todavía hay gente que se cree que esta tormenta no les va a llegar. «Yo no soy un buscador», piensan. Hasta que llegue el día en que busquen una información y no la encuentren, hasta que llegue el día en que su artículo de blog o de periódico no lo vea casi nadie porque fue censurado en los buscadores.
#20 Krigan:
¿Por qué presupones que estoy hablando del caso de el señor Costeja? ¿no estamos hablando del mal llamado derecho al olvido, que es de lo que despotrica el sr. Dans?
Para que entendáis el calado de esta cuestión os nombraré un caso real: una persona recibe una beca para realizar un trabajo (fórmula bastante común en universidades para enmascarar contratos). Bastantes años después, durante una búsqueda de sí misma en Google descubre que todos sus datos personales están presentes en una página alojada en esa universidad. Se pone en contacto con la universidad y pide que sean retirados, a lo que la universidad accede ya que ello no afecta a sus registros internos y no pierde ninguna información de su actividad anterior. Días después vuelve a realizar la misma búsqueda de si misma en internet y la misma página sigue apareciendo entre los resultados de búsqueda. Al intentar visitar la página, ésta no existe porque ya ha sido retirada por la universidad pero Google ofrece la opción de ver la versión en caché, donde posee (y muestra) la información completa. Bien, pues eso data del año 2008, y la web en cuestión sigue apareciendo en la caché de Google.
La persona afectada no es ningún personaje público o relevante. Tampoco es una organización ni ha cometido ningún acto ilegal ni ninguna falta. Por el contrario ha sido la víctima de algún(a) descerebrad@ que se le ocurrió que era buena idea publicar la lista de los agraciados con todos sus datos personales.
Google no tiene ninguna culpa de ello, pero colabora a perpetuar el error manteniendo una información en su caché y no ofreciendo ninguna forma de eliminarla, así que, gracias a la tenacidad de un particular en su misma situación, ahora tiene, por fín, la posibilidad de hacer desaparecer esos datos de internet. ¿Que el daño ya está hecho? Por supuesto. ¿Que sus datos ya están copiados por cualquiera que desee utilizarlos de forma poco ética o incluso ilegal? Pues prácticamente seguro que sí. Pero no es lo mismo decir «hasta ahora has estado en riesgo» que decir «siempre vas a estar en riesgo».
Juan:
Lo presupongo porque aquí estamos hablando de ese caso y tú en ningún momento has dicho que estés hablando de otro.
Esa persona podía haber acudido a la Agencia Española de Protección de Datos, y pedir la retirada de la caché de Google. Lo que a muchos nos preocupa no es la caché de Google, sino que datos que siguen publicados en la web original, porque es totalmente legal que sigan publicados, sean censurados a base de imposibilitar que la gente pueda encontrarlos en los buscadores.
Krigan
¿Y no te parece más lógico que cada buscador disponga de un método y normativa de retirada de enlaces a disposición de todo ciudadano en vez de tener que recurrir todos y cada uno de los casos a gastar dinero público en agencias gubernamentales y tribunales? ¿no es mejor que toda empresa respete la legislación en cada país donde realiza actividad o presta servicio, en vez del consabido «hago lo que da la gana hasta que me obliguen»?
Hasta ahora, a los únicos que respetaba Google eran la MPAA y la RIAA. Ahora, por fin, también a los ciudadanos comunitarios.
Krigan.
Los periódicos tienen sus propias formas de suministrar información o rectificarse, así como su propia vida «útil», por así decirlo. El «periódico de ayer» es precisamente eso, algo que de natural entendemos todos como información desactualizada, digna de archivo o investigación histórica y poco más (para envolver pescado o poner en la jaula del canario).
Un buscador en cambio es un animal totalmente distinto, siempre vivo, siempre cambiante, donde los resultados de hace 5 minutos pueden variar, pero que en el momento de la consulta, las propias tecnológicas nos venden como la información más relevante, más útil, más pertinente que existe en internet sobre una persona.
De tal manera que lo que hace daño al señor Costeja no es que rastros de su deuda de hace 16 años subsistan en internet ni que hayan sido publicadas en el periódico como parte de un procedimiento legal, sino que dicha información nos es vendida a nosotros por Google, hasta el día de hoy, como el dato más relevante y útil que existe en internet para quien quiera tener una idea de quién es este señor.
En un buscador el orden de los factores sí altera el producto Krigan, y es la meta data implicada por Google en sus resultados y no la información original lo que corrige esta sentencia.
PS. Costeja ha ganado doblemente. No solo en la Corte sino en el buscador que a raíz de todo el atareo mundial suscitado con su caso, ha prácticamente desaparecido la mención original de 36 palabras que provocaron todo esto. Su imagen pública hoy ya no es la del Costeja el deudor, sino la del Costeja, el que doblegó a Google.
Juan:
Lo que a mí me parece absurdo es que la información siga ahí, por ser totalmente legal el mantenerla publicada, y que los buscadores no puedan indexarla. Entre esos ciudadanos comunitarios a los que a partir de ahora los buscadores van a «respetar» (abstenerse de indexar) están los políticos corruptos, los estafadores, los líderes de sectas, los violadores de niños, y todo el resto de la gentuza que ahora ven el cielo abierto gracias a Costeja.
Mario:
El único que buscaba el nombre de Mario Costeja en Google era el propio Costeja. Y si no había nada que fuera más relevante es porque el propio Costeja no lo había creado.
Su imagen hoy es la de Costeja el gilipollas. El tipo que ha conseguido que todo el planeta se entere de que fue un moroso.¿Ahora qué va a hacer? ¿Pedirle a Google que retire los enlaces que hablan sobre su victoria judicial?
#027. LOL. Cómo se nota que les ha dolido la sentencia, pero mira que lo googleé para comprobar su imagen online y en ninguna parte apareció el término «gilipollas» cuando buscas «Mario Costeja»:
«Costeja González and a memorable fight for the right to be… (The guardian)
Spain´s everyday internet warrior who cut free from Google’s… (The Guardian)
BBC News – What is the right to be forgotten
Mario Costeja: Google era una gran herramienta y ahora… (La Vanguardia)
Noticias sobre Mario Costeja:Google retirará enlaces con información lesiva»
Hasta ya tiene una mención en Wikipedia fíjate y tampoco dice «gilipollas»:
http://en.wikipedia.org/wiki/Google_Spain_v_AEPD_and_Mario_Costeja_Gonz%C3%A1lez
Y si googleas el nombre + gilipollas, los únicos dos enlaces que brinda google son los siguientes:
https://www.enriquedans.com/2014/05/el-absurdo-derecho-a-que-internet-te-saque-por-tu-lado-bueno.html
https://www.enriquedans.com/2014/05/del-derecho-al-olvido-a-la-amnesia-forzada.html
Lo dicho: el tío ganó en el tribunal y ganó en el buscador.
Mario:
¿Ganó? ¿El qué? Si su objetivo era hacerse famoso, ciertamente su triunfo ha sido completo. Pero si su objetivo era que no apareciesen enlaces que mencionen su pasada morosidad… es difícil concebir un fracaso más estrepitoso.
Eso sin mencionar que ahora hay 2 enlaces donde se le tilda de gilipollas, y que si se busca su nombre + moroso lo segundo que aparece es esto:
http://derechoaleer.org/blog/2014/05/la-inolvidable-historia-del-embargo-al-moroso-mario-costeja-gonzalez-ocurrida-en-1998.html
Pero lo mejor está todavía por venir, cuando un pederasta invoque la sentencia de Costeja, cuando lo haga un estafador, un líder de secta, un violador, un asesino… va a tener la gloria de ver su nombre asociado a la crema de la crema de nuestra sociedad.
¿Qué va a hacer? ¿Pedirle a Google que retire toda mención de su nombre? ¿O solo las menciones negativas?