En una demostración de esperpento político, el Ministro de Cultura del Reino Unido, Andy Burnham, anunció ayer que su gobierno empujará la extensión del copyright en veinte años más, desde los actuales cincuenta hasta los setenta, ignorando una amplísima variedad de informes y estudios que afirman que dicha extensión no aporta ningún tipo de beneficio para la sociedad ni para los artistas, y que únicamente supone un subsidio para las compañías discográficas y las sociedades de gestión de derechos. Pero lo mejor del tema viene cuando el ministro justifica su actuación, porque apela ni más ni menos que a «razones morales» para ello: como se trata de una «cuestión moral», ninguna de las evidencias en sentido contrario resulta valida, hay que hacerlo porque sí. Muy interesantes los comentarios al respecto en Slashdot, en ArsTechnica o en The Open Rights Group. Y mientras Burnham se quema tanto como su apellido indica para obtener sus turbios fines en el Reino Unido, otro político de similar catadura e igual tendencia a ignorar las evidencias, Charly McCreevy, se dedica a hacer lobby ante la UE para obtener una extensión del copyright a 95 años. En Estados Unidos, la extensión a 95 años se obtuvo ya en 1998 mediante la igualmente vergonzosa Sonny Bono Act, también conocida como «Mickey Mouse Protection Act».
¿Cuál es el poder real del lobby de la propiedad intelectual sobre los políticos? ¿A qué se debe semejante nivel de servilismo hacia sus tesis y sus intereses? ¿Qué lleva, como en el caso de España, a un ministro de Cultura a ignorar la evidencia y tirar varios millones de euros en una campaña de mentiras para beneficiar a sus amigos? ¿Defender la cultura? ¡No me hagas reír! ¿Cómo es posible que en gobiernos supuestamente democráticos se legisle de una manera tan descarada en contra de los intereses de la comunidad y a favor de los de unos pocos privilegiados? ¿Qué entramado de favores políticos y – sin lugar a dudas – económicos se esconden detrás de tan «sorprendentes» decisiones y posicionamientos? ¿Veremos algún día una auditoría seria o una intervención de las cuentas de las sociedades de gestión de derechos de autor para clarificar esta serie de evidentes desatinos políticos que tan claramente flirtean con la defensa de intereses espúreos y con la corrupción? ¿Cuánto tiempo vamos los ciudadanos a autojustificarnos con argumentos del tipo «esos temas no son realmente tan importantes» para evitar pedir cuentas de manera seria a nuestros políticos al respecto?
Tu lo has dicho, supuestamente. Así de sencilla y fácil es la cuestión. Cuando los poderes que dominan a los pueblos acceden a ese poder mediante la utilización del engaño y la ausencia posterior de responsabilidad, no esperes que sus actos vayan encaminados a dar satisfacción a aquellos que los legitiman con sus votos, pues ante ellos de nada han de responder, sino más bien al capital que los financia y les limpia el curriculum para que estén ahí a su servicio.
Pero estos, en la creencia de que podrán liberarse de su amo el capital , al que a modo de juramento les debe la vida existencial, pretenden y osan equilibrarse con él mediante financiaciones espurias a costa del personal, oseasé, el pueblo sandunguero. Una vía estupenda para ello es dar cobertura a instituciones privada como la SGAE aquí . Vehículo utilitarisimo para esos fines. Controlados los poderes( judicial y parlamentario) estatales, te puedes permitir cualquier cosa, desde ir repartiendo por el mundo titulos de nobleza, como a los sauditas mata niñas inocentes, hasta vender la hacienda de los subditos al gabacho que nunca antes los pudo conseguir. De manera que sí, supuestamente.
Seria de gran ayuda (para una visión mas amplia) revisar la historia reciente del movimiento «COPYLEFT» adjudicado a Don Hopkins, cuando la batalla estaba aun en ciernes, si bien es cierto como publique en el post anterior la marcada diferencia entre las jurisprudencias va mas allá del mero derecho interpretativo, se pudiera apelar sin lugar a dudas a argumentos de tipo morales como en algunos casos hace la iglesia para defender posiciones como la Eutanasia, El Aborto, etc etc.. «OJO» es solo un simple comentario no quiero meterme en «camisas de once varas» y mucho menos dar una clase de Derecho; como siempre un saludo cordial a todos los foristas..
A mi me gustaría saber cuanto de lo que recauda la SGAE se reparte realmente entre los autores, (y con que criterio), y cuanto se consume en «gestiones», pues de algún parte salen las «motivaciones» que justifican las «razones morales» de los políticos..
Mientras quienes están en el poder necesiten amamantar a ciertos artistas, hay poco que hacer.
Sugiero, propongo, animo a convocar un evento –simposio, congreso o lo que sea más conveniente– centrado en este tema de los derechos de autor y sus derivaciones.
Hasta que a la masa de la población no le lleguen nítidas las razones que se defienden frente al tradicional copyright, no cambiará demasiado el panorama. Hay que hacer opinión, generar ruido y que las personas normales, la mayoría, empiece a opinar y presionar.
Lo mínimo que deben hacer los políticos es sentarse a dialogar y abandonar esos rictus del franquismo y su famosa Ley de Prensa e Imprenta (LPI) que escrito ahora, con la perspectiva de los años, hace sonreír… prensa e imprenta (qué cosas!).
Va y dice este tipo: «It’s only right that someone who created or contributed to something of real value gets to benefit for the full course of their life,»
(«Es simplemente correcto que alguien que creó o contribuyó a algo de valor real consiga beneficiarse por toda la duración de su vida»)
Qué bien. Y digo yo, ¿por qué no se aplica esta misma regla al resto de los mortales? El mes que yo no trabajo, no cobro. ¿Por qué las reglas que son válidas para ellos no se me aplican a mí?
La respuesta es muy sencilla, casi todos los políticos importantes son autores (también muchos jueces, etc.) y, por tanto, cobran derechos de autor.
La pregunta es ¿cuanto cobran de esas autorías?
Personalmente creo que la cosa se queda en que… con dinero se pagan muchos favores. En este país, todas las puertas se abren (o se cierran) si tienes suficiente dinero.
Por otro lado, ya sabemos que las campañas electorales cuestan mucho dinero.
Ah, pero los políticos todavía no hicieron perpetuos los derechos de copia?
Si la frase anterior se hace célebre, espero cobrar perpetuamente los derechos correspondientes. Y si no yo, los hijos de los hijos de mis hijos y sus descendientes, a mayor gloria mía.
La respuesta a todas las preguntas creo que está en una única palabra: «lobby». Consideremos no sólo la importancia económica de las sociedades, sino también el prestigio y peso social de muchos de sus representantes que, por el momento, se mantienen en un discreto segundísimo plano pero que, sin la connivencia política necesaria, podrían iniciar la consiguiente (y eficaz) campaña de desprestigio/intoxicación. Eso lleva a los representantes públicos y sus organizaciones a una serie de paradojas:
1. La defensa de los derechos básicos ciudadanos vs. la defensa de los derechos de aquellos en quién los ciudadanos confían más que en su clase política. Porque, conviene tenerlo claro, el actual bienestar y proyección de ciertos discursos y sociedades de gestión de derechos corresponde en su mayor parte a un apoyo ciudadano explícito más que a sus intereses si a sus nombres y carreras.
2. La defensa de los derechos «generales» vs. «colectivos». O, si se prefiere, de «todos» o de «algunos». Esto sería un clásico «parte por el todo» si no fuera porque esa «parte» cuenta con el respeto y la admiración, el apoyo y el seguimiento de muchos de «los demás».
3. Mezcla de discursos: «derechos» vs. «intereses». También hay que tener en cuenta que estamos mezclando dos cosas muy distintas cuando hablamos de derechos de autor y difusión de obras. Paradojicamente, se viene interpretando la «difusión» no cómo una acción inherente a la cultura (pues no hay cultura si sólo 1 o 2 acceden y comprenden sus códigos), sino propia al «autor»: vinculado a su decisión última de hacer con su obra lo que quiera. El «derecho de propiedad», de hecho, termina en cuento se decide difundir: el artista pierde capacidad sobre su obra para formar parte de un «sistema cultural de derechos» que puede -y debe- acceder a ella libremente (algo propio de los sistemas culturales).
En definitiva, por múltiples motivos, aristas, interpretaciones y demás, estamos ante un caso de conflicto de intereses y responsabilidades. Si el lobbismo fuese una actividad prevista y regulada, donde los contactos y objetivos de los colectivos son transparentes y recogidos con luz y taquígrafos (en otros países está regulado), habría oportunidades de cambio en el actual marco jurídico-político. Pero mientras los autores puedan jugar con su «poder de negociación», poniendo encima de la mesa sus medios de difusión, su prestigio profesional, sus plataformas de comunicación y el cariño de la gente que los admira, pocas oportunidades hay de cambio.
El lobbysmo necesita regularse y nuestro mensaje de unas plataformas con más volumen y más integradas.
Esta extensión del usufructo de los derechos se va a transformar en la «excusa» para el control de Internet. No importan los creadores, sino buscar un motivo «legal» para empezar con el capado sistemático del ancho de banda y la casa de brujas de los usuarios. Creo que es el principio del fin del tráfico libre por la red.
Esas leyes son propias de un sistema y de gente que asume al resto como esclavos, las condiciones han cambiado en cuanto al sometimiento, pero la esencia sigue ahí, incólume, para que unos cuantos, que ni siquiera son los que producen la «cultura», sean los favorecidos por ellos mismos, permanentemente, ya casi ad infinitum.
Digo yo: ¿Cuando los realmente interesados: compositores, músicos, cineastas, literatos y artistas en general, se unirán para decir «BASTA YA!!!, que vosotros no nos representan» y ya dispuestas las cosas para la distribución por Internet, esta se vuelva norma en casi todo agente emisor de producción artístico/cultural?
Haría falta, y sería importante, la voz de los artistas de a de veras no, para poner más elementos en el debate sobre el tema.
¿Donde estarán los creadores, donde estarán los artistas, donde estaran componiendo quien sabe que marchas funebres?
Lo que hace falta es montar un lobby anti-ese-lobby. Pero como siempre, hablamos mucho (me incluyo) y actuamos poco. Incluso podría ser divertido eso de montarlo desde cero… es como para pensárselo. Lástima que todos tengamos cosas mejores que hacer y sigamos prefiriendo pagar un canon y refunfuñar en lugar de luchar de verdad. (me sigo incluyendo)
A 12. Tampoco es tan difícil montar ese lobby, precisamente la red es la oportunidad y la forma mejor de reivindicarlo. Es más, ahora mismo hay plataformas: grupos en Facebook, corrientes de opinión en Tuenti, asociaciones de usuarios, de consumidores, de usuarios de internet… que son embriones potenciales. Sólo hace falta una chispa de indignación (que creo tenemos) y un acuerdo entre todos. Cuando empiece a haber flash-mobs originales contra el Canon y el discurso torticero, sabremos que estamos en el inicio del camino adecuado.
Por si no conocías estas historias: http://www.elconfidencialdigital.com/Articulo.aspx?IdObjeto=18903
Enrique, ¿cómo ves lo de la plataforma anti-lobby o lobby?
En realidad, esta extensión del cobro de derechos de propiedad intelectual sólo beneficia a los cesionarios de los derechos de propiedad intelectual, léase las grandes distribuidoras mundiales (por supuesto, casi todas norteamericanas). Lo que impide es el paso a dominio público de obras cuyos autores han muerto y cuyos descendientes directos (padres, hijos, cónyuges) están a punto de hacerlo. Sólo sirve a las grandes corporaciones que quieren impedir que pasen a dominio público sus fondos de catálogo en un momento en que lo que más les interesa es vender esos archivos que gestionar nueva obra. Que beneficie a las entidades de gestión sólo es un efecto secundario. Demuestra insolayablemente la connivencia de los conglomerados politíco-financieros, las grandes corporaciones y las entidades de gestión en contra de las libertades de expresión y comunicación.
Lo más lamentable es que esa gente..los artistas y autores son los que más presumen de las libertades individuales. Pero se comportan como monopolios y lobbys a los que les importa poco ese preciado sentimiento. Siguen un patrón plutocrático. Luego que no se quejen si se les tacha de tal o cual cosa. Aunque en este caso se puede aplicar el dicho de «dame alpiste y llámame gorrión». Ya no tengo muchas esperanzas, dada la colaboración del gobierno, que esta situación cambie. Se lo han montado muy bien a costa de los demás y abusando de los derechos individuales de los ciudadanos. Vale que decían los latinos.
Por lo de pronto, para el corto plazo, ya hay convocada una protesta de «descargas masivas de P2P» en la madrileña calle Ferraz. He aquí el link a la noticia: http://www.elmundo.es/navegante/2008/12/15/tecnologia/1229336871.html
No son los artistas los que están detrás de estas iniciativas. Son otros, los que tienen el dinero y el poder. Son esos los que pueden verdaderamente influir en los gobiernos y en las leyes. Dicen hacerlo en nombre de los artistas, como los empresarios explotadores dicen pagar poco para poder tener más gente en plantilla. Sólo son la coartada.
Me parece un agravio comparativo. Yo tengo una patente que me da derecho a explotar mi invento durante veinte años y ni un día más y además la tengo que renovar todos los años. Aparte de todos los tramites que se necesitan para conseguirla y el trabajo de explotarla. En cambio un supuesto artista se inventa una canción y puede vivir de ella el resto de su vida sin más. Así nos va.