Sobre la práctica de escribir en la red

Written in stoneCon el creciente auge de la web social y la creación de contenidos, van tomando protagonismo una serie de prácticas a las que el hecho de escribir en red empieza a dar carta de naturalidad, en contraposición con las limitaciones de los soportes físicos tradicionales. Cada día más, me encuentro haciendo ediciones, añadidos o cambios a mis textos de una manera que obviamente sería imposible cuando estos estaban escritos en papel, pero que, por otro lado, me parece completamente lógica y justificada.

La idea de un paso de consolidación en una obra escrita, un «momento de la verdad» en el que lo escrito queda de alguna manera fijado permanentemente, pertenece a un momento histórico en el que el proceso de edición generaba un soporte inamovible, una serie de copias que resultaba operativamente complejo enmendar. Una vez impreso un periódico o una revista, los errores de cualquier tipo salían con las copias, y solo podían ser corregidos a posteriori mediante una fe de erratas – o, en caso verdaderamente excepcionales, retirando la edición. Una vez impreso, impreso estaba, y así se quedaba.

En la web, las circunstancias son obviamente diferentes. Nada impide al autor de un texto volver a abrir su herramienta de edición y cambiar partes del mismo, incorporar correcciones, enlaces o matices. El proceso de evolución desde el código de conducta del medio impreso nos ha llevado, sin embargo, a ser relativamente conservadores con este tipo de prácticas: muchos medios en la web optan por no hacer correcciones una vez publicado algo, o bien por hacerlas utilizando el formato strikethrough para mantener la versión originalmente publicada y evidenciar los cambios introducidos. Si bien en algunos casos puede entenderse el interés por preservar la versión original, particularmente cuando su publicación dio lugar a reacciones que podrían quedar posteriormente descontextualizadas al enmendar aquello que les dio origen, mi impresión es que ese código proviene de una limitación tecnológica vinculada al soporte que, simplemente, ha desaparecido.

Lógicamente, no hablamos de cambiar completamente el sentido de lo escrito, o de alterar la posición sostenida como base por el autor. Mi interés cuando escribo sobre un tema es plasmar lo que tengo en la cabeza sobre él, junto con la serie de vínculos que lo apoyan o que permiten ampliar la información sobre lo escrito. En mi proceso creativo, no existe realmente un «momento de la verdad», sino algún tipo de mecanismo que dispara el momento de sentarse frente a la herramienta de edición. A partir de ese momento, la creación transcurre «en la intimidad», yo mismo con mi pantalla, una ventana con fuentes en la que selecciono enlaces y hago búsquedas, y el recuadro en el que compongo el texto. Terminado el proceso creativo, en un final que habitualmente tiene lugar no porque no tenga más que decir, sino por puro cansancio, aprieto el botón de «Publicar» y el texto pasa a tener una «vida pública»: aparece en los lectores RSS de las personas suscritas a la página, y comienza a recibir visitas desde las redes sociales en las que lo suelo publicar.

Resulta bastante habitual que, una vez publicado, y bien por algún comentario o por una simple relectura, me encuentre con que el proceso de creación me ha llevado a olvidarme de alguno de los argumentos en los que quería haber incidido. No hablamos ya de simples errores tipográficos o de redacción: esos los corrijo en cuanto los veo o me los señalan, sin más crédito que, en ocasiones, contestar al mensaje con un agradecimiento. Pero cuando se trata de un argumento que pensé, pero que finalmente me olvidé de reflejar, típicamente, añado un párrafo tras la publicación. Es algo que empecé a hacer con entradas cuya temática estaba transcurriendo, con el llamado live-blogging: publicas una primera referencia, pero continúas enriqueciéndola a medida que llegan más datos o el evento comentado sigue su curso. Su traslado a una entrada normal me resulta muy natural, de manera que cada día me resulta más normal publicar algo y que la versión «final» no se consolide realmente hasta haber transcurrido, en ocasiones, varias horas desde su publicación original. Sin embargo, las reacciones a esto suelen ser escasas: la gran mayoría de las personas simplemente no comparan versiones, leen como es lógico una sola vez, y no se aperciben de este tipo de ediciones posteriores a la publicación.

Otra práctica que me resulta cada vez más habitual es el añadido de enlaces: información que encuentro tras haber publicado la mía, en ocasiones incluso análisis o ideas que se publican posteriormente, pero que me parece que aportan interés. Es muy habitual en eventos o noticias que acaban de suceder: dado que mi revisión de la actualidad del tema no se detiene tras mi publicación, seguir encontrando otras fuentes que apoyen lo escrito resulta bastante frecuente. Desde el punto de vista de la publicación tradicional, esto da lugar a una paradoja temporal: un escrito anterior vincula con otro que fue escrito posteriormente. De nuevo, una limitación que estimo que la web no tiene por qué tener. Mi criterio es puramente utilitarista: si creo que el nuevo enlace enriquece las conclusiones de alguna manera, lo incorporo. En el caso de Medium, existe además una herramienta, el «Suggest a link for further reading», que en algunas ocasiones utilizo para este tipo de función.

La información en la web tiene varias vidas: tras la explosión de tráfico inicial que tiene lugar en el momento de la publicación y horas subsiguientes, lo publicado pasa a los motores de búsqueda, y disfruta de una segunda existencia en la que surge cuando alguien hace una búsqueda determinada. Abandonar completamente lo publicado tras el momento de la publicación como quien envía los ejemplares de un periódico a los quioscos tiene, por ello, cada vez menos sentido. En algunas ocasiones, incluso, la edición ocurre meses o años después, cuando surge alguna noticia que me lleva a pensar que puede tener sentido actualizar algo escrito hace tiempo con lo sucedido posteriormente. En esos casos, hago una actualización en forma de nota al pie, que creo que puede aportar datos a aquel que revisita lo escrito pasado el tiempo.

Obviamente, la edición a posteriori no puede hacerse con todo lo escrito: ni tendría sentido, ni sería físicamente posible responder a una especie de «paternidad responsable» que continúa eternamente dando forma al texto tras su publicación, o hacer responsable al autor de hipotéticos cambios que podría haber sido interesante hacer tras la publicación. Los textos son reflejo de un contexto, y no tiene sentido alterar completamente el sentido de lo que decían en función de los cambios de dicho contexto. Pero en determinadas ocasiones, estimo que sí resulta razonable, y que de hecho, constituye una de las pruebas de la superioridad del medio electrónico frente al medio papel: no hacer uso de esa función representaría una herencia de limitaciones tecnológicas de otra época, un conservadurismo que, al menos para mí, resulta absurdo. Sinceramente, no sé hasta qué punto estamos reescribiendo algún tipo de dogma o acto de fe del periodismo, pero dudo mucho que, en mi libro de estilo particular, sea algo que esté dispuesto a dejar de hacer en el futuro.

 

(This post is also available in English in my Medium page, “Some thoughts on writing for the web«)

9 comentarios

  • #001
    Antonio Castro - 22 septiembre 2013 - 11:26

    Mencionas como método de trabajo algo que seguramente hacemos todos: «… una ventana con fuentes en la que selecciono enlaces y hago búsquedas, y el recuadro en el que compongo el texto …»

    El caso es que yo suelo incluir el enlace y un pequeño párrafo relativo a la publicación de la fuente, cosa que estoy empezando a dejar de hacer porque seguramente Google no distinga un plagio de una referencia y un texto que coincida literalmente con algo publicado en otro sitio podría derivar en castigos que en mi opinión obedecen a una excesiva paranoya de Google para lograr afinar la relevancia en un inconmensurable océano de contenidos.

    A mí me gusta cuando pongo un enlace que se sepa exactamente de que va, pero parece que los coy paste por lógicos y sensatos que sean podrían estar dando cada vez más problemas.

    Creo que la forma en que se usan las fuentes, es algo que puede afectar a los resultados de muchas formas diferentes en función de las impresiones que ello causo sobre los visitantes o sobre Google y su misterioso algoritmo.

    Creo que el trabajo de bucear entre las fuentes y obtener la información que uno está buscando es una labor ingrata y que por una razón no siempre se ve recompensada.

    Por el contrario si puedes aportar un dato auténticamente original fruto de la propia experiencia, el impacto es mucho mayor.

    Los análisis, la investigación en las fuentes, la opinología, y el postprocesado de información de terceros, es algo que, en mayor o menor grado, hace todo el mundo porque el conocimiento siempre ha de sustentarse sobre conocimientos anteriores, pero el tratamiento de las fuentes de información en un Blog es algo de lo que apenas se habla.

    Me parece que es un tema con mucha chicha sobre el que pocos se atreven a tratar. Quizás exista un cierto pudor a profundizar sobre estos temas que revelan hasta que punto el autor de un contenido es un mero opinador, o un experto sobre el tema curtido en el tema con años de experiencia trabajando sobre aquello de lo que habla.

    En cualquier caso creo que es un tema que ahora Enrique toca de pasada y que no ha recibido la atención que merece.

  • #002
    Alberto Secades - 22 septiembre 2013 - 13:18

    Es interesante ver cómo se trabaja con limitaciones heredadas de medios (o formatos) anteriores, cuando en otros esas limitaciones ya no están presentes.

    Interesantes reflexiones, como acostumbras.

  • #003
    Alejandro Vera Palencia - 22 septiembre 2013 - 18:28

    Leerte a diario durante tantos años hace que tenga la sensación a veces de que te conozco en persona. Una persona con la que he dialogado mucho más que con las muchas que me rodean físicamente.

  • #004
    Pasando - 22 septiembre 2013 - 23:30

    La reforma del código penal hará que los propietarios de páginas de enlaces puedan ser condenados con hasta 6 años de cárcel.

    ¡Vergonzoso!

    http://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/20/actualidad/1379704980_231370.html

  • #005
    Xaquín - 23 septiembre 2013 - 00:32

    El montaje cinematográfico viene a ser el culmen de la libertad y de la manipulación, pero sobre todo una bomba de relojería para la «autoría»… la edición digital es lo mismo pero mega ( o tera) aumentado… en internet es la puerta para el autor colectivo por primera vez en la historia… quienes serán los autores de una driveobra, por ejemplo?

    Por otro lado conviene aclarar que el Cantar de Roldán, por ejemplo, no me parece comparable con un texto AV multiligado elaborado en googledrive por miles de personas durante miles de años, o sí?

  • #006
    Julio - 23 septiembre 2013 - 05:04

    Y sin embargo, a pesar de esa capacidad de editar continuamente, los textos publicados en Internet contienen más errores que los publicados en papel. Y en general las cosas publicadas en Internet son mucho menos fiables que las publicadas en papel, salvo notables excepciones, como este blog y algún otro que se preocupa de buscar la verdad.

    La red ofrece ventajas en algunos aspectos, pero también inconvenientes que no debemos perder de vista. La mayor facilidad para retocar nuestros escritos no desemboca necesariamente en una mayor calidad del texto. Es más, yo diría que con frecuencia ocurre lo contrario: la posibilidad de modificar nuestros textos de manera perpetua arruina el estilo.

    Además podría haber algo de siniestro en esa posibilidad de reescribir eternamente lo que uno dice, de borrar las trazas de nuestros errores y nuestras incoherencias. Creo que en 1984 se habla de eso.

  • #007
    David Mairal - 23 septiembre 2013 - 08:07

    En mi caso de casi 2 años como blogger, bastante identificado (salvando distancias…) con lo que cuentas, Enrique.

    Tan sagrado como el código deontológico del periodismo -que, por otra parte en ningún momento creo que sea el ámbito de creadores de contenido ámbitos cualquiera- lo es que se establezcan unas prácticas basadas en la ética difíciles de constatar y que quedan validadas o no por el carácter de «autogestión» de la comunicad en Internet.

    Especialmente curioso el asunto de la publicación de contenido adicional a una entrada una vez publicada. En mi caso, ha sido objeto de series de varios posts sobre un tema específico que quedan enlazados de forma más o menos válida gracias a los pingbacks enviados a las páginas precedentes.

    Saludos :-)

  • #008
    Diseños - 23 septiembre 2013 - 18:06

    Escribir en la web de forma responsable fomenta la capacidad y le nivel de observar y criticar las cosas, ademas pone a la persona en un constante escenario de critica positiva encontrandose con diferentes argumentos de muchas personas. Gracias. :Exelente Articulo

  • #009
    Carlos - 23 septiembre 2013 - 18:07

    Pues lo primero que me ha venido a la mente después de esta reflexión han sido estas palabras atribuidas a Keynes:

    “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted que hace?”
    — John Maynard Keynes

    Editar o añadir contenido a un escrito publicado es algo que, personalmente, si no lo hago en las horas o días inmediatamente siguientes, no me resulta cómodo, quizá porque todo escrito encierra no solo la opinión, sino también el estado de ánimo. Y retomar o rectificar una idea pasado el tiempo, sí, efectivamente puede deberse a que pensamos diferente, o aportar nueva información o algún matiz, pero obviamente nuestro ánimo nunca va a ser el mismo.
    Si pensamos diferente, creo que lo justo sería retomar lo escrito, y reescribirlo en una especie de addenda, dejando siempre constancia de que primero pensábamos de una manera, y que ahora, por las circunstancias que sean y que explicamos en el nuevo texto, opinamos de otra forma. Borrar o rectificar lo escrito me parece que sería como pretender engañar al lector, en un intento de ocultar nuestras opiniones previas o anteriores. Además, en ese sentido hay que tener presente que la red tiene su propia memoria, y que no va a ser tan sencillo esperar que los lectores o usuarios solo tengan acceso al último documento, edición o pensamiento.

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